13 de octubre de 2013, 01:06Por Javier Rodríguez *
Asunción (PL) Hablar a un paraguayo del arpa es tocar una sensible fibra de su acervo cultural pues se trata del instrumento musical emblemático de la nación guaraní.
No es secreto alguno la fama mundial del arpa paraguaya, salido de las manos cuasi milagrosas de lutiers y artistas con una calidad reconocida en todos los continentes.
Es por eso que tampoco se presta a sorpresas el hecho de ser Asunción sede permanente del Festival Mundial del Arpa, evento asentado en el calendario cultural internacional y el cual ya atesora siete ediciones extraordinarias.
Paraguay cuenta también con una bien llamada Capital Nacional del Arpa situada en Guairá, a más de 500 kilómetros de Asunción, cuna de famosos músicos, pero también de nuevas generaciones de arpistas que parecen garantizar el futuro de ese tipo de expresión musical.
En esta ocasión el esperado evento resultó un homenaje a Nicolás Caballero, considerado un genio del arpa paraguaya, tanto por el impacto de su irrupción precoz en el mundo de la música arrancada a las cuerdas como por su calidad de intérprete, amplitud de su repertorio y la adopción de novísimas técnicas.
No son las únicas aptitudes de Caballero, orgullo de los paraguayos, pues su exitosa formación le permitió triunfar como compositor y arreglista, y ha recibido elogios de otros maestros de la música.
Baste decir que, nacido en 1949, pulsó sus primeras cuerdas a los tres años de edad, debutó a los cuatro en el Teatro Municipal de Asunción, a los seis realizó presentaciones en Uruguay y a los siete ya actuaba en otras, nada menos que con el famoso trío mexicano Los Panchos.
Estudió en el Conservatorio de París, Francia; se graduó de dirección orquestal y ejecuta también brillantemente piano, violín, violonchelo, guitarra y percusión, en tanto ganó el primer premio de las Olimpiadas Musicales en Moscú y grabó discos con Plácido Domingo, todo lo cual, evidentemente, le hace merecedor del homenaje rendido.
Para tal reconocimiento fue el encuentro de culturas musicales vinculada al Arpa y celebrado este año en la capital paraguaya.
Es importante saber que la idea de estos festivales mundiales tuvo como un gran motor impulsor a dos enamoradas del sonido arrancado por manos virtuosas al instrumento que hace soñar y vibrar a quienes lo escuchan y parece cantar al amor, la amistad y la belleza de la vida.
Ana Scappini y Marlene Sosa dieron vida a la idea en el año 2007 buscando también el posicionamiento del Arpa Paraguaya en el mundo y brindar un espectáculo con la conjunción de las mejores melodías, interpretaciones y estilos.
Nada mejor entonces que convertir a Paraguay, tierra de arpistas, en lugar de presentación de figuras internacionales, quienes otorgan esplendor y valor cultural al evento.
La integración de autoridades culturales y organizaciones al empeño inicial ayudó a convertir el proyecto en una extraordinaria referencia musical que agrupa a representaciones de distintos puntos del planeta.
Esta séptima edición resultó un buen ejemplo de todo ello pues además de los más importantes artistas paraguayos, de varias generaciones de instrumentistas, estuvieron figuras destacadas de Francia, Colombia, Venezuela, México, Japón, Italia y Estados Unidos.
Sin embargo, para muchos lo más resaltante fue la presencia del Ensamble Infanto-Juvenil de Villarrica, un sorprendente contingente de nuevos arpistas que hizo estallar en aplausos a los asistentes en cada una de las funciones ofrecidas durante este VII Festival Mundial.
Procedentes precisamente del territorio de Guairá, mostraron claramente al pueblo paraguayo que es continuo el nacimiento de nuevos valores en el mundo de los arpistas nacionales.
Pusieron sobre la mesa la realidad de que las arpas paraguayas, para siempre, seguirán acariciando al mundo con las dulces notas salidas de las cuerdas de esa, su insignia cultural.
*Corresponsal de Prensa Latina en Paraguay.
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