Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
¡ Feliz Cumpleaños Marymar !                                                                                           ¡ Feliz Cumpleaños ramitodeolivo !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: El nazi Erich Priebke cumple 100 años
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Gran Papiyo  (Mensaje original) Enviado: 29/07/2013 19:46
Barilochense se habrá ido a Italia para llevarle un regalito a su ex vecino ??????  
 
Lunes, 29 de julio de 2013
El genocida Erich Priebke cumple hoy cien años

Un nazi centenario

Por Gustavo Veiga
/fotos/20130729/notas/na11fo01.jpg
El alcalde romano señaló que “nadie puede celebrar a uno de los líderes de la masacre de las Fosas Ardeatinas”.

Hoy cumple cien años un criminal de guerra nazi. No es ajeno a la Argentina, porque vivió entre nosotros desde 1948 a 1995. Bariloche fue su casa la mayor parte del tiempo. Erich Priebke nació el 29 de julio de 1913 en Hennigsdorf, Alemania, y había entrado al país con un pasaporte tan falso como su nombre: Otto Pape. Ex jefe de las SS, devino primero en maître de hotel y después en presidente del colegio local Primo Capraro, ubicado a cuatro cuadras del lago Nahuel Huapi. Lo descubrieron y extraditaron. Condenado a cadena perpetua en 1998, su prisión domiciliaria en Roma es ahora bastante flexible. En esa ciudad comandó el 24 de marzo de 1944 la llamada masacre de las Fosas Ardeatinas, que le dio notoriedad como esbirro de Hitler. El diario La Stampa acaba de filmarlo mientras paseaba por la calle tomado del brazo por una mujer bastante más joven y seguido por dos guardaespaldas de civil. Sus simpatizantes intentarán festejar su centenario; la comunidad judía de la capital italiana buscará impedirlo.

Los 335 civiles ejecutados por una orden que se atribuye a Hitler, y que Priebke y su superior, Herbert Kappler, incluyeron a discreción en una lista, nunca pesaron en el semblante del oficial alemán. Jamás se arrepintió ni pidió perdón por ese crimen, que los nazis cometieron en respuesta a un atentado de la resistencia italiana contra una columna de las SS.

Altivo y de andar erguido como cuando usaba su uniforme oscuro, La Stampa lo sorprendió el martes pasado caminando por la calle Balduina. “Priebke in giro per Roma”, titularon algunos medios. Vestía una chomba polo azul, pantalón beige, zapatillas y gorra blanca. Pasó inadvertido para los transeúntes en el tórrido verano romano, pero no para Los Jóvenes del 48, un grupo de origen judío que lo repudia. El alcalde de la ciudad, Ignazio Marino –el mismo que a principios de julio fue en bicicleta a visitar al papa Francisco en el Vaticano– declaró: “Roma fue galardonada con la medalla de oro de la Resistencia y nadie puede celebrar a uno de los líderes de la masacre de las Fosas Ardeatinas”. Sus palabras sonaron dulces a los oídos del presidente de la comunidad judía de Roma, Ricardo Pacifici.

Sin memoria y tan sordo como una tapia, acaso sea el criminal de guerra más longevo del mundo. Priebke es “tratado con guantes blancos”, según Angelo Sermoneta, líder de Los Jóvenes del 48. “Ese día (por hoy) algo haremos”, anunció en el Corriere della Sera como rechazo a un eventual festejo público por los cien años del nazi.

Los antecedentes avalan esa preocupación. Cuando el ex SS cumplió 90, los nostálgicos de Hitler lo agasajaron al aire libre en las afueras de Roma. Un centenar de personas lo visitaron, e inclusive varias llegaron desde Suiza, Francia y Alemania. En Internet se pueden ver todavía sus fotografías pidiendo por la libertad de Priebke con pancartas.

Paolo Giachini, su abogado, no ha dado pistas de cómo recibirán el centenario de su cliente. Citado por La Stampa, el letrado dijo que “es hora de dejarlo todo, dejar reposar a un pobre viejo”, aunque el testimonio de Carlo Taormina, su abogado en el juicio de 1998 y político de Forza Italia, lo desmintió: “Estoy invitado a su cumpleaños y esta vez irán hasta los sacerdotes”, dijo en declaraciones radiales. Parece que Priebke abrazó la fe cristiana en los últimos años. A juzgar por lo que sostiene uno de sus amigos, el profesor fascista Mario Merlino, lee textos bíblicos y suele meditar. Pero ya profesaba el culto católico cuando vivía en Bariloche.

El cineasta Carlos Echeverría comienza Pacto de Silencio (un documental tan riguroso como necesario sobre la vida del nazi en la ciudad) cuando sigue con la cámara a un Fiat Duna que se dirige a una capilla. Allí se topa con el criminal de guerra, rodeado de un pequeño grupo de feligreses que le salen al paso al realizador. “Para qué fuiste al colegio alemán”, le reprocha una mujer que sale en defensa de Priebke. En efecto, Echeverría estudió en el Instituto Primo Capraro cuando era un niño.

Identificado como un falso letón (presentó un pasaporte de Letonia, igual que su mujer, Alice, y sus hijos, Ingo y Joerg) el oficial de las SS había llegado al puerto de Buenos Aires, desde Génova, el 14 de noviembre del ’48 a bordo del buque San Giorgio. Consiguió los documentos gracias a los buenos oficios del Vaticano. En su ficha migratoria dice que tenía 35 años, su oficio era mayordomo y hablaba italiano como letón. Cuando Perón, en su primera presidencia, concedió una amnistía para inmigrantes con identidad falsa o indocumentados, Pape se transformó en Priebke. Blanqueado, después de estar alojado en un hotel de Retiro y una casa de Vicente López, su rastro apareció en la Patagonia.

El primer habitante de Bariloche había sido un chileno de origen alemán, Carlos Wiederhold, instalado en 1895 en el actual centro de la ciudad. A él lo siguieron otros inmigrantes europeos. La colectividad germana creció. En la década del ’30, Priebke ya sabía lo que era un campo de concentración. Visitaría Dachau en 1937, que se había levantado cuatro años antes, en los inicios del régimen nazi. Mientras tanto, en la localidad de Río Negro se conmemoraba el día que Hitler llegó al poder: el 30 de enero de 1933. “Acá había más banderas con esvásticas que argentinas”, cuenta León Ribko, un polaco que entrevistó Echeverría en Pacto de Silencio. Transcurrían los años de la Segunda Guerra en una Bariloche que parecía caerse del mapa.

Esa semilla hitleriana en la ciudad dejaría retoños, inclusive pese a la derrota de Alemania en el 45. Priebke conseguiría su primer empleo como maître del hotel Catedral. Le dio una mano su amigo tirolés Cornelio Delay, concesionario de Parques Nacionales. Juntos habían viajado en el San Giorgio. Ya tenía su primera cédula de identidad, tramitada el 14 de agosto de 1950, en la que figuraba un domicilio de Capital Federal: Agustín Alvarez 2585.

La vida del fugitivo entre tantos de su condición y que huyeron hacia distintos puntos del planeta transcurría sin molestias. Priebke no era Josep Mengele ni Klaus Barbie, dos nazis más connotados, que también pasaron por la Argentina. El primero era buscado por experimentos con humanos; el segundo por asesinatos en masa en Lyon, Francia, de ahí su mote: El Carnicero. El ejecutor de las Fosas Ardeatinas seguía en el rubro gastronómico y de turismo, aunque ya en un tradicional hotel barilochense: el Bella Vista. También atendió la fiambrería Viena, lejos como estaba de un pasado que había dejado en Roma y en Brescia, donde controló un centro de torturas en la Vía Panorámica 10.

Su activa vida social lo convirtió en un referente de la comunidad alemana y de la ciudad en general. En el Instituto Primo Capraro ejerció sin rubor la presidencia, participó de fiestas de egresados y se volvió casi omnipresente. Aunque ahora resulta un dato menor –comparado con sus crímenes en Italia–, compartió cenas con autoridades provinciales y municipales, bailó con alumnas y docentes, como también ofreció discursos de ocasión. Así por espacio de casi media vida, de una vida que en Roma levanta polémicas por su benéfico régimen de detención domiciliaria.

En Bariloche, donde lo reivindicaba una considerable porción de su comunidad hasta que lo descubrió un periodista estadounidense cuya entrevista aceleró su deportación, es un recuerdo incómodo. La sola evocación de su nombre o una filmación en Súper 8 donde se lo ve con su sonrisa de plastilina molestan como una piedra en el zapato. Se percibe hoy en las fotografías de las distintas promociones de alumnos del Capraro que pueden observarse en la página oficial del colegio. Su rostro, invariablemente, aparece tapado por una marca blanca, como una muesca, que pretende esfumar su presencia. Es el fantasma de Priebke, un nazi que hoy cumple cien años.

gveiga12@gmail.com

SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo)          


Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 29/07/2013 19:52
Tenia una rotiseria en pleno BARILOCHE. Que barbaro.

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 14/10/2013 04:48
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 29/07/2013 16:52
Tenia una rotiseria en pleno BARILOCHE. Que barbaro.
 
Ese "Que bárbaro" suena medio ambiguo, che.
Vos no habrás heradado algún gen nazi, entre tantos alemanes ???? 
PRIEBKE LLEGO A ARGENTINA EN 1948 CON PASAPORTE FALSO

Un nazi casi vecino ilustre

El criminal de las SS nazi residió sin ser molestado en la Patagonia, donde pasó casi la mitad de su vida, gracias a que se mimetizó en una sociedad que lo protegió y que incluso lo elevó al status de ciudadano caracterizado.

Por Gustavo Veiga
/fotos/20131012/notas/na02fo01afp.jpg
La residencia de Priebke en Roma.

Erich Priebke huyó de Alemania por la ruta de las ratas, igual que otros nazis connotados como él. Desembarcó en el puerto de Buenos Aires el 14 de noviembre de 1948 con pasaporte falso y gracias a la cobertura del Vaticano. Igual que Adolf Eichmann, alias Ricardo Klement, cambió de nombre. Se hizo llamar Otto Pape, oriundo de Letonia. Igual que Eichmann, también, vivió en Vicente López, al norte del conurbano, apenas pisó suelo argentino. Pero a diferencia de su colega, con quien compartió la flor y nata de las SS, el criminal de guerra que después se aquerenció en Bariloche vivió hasta los cien años. Aquél murió en la horca de la prisión de Randeh, cerca de Tel Aviv, el 31 de mayo de 1962. Tenía 56 años. Priebke lo sobrevivió tanto tiempo como el que residió sin ser molestado en nuestra Patagonia. Resultó más afortunado gracias a que se mimetizó en una sociedad que lo protegió y que incluso lo elevó al status de ciudadano caracterizado.

Los medios virtuales de Bariloche, donde pasó casi la mitad de su vida, desarrollaron ayer la noticia de su muerte de manera dispar. Bariloche 2000 y el Mensajero digital le dieron el mayor despliegue a la información. Otros ni siquiera hicieron mención a su prolongada estadía en la ciudad. Como si asociarlo con la localidad turística más célebre de la Argentina en el exterior fuera un recuerdo incómodo. Priebke había llegado hasta allí después de arribar a Buenos Aires en el buque San Giorgio. Se alojó en un hotel de Retiro, siguió hacia Vicente López y terminó en la que hoy es la localidad más poblada de Río Negro.

Muy distinta era la bucólica Bariloche de los años ’50 que empezó a conocer el nazi de mirada altiva y figura erguida. Y todavía más cuando en la década del ’30, los pioneros alemanes festejaban el 30 de enero, la fecha en que Hitler llegó al poder. O celebraban la anexión de Austria. Priebke, por entonces, desfilaba a paso marcial en una Europa que empezaba a incendiarse.

Al país entró con el oficio de mayordomo y en el sur consiguió su primer empleo como maître del hotel Catedral. Le había tendido una mano su amigo Cornelio Delay, un tirolés que tenía a su cargo una concesión de Parques Nacionales.

Los hitlerianos recién llegados gozaban por entonces de privilegios oficiales extendidos. Uno de ellos era conchabarlos de modo más o menos seguro. La cadena de complicidades nazis hacía lo demás. Y la sociedad donde se establecían, en particular la comunidad alemana, completaba la faena de camuflaje. En Bariloche, los inmigrantes de este origen se instalaron alrededor de la Plaza Belgrano, donde pudieron ir comprando terrenos en cómodas cuotas y sin interés.

Por supuesto, hubo excepciones entre tantos simpatizantes de Hitler. En la Patagonia y en el resto del país. Lothaer Hermann, un alemán de origen judío, ex detenido en el campo de concentración de Dachau y que descubrió a Eichmann en Vicente López, fue perseguido por sus denuncias. Hasta lo confundieron adrede con Josep Mengele. Estuvo preso y lo torturaron en 1961, durante el gobierno de Arturo Frondizi. Su revelación contradecía la versión oficial del operativo montado por el Mossad para secuestrar al nazi en Argentina. La historia fue investigada por la periodista alemana Gaby Weber, una especialista en el tema.

Priebke trabajó en la gastronomía y el turismo barilochense durante años. Pasó por el tradicional hotel Bella Vista, situado a pocas cuadras del Centro Cívico, el corazón administrativo de la ciudad. En el riguroso documental Pacto de silencio (2005), del cineasta Carlos Echeverría, la dueña del establecimiento lo recuerda como un hombre obsesionado por la pulcritud y limpieza del personal. En su rol de maître –cuenta– les revisaba las uñas a los empleados. Joaquín Saavedra, uno de sus ex subordinados, relata en la película cómo el criminal de guerra le contó, sin inhibición ni arrepentimiento, los fusilamientos de la Masacre de las Fosas Ardeatinas.

Versátil, el responsable del hecho cometido el 24 de marzo de 1944 –una sombría coincidencia con la fecha del último golpe de Estado en Argentina– también había atendido una fiambrería llamada Viena. Formaba parte de una comunidad nostálgica del nazismo. En Bariloche, y hasta bien entrada la década del ’90, se festejaba el natalicio de Hitler cada 20 de abril.

El alemán, que ya había dejado sepultada en el pasado su adulterada identidad letona, blanqueó su situación legal y comenzó a usar su verdadero apellido. Apenas modificó su nombre de pila germano, Erich, por el de Erico. Nombre de un impopular rey de Pomerania que dominó Dinamarca, Noruega y Suecia en el siglo XIV.

Se sumó a la comunidad educativa del Instituto Primo Capraro, un colegio de la colectividad alemana que homenajeó el 4 de octubre pasado a su fundador, un inmigrante de origen italiano, fallecido un día como ése de 1932. El instituto se encuentra a cuatro cuadras del lago Nahuel Huapi. En su página web todavía se ve en distintas fotografías al imperturbable Priebke, sentado y cruzado de piernas junto a diferentes promociones escolares. Lo singular de esas imágenes es que su rostro aparece marcado con manchas blancas que, como muescas, parecen querer ocultar su presencia junto a los desprevenidos alumnos.

Echeverría comienza su documental con el seguimiento a un Fiat Duna que se dirige hacia una capilla barilochense. Baja de su auto, lo espera a Priebke en la puerta del templo y un puñado de feligreses lo increpa: “¿Para qué fuiste al colegio alemán?”, se escucha que le pregunta en voz alta una mujer. La película atrapa durante las casi dos horas siguientes. El nazi ocupó la presidencia del colegio, participó de las fiestas de egresados y se transformó en un personaje muy activo dentro de la institución. Compartió agasajos con autoridades provinciales y municipales como un referente de las fuerzas vivas de la ciudad. Todavía se recuerda uno por la envergadura del personaje con quien compartió la mesa: fue cuando le tomaron una fotografía sonriendo junto al gobernador Carlos Soria, asesinado por su esposa Susana Freydoz, el 1º de enero de 2012.

gveiga12@gmail.com

SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo)       


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados