LA HABANA, Cuba, 11 de octubre de 2013, www.cubanet.org.- Los vecinos de la calle Maloja, esquina a San Nicolás, en el barrio Los Sitios (Centro Habana), enfrentan el gravísimo problema de la acumulación de basura delante de la puerta de sus casas.
“Hemos escrito al gobierno y a la delegada del Poder Popular. Lo que nos responden es que ellos saben que esto es un microvertedero, pero que no tienen dónde ponerlo”, declara uno de los moradores del lugar, que no quiso dar su nombre, temeroso de represalias.
El camión de la basura demora hasta 20 días en recoger los desechos. Los vecinos de las calles aledañas los van tirando en los contenedores y en el suelo. “Esto aquí es un fenómeno. Abro la puerta de mi casa y tengo que saltar la basura para poder pasar. Los gusanos y las cucarachas los tengo dentro de la casa”, expresa indignado uno de los vecinos.
Cuando arrojan la basura delante de los contenedores, el camión de recogida pasa de largo. Los trabajadores explican que tienen que esperar hasta que pase la brigada que recoge con palas la basura del suelo. Pero la producción de basura no cesa.
La acera y la pared de la vivienda, justo enfrente del basurero, quedó rota en uno de los levantamientos de basura hechos con una retroexcavadora, cuando la loma de desperdicios había crecido mucho. El propietario de la casa expresa: “Los acusé. Se demoraron un mes y pico para decirme que iban a echar la acera y arreglar la pared. Pero no vinieron y me dijeron: “Encofra tú, que nosotros echamos el concreto”. Movilicé dos o tres hombres de la cuadra, encofré, y tampoco vinieron. Se desbarató todo y perdí el dinero que le había dado a la gente para que me ayudara”.
Además de producir gusanos, la putrefacción despide un olor insoportable. Cuando la situación se vuelve más crítica, los vecinos salen de sus casas y se alejan para poder respirar.
Las fumigaciones no consiguen espantar mosquitos, moscas, gusanos, cucarachas y ratones que pululan por toda la cuadra.
En el área hay una bodega donde se vende azúcar, arroz y frijoles que el Estado asigna a cada habitante, previa presentación de la libreta de racionamiento, que llaman eufemísticamente “de abastecimiento”.
Los animales e insectos toman el camino de la bodega. El bodeguero intenta exterminarlos, pero la plaga se vuelve incontrolable. “Dentro de la bodega están los mandados de la población. Ahí entra de todo. Pregúntale al bodeguero”, dice uno de los vecinos.
En el mostrador, el bodeguero sonríe con resignación. Pero no da entrevista. Todo su empeño lo pone en matar los bichos.
En varios días, los únicos que merodean la loma de desperdicios son las personas que buscan en la basura. En Cuba se les llama “buzos”. Algunos extraen viejas prendas de vestir. Otros echan en un saco un pedazo de pan u otros alimentos en mal estado. La voz popular explica que recolectan “sancocho” para dar de comer a los cerdos, que crían en los patios y azoteas de la ciudad.
Pero no tienen aspecto de criadores de cerdos, ni de personas que tengan donde vivir, sino que han sobrepasado el límite de la pobreza.
Otros se acercan a recoger latas vacías, que luego llevan a las oficinas de “materia prima”. El Estado paga 8 pesos en moneda nacional por 1 kilogramo de latas de aluminio (75 latas). Y los botelleros compran la botella de vidrio limpia en 1 peso, y la sucia en 50 centavos.
La loma de basura en la esquina de Maloja y San Nicolás, crece, dejando en los vecinos la costumbre de respirar un aire infecto y la visión de la inmundicia como imagen recurrente.