Y si finalmente no se logra un entendimiento, por lo menos ganarían los 2 pueblos, el cubano que ya tiene derecho de viajar al extranjero y los estadounidenses que podrían recuperar la libertad de visitar Cuba sin tener que pedir permiso a Washington.
En pocos países unos y otros están tan tranquilos. Culturalmente Miami es casi una provincia de la isla, donde los visitantes cubanos se sienten como en casa, mientras Cuba se ha convertido en uno de los países más seguros para los ciudadanos de los EEUU.
A pesar del histórico enfrentamiento político bilateral, en la isla no existen los sentimientos anti estadounidenses que abundan en otros países del mundo. Los “yumas” son tratados con cordialidad y pueden pasearse por las calles sin el menor temor.
La llegada de John Kerry al Departamento de Estado podría ser un buen presagio. Aseguran que este político estadounidense, excombatiente de Vietnam, fue uno de los promotores de la normalización del restablecimiento de las relaciones con esa nación asiática.
En el caso de Cuba solicitó investigaciones sobre los fondos que Washington entrega a los exiliados cubanos para derrocar a Raúl Castro. Se atrevió incluso a cuestionar el presupuesto millonario que gasta TV Martí, una emisora que nadie ve en la isla.
Me imagino que no se trata de que Kerry apoye el socialismo cubano sino de que le duele que se gasten tantos recursos del bolsillo del contribuyente en programas que producen los efectos contrarios a los que en realidad pretende Washington.
Sin dudas, el enfrentamiento con EEUU es uno de los factores que más estanca ese debate. Pocos en Cuba están dispuestos a sumarse a las posiciones de Washington, algunos para no ser acusados de mercenarios pero otros por puro nacionalismo.Al parecer, el Senador Demócrata cree que el aislamiento no es una herramienta eficaz para lograr cambios en la isla. Por el contrario, considera que la visita de millones de estadounidenses podría provocar a la larga una mayor apertura.
Es difícil saber si tiene razón pero, tras 50 años de fracasos, no vendría mal probar nuevos métodos. Yo realmente no creo que los turistas gringos sirvan para hacer proselitismo político pero el fin de la agresividad externa ampliaría el debate interno.
La Revolución Cubana no es la causa sino el resultado de las políticas de Washington en Cuba durante siglos: de “la fruta madura”, de la exclusión de los mambises de la declaración de independencia, de la enmienda Platt y de las invasiones militares.
Para limar estas asperezas hará falta mucho más que la visita de una pareja de jubilados de Michigan a La Habana. Será necesario irse aproximando paso a paso, cediendo un poco de cada parte, sin esperar que el otro sea el único que se acerque.
Cierto es que Obama eliminó las restricciones que su antecesor, George W. Bush, había aplicado a los viajes de los emigrados a la isla y también liberó el envío de remesas pero ahí se ha quedado mientras la sociedad cubana sigue transformándose.
EEUU está perdiendo oportunidades, la apertura económica de Cuba –trabajadores autónomos, entrega de tierras, acceso de capitales extranjeros a la agricultura- merecía una respuesta que podría haber pasado por algún tipo de flexibilización del Embargo.
También la liberación masiva de presos políticos cubanos se quedó sin respuesta práctica por parte de Washington, a pesar de que la excarcelación de estos prisioneros fue durante años una de las principales exigencias públicas de la Casa Blanca.
Y ahora Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado, se limita a reconocer que la reforma migratoria cubana es positiva pero inmediatamente la descalifica afirmando que “Cuba se mantiene como uno de los países más represivos del planeta”.
Cada nuevo cambio le resta argumentos a Washington en su enfrentamiento con La Habana. La llegada de Kerry podría traer pasos de acercamiento o, cuando menos, renovar la producción de “peros” para cuestionar las reformas con más originalidad.