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General: La miseria en paises avanzados del capitalismo
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 20/10/2013 13:48 |
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www.rebelion.org/docs/88349.pdf
1972 Monopolios y miseria. cuaderno nº 3 de la serie: Cuadernos de ... LOS MONOPOLIOS EN LOS PAISES CAPITALISTAS DEPENDIENTES. .... los países desarrollados se apoderan de las riquezas de los países donde penetran, ...
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Análisis de la edición “GegenStandpunkt” 4-03
¿Por qué hay tanta gente pobre en los países en vías de desarrollo?
1.
En los países en vías de desarrollo, la gente es pobre porque se halla excluida de la riqueza, que existe, en primer lugar, en general y, segundo, también en sus países. El caso es que, desde hace ya bastante tiempo, nadie tendría que sufrir hambre y morir porque, debido a malas cosechas, insuficiente dominación de la naturaleza o falta de conocimientos medicinales, no existan los medios para satisfacer las necesidades más urgentes. Hoy en día, se sufre hambre ante almacenes repletos de víveres.
Cualquier reportaje televisivo sobre hambrunas demuestra que, a pesar de esas situaciones, la riqueza existe. Tomando en cuenta –únicamente– los costes de las instalaciones técnicas, del viaje de los equipos de televisión que informan sobre el hambre y de los satélites que transmiten sus reportajes a las metrópolis, se puede notar que estos gastos sobrepasan, con mucho, los que serían necesarios para alimentar a los hambrientos.
Incluso el Consejo Mundial de Alimentación de la ONU informa que no faltan alimentos en el globo para saciar el hambre de toda la humanidad; y, por supuesto, se podrían producir todavía más alimentos si fuera necesario. Por consiguiente, la gente sufre hambre sólo porque le falta el dinero para comprar los alimentos existentes. Lo mismo se puede afirmar de otras formas de escasez que no ponen la vida en peligro de muerte de forma inmediata, tales como: la carencia de buenas viviendas, de asistencia médica, de enseñanza y de otros bienes de consumo.
La culpa de la exclusión de la riqueza la tiene la propiedad privada. Hoy en día, esta institución legal del capitalismo ha llegado a adquirir validez hasta en los lugares más remotos de la Tierra. Cualquier trozo de riqueza, ya sea natural o producido, pertenece a alguien. En todas partes existe un poder estatal que, por un lado, dota a algunos ciudadanos del derecho a disponer a su gusto de bienes materiales y, por otro, prohíbe a todos los demás apoderarse de esos bienes, aunque éstos también los necesiten.
El hecho de que en África la gente saquee almacenes de víveres una y otra vez demuestra, no sólo que de ahí se puede sacar algo, sino también que a los hambrientos les está prohibido tomarse lo que necesitan.
2.
La exclusión de la riqueza –inherente a la propiedad privada– se agudiza por el hecho de que los pobres no sólo están privados de los medios de consumo ya producidos (que se hallan en manos de otras personas), sino porque, además, han sido privados de las fuentes de riqueza mismas, es decir, de los medios de producción, y, junto con éstos, de los instrumentos de trabajo que les permitirían producir los objetos necesarios para satisfacer sus necesidades.
La tierra, al igual que los medios de producción ya producidos (talleres, máquinas, materias primas...), todo sin excepción, pertenece a otras personas: los llamados "ricos". La separación de las personas de sus medios de producción se manifiesta de diferentes maneras en los distintos países del Sur; pero siempre lleva al mismo resultado: los nómadas no pueden proseguir su forma de vida si los terratenientes erigen cercas y los Estados, fronteras; imposibilitándoles, así, el cambio de pastos necesario para sus rebaños. En otros lugares, los campesinos son desalojados de las tierras, más o menos fértiles, para abrir paso a grandes extensiones de minas, a presas o a plantaciones que producen para el mercado mundial.
Como mucho, el Estado les deja campos áridos, sin sistemas de riego; pero sólo a condición de que él no encuentre a un capitalista potente, interesado en explotarlos. En esos campos los campesinos luchan cada día por sobrevivir; sin disponer de la técnica necesaria ni de las herramientas adecuadas.
En otros lugares, en cambio, los pequeños artesanos tradicionales (tejedores, sastres y los que trabajan el cuero y el metal) no tienen posibilidad alguna de competir con los productos industriales importados, producidos por los consorcios internacionales – no importa cuan bajo sea el precio que estén dispuestos a aceptar por su trabajo. Les está vedado el acceso a los medios de producción que hoy en día son indispensables para poder participar en la competencia por el poder adquisitivo. La falta de recursos deja a estas personas en una situación de desamparo ante su indigencia. No se hallan en condiciones de ejecutar los trabajos necesarios para satisfacer sus necesidades ni de procurarse los medios para hacerlo.
Es obvio que la situación de los pobres no tiene nada que ver con su falta de aplicación al trabajo o su repulsión hacia el mismo. Millones de habitantes del Tercer Mundo luchan obstinadamente por una vida aceptable, sin lograr alcanzarla. Y en cuanto al notorio "problema de los refugiados", aún con mayor razón no se puede hablar de pereza: los que abandonan su país de origen en busca de una oportunidad de sobrevivir y van a parar a las barriadas pobres de las grandes ciudades del Norte, arriesgan su vida por encontrar trabajo. Si tienen suerte, son explotados sin piedad; si no la tienen, son expulsados del país.
Otros, de hecho, permanecen en un estado de inactividad forzada. No porque ello les sea agradable, sino porque, despojados de los medios de trabajo necesarios, no hay fruto alguno que pudiesen alcanzar con sus esfuerzos. Y entonces, no faltan los educadores morales del pueblo que, señalándolos con el dedo, tachan su pasividad, su embotamiento e incluso su desamparo –resultantes de su impotencia económica para superar la miseria– de ¡la causa de la miseria en que viven! Para tomar cuenta de tal cinismo, sería útil juzgar a los otros por sí mismo: no es probable que nadie fuera tan perezoso que prefiriese morir de hambre antes que procurarse sus alimentos mediante su propio esfuerzo y trabajo.
3.
La miseria en que vive una gran parte de sus pueblos no es –en absoluto– un destino del que los Estados del Tercer Mundo sean víctimas involuntarias; no están soportando con ello una circunstancia que ellos mismos no deseen. Si esos Estados someten a sus pueblos al régimen de la propiedad privada, no lo hacen porque estén obedeciendo a alguna presión procedente del colonialismo, sino, únicamente, porque siguen su razón de ser actual, la razón de un Estado moderno: con el objetivo de aumentar su potencia y su riqueza, los Estados apuestan por la productividad de la pobreza, persiguen el fin de poner a sus ciudadanos en un estado de dependencia que los obligue a ofrecer sus servicios a los propietarios de los medios de producción para que éstos los utilicen como instrumento de sus ganancias.
Ganar dinero mediante el trabajo asalariado: sólo así debe el pueblo ganarse la vida, de forma que su trabajo genere ganancias para los propietarios de los medios de producción y para el Estado, que se toma su parte de ellas. Para los trabajadores –claro–, no hay ninguna seguridad; ni de ganar suficiente dinero para su sustento ni de conseguir siquiera un empleo. Eso no depende del Estado, de su deseo de que se creen muchos empleos, ni mucho menos del deseo de los que buscan trabajo. Que haya ofertas de trabajo, eso depende, únicamente, de los cálculos de los propietarios de los medios de producción: éstos dejan trabajar para ellos a las personas pobres, desprovistas de medios, por tanto tiempo y tanto dinero como consideren adecuado para aumentar su riqueza. Y para aquellos que sobran, no hay ni dinero ni sustento.
De ahí la diferencia entre el campesino más pobre, que trabaja por su subsistencia, y el obrero asalariado moderno: el campesino emplea su tierra y sus primitivas herramientas en su propio interés; el obrero es empleado para servir a intereses ajenos. Ni por su aplicación en el trabajo ni por su disposición a prestarse a trabajar por casi nada, pueden los que están privados de los medios de producción "forzar" que se los utilice. Su utilización depende, completamente, de los negocios de los propietarios; que varían de país a país, pero que se caracterizan, en general, por el hecho de que sólo una mínima parte de los que buscan trabajo encuentran un empleo.
4.
Hoy en día, los verdaderos "empleadores" son, de todos modos, los consorcios que actúan y calculan globalmente. Éstos comparan, en el mundo entero, los réditos que podrían obtener a través de sus inversiones de capital, e invierten su dinero en todas partes del mundo –sin prejuicios– según el criterio de la mayor ganancia, y, de acuerdo a este criterio, clasifican las regiones del mundo.
En los países del así llamado "Cuarto Mundo", Somalia, Etiopía y otros, el interés por la ganancia no halla casi nada que sea posible explotar. Por tanto, en esos países hay poca vida económica, escasísima producción de bienes necesarios y pocas posibilidades de sobrevivir. Sin embargo, está claro que tampoco a estas regiones del mundo se las da de baja del régimen de la propiedad privada; donde todo se puede comprar, pero donde también todo debe ser comprado. Allí todavía es posible ganar un par de dólares; también a esos países se pueden exportar y vender cosas todavía. Y, como condición de posibilidad para la realización de futuros negocios, las tierras y todo lo otro que además pueda haber allí tiene –naturalmente– que ser y continuar siendo propiedad privada.
En los países denominados, sin razón, "países en vías de desarrollo", el interés comercial se centra, mayormente, en las condiciones especiales que ofrece la naturaleza de esos países: el capital se invierte en la producción de frutas meridionales y tropicales para el mercado mundial, las así llamadas "cash crops" (¡plantas dinero!), en la explotación de las riquezas del subsuelo o en el aprovechamiento de los atractivos paisajísticos por la industria turística. En estos casos, no es la mano de obra lo que despierta el interés de los capitalistas internacionales, sino alguna condición especial de la naturaleza. Aparte de las pocas personas que se requieren para trabajar en las minas, en las plantaciones y en los servicios para los turistas, el negocio a escala global no tiene uso para la población local: ésta forma parte también, junto con la población de los países antes citados, de la superpoblación absoluta del capitalismo mundial. Los gobiernos locales reciben de sus potentes socios del Norte el encargo de encerrar a sus masas vegetantes en el coto de miseria nacional, es decir, de impedir que emigren hacia el Norte y se conviertan allí en una carga para las administraciones de la seguridad social.
En los llamados "países emergentes" los consorcios internacionales descubren que hay partes de la población que sí pueden ser utilizadas como mano de obra barata, a la que pueden explotar adicionalmente a la de las metrópolis, o bien en lugar de ella. Transfieren entonces partes de su producción a estos países de bajos salarios, exportando al mismo tiempo el ritmo de trabajo y la productividad que suelen sacar de sus obreros en las metrópolis, pero pagando por ello tan sólo los sueldos de hambre usuales en la localidad.
Y los "pobres" países en vías de desarrollo prestan su colaboración en ello: combaten su pobreza estatal, adecuando a su gente para servirle al capital internacional de oferta salarial barata fuera de toda competencia, sofocando toda oposición contra las miserables condiciones de trabajo e intentando atraer, con la prestación de estos servicios, la inversión de capital extranjero hacia su país. Cuando alguna vez en estos países llegan de hecho al poder gobiernos alternativos, que tienen otro concepto del progreso nacional y que se imaginan para su población otro papel que el de servir de oferta barata para el capital internacional, la coalición de las potencias del Mundo Libre no escatima esfuerzos para hacer fracasar tales "experimentos" sociales; si es preciso, por medio de una intervención militar.
A pesar de los salarios bajos –mantenidos así por medio de la fuerza externa e interna–, también en los países emergentes tan sólo una minoría encuentra un empleo regular con salario reglamentado. La mayoría constituye el ejército industrial de reserva del capitalismo, que sólo en períodos de extraordinario crecimiento tiene la suerte de ser empleado alguna vez durante un tiempo. O si no forma parte inmediatamente de la superpoblación absoluta.
Todo esto no es fundamentalmente diferente en los tan ponderados "países industrializados": también allí una parte de la clase obrera se encuentra permanentemente sin empleo y, no sólo amenazada, sino también afectada por la caída en la miseria. También en los países de sueldos altos la pobreza es base y fuerza productiva de la economía. Es de este principio que la sociedad se declara abiertamiente partidaria cuando políticos, jefes de empresas y forjadores de la opinión pública se quejan de que los salarios estén demasiado altos, cuando le echan la culpa de todos los males –desde la crisis económica hasta la quiebra de los seguros sociales y el paro, pasando por el déficit en el presupuesto del Estado– al alto coste de la mano de obra, pretendiendo superarlos mediante la reducción de los salarios. Los expertos no tienen ningún problema en admitir que la riqueza de esta sociedad se basa en la pobreza de los obreros; por el contrario, se quejan de que todavía haya tan poca.
En el mundo entero, a causa de la fuerza de las condiciones sociales, la mayoría de la gente tiene la mala suerte de depender de una existencia proletaria, pero de no gozar de demanda como proletarios. Es el capital, con su demanda de trabajo, quien decide si los miles de millones de no propietarios pueden sobrevivir o no pueden sobrevivir. Él determina qué personas tienen derecho a vivir, porque él las necesita para aumentar sus ganancias, y qué personas –de acuerdo con todos los criterios que son válidos en esta sociedad– no sirven para nada, están de sobra y, por consiguiente, representan una pura carga.
...y un comentario sobre esta pregunta
Es posible que la respuesta no vaya a satisfacer a los que, al preguntar por la razón de la pobreza en el Tercer Mundo, plantean dicha pregunta en un sentido diferente. Y es que existe una diferencia entre si se pregunta por la razón de la pobreza, o si se pregunta por la razón de la pobreza desmedida. En el segundo caso, es el exceso de pobreza lo que se considera como escándalo y como objeto de crítica. Por eso, la razón buscada se refiere a la divergencia en el grado normal de pobreza. Los que suelen formular la pregunta en este sentido son los partidarios del movimiento de solidaridad y de los grupos anti-globalización, así como los adeptos de las iglesias cristianas con sus colectas "pan para el mundo". Sí es verdad que la diferencia en cuanto a salud, expectativa de vida y nivel de vida es enorme: la gente en el Tercer Mundo se muere de hambre, mientras que los que viven en el Primer Mundo los están observando por sus televisores a color; contentos de que a ellos les vaya bien, al menos en comparación. Algunos obreros asalariados del Norte pueden incluso permitirse el lujo de viajar a los territorios de la pintoresca pobreza y –gastando su paga de vacaciones– darse aires de grandes señores. No obstante, esta diferencia no cambia nada en cuanto a su posición económica, la cual comparten con los pobres por los que se dejan servir durante las vacaciones. La diferencia entre estos dos grupos se desenvuelve sobre la base de su igualdad: ambos pueden vivir sólo a condición de vivir para el capital. Por eso, los unos ganan un salario que les permite ir tirando, mientras que los otros se mueren de hambre.
Los que, en cambio, estiman que –en el fondo– el escándalo reside en el exceso de pobreza, siguen una corriente muy distinta: establecen una comparación entre la situación de las víctimas del capital –midiendo una situación en relación con la otra–, y consideran injusto que el Sur diverja del Norte. Al proceder de esta manera, les parece que los obreros asalariados son ricos, porque los comparan con los hambrientos del Tercer Mundo. Al revés, éstos les parecen ser pobres sólo porque los comparan con los otros. La protesta que se alimenta de la comparación, al exigir una compensación, produce una crítica muy modesta: considera el nivel de vida de los obreros remunerados con salarios rentables como un verdadero lujo (a lo mejor como un lujo inútil), y al sentir solidaridad con los pobres del Sur, no les están deseando más que una subsistencia desoladora, destruida por la entrada de la economía mundial en sus países. La comparación de la pobreza de aquí con la de allá aplica –de manera explícita o no– el criterio de la mera posibilidad de la existencia y la supervivencia. Y esto en un mundo de riquezas. ¡Donde hay de todo y donde podría haber suficiente y más que suficiente para todos!
Por tanto, los que no califican de escándalo la relación de extorsión a que se ven sometidos los obreros asalariados en el mundo entero, sino más bien la discrepancia existente en la situación de vida de unos y otros, los que estiman necesario explicar el grado de la miseria en el Tercer Mundo, distinguen entre un capitalismo normal, que funciona bien, y un capitalismo defectuoso, que no funciona y que es anómalo. Por consiguiente, lo que preguntan es por qué los países en vías de desarrollo carecen de lo que el Norte posee.
Pero esas diferencias no son anómalas en absoluto. No existe ningún documento que diga que el capital, al someter a la gente a su régimen esté obligado también a emplearla – o al menos en su mayoría. De todos modos, teniendo en cuenta la situación a escala global, este caso viene a ser una excepción. Al Sur no le falta nada para desempeñar su papel económico en el capitalismo mundial, puesto que, con su introducción como régimen de explotación basado en la propiedad privada, el capitalismo no ha prometido nada más que: primero, someter todas las condiciones de producción al monopolio de la propiedad privada y, en segundo lugar, sólo después decidir si puede aprovechar estas condiciones para su propio incremento y cómo puede aprovecharlas.
Al declarar que un capitalismo defectuoso es la razón de la miseria desmedida, el capitalismo como tal sale del apuro. Comparando los diversos grados de pobreza se niega la razón general de la pobreza y se fabrica una opinión favorable sobre el régimen de explotación capitalista. Los que opinan que al Sur le falta algo para poder vivir en condiciones tan satisfactorias como las del Norte ya saben qué es lo que le hace falta: el capital, ese medio de vida indispensable para los hombres... en un mundo capitalista. Por consiguiente, esas personas opinan que la miseria no nace del dominio del capital, sino de la ausencia del mismo. Y los que, además, se plantean la falsa pregunta acerca de por qué el capital no se distribuye en proporciones iguales entre los países del mundo, de por qué éste no vierte también su cuerno de la abundancia sobre el Sur –que tanto lo necesita–, se pierden en mil detalles. Al enumerar condiciones especiales basadas en la historia, que –según dicen– han impedido un desarrollo "sano" del capitalismo en el Sur, les resulta difícil decidir cuál es la condición decisiva: ¿el colonialismo, el valor de la moneda, un gobierno incapaz, el proteccionismo, una ventaja del Norte obtenida en la competencia? ¿Pero qué tiene que ver todo esto con la razón de la pobreza?
Por lo demás, hoy en día esta comparación entre una "sana normalidad capitalista" y un "desarrollo defectuoso y anormal" suele establecerse, más bien, en sentido inverso. Los empresarios alemanes dan a conocer a sus obreros que son demasiado caros para el beneficio; que su trabajo se ejecuta a un precio mucho más bajo en la República Checa, en Portugal y, tanto más, en el Sureste asiático. Otros pueblos –continúan diciendo– tienen jornadas laborales más largas y hacen el trabajo por menos salario ¡y también se las arreglan! Es a esos países que emigra el capital, y la consecuencia de ello, el paro, se la imputa entonces a los propios obreros: si éstos no muestran suficiente flexibilidad para reformarse, adaptando su nivel de vida al del Tercer Mundo, ¡el paro es culpa suya! Entretanto, es el nivel de salario en el Norte lo que viene a constituir un desarrollo defectuoso que debe ser corregido, mientras que la pobreza existente en el Tercer Mundo es presentada como un modelo a seguir.
En el fondo, la base de las diversas condiciones de vida en el globo siempre es la misma: el régimen de la propiedad quita a los hombres la capacidad de procurarse sus medios de vida por sí mismos y obliga a todos a buscar su oportunidad ofreciendo sus servicios al capital. Mientras que los defensores de la justicia social están comparando las condiciones de vida bajo el capital aquí con las condiciones de vida allá, el capital está comparando –de manera práctica– el rendimiento y los precios bajos de los pueblos; es decir, se está aprovechando de la rivalidad entre ellos. Y cuando llega el momento en que este régimen ha conseguido chantajear completamente a los hombres hasta el punto en que nadie puede ya vivir sin vivir por el capital, hay gente que lo revuelve todo y, refiriéndose a la situación de los obreros que carecen de toda alternativa, declara que es el capital lo que constituye el medio de vida de la humanidad!
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luchacontracorriente.blogspot.com/.../850-millones-personas-pa...
02/10/2013 - Las cifras de miseria, pobreza y hambre comienzan a dispararse en ... Oficialmente 15,7 millones de personas pasan hambre en Países Desarrollados. ... ¿Como es posible que los capitalistas estén destruyendo una parte ...
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Todo lo q traigo es para leer críticamente ....
La generalización de la miseria, que afecta ya al núcleo de los países desarrollados, revela el fracaso y la quiebra del sistema
Enviado por AccionProletaria el Noviembre 27, 2011 - 3:22am.
Los acontecimientos económicos que se suceden a una velocidad de vértigo a lo largo de todo el verano de 2011 ponen de manifiesto que la quiebra del capitalismo, que comenzó a manifestarse claramente ya en los años 2007-2008 con la crisis financiera, se ahonda aceleradamente. El capital ya no es capaz de cumplir sus compromisos financieros, lo que implica el crecimiento sin final visible de un endeudamiento que ha estado utilizando alocadamente durante décadas. Este aumento de la deuda tenía como objetivo dar salida a una producción siempre superior a la demanda pero como esta sobreproducción no ha podido sino traducirse en una tasa de beneficios cada vez menor (realmente en caída libre), los capitalistas, además de endeudarse, han intentado durante decenios disminuir sus costos y, sobre todo, los referentes a la remuneración de los trabajadores, sean estos activos, parados o jubilados. Se sabe -lo padecen millones de trabajadores- que desde los años noventa del pasado siglo las rentas de los obreros y de todas las capas pobres de muchos países desarrollados se han congelado o han disminuido. Es más, durante años los capitalistas han provocado masivamente la bajada de los salarios desarrollando la deslocalización de las empresas a los "países emergentes"; operación que les permitió una recuperación momentánea de los beneficios ya que los salarios eran tan bajos en estos países que muchos, por ejemplo los llamados "Mingong" (en chino, literalmente "currela"; trabajadores, rurales o no, excedentarios de los que reconocen cifras de alrededor de 200 millones), sólo pueden vivir en suburbios de chabolas, en espacios habilitados en las fábricas (hileras de literas cuartelarías de hierro, sin intimidad, sin servicio de ropa de cama,...), en las calles de las ciudades, en automóviles,...
La miseria se agrava
Desde 2007 las condiciones de vida de los explotados de los países desarrollados se han degradado de manera mucho más acelerada que en el periodo precedente. Las cifras sobre el paro aumentan en todo el mundo y en algunos países literalmente "explotan". En Grecia, desde el primer Plan de austeridad de abril de 2010, el paro ha pasado del 12% al 16,5%[1] de la población activa; en España, país que conoció una explosión particularmente violenta de la burbuja inmobiliaria, esta tasa ha pasado desde el 2008 de un 9% al 21%, lo que quiere decir, oficialmente, que alcanza la cifra de cuatro millones doscientos mil parados. Las cifras son aun más elevadas si miramos entre los jóvenes: el 42% en España, el 33% en Grecia y esta cifra es del 25% en el conjunto de los otros países incluida Suecia, que se nos presenta hoy como "modelo de superación de la crisis"[2]; Y es durísimo ver que es frecuente que estos jóvenes carecen de subsidio de paro, que se les niega por no haber trabajado. No resulta difícil así comprender un fenómeno que se ha desarrollado enormemente estos últimos años: los jóvenes no pueden tener alojamiento y deben convivir con sus familiares.
Pero sabemos que muchas de esas mismas familias, incluso teniendo trabajo, difícilmente pueden hacer frente a sus necesidades elementales y a las de sus hijos.
En España, con un salario mínimo de 748 euros[3] ni siquiera se puede alquilar un estudio, en una gran ciudad, porque el alquiler está a una media de 600€. Huelga decir que si estás parado ese alquiler normalmente resulta imposible de pagar porque los subsidios por paro varían en España entre los 492 y los1384 euros, durante un máximo de 24 meses. Eso obliga a vivir realquilado, a compartir vivienda; pero así y todo no se puede acceder a alquilar un espacio, no siempre acondicionado para vivir saludablemente, por menos de 250 euros (incluso compartiendo la cama o durmiendo en un sofá). En Portugal las recientes medidas de austeridad han suprimido las dos pagas extras a los funcionarios lo que hará disminuir su poder adquisitivo un 20%, cuando hay ya un 20% de la población que recibe una paga inferior a los 450 €.
La capacidad para hacer frente a las necesidades vitales inmediatas es aun más difícil en Grecia; donde, si bien el salario mínimo es más alto que en España, el conjunto de los salarios disminuye en este momento a un ritmo del 10% anual; el último Plan de austeridad ha decidido poner en paro técnico a 300 mil personas que estaban empleados en los organismos públicos o semipúblicos, ha organizado una bajada de salarios de la función pública del 25% de media ( lo que quiere decir que algunos verán disminuir su salario en un 50%); lo que imposibilita que los ingresos superen los 5.000 euros al año[4]. La dificultad que tienen los explotados para vivir en Grecia se encuentra resumida en una cifra: el consumo familiar ha disminuido un 25% de media desde principios de 2010[5]; lo que nos da una idea del miserable nivel de recursos de los proletarios más pobres.
No es únicamente en Europa donde los ingresos no son suficientes para que la población pueda vivir: en EEUU, en agosto de 2011, 45,7 millones de personas, de los 311 millones de habitantes que hay en este país, estaban obligados para sobrevivir a ir a recoger los bonos de comida (30 dólares semanales) emitidos por la Administración[6]; cada vez más empresas están ejecutando despidos masivos: citamos como ejemplo las 30.000 supresiones de empleo del Bank of América y los 6.500 de Cisco Systems. En fin, la lista de empresas que cierran tanto en Estados Unidos como en Europa es larguísima.
Sabemos que, durante el verano, republicanos y demócratas se han enfrentado por la elevación del techo de la deuda de los EEUU. Eso no debe enmascarar el hecho de que ambos partidos tienen previsto hacer grandes recortes de los gastos presupuestarios, lo que comportará, como sabemos, decenas de miles de supresiones de empleo. Es más, en diferentes Estados de la Federación los Municipios están tan endeudados que un importante número de ellos se han declarado en quiebra y enviado su personal al paro: a 22.000 funcionarios del Estado de Minnesota les han pedido que se queden en su casa y no cobran desde el cuatro de julio[7]. Lo mismo les ha ocurrido a los funcionarios de Harrisburg, capital del Estado de Pennsylvania y a los de la ciudad de Central Falls, cerca de Boston.
Estas condiciones de vida se están imponiendo a cada vez mayor número de poblaciones de los países desarrollados de todo el planeta: en Gran Bretaña, los planes de austeridad puestos en marcha han provocado ya, en este país, una disminución de un 3% en los salarios reales; en el resto de países europeos -excepto Alemania, por ahora - están a punto de poner en funcionamiento planes similares o previendo la posibilidad de hacerlo en el futuro. Así las cosas, no es difícil de entender que cuantos más planes de austeridad entran en funcionamiento y cuanto más se debilita la demanda más masiva será la sobreproducción, con la consiguiente caída de los beneficios y, consecuentemente, la necesidad de nuevos planes de austeridad. El balance es imponente: la mayoría de la población irá cayendo en una miseria cada día más profunda.
La desorganización de la vida social
La quiebra de las colectividades locales de los Estados Unidos arrastra consigo el cierre de toda una serie de servicios, incluidos los del sector de la salud: muchas enfermeras y médicos no pueden renovar su contrato de trabajo. Esto significa que la quiebra del capitalismo, además de la extensión de la miseria que provoca, está en vías de bloquear el funcionamiento de la sociedad. Y de la misma manera que en los EEUU, en España, donde estamos viendo que por "razones de economía presupuestaria", los hospitales de Barcelona[8] han decidido el cierre, durante ciertas horas a la semana, de los servicios de urgencia, de los quirófanos y de las salas de cura; en otros términos, nos vienen a decir: ¡¡"Elijan" bien, los habitantes de esta ciudad, sus horas de llegada a las urgencias cuando caigan gravemente enfermos o estén seriamente heridos!!
De hecho este bloqueo de los mecanismos de funcionamiento de la sociedad está mucho más avanzado en Grecia donde, según algunos testimonios, numerosas empresas han cerrado sus puertas porque no pueden pagar a sus asalariados; donde los empleados del Estado, los paraestatales,..., no cobran desde hace meses, donde las escuelas públicas no reciben las subvenciones estatales[9], etc., etc.
De igual manera que la miseria se extiende, se incrementa la desorganización en instituciones y empresas necesarias para supervivencia de todos.
El capitalismo muestra, un poco más cada día, su incapacidad para asegurar la supervivencia de la humanidad y la de sus miembros. Y es contra esta progresión de la miseria y el caos social contra la que los explotados de los países árabes han comenzado su lucha, como lo han hecho los de Grecia, de España, Israel, Chile, y pronto lo harán los de muchos otros países.
Vitaz (26 octubre 2011)
Révolution Internationale n° 427 - novembre 2011
[1] http ://lexpansion.lexpress.fr/economie/le-taux-de-chomage-officiel-atteint-16-5-en-grece_266257.html
[2] http ://www.lejdd.fr/Election-presidentielle-2012/Actualite/Royal-gonfle-les-chiffres-du-chomage-des-jeunes-397587/
[3] http ://www.lefigaro.fr/conjoncture/2011/10/13/04016-20111013ARTFIG00498-le-salaire-minimum-est-juge-trop-eleve-en-grece.php
[4] http ://www.lepoint.fr/economie/grece-les-nouvelles-mesures-d-austerite-du-projet-de-loi-conteste-20-10-2011-1386811_28.php
[5] http ://cib.natixis.com/flushdoc.aspx ?id=60259
[6] Le Monde 7-8 août 2011.
[7] http ://www.rfi.fr/ameriques/20110702-faillite-le-gouvernement-minnesota-cesse-activites
[8] España 47.021.031 habitantes. Barcelona 1.619.337 habitantes (y 7.133.524 visitantes); su Región Metropolitana 5.012.961hab. Catalunya 7.512.381hab. (Cifras de 2010).
[9] http ://www.info-grece.com/agora.php ?read,28,40283
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www.ugr.es/~pwlac/G11_10Francisco_Checa_Olmos.html
1995
La pobreza, la marginacióm, la miseria y las desigualdades sociales no son algo ... En este artículo, pobreza se refiere a empobrecimiento (capitalista). ...... Igual que en los países desarrollados las diferencias entre ricos y pobres son cada ...
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El capitalismo lleva las desigualdades sociales a su cima histórica
¿Una nueva economía?
Jordi Escuer
Son muchos los que hablan de la «nueva economía» o del nuevo «paradigma económico», anunciando una era de prosperidad económica indefinida bajo la égida del capitalismo globalizado. Sustentan sus afirmaciones en el crecimiento prolongado –más de 100 meses consecutivos– de la economía norteamericana, asociándolo a la victoria definitiva del capitalismo frente al socialismo. Resulta irónico que esas ideas florezcan justamente cuando la economía mundial muestra, de manera más acentuada que nunca en su historia, todas las principales tendencias que Marx señaló en su análisis del capital.
Francis Fukuyama —conocido por su teoría de «el fin de la historia»— es, como no podía ser de otra manera, un acérrimo defensor de la llamada «globalización económica». En un artículo publicado a finales del año pasado, tras defender las bondades de la globalización, señalaba qué: «Más adelante, la Organización Mundial del Comercio (OMC) puede convertirse no sólo en defensora de la libertad económica, sino de la libertad humana en general»1. Quienes defienden el capitalismo, ayer u hoy, siempre han justificado sus intereses materiales con los más altos fines morales. Marx ya lo hizo notar: «Designar con el nombre de fraternidad universal la explotación en su aspecto cosmopolita, es una idea que sólo podía nacer en el seno de la burguesía»2.
En realidad, aunque el mercado mundial existe desde hace bastante tiempo, actualmente el capitalismo forma un auténtico sistema mundial, es el modo de producción imperante en la mayoría de áreas del mundo —aunque tenga distintos niveles de desarrollo—, algo que no sucedía en la época en que Marx escribió El Capital, labor para la que toma como modelo el país más avanzado de aquel entonces, Gran Bretaña. Pero este desarrollo global no ha contribuido a suavizar y atenuar las aristas del sistema, por decirlo de alguna manera, sino que éstas son más agudas que nunca. Entre la pobreza y la riqueza se abre un abismo cada vez mayor, y es visto como una amenaza para el sistema por un sector de la propia burguesía.
Nunca el capitalismo había alcanzado el grado de internacionalización actual con la libertad de movimiento de capitales de un país a otro, ni de rapidez y volumen de ese movimiento. Actualmente, 200 multinacionales controlan el 25% de la actividad económica del planeta, y el 70% son norteamericanas3. Y el proceso de concentración de capital sigue imparable, confirmando las ideas de Marx que explicaban ese proceso.
Nadie puede negar la importancia de los cambios económicos y sociales que se han ido produciendo y es necesario profundizar en su estudio, pero son transformaciones que lejos de desautorizar el análisis básico del socialismo, lo reafirman.
Desigualdades
El primer «mérito» de la «nueva economía» es haber sumido en la miseria a la mayor parte de la humanidad. Según el propio Banco Mundial, el 57% de la población del planeta sólo tiene un 6% de la renta disponible, lo que supone que la mayoría de los seres humanos tienen que vivir con menos de dos dólares —348 pesetas— diarias4. En el otro lado de la balanza están las 200 personas más ricas del mundo, cuyos activos superan al ingreso del 41% de los habitantes más pobres del mundo5.
Las diferencias entre los países han alcanzado proporciones inauditas. En el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se señalaba que la distancia entre el país más rico y el más pobre era de 3 a 1 en 1820, de 11 a 1 en 1913, de 35 a 1 en 1950, de 44 a 1 en 1973 y de 72 a 1 en 1992. La tendencia creciente de esa desigualdad es clarísima. El historiador económico David Landes, indica que la proporción entre la nación industrializada más rica, Suiza, y la del país no industrializado más pobre —Mozambique— es de 400 a 1, cuando hace 250 años, la relación entre la nación más rica y la más pobre era de 5 a 16.
Pero la desigualdad no aumenta sólo entre las naciones, si no también dentro de éstas, es decir, entre las clases. Joaquín Estefanía, en su libro sobre el capitalismo Aquí no puede ocurrir, afirma que «la desigualdad [en los ingresos de los hogares] aumentó en la mayoría de los países de la OCDE en el decenio de los ochenta y comienzos de los noventa»6.
El modelo norteamericano
La referencia para el desarrollo económico son los Estados Unidos, ¿cuál es la realidad de esa prosperidad? Pues que sólo está beneficiando a los más ricos. Norteamérica registra, en la última parte del siglo XX, la mayor diferencia entre ricos y pobres de todos los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo (OCDE).
El «secreto» del auge norteamericano es un incremento salvaje de la explotación de los trabajadores. «En 1996 el salario medio real se situaba por debajo de la media de 1989 (…) las tasas de beneficios netos del mundo empresarial son, en el final del siglo, las más altas de los últimos treinta años, situación que se debió en parte al descenso continuado de los salarios»7.
Desde 1980, el 80% inferior de las familias ha visto su porcentaje de la renta nacional disminuido en un 5,5%. Se calcula que en el ajuste económico que se aplica desde la época de Reagan, en EEUU se han destruido 44 millones de puestos de trabajo y se han creado 73 millones. Sin embargo, se ha pasado de trabajos en los que se pagaba 11 y hasta 22 dólares la hora, hasta salarios cercanos a los 5 dólares8. De hecho, una parte de los trabajadores norteamericanos son pobres a pesar de contar con un empleo, por lo mal pagados que están. Al mismo tiempo, las jornadas de trabajo más largas son las de los trabajadores norteamericanos, por encima de los japoneses.
Las condiciones de explotación de los trabajadores salían a relucir, de pasada, en un artículo que hablaba de la huelga de los empleados cualificados de Boeing, cuando se decía: «El proceso negociador ha creado mucha acritud en la empresa y hasta los trabajadores de montaje, que no pueden hacer huelga, pararon unos minutos para aplaudir a los ingenieros y técnicos»9. (La negrita es nuestra). Hasta el derecho a huelga ha dejado de existir para muchos trabajadores. No es ninguna casualidad que Alan Greenspan se mostrase preocupado por los aumentos salariales a causa de la gran demanda de trabajadores y el «bajo» desempleo: «Esto intensificaría las presiones inflacionistas o reduciría los márgenes de beneficio, un riesgo en ambos casos de acabar con la prosperidad»10.
El milagro norteamericano consiste en haber incrementado como nunca la obtención de plusvalía de los trabajadores imponiéndoles una explotación salvaje. Sólo hay que leer al «viejo y caduco» Marx para entender cómo funciona, ahora como en el siglo XIX, o, para ser exactos, con más eficacia que entonces.
La «modernización» de Europa
Ahora debemos empezar a preocuparnos por nuestras barbas, pues son las siguientes que quieren pelar. En realidad, habría que decir que sólo nos queda el bigote por afeitar, puesto que parte de esa medicina ya la hemos probado. Sin embargo, es prácticamente unánime la insistencia que Europa tiene que sumarse al modelo de crecimiento norteamericano si no quiere perder la carrera de la competitividad.
Wim Duisenberg, presidente del Banco Central Europeo, ya avisaba hace pocas semanas: «muchos países [de la UE] deben cambiar su forma de vivir, abordar sus rigideces en el mercado laboral, en el sistema de seguridad social, en la regulación de los horarios, en la libertad de contratar y despedir a la gente…»11. Guillermo de la Dehesa, presidente de un Instituto Internacional de Investigación Económica de Londres, decía: «Al determinarse los salarios de los trabajadores menos cualificados de la vieja economía a niveles muy elevados, se impide que éstos se reasignen en los puestos de trabajo menos cualificados del sector servicios, con lo que el desarrollo de la nueva economía crea mayor tasa de desempleo»12.
El gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, advertía a finales de marzo que: «Los mercados de trabajo [en Europa] distan aún de poseer la flexibilidad salarial y la movilidad geográfica y funcional necesarias para llevar a cabo eficazmente los procesos de sustitución entre capital y trabajo, así como la reasignación de factores entre los procesos productivos».13 Eufemismos a parte, el asunto es claro, nos está diciendo que los salarios son demasiado elevados.
Esta será la línea económica de los gobiernos de la UE y, desde luego, del ejecutivo de José María Aznar, al cual la patronal ya le ha pedido que flexibilice el mercado laboral: abaratamiento del despido, de las cotizaciones sociales, cambios en la organización del trabajo, reordenamiento de la jornada laboral, más movilidad funcional y geográfica, aumento de la parte variable del salario (incentivos) respecto a la fija, reducción de las cotizaciones sociales…
El problema para la burguesía europea es que EEUU tiene la mano de obra más barata, con un coste de 20 dólares menos por hora que respecto a Alemania14, tomando el país más importante económicamente hablando de la UE. Y eso significa menos ganancia, que es lo que realmente se está poniendo sobre la mesa cuando se habla de competitividad.
Beneficios: el único fin
Rosa Luxemburgo explicaba: « La necesidad más íntima y vital de la producción capitalista es que no puede mantenerse estacionaria, sino que tiene que expandirse permanentemente y cada vez más rápidamente… En sí mismas estas posibilidades de expansión no conocen límites, pues no tienen límites el progreso técnico ni, por tanto, las fuerzas productivas de la Tierra. Pero esta necesidad de expansión choca con límites perfectamente determinados, particularmente con el interés de ganancia del capital. La producción y su expansión sólo tienen sentido mientras surge de ella, al menos, la ganancia media ‘normal’»15.
Hace poco, la multinacional Unilever anunció que reduciría su plantilla en 25.000 empleos, el 10% del total, y cerraría 100 centros del producción en todo el mundo de los 300 con que cuenta en 88 países, antes del 2004. Unilever tuvo unos beneficios operativos de 756.360 millones de pesetas el año 99, lo que supuso un descenso del 6% respecto al anterior. De esa forma, el beneficio neto «sólo» fue de 487.080 millones de pesetas, un 10% menos que el año anterior. El valor en bolsa de Unilever subió rápidamente al saberse la noticia16.
Por cierto, este dato debería llamar la atención a los sindicatos que han firmado un acuerdo con Telefónica para generalizar las stock options a toda la plantilla. ¿También apoyarán las reducciones de plantilla o la precarización de las condiciones de trabajo que hagan más rentable Telefónica para sus accionistas? Más les hubiera valido denunciar a quienes realmente se benefician de todo esto que son los grandes accionistas, en lugar de cubrirles las espaldas con estos acuerdos.
Precarización, bajos salarios, menos prestaciones sociales, ese es el futuro que ya nos auguran, eso sí, envuelto en papel para regalo: modernización… Realmente, lo sorprendente es que eso se nos quiera ofrecer como «nuevo» puesto que es lo más viejo, así es el capitalismo ¿a quién le puede sorprender?
La crisis asiática del 97 puso fin al otrora sueño de los dragones asiáticos. El ejemplo de Indonesia es particularmente aleccionador para el futuro: «El número de ciudadanos que vivían con tan sólo un dólar al día había disminuido desde los 88 millones a principios de los años setenta a los 22 millones en 1995. Producido el crash económico, el número de personas que vivían por debajo de la pobreza pasó en seis meses de los 22 millones a los 98 millones, casi la mitad de la población…»17.
Nuevamente merece la pena recordar a Rosa Luxemburgo: «La formación de la economía mundial capitalista trae consigo como contrapartida la difusión de una miseria cada vez mayor, de una carga insoportable de trabajo y de una creciente inseguridad de la existencia en todo el globo, que corresponde a la concentración del capital en pocas manos. La economía mundial capitalista significa cada vez más el constreñimiento de toda la humanidad al duro trabajo bajo innumerables privaciones y dolores, bajo degradación física y espiritual, con la finalidad de la acumulación de capital. …El modo de producción capitalista tiene la particularidad de que el consumo humano, que en todas las formas anteriores de economía era un fin, es para ella un medio que sirve para alcanzar el verdadero fin: la acumulación de ganancia capitalista»18.
Notas 1.- El País 19/12/99 2.- Discurso sobre el libre cambio, Carlos Marx. Recogido en la edición de Progreso de la Miseria de la filosofía. 3.- Datos recogidos en el libro Aquí no puede ocurrir (El nuevo espíritu del capitalismo), de Joaquín Estefanía. Publicado por Taurus. 4.- El País 14/04/00 5.- Del libro Aquí no puede ocurrir. 6.- Ibídem 7.- Ibídem 8.- Ibídem 9.- El País 11/02/00, 10.- El País, 18/02/00 11.- El País 19/03/00 12.- El País 18/03/00 13.- El País, 28/03/00 14.- Del libro Aquí no puede ocurrir. 15.- Introducción a la economía política, Rosa Luxemburgo. Siglo XXI Editores. 16.- El País 23/02/00 17.- Del libro Aquí no puede ocurrir. 18.- Introducción a la economía política, Rosa Luxemburgo.
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