Junio 2013
Nunca el reformismo llevó a la clase obrera al poder
La agudización de la lucha de clases en España -que se expresa a
diario en las brutales agresiones de la burguesía contra la clase
obrera, y en un creciente y, aún, desordenado proceso de respuestas
obreras- lleva a un confrontado debate sobre las vías que son necesarias
para cambiar radicalmente esta situación y para avanzar hacia la
construcción de la sociedad socialista-comunista.
En el fondo de este debate siempre está -como cuestión
central-, el papel del Partido Comunista en esta situación, su carácter,
su papel de vanguardia, su intervención directa con la clase, etc. En
algunos casos esta cuestión se reconoce de forma explícita, y en otros
se pretende negar con artimañas de todo tipo.
La deriva eurocomunista en este país,
protagonizada en su día por el PCE de Carrillo, ha calado mucho más allá
de esas siglas históricas, y contamina a toda una diversidad de
organizaciones políticas y sindicales situadas en el llamado campo de
“la izquierda”. Por si esto era poco, más recientemente, una serie de
“movimientos espontáneos”- implementados desde los centros intelectuales
de las clases dominantes-, han venido a añadir aún más confusión a la
situación catalizada en la llamada “Transición”. Con ambas estrategias
reformistas las clases dominantes trabajan para tratar de mantener su
posición hegemónica, e impedir -o al menos retrasar y dificultar- un
desarrollo poderoso de las posiciones revolucionarias en el seno de la
clase obrera.
El objetivo compartido por los distintos
aparatos de la superestructura -en todos los casos-, es el de
obstaculizar el papel del Partido Comunista como organizador de la lucha
liberadora de la clase obrera, como su vanguardia política, como su
guía en el camino a la emancipación. En esta estrategia resulta de
enorme utilidad para la burguesía el papel que juega el reformismo
político, que hace constantes llamamientos a la clase obrera a
conducirse dentro de los cauces de la formalidad burguesa y a encontrar
soluciones dentro de los límites del sistema capitalista, y en la vía
electoral; aquello de Cayo Lara de: “llegar al socialismo a través de la
Constitución”. La confusión que estas posiciones introducen dentro del
movimiento obrero resulta de una gran rentabilidad para el actual bloque
de poder, que vive con la ilusión de paralizar el desarrollo de la
historia y mantener su hegemonía clasista a perpetuidad. Por ello,
cualquier militante de la revolución, además de confrontar con el
enemigo de clase en la lucha diaria, debe dar una fuerte batalla
ideológica con quienes pretenden posicionarse “al lado”, pero trabajan
estratégicamente para ese mismo enemigo de clase. Y ello es más
importante en momentos en que las clases dominantes se encuentran en
dificultades para revalidar su representación política tradicional, y se
abre un espacio para una posible participación del reformismo en la
gestión del capitalismo.
Para el sistema capitalista son asumibles las
posiciones políticas más variadas, menos las posiciones políticas del
Partido Comunista marxista-leninista. Las recientes experiencias de
gobierno en Islandia y Chipre vienen a ser las más cercanas
verificaciones de este postulado. Nunca el reformismo llevó a la clase
obrera al poder; en todo caso la distrajo un tiempo, le creó una ilusión
o -en el mejor de los casos- le aportó algún alivio transitorio que
luego se perdió sin mayor gloria.
El lugar del Partido Comunista está en la lucha
por el poder obrero y el socialismo-comunismo, junto a la clase obrera
todos los días. La mediación -en los más diversos escenarios de la lucha
de clases- en unos casos será directa, y en otros casos será una
mediación indirecta, pero nunca negando el carácter del Partido, su
papel, su identidad, sus objetivos. Esta es una cuestión central que va a
determinar siempre, que una situación concreta en la lucha de clases se
desarrolle hacia una crisis revolucionaria, o que la burguesía consiga
recomponer su hegemonía, llevando a la clase obrera de derrota en
derrota.
Obviamente, el Partido, destinado a jugar este
papel tiene que responder a un modelo determinado, un Partido que
desarrolla su trabajo de masas apoyándose en la teoría leninista -un
partido de nuevo tipo-, y cuya práctica se corresponde con una
concepción de la lucha de masas a la ofensiva y profundamente dialéctica
con el proceso de desarrollo de la conciencia de la clase. Sin lucha
ideológica el Partido Comunista queda acorralado por el coro de
comparsas de la burguesía, reformistas incluidos; ya que las fuerzas del
sistema intervienen desde la ventaja que les da su posición hegemónica
en la actual sociedad. Sólo la lucha ideológica ante las masas, da al
Partido Comunista la capacidad de destapar la barbarie del sistema
capitalista, su carácter intrínsecamente injusto y desigual, y sin
salida para la clase obrera, así como denunciar quienes son “los
enemigos del pueblo”. Y las masas donde aprenden y desarrollan su
conciencia es en la lucha por sus derechos, y por la construcción del
socialismo-comunismo, participando con el Partido Comunista en las
luchas diarias por los objetivos concretos y por los objetivos
estratégicos.
Pero, además, hay que añadir otro elemento a
estas consideraciones. La burguesía nunca se dejará arrebatar el poder
sin recurrir al ejercicio de la violencia contra la clase obrera,
violencia ejercida desde los aparatos del estado burgués o a través de
otros recursos “irregulares”. Cuando llega esta situación de agudización
extrema de la lucha de clases en el escenario de la crisis
revolucionaria, la clase obrera necesita de una herramienta de defensa
eficaz que tenga la capacidad de organizar la lucha de las masas para la
definitiva conquista del poder. En esos momentos las organizaciones de
la izquierda versallesca, más experimentadas en la cortesía
parlamentaria que en la lucha de la clase obrera, se evidencian como los
auténticos peleles que son, en manos de la burguesía.
Llevar todo esto a la práctica -en la forma
concreta en que se expresa la lucha de clases en el sistema capitalista
en el Estado Español-, significa estar en las movilizaciones
estudiantiles contra la LOMCE, organizar a la mujer trabajadora contra
la reforma de la Ley del Aborto, estar en la lucha por más prestaciones
para la clase obrera en paro, en la lucha contra la participación
española en la guerra imperialista, trabajar por la recuperación del
sindicalismo de clase, etc.
Ese es el papel del Partido Comunista, que
nunca engañará a la clase obrera, sencillamente porque es la
organización de la fracción más consciente de la misma clase.
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Categoría: Editorial