El 2do. Congreso de la Asociación Hermanos Saíz concluyó este fin de semana en La Habana. Participaron 300 delegados de todo el país. La nueva dirección de la AHS está integrada por Rubiel García, como presidente, y Samuel Fonseca, Yanser Fraga León y Rafael González Muñoz como vicepresidentes

Michel Hernández Sánchez
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La historia del Congreso no se escribió solamente en sus comisiones y plenario. Hubo otro espacio de de-bate in-formal donde también se intercambió, se polemizó y se trazaron algunas pautas que deben acompañar la producción artística de los más jóvenes y darle vida a un diálogo más estrecho y fructífero con el sistema de instituciones culturales.

Estas discusiones tributaron al estado de debate general que definió al 2do. Congreso de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), aunque el apretado programa, marcado por largas y fervientes intervenciones, no permitió que todas las voces pudieran ser escuchadas en el ámbito oficial del cónclave. Lo cierto es que el foro visibilizó las preocupaciones y las urgencias de muchos jóvenes artistas que en ocasiones no tienen la oportunidad de ser atendidos con el debido rigor y sin que su discurso sea mirado con un hálito de incomprensión por parte de quienes pueden ayudar a que sus obras ocupen un renglón más alto en la programación de las instituciones, los me-dios de difusión y los espacios públicos.

La legitimidad del arte joven hoy está atravesada por su posibilidad de formar parte en los procesos de reconfiguración que tienen lugar en las distintas esferas de la sociedad cubana; para ello es necesario que sea asumido no como una expresión complaciente, hedonista y alejada de los conflictos que definen nuestra compleja realidad, sino como un espacio donde la transgresión nace de la sinceridad, la coherencia y el compromiso con lo auténticamente valedero, atributos que, sin duda, los jóvenes no deben perder a la hora de fraguar la creación.

Uno de los asuntos fundamentales debatidos en el Congreso, don-de se reconoció con justicia la va-liosa labor del presidente saliente de la Asociación, Luis Morlote Rivas, y de sus vicepresidentes Lázaro Castillo y Jaime Gómez Triana, pasó por la importancia de frenar la fuerte incidencia de los productos diseñados desde los centros de poder hegemónicos que buscan anular el pensamiento alternativo y promueven una visión del arte tamizada por las lógicas del mercado; no obstante, para enfrentar el retroceso del gusto estético se impone divulgar, sin medias tintas, una obra que sea atractiva y contemporánea, pero que no renuncie a generar valores a partir de una mirada crítica, novedosa y renovadora que penetre en todos los ámbitos de la sociedad.

Los criterios de rentabilidad que rigen la programación de algunos centros culturales no deben representar una puerta hacia el facilismo y la banalidad como una fórmula para atraer más público. En efecto, algunos de los músicos de la AHS que han logrado llegar a populares clubes nocturnos, por cierto, con un precio de entrada bastante costoso, han debido enfrentar una lógica que da más valor a las ganancias registradas que a la autenticidad de la propuesta artística, lo que al final ha obligado al creador a abandonar el sitio.

Por otro lado, existen instituciones como la Agencia Cubana de Rap (ACR), diseñada originalmente para proteger y promover a los jóvenes exponentes del género, muchos de ellos nacidos en el seno de la AHS, pero que ante la vista de todos han incluido en su catálogo a representantes de un estilo con intereses radicalmentes diferentes como es el reguetón, creando entre el público lamentables confusiones sobre la función social de la ACR y la verdadera vocación social de los raperos de la Isla.

Pero no todo pasa por alzar la voz para pedir un mayor apoyo para concretar la creación, porque para promover proyectos signados por su condición alternativa no se debe desdeñar la búsqueda de estrategias propias y singulares que propicien la cercanía con el público, como han sido los casos de emblemáticos centros de arte nacidos de la vocación social y artística de sus fundadores, como El Mejunje, de Ramón Silverio, el antiguo Patio de María, concebido por la legendaria promotora cultural María Gattorno, y más acá en el tiempo el proyecto Fábrica de Arte Cubano, de X Alfonso.

Lograr una mayor presencia de los afiliados de la AHS en el circuito de espacios culturales más legitimados puede contribuir a diversificar los intereses del público más joven y marcar un punto de giro hacia proyectos donde lo más importante no pasa por la búsqueda a ultranza de la fama ni dividendos monetarios; porque no es suficiente llamar la atención mediática hacia el Congreso y reconocer a los jóvenes artistas, sin analizar después, cuando pase el calor del evento, las verdaderas vías de realización para el arte joven cubano y su imprescindible repercusión social.

Ha concluido el Congreso y con él queda un camino importante de concreciones, de encrucijadas que han de marcar la ruta de quienes "no miden qué palabra echar", como expresa Silvio Rodríguez en la canción que funcionó como banda sonora del evento.