Vestida como para una cena de gala, Serena Williams, la número uno del mundo, analiza el grupo que le ha tocado en la Copa de Maestras hablando de un puñado de amenazas: "Es duro. Tengo que estar preparada", dice antes de que la competición arranque el martes. Radwanska, Kvitova y Kerber son las tres competidoras a las que la estadounidense señala como un peligro en el Grupo Rojo. Sin embargo, ninguna tiene derecho a sentir que es una amenaza: Serena llegará a su encuentro con un 13-1 global en el cara a cara. Con Sharapova de baja por lesión, da igual qué dos tenistas sobrevivan de entre Azarenka, Li, Errani y Jankovic (Grupo Blanco) y logren el pase a semifinales. Está claro que si la número uno llega a la penúltima ronda ninguna querrá enfrentarla.
La campeona de 17 grandes ha ganado tres veces la cita final de temporada. En 2013 ha conquistado dos torneos del Grand Slam, diez en total, y con 73 victorias ha dominado el circuito con mano de hierro. Impulsada por un renovado arsenal técnico, Serena se ha beneficiado de su colaboración con Patrick Mouratoglou, su nuevo entrenador y confidente, que ha puesto el acento en que su juego de pies recupere la velocidad y el equilibrio de antaño. Puesta a golpear la pelota en posiciones de ventaja, nadie pega más duro y con más filo que la campeona. Eso, además, le permite atacar la red con la seguridad de que el tiro previo ya casi desborda a sus contrarias. El resto lo pone un servicio que normalmente supera en velocidad punta al de Rafael Nadal y una voracidad competitiva que solo puede domar la propia Serena: en la última final del Abierto de EE UU, por ejemplo, sacó dos veces por el título, en las dos ocasiones cedió entre fallos y lamentos que acusaban al viento, y finalmente se rehízo hasta levantar la Copa.
Así, Serena, de 32 años, juega en Turquía con el derecho de sentirse la máxima favorita y la prudencia de no decirlo en público. Los organizadores del circuito femenino, siempre tan apegados al márquetin, se esforzaron por presentarla ante la prensa vestida de traje largo, sonriente, como si estuviera camino de una fiesta. La escena, que se repite también en el circuito masculino cuando los maestros posan en esmoquin, no oculta la realidad: aquí hay una campeona única, de las que marcan época y quedan para siempre en el imaginario colectivo. En Turquía, busca un nuevo título.