El exiliado cubano Herminio Díaz (1923-1964) acaba de ser presentado como segundo francotirador contra el presidente John F. Kennedy, en reportaje exclusivo del popular tabloide estadounidense National Enquirer.
La fuente periodística es Anthony Summers, quien actualizó este mes su obra clásica sobre el asesinato de Kennedy: Not in Your Lifetime (Marlowe & Co, 1998). El texto incluye ahora a Díaz, ex guardaespaldas en Cuba del mafioso Santos Trafficante, como segundo riflero apostado en Dealey Plaza, Dallas, Texas, el fatídico 22 de noviembre de 1963.
Según Summers, Díaz confesó su participación al líder de Comandos L, Tony Cuesta (1926-1992), durante la travesía en yate para infiltrarse por Monte Barrero, por la zona de Miramar, en La Habana, el 29 de mayo de 1966. Díaz pereció en la acción y Cuesta fue capturado malherido.
En el hospital de la prisión habría confiado la historia al recluso Reinaldo Martínez, quien al borde de la muerte decidió contarla en 2007 a George Robert Blakey, ex consejero jefe del Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos entre 1977 y 1979.
Blakey declaró al Enquirer: “Creo que estaba diciendo la verdad”. Luego de entrevistar a Martínez en Miami, Summers subrayó que su confidente “no ganaba nada contando la historia, salvo dejar claro el asunto”. Sin embargo, Martínez fue tan solo fuente de oídas y aclaró a Summers que “no tenía pruebas para saber si Cuesta dijo la verdad”.
El tabloide que lanza la sorprendente historia se publica por American Media Inc. con sede en Boca Ratón, Florida.
Otra cara de la misma historia
Del 7 al 9 de diciembre de 1995, el general Fabián Escalante, ex jefe de la Seguridad del Estado cubana, se reunió con el propio Summers y otros investigadores en Nassau, Bahamas. Aquí reveló que, poco antes de ser liberado, Cuesta había señalado a otro exiliado, Eladio Ceferino del Valle (1921-1967), como “una de las personas involucradas en el complot de asesinato contra Kennedy”.
Escalante añadió que, a pedido de Cuesta, no había divulgado esta información antes de que falleciera en Miami el 2 de diciembre de 1992.
Tras salir de la cárcel por gestión del presidente Jimmy Carter, el 21 de octubre de 1978, Cuesta relató que no fue directamente al aeropuerto porque Fidel Castro quiso reunirse con él en las oficinas del gobierno: “Me vi forzado por las circunstancias a estrechar la mano del hombre a quien más deseaba matar”.
Del Valle fue encontrado en la madrugada del 23 de febrero de 1967 dentro de su Cadillac rojo, abandonado en la intersección de la Avenida 37 y la Séptima Calle del Noroeste de Miami. Le habían disparado a quemarropa en el corazón y partido el cráneo con un hacha o machete. El Enquirer publicó entonces el reportaje “Mystery Miami Murder Linked to JFK Plot”, con fecha del 30 de abril de 1967, y atribuyó a Del Valle haber identificado, tres días antes de su brutal deceso, a un tal Manuel García, también de origen cubano, en una foto junto a Lee Harvey Oswald. Esta diligencia era parte de la investigación del fiscal Jim Garrison, popularizada por Oliver Stone en su película JFK (1991).
Francotiradores y teorías conspirativas
Summers afirma “creer sin reservas a Reinaldo Martinez y Tony Cuesta sobre el papel de Herminio Díaz en el asesinato del presidente Kennedy”. Pero esta creencia no está respaldada por mejores pruebas que las sospechas en torno a otros francotiradores. El propio Escalante, por ejemplo, juntó a Díaz y Del Valle con tres mafiosos estadounidenses -Dave Yaras, Lenny Patrick y Richard Gaines- como “ejecutores directos del crimen”.
También sin pruebas concluyentes, otros dos exiliados han sido ubicados en Dealey Plaza el 22 de noviembre de 1963: el finado Orlando Bosch (1926-2011) y Luis Posada Carriles, por los investigadores Marcel Dehaeseleer y Wim Dankbaar, respectivamente.
Summers ha entresacado a Herminio Díaz entre los más de 30 francotiradores congregados en Dealey Plaza por las teorías conspirativas, quienes habrían disparado desde cuatro edificios diferentes, los montículos Grassy Knoll y South Knoll, un paso elevado, una alcantarilla, una esquina de la calle Elm Street y así hasta desde el auto del Servicio Secreto que seguía a la limosina presidencial e incluso desde ella misma.
Contradictoriamente, esa presunta balacera tuvo el resultado de apenas dos víctimas: el presidente de Estados Unidos muerto y el gobernador de Texas herido.