05 de noviembre de 2013, 01:33Por Lázaro D. Najarro Pujol* Camaguey,Cuba, (PL) Todos los días, en noviembre de 1932, las jóvenes telefonistas cubanas Rosa Torres Acosta y las hermanas Zoila y Clotilde Ponce de León Torres, pasaban inadvertidas a la vista de la gente del pueblo de Santa Cruz del Sur, en Camagüey.
Se dirigían a la caseta de la Cuban Telephone Company de la comunidad, ubicada en Playa Bonita, 640 kilómetros al este de La Habana. Sin embargo, Rosa, Zoila y Clotilde, sin proponérselo, transcendieron en la historia de la isla por su desempeño ante un fenómeno atmosférico.
Según el historiador local José Cañete, el 9 de noviembre de 1932, a estas muchachas les correspondió la misión de establecer comunicaciones con la ciudad de Camagüey para solicitar auxilio.
La zona era amenazada por un huracán de gran intensidad, indicó, donde estas tres jóvenes tuvieron una actuación destacada en esa fecha se encontraban en sus puestos de labor.
Consideró el historiador que las operadoras presintieron el peligro, pero prefirieron arriesgar sus vidas ante de abandonar su misión como telefonistas en el momento en que era imprescindible continuar realizando las peticiones de socorro.
Su voluntad afirmó era buscar alternativas para salvar de las furias del mar, las lluvias y los vientos a miles de personas, residentes en esa comarca atacada por las olas del Mar Caribe.
"Siempre escuché de los santacruceños sobrevivientes que aquella madrugada la compañía de teléfonos les indicó que abandonaran la pequeña caseta telefónica convertida, por voluntad propia, en su cuartel general para las comunicaciones con la ciudad de Camaguey".
"Pero se negaron con la esperanza de poder mantener el enlace con sus directivos". "El huracán de categoría cinco en la escala Saffir-Simpsom avanzaba al oeste, entre el Cabo Gracias a Dios, en Nicaragua, y Jamaica, en busca de Centroamérica".
Los documentos confirman que pronto, en forma de recurva cerrada, se desvió al norte-nordeste y se ubicó a 150 millas al oeste de Punta Negra, en Jamaica, por lo que la provincia de Camagüey se reportaba entre los territorios de mayor peligro.
AMANECER INFERNAL
El meteoro presentaba vientos sostenidos de 222 kilómetros por hora, la velocidad de traslación era de 22 y el diámetro de 66 kilómetros, según la prensa de la época, entre ellos el Camagüeyano.
En Santa Cruz del Sur se comenzaron a sentir los efectos del fenómeno atmosférico en la noche del día 8, lloviznaba y las nubes cubrían la claridad de la luna y las estrellas, recuerda el sobreviviente Ramón Guerra, conocido con el sobrenombre de "El Jaco".
El parte del Observatorio Nacional llegó por telégrafo en la madrugada del 9 de noviembre. No había tiempo para adoptar medida alguna, subrayó.
En la madrugada, la marea tomó altura y comenzó a penetrar lentamente por la rendija de la puerta y las tablas de las paredes de la caseta de la Cuban Telephone Company. Afuera se escuchaba el silbido ensordecedor del viento y el golpe de las olas contra las débiles paredes del local, según testigos.
Las tres jóvenes continuaban con los audífonos pendientes a cualquier señal de socorro, especialmente la confirmación de la salida de un tren de auxilio para el pueblo desamparado y dejado al azar de su suerte.
UNA OLA GIGANTESCA
Los que estaban al otro lado de la línea telefónica de pronto dejaron de escuchar a las operadoras santacruceñas.
Rosa, Zoila y Clotilde no pudieron escapar a la muerte. Una ola gigantesca cubrió la caseta de la Cuban Telephone Company, la levantó como castillo de naipes y la sepultó entre el agua, el fango y los maderos, según documentos oficiales de la municipalidad.
Sólo dos horas le bastó al huracán para cobrar más de cuatro mil víctimas. El mar subió en la costa a seis metros de altura y avanzó por tierra firme varios kilómetros con su carga de muerte, como mostraron las imágenes y las estadísticas.
A las doce de la noche hubo una tregua y de nuevo el huracán se ensañó con los santacruceños. Unas olas inmensas acabaron de destruir lo que quedó del pueblo, con la excepción de una casona de madera de dos plantas, que resistió la furia de las aguas y el viento durante aquellas horas.
Regino Avilés informó a Prensa Latina que su tío Rafael Olegario Marín Placeres (1896-1985), maquinista de Primera Clase de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, le narró que él estaba realizando el itinerario en el tren Camagüey-Santa Cruz del Sur.
Atestigua Avilés que su tío, le contó que de vez en vez pronuncia algunas palabras en un inglés perfecto, como hablando consigo mismo. La compañía ferroviaria exigió el pago de 500 pesos de la época por el servicio del tren de auxilio, el que salió después de la tragedia.
El 8 de noviembre de 2008, 76 años después de aquel desastre el poblado de Santa Cruz del Sur es azotado por el huracán Paloma de categoría 4 (en la escala Saffir-Simpsom)�� Nuevamente el poblado es devastado por las olas del mar y los vientos sostenidos.
Gracias al Gobierno revolucionario, ni una sola persona falleció. Decenas y decenas de medios de transporte acudieron muchas horas antes a socorrer y trasladar a lugar seguro a los evacuados. Se erigió una comunidad con casas temporales y posteriormente se inauguró la Comunidad 50 aniversario del triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959.
En el Parque Central de Santa Cruz del Sur se encuentra ubicada la tarja que perpetúa la memoria de las intrépidas telefonistas: Rosa Torres Acosta y Zoila y Clotilde Ponce de León Torres.
Ln/rcg
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Camaguey. |