Por Miguel Fernández Díaz
El Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos (ICCAS) de la Universidad de Miami acaba de adelantar la posibilidad de que otro Castro aflore como gobernante de Cuba. No hay indicio racional ni siquiera para suponerlo, pero toda hipótesis cubanológica puede concebirse como “escenario” en las lucubraciones académicas en Estados Unidos.
Así tiene cabida que el general presidente Raúl Castro, “para preservar los privilegios y bienestar [de las familias suya y de Fidel] ha estado preparando a su hijo Alejando Castro Espín como sucesor”. La aseveración forma parte de la última entrega de la sección Focus on Cuba, No. 204, publicada bajo el título-interrogante de ¿Otro Castro en el futuro de Cuba?
El ICCAS no tiene un solo cuanto de prueba de tal preparación. Al parecer tan solo se retuerce aquel eslogan político del siglo pasado: “No Castro, no problem“. Habemus Castro es la premisa epistemológica de la institución para ocuparse del “problema cubano”, como si no fuera evidente que la clave del régimen castrista no es dictadura familiar, sino de partido único.
A más de medio siglo del triunfo de la revolución de Fidel Castro, no tiene que haber otro Castro para que prevalezcan los puntales del castrismo: el partido único y la ideología oficial (mezcla a gusto de Marx, Martí y el propio Castro), junto con la represión política y el triple monopolio de las armas, los medios fundamentales de producción y los medios de comunicación masiva.
Falso problema sucesorio
El ICCAS plantea la sucesión de Raúl Castro por su hijo Alejandro con tres indicadores: que ascienda a General de Brigada, entre al Buró Político y tenga el respaldo de la élite militar rectora.
El ascenso de Castro Espín a brigadier del Ministerio del Interior (MININT) como clave del futuro de Cuba es una hipótesis sostenida por el abogado y periodista Juan Juan Almeida, quien en un reciente artículo extrapola su propia condición existencial y su apellido para lanzar semejante conclusión. Al repicarlo, el ICCAS allana el análisis del problema cubano al nivel folletinesco.
Tras los hermanos Castro, el foco de poder es el Buró Político, pero aquí no se entra por tener aquel apellido ni estrellas de general. Si el ICCAS considera finta política que el Buró Político acordara promover, el Comité Central respaldara y la Asamblea Nacional eligiera a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez como tercer hombre del castrismo, entonces no tiene claro qué régimen viene imperando en Cuba por más de medio siglo.
Díaz-Canel fue la elección premeditada y no mera jugada diversionista, porque Raúl Castro no habría corrido jamás el riesgo de lo que sucedería “y si muero mañana”. La regla constitucional fija la sucesión automática por muerte, enfermedad o ausencia. Y por eso mismo la elección del vicepresidente primero predefine la sucesión.
Igual lógica rige para los viceministros primeros, que por algo son primeros. Sin embargo, el ICCAS percibió un dilema sucesorio -con análisis de “candidatos” y todo- hasta en el deceso del Ministro de las Fuerzas Armadas. General Julio Casas, como si el viceministro primero, general Leopoldo Cintra, no fuera la única opción, tal y como lo había sido Casas para suceder a Raúl Castro al frente del Ministerio de las Fuerzas Armadas.
Tres variables al tiro
La propuesta del ICCAS despacha a Díaz-Canel argumentando que no tiene grado militar ni conexión dinástica con la familia Castro, ni credenciales para gobernar.
Dejemos a un lado que Díaz-Canel tiene grado militar desde que prestó servicio en la UM 3875 de las FAR, amén de que, como primer secretario del comité provincial del único partido, presidió los consejos de defensa en Villa Clara y Holguín, los cuales tienen la misión constitucional de “dirigir en los territorios respectivos, en las condiciones de estado de guerra, durante la guerra, la movilización general o el estado de emergencia”.
Dejemos también a un lado la conexión dinástica, otro invento del ICCAS para urdir analogías con Corea del Norte, tan rigurosas que incluyeron que una nieta de Raúl Castro usa una cartera Louis Vuitton y Ri Yong-Ho, esposa de Kim Jong-Un, una Christian Dior. La institución miamense pasa por alto la peccata minuta de que ni siquiera los hijos de Fidel Castro han podido saborear “la miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno”.
El tapete de la sucesión
Vayamos al grano. El ICCAS sostiene que “es muy poco probable que los militares de alto rango estén dispuestos a obedecer a Díaz-Canel y a encomendarle el futuro de la revolución”. Nada más que por haber pasado ya Díaz-Canel con éxito el triple filtro Buró Político-Comité Central-Asamblea Nacional, queda demostrada esa doble disposición de aquellos militares, que el ICCAS imagina como gobierno invisible, a pesar de que, tras ganar Castro la guerra civil y la guerra sucia contra la CIA, el juego político en Cuba es póquer abierto.
Sobre el tapete está bien puesto que Raúl Castro viene preparando a Díaz-Canel para la sucesión y limitará los ejercicios a dos mandatos sucesivos de cinco años para que nadie se crea que puede ser otro Fidel Castro. Así que da lo mismo que gobierne un general que un cuadro del único partido.
Ese partido único -y no el generalato ni el apellido Castro- es el mecanismo de dominación que viene desparramando el castrismo de arriba abajo por la pirámide social cubana. Y nada mejor para la familia Castro que el General Alejandro, en vez de gobernando el país, para lo cual tiene muchas menos credenciales que Díaz-Canel, prosiga bien apostado en ese puntal del régimen castrista que son los servicios de inteligencia y la Seguridad del Estado.