|
General: Clarín y La Nación nos humillaron, fue un afano", dijo Isidoro Graiver
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 12/11/2013 11:02 |
Clarín y La Nación nos humillaron, fue un afano", dijo Isidoro Graiver
Publicado el 26 de Agosto de 2010 ....Tomado de Pájaro Rojo
Por Juan Alonso y Cynthia Ottaviano
Fue el 11 de junio pasado. Sostuvo que desde las páginas de los diarios los presionaron, que el precio pagado "tuvo poca vinculación con el real". Además, en sede judicial reconoció el vínculo de las tres armas con los tres diarios.
Llegó a la entrevista con Tiempo Argentino diez minutos después de lo pactado, a las 16:10, del 11 de junio pasado. Fumaba, ansioso, como lo hizo durante las dos horas y 12 minutos que duró el encuentro. Isidoro Graiver, de 62 años, el hermano de David, llegó al bar Finisterra, en la esquina de Uriarte y Honduras, del barrio de Palermo, como habíamos acordado. Andaba con el paso apurado. Nos saludamos en la puerta del bar y nos sentamos en una de las mesas dispuestas en la vereda. Hacía frío, y el sol le daba de lleno en el rostro. Vestía un pantalón de jean, zapatos náuticos marrones, campera negra y camisa celeste sin corbata, desabrochada en el primer botón. Un hombre clásico.
No era, sin embargo, la primera vez que hablábamos. En los tres meses que duró la investigación periodística que publicó este diario –en suplementos especiales que agotaron dos ediciones, el domingo 6 y el miércoles 9 de junio de 2010–, insistimos telefónicamente para entrevistarlo. Pero Isidoro –una víctima de la masacre y el latrocinio que impuso a sangre y fuego la última dictadura y sus socios civiles-, se negó con gentileza. No nos conocía. Dijo que tenía miedo por sus hijos. Le creímos. Se excusó en que había sellado un pacto familiar, que incluía sepultar los fantasmas de un pasado que los acorraló y los dejó solos. También le creímos.
Todo cambió con la publicación de nuestro trabajo, nos dijo, mucho antes de que el Estado confirmara el despojo de Papel Prensa. Cambió para bien. Explicó Isidoro, entonces: "No se equivocaron en casi nada." Y decidió sentarse con nosotros. Con la campera puesta y sin dejar de fumar. Unos 40 minutos después, aceptó entrar a la redacción de Tiempo Argentino y tomar un café en la sala de editores, esta vez con un puro entre los dedos. La noticia corrió como reguero de pólvora. "Está Isidoro Graiver. Habla por primera vez con un medio periodístico", se comentaba en las secciones. Isidoro reiteró su postura cautelosa de contarnos la verdad de la tragedia que azotó a su familia, bajo una condición: que no le atribuyéramos lo que decía. Quería cooperar con la verdad, pero sin aparecer. Otra vez usó el argumento familiar. Y se largó a hablar: "(La de Papel Prensa) fue una operación que era a todas luces un afano, lisa y llanamente un afano. Los diarios nos humillaron", así comenzó.
Por eso ayer, miércoles 25 de agosto, cuando leímos la solicitada a página completa en Clarín y La Nación, y conocimos el contenido de la carta que le escribió a su sobrina María Sol Graiver –ante escribano público– publicada en la tapa coordinada de los dos diarios que lo humillaron hace 34 años, lo primero que nos sorprendió fue que accediera a una exigencia de sus antiguos victimarios. Ayer, cuando Isidoro Graiver se contradijo, cediendo a las presiones de los diarios acusados de cometer delitos de lesa humanidad en el despojo de Papel Prensa, nosotros, periodistas de este diario, quedamos automáticamente relevados del acuerdo de confidencialidad con él. Mantenerlo sería faltar a la verdad. O peor aun: contribuir a la operación de Clarín y La Nación para garantizarse la impunidad con falsedades en un caso que hoy es asunto de interés público.
Los lectores tienen derecho a recibir información. Nosotros estamos obligados a dárselas. La verdad no es nuestra: es de la sociedad. No podemos saber las razones secretas de Isidoro para cambiar sus dichos, después de entrevistarse con Tiempo. Tampoco sabemos por qué, desde la semana pasada, dejó de atender nuestros llamados. Sólo él lo sabe. Pero debe ser algo muy grave. Quizás el amor a su sobrina, a quien quiere como si fuera una hija, haya influido. Quizás tuvo temor a volver a sufrir. O todo eso junto. Lo que sí sabemos es que a María Sol Graiver, en julio pasado, "los adquirentes de las acciones de Papel Prensa SA", es decir, los diarios Clarín y La Nación, "le efectuaron un requerimiento": un "pedido", según dejaron constancia ante escribano público. Tampoco sabemos con exactitud cuál fue ese "pedido". Pero cualquier cosa que haya sido fue lo suficientemente grave como para que Isidoro abandonara una versión documentada de los hechos, por otra, que sólo sostiene las falacias de los que ayer lo despojaron.
Esa tarde fría de junio, Isidoro explicó a Tiempo su posición sobre Papel Prensa y la alianza de los tres diarios con las tres armas. Dijo que las presiones para arrebatarles Papel Prensa "eran permanentes". Y nos dio una pista fundamental: que buscáramos los artículos periodísticos de Clarín y La Nación de octubre de 1976, un mes antes de que se concretara la venta "trucha" de las acciones a los diarios, el 2 de noviembre. Y nos dijo, textual: "Nos dedicaban las primeras planas todos los días, 'la familia Graiver, los chorros'. Había un tema de intereses, que obviamente también existían, y además el tema de la humillación. En su momento fue casi una capitulación de la Unión Industrial Argentina (UIA) frente a la Confederación General Económica (CGE), en la época de José Ber Gelbard, y se debían la revancha. La revancha de las familias patricias o de las grandes empresas o bancos en la que estábamos insertados con fuerza. Nos destruyeron como grupo económico, porque ese era el objetivo, sacarnos de pista. Antes de la muerte de mi hermano, era uno de los grupos económicos más fuertes."
–Algo así como "no los vamos a dejar crecer más"– le preguntamos.
–No le quepa la menor duda–nos contestó–. En algún momento alguien dijo: "hagamos esto". Por eso, nada fue espontáneo ni casual.
–Y entre los cerebros estuvo el mismo José Alfredo Martínez de Hoz.
–No tengo dudas.
Martínez de Hoz era el ministro de Economía del dictador Jorge Rafael Videla, el hombre que había pactado el silenciamiento del genocidio con los diarios a cambio de Papel Prensa.
En su propio relato, Isidoro reconoció que, tras la muerte de su hermano, fue Jorge Rubinstein, el abogado de la familia y hombre de "máxima confianza de David", quien quedó "al frente de todos los negocios en Buenos Aires".
El marginamiento en las decisiones y el rol cada vez más importante de Rubinstein, sumado a su habitual destrato, terminaron por alejar a Isidoro de todos los negocios. La separación fue sellada con un acuerdo económico. Por eso, Isidoro no tenía a su nombre ninguna acción de Papel Prensa. Por eso ni su nombre ni su firma fueron necesarios en el posterior traspaso. Ni quedaron rubricados en los documentos de la venta. Sólo participó en calidad de acompañante. En cambio, sí aparecen en los documentos las firmas de sus padres, Juan y Eva, y de su cuñada Lidia Papaleo, representante de los intereses de su hija María Sol. Isidoro explicó que la reunión, a la que terminaron cediendo por las presiones y el trato vejatorio desde los diarios interesados, se hizo en las oficinas del diario La Nación. Las mismas en las que Lidia asegura que Héctor Magnetto le dijo: "Firme o le costará la vida de su hija y la suya." Estaban separados, según el testimonio de Lidia: "los padres de David por un lado, Isidoro con (Benito) Campos Carlés y yo con (Héctor) Magnetto". De modo que difícilmente Isidoro haya podido ver y oír todo.
A pesar de que en la carta personal a su sobrina, Isidoro Graiver asegura que no le "consta que los diarios hayan actuado de acuerdo con las autoridades militares de ese momento para la compra de la compañía", en sede judicial, donde nos dijo que fuéramos a buscar su testimonio (cosa que hicimos), dejó asentado lo contrario. Ante el fiscal Ricardo Molinas, el 6 de noviembre de 1985, declaró: "En el mes de octubre de 1976, el doctor Miguel de Anchorena, en ese entonces apoderado de la sucesión de Graiver, se puso en contacto con su cuñada (Lidia) para informarle que había recibido una información de Francisco Manrique cuyo contenido era, sintéticamente, que el gobierno nacional vería con agrado la desaparición del conjunto empresario Graiver como tal, para lo cual sería necesario la venta de los paquetes accionarios de Papel Prensa, estimando que los compradores lógicos eran los diarios Nación, Clarín y Razón." El gobierno nacional, vale aclararlo, eran Videla y Martínez de Hoz. Y los beneficiarios, los que dijo Isidoro en sede judicial, no ante un escribano: Magnetto, Mitre y Herrera de Noble.
"El precio que recibimos fue el mejor que pudimos obtener", afirmó Isidoro en la insólita solicitada publicada ayer por Clarín y La Nación. A nosotros nos dijo otra cosa. Hacemos una cita textual, nuevamente: "La presión era permanentemente. Los aprietes eran permanentes". También en sede judicial, en plena democracia, Isidoro aseguró que en una reunión a la que lo convocó Guillermo Gainza Paz, del diario La Prensa, le hicieron "una oferta que consideraba totalmente inadecuada, quedando así suspendidas las tratativas. La situación quedó así hasta el día anterior al previsto para la asamblea en la cual debía autorizarse la transferencia de los paquetes accionarios comprados por el Grupo Graiver a los originales dueños, ante la certeza que esa transferencia no iba a ser autorizada (dado que el señor Manrique en el ínterin había ratificado lo adelantado por Anchorena) y se produciría el grave riesgo de no obtener el reintegro del precio abonado, más los intereses y lo invertido, ese día al efectuarse la asamblea en horas del mediodía tomó contacto el doctor Anchorena para decirles que los tres diarios mencionados proponían una reunión urgente con el propósito de hacer una oferta para la compra de las acciones".
Los habían acorralado. Los diarios Clarín, La Nación y La Razón operaron con información confidencial, sabiendo que ese día la Junta Militar no le aprobaría la compra al Grupo Graiver y, por ende, lo descapitalizaría. "No tuvimos una oferta mejor que la aceptada por lo exiguo del tiempo de acuerdo", aseguró Isidoro ante una autoridad judicial de la democracia. No les dejaron tiempo. "Nosotros perdíamos como mínimo los derechos políticos sobre las acciones, es decir, todo, y con el riesgo de tener que devolver las acciones, es decir una cosa asquerosa. Nos humillaron", le aseguró a Tiempo.
"Ustedes tienen los medios para hacerlo –nos dijo–. Si buscan archivos, los antecedentes previos a la operación, a mediados de octubre más o menos, en los diarios Clarín, La Nación y La Razón van a ver una historia muy sugerente. Todos los días sacaban primeras planas o primeras páginas con noticias del Grupo Graiver, desaparecido, tonterías, y de repente durante 48 horas no publicaron una sola línea. Fue la previa de la reunión."
Buscamos las notas, como nos pidió. Tenía razón. Clarín calificaba de "actividades ilegales" las realizadas por el Grupo Graiver. Y llegó a dedicarle una editorial en la que le clamaron a la Junta Militar "una investigación necesaria" sobre los Graiver, porque "el prestigio de La Nación quedaría inadmisiblemente afectado si aquí no se promueven medidas", les advirtieron. Como es de público conocimiento, la Junta cumplió.
Esta es la cronología "de la humillación" de la que habló Isidoro. Mientras recibían los llamados presionándolos para vender, La Nación publicó sobre Graiver, el 11 de octubre de 1976, que estaba supuestamente "implicado en la quiebra fraudulenta de dos bancos (…) por 150 millones de dólares". Cuatro días después desplegó una publicidad a página completa de la revista Somos, con el título: "El caso Graiver", en el que los habían escudriñado y hasta se preguntaban: "¿Está muerto… o no?" Ese mismo día, Clarín publicó que el grupo Graiver "involucra en un delicado problema a varios bancos de Buenos Aires". Los acusaban con "informaciones extraoficiales" de usar uno de sus bancos "para exportar capitales de la Argentina", de hacer "actividades ilegales", "demostrándose que habían presentado sucesivos balances falsos que lucían una irreal prosperidad". Para terminar ese artículo, que no estaba firmado por ningún periodista, aseguraban: "no se explican (…) cómo Graiver pudo haber gozado de impunidad".
Nueve días después, ya en medio de las negociaciones, para La Nación no eran supuestos. Al referirse a David decían: "el millonario argentino al que se involucra en un gigantesco fraude". El 22 de octubre, el tema llegó al ya mencionado editorial principal de Clarín. Primero destacaron que "el clima reinante antes del 24 de marzo (del golpe) era de corrupción administrativa del régimen", y luego de describir las operatorias ilegales que le atribuían al grupo aseguraron: "(se) hace necesaria una más prolija investigación". El 28 de octubre, después de detallar las "responsabilidad de Gelbard", sostuvieron que el ex ministro de Economía de Perón, José Ber Gelbard, "fue sancionado, privándosele de sus derechos políticos y de su ciudadanía argentina", se encargaron del Grupo Graiver: "con notoria vinculación con Gelbard, que le valió todo tipo de ventajas y privilegios y cuyos manejos financieros han culminado con un escándalo de proporciones internacionales". Con ese grupo, Clarín, La Nación y La Razón se sentaron "a negociar". No fue una venta libre. Fue un apriete. Las pruebas están a la vista. No lo decimos nosotros: lo afirmó Isidoro Graiver, que ahora intenta desmentir a su hermana. Cuanto más atacaban y satanizaban al Grupo Graiver, más rápido lo obligaban a desprenderse de las acciones. Fue en ese clima de "libertad", cuando el terrorismo de Estado devoraba a una persona cada media hora, en medio de esa campaña psicológica, que los tres diarios en alianza con las tres armas concretaron la operación de traspaso. Es decir, consumaron su despojo.
"A todas luces era un afano, lisa y llanamente, un afano. El precio tuvo claramente poca vinculación con el valor real", le aseguró Isidoro a este diario en junio. Y quedó registrado de este modo. Una vez más, la cita es textual:
–¿Usaban los diarios para extorsionarlos y quedarse con el gran negocio? Mitre, Herrera de Noble y Peralta Ramos publicaban a propósito.
–Yo creo que era una concurrencia. Los diarios usaban eso para meter presión. Tanto a nosotros como al gobierno.
"Cuando estábamos secuestrados, la venta de Papel Prensa ya estaba concluida", sostiene Isidoro Graiver en la solicitada que se publicó ayer. A decir verdad, las acciones vendidas por los padres de David, (Juan y Eva) y Lidia Papaleo tenían que ser aprobadas por el juez que llevaba adelante la sucesión. En otras palabras: todos estaban secuestrados cuando el juez aún no había aprobado la operación. De hecho, nunca lo hizo.
Por otra parte, el otro paquete accionario que todos reconocen, incluido Isidoro, que estaba a nombre de Rafael Ianover, el testaferro de los Graiver, también debió integrar el acervo sucesorio. Pero esto no pasó. Los tres diarios le compraron las acciones a Ianover sin decirle cuánto le pagaban. Le dijeron que si firmaba no le iba a pasar nada, es decir que no lo secuestrarían: sabían que no eran de él, sino de David Graiver. Lo secuestraron igual.
Toda esta historia huele mal. Hay sangre, hay torturas y hay mucho dinero en juego.
Este verdadero drama que tiene tres décadas y media de existencia continúa dando coletazos.
Lo resuelve la justicia de la democracia. O los diarios Clarín y La Nación que, hoy como ayer, mienten desde sus tapas y usan de manera siniestra, en su beneficio, un conflicto familiar.
Quizás el cambio de opinión de Isidoro Graiver se justifique en una frase que nos quedó grabada, a modo de despedida en aquel encuentro de junio, que hoy revelamos: "Me importa un carajo lo que piensen o dejen de pensar. Porque siempre tiene razón el que gana."
Ojalá, esta vez, gane la verdad.
NOTICIAS RELACIONADAS
De interés público Dos meses y tres semanas después del informe de Tiempo Argentino, el Estado Nacional, representado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, emitió un informe de 23 mil fojas que arribó a similares conclusiones que el nuestro.
Ha llegado la hora… vamos por los golpistas sin uniforme. No es de mi agrado la expresión cívico-militar. Lo "cívico" conlleva, histórica y hasta semánticamente, a un compromiso patriótico, tanto personal como colectivo. Hoy estamos hablando de actos aberrantes perpetrados por militares asociados a civiles.
_____________________________________________________________________
La Risa del Velorio
Debate.- El diario Crónica, la mañana posterior al informe de la Presidenta sobre Papel Prensa, tituló en su tapa: "El fin del negocio". El gobernador de Chubut, Mario Das Neves dijo: "Se montó un show con un informe del gran mentiroso y matón a sueldo llamado Guillermo Moreno". Alcira Argumedo de Proyecto Sur se lamentó: "Esperaba medidas más fuertes. Me desilusioné". Más fuertes, sí. Congelar Papel Prensa con un glaciar o rociarlo con glifosato. Lo que dijo Carrió no le importa a nadie. Pino Solanas también debe haber dicho algo. Lo que dijo Felipe Solá tampoco importa, pero dijo: "Habría que exigirle al Gobierno que diga cuánto le pagan a los periodistas de 678". Margarita Stolbizer dijo: "Hay que terminar con las decisiones de quienes se han apropiado del Estado para ponerlo al servicio de apetencias personales".
Los lugares comunes van a parar a un común volquete de desechos comunes. Ricardo Alfonsín dijo sí y dijo no. Por ahí anduvo. Cobos es radical reincidente. Imaginen. El sociólogo Sergio Berensztein, director de Poliarquía, dijo: "Lo que está en juego es la paz social. Si salimos dignamente vamos hacia Brasil, Chile y Uruguay; si ocurre lo contrario vamos hacia Venezuela o Bolivia". No dijo adónde irá él con ese argumento. La diputada Silvana Giudici dijo de todo: todo a favor de Clarín. Jorge Lanata dice que ha optado defender al "más débil": a Magnetto. ¿Cómo se llega del asambleísmo popular a esto?
Joaquín Morales Solá dijo: "Nunca el kirchnerismo argentino se pareció tanto al venezolano (…) El matrimonio presidencial decidió parecerse aún más a su cercano amigo Chávez. El problema insoluble que tienen es que carecen de los reaseguros políticos, económicos, sociales y militares de Chávez. ¿Cómo harán entonces?". ¡Pero Joaquín, mire usted las cosas que dice! Pensar que fue uno de los editores responsables del diario Clarín durante la dictadura, e hizo honor a no practicar la libertad de prensa durante años e incluso a justificarla. ¿Se acuerda cuando usted mismo, Joaquín, llevaba en un auto la plancha con la tapa del diario a las diez de la noche a la casa Rosada, para ser aprobada por los censores militares de la dictadura? Yo me acuerdo.
Sigo: el editor Fontevecchia acusa al Gobierno de ignorar los canales democráticos y encaminarse al totalitarismo. Leuco y Eliaschev rugen. Bufan. El periodista Tenembaum de tanto buscar el "no lugar" -el de la teoría de Marc Augé- se metió en el vientre del Leviatán, que es donde mejor protegido se siente, aunque haya sido consumido. El Leviatán engulle sin masticar: el consumido queda intacto dentro del vientre y se siente vivo. Pero está muerto. La otra noche cuando su colega Zlotogwiazda aclaraba que él había apoyado la Ley de Medios, Tenembaum se apuró a decir que él no. Sí, dijo "no". Como para no quedarse pegado. Sus empleadores, al escucharlo, deben haber aprobado su fidelidad. Salvo en las secciones de avisos fúnebres, la cartelera de espectáculos y los avisos clasificados, los dos diarios involucrados en la denuncia por delitos en Papel Prensa usaron desde la tapa a los chistes para atacar al Gobierno. Es decir: desde las caricaturas de Sábat, dibujando a una Presidenta prepotente, dictatorial y con bigotes, hasta Nik arrastrando su humorismo a sótanos de malhumor desgraciado.
Descolocados porque el Gobierno le confiará a la Justicia y al Congreso la definición del escándalo de Papel Prensa, especulan que no se atrevió a la expropiación. Que no se atrevió a tomar para sí la planta, el papel, todo. Porque "algo" acobardó al Gobierno que lo obligó a reprimirse y a cumplir con la división de poderes. Le practican análisis psicológico: cuando el Gobierno hace algo tan bueno que no lo pueden rechazar sin quedar mal ante la sociedad, dicen que el Gobierno lo hace pero que no quiere hacerlo. Que los derechos humanos son un artilugio para posar de progresismo. Por eso la progresista Norma Morandini está que trina. Vive aterrada de que un gran hermano orwelliano extienda sus garras desde la Casa Rosada y acabe apoderándose de la libertad de los ciudadanos
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 2 de 2
Siguiente
Último
|
|
Escribí este texto tipo despacho de agencia luego de haber leído la entrevista con Lidia Papaleo que publicó ayer Tiempo Argentino como nota de tapa. Como verán, Camps y sus adláteres estaban locos... ma non troppo. JS
Lidia Papaleo de Graiver dijo que el motivo por el que fue secuestrada, violada y repetidamente torturada por un “grupo de tareas” a las órdenes del general Ramón Camps, jefe de la Policía Bonaerense, fue que sus captores querían obligarla a declarar que el presidente Juan Perón le había entregado a José Ber Gelbard, un cargamento de lingotes de oro “que habían llegado desde Alemania con los submarinos alemanes a Mar del Plata”. Se trata de una referencia tácita a los sumergibles U-530 y U-977, que se rindieron en la base naval de esa ciudad atlántica el 10 de julio y el 17 de agosto de 1945, a más de dos y tres meses de la capitulación de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. La viuda de David Graiver (a quien los dictadores llamaban “el banquero de los Montoneros” y que murió en agosto de 1976 en México en un sospechoso accidente de aviación que ella considera fue un atentado instigado por la CIA) fue secuestrada el 14 de marzo de 1977, durante el apogeo de la orgía de violencia desencadenada por la dictadura cívico-militar que había asaltado el poder casi un año antes. Cinco días antes, ella había terminado de firmar el traspaso de sus acciones en el monopolio con participación estatal Papel Prensa a los representantes de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, y ese mismo día habían sido secuestrados sus suegros, y en los días subsiguientes lo fueron ella y otros familiares y colaboradores de su fallecido esposo. “Fui la persona que más torturaron del grupo” porque “querían que yo dijera sí o sí que Perón le había entregado a Gelbard una cantidad de lingotes de oro que habían dejado los nazis, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, con la aparición de submarinos alemanes en la costa de Mar del Plata”, dijo al ser entrevistada por el diario oficialista “Tiempo Argentino”, que le dedicó ayer la tapa. “Habla la viuda de David Graiver. Reportaje exclusivo. Después de 34 años, Lidia Papaleo rompe el silencio”, fueron los principales títulos de portada de la edición dominical del diario dirigido por Roberto Caballero. La entrevista la hicieron Cynthia Ottaviano y Juan Alonso. “Jamás dije que lo ellos me querían hacer decir” que “Juan Domingo Perón le había dado a José Bel Gelbard (quien había sido socio de su marido) los lingotes de oro que habían llegado desde Alemania con los submarinos alemanes a Mar Del Plata”; que “Gelbard los conserva(ba) y no sé qué hace (con ellos), que los habrá (sic) puesto en un Banco”; que Perón le dijo “a Gelbard delante de mí -porque sabía que yo lo sabía- que iba a ser Ministro de Economía”. Papaleo explicó que sus interrogadores querían que dijera que ella y su marido habían presenciado a mediados de 1973 un encuentro de Perón con quien ya era el ministro de Economía y lo seguiría siendo durante su tercera y efímera presidencia (octubre de ese año hasta su fallecimiento el 1º de julio de 1974) y que en el curso de ese encuentro Perón le habría dicho a Gelbard que “tiene que devolver los lingotes, usarlos, que él le va a dar toda la economía” (sic). Y que Gelbard le habría respondido que “sí, pero hay alguien que me va a ayudar: David Graiver”. “Esto tenía que decir yo, lo que es una locura imposible de creer aún hoy. Todo era un delirio absoluto. Pero estaban obsesionados por un supuesto plan siniestro de los empresarios judíos que venían a apropiarse de la patria… Estaban enfermos, estaban locos”, comentó. Sin embargo, los nazis que la torturaban probablemente albergaran en sus mentes enfermas algún conocimiento preciso. Porque previamente a sus respectivas entregas en la base naval de Mar del Plata, tanto el U-530 como el U-977, al mando de los tenientes de fragata Otto Wermuth y Heinz Schäffer, respectivamente, desembarcaron sendas balsas neumáticas en las cercanías de Miramar, como demostró una investigación histórica plasmada en el libro “Ultramar Sur. La última operación secreta del Tercer Reich” (Norma, 2002), de Juan Salinas y Carlos De Nápoli. En dicho libro se plantea que, en el curso de una operación secreta originalmente destinada a posibilitar la huída de Adolf Hitler, su flamante esposa y sus principales colaboradores, al menos otros cuatro submarinos alemanes llegaron a las costas argentinas, donde fueron hundidos por sus tripulaciones antes de su desembarco clandestino, aunque también dejan abierta la posibilidad de que uno de ellos haya sido hundido por el torpedero “ARA-Mendoza”, que persiguió a uno y le arrojó varias cargas de profundidad. En base a testimonios e hipótesis del comandante del U-977 y de oficiales de la Marina de Brasil, De Nápoli y Salinas plantean que en su huída a la Argentina tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, uno de los submarinos alemanes, con toda probabilidad aquél, torpedeó y hundió al crucero brasileño “Bahia”, que se hallaba sobre la línea del Ecuador, en la mañana del 4 de julio de 1945. Se trata de la mayor catástrofe de la historia naval de Brasil, que con 336 muertos (incluyendo cuatro radiotelegrafistas estadounidenses), supera en cantidad de víctimas mortales al hundimiento del crucero “General Belgrano” por el submarino nuclear británico “Conqueror” durante la Guerra de Malvinas (1982). Pero hasta ahora, y aunque está acreditado que por esas fechas sus torpederos “Bocaina” y “Babitonga” persiguieron y atacaron a submarinos no identificados, para la Marina de Brasil el hundimiento del “Bahia” no se debió a una agresión externa sino a la torpeza de un ametralladorista del propio crucero, que en el curso de un ejercicio de tiro habría impactado con proyectiles de 20 mm. en la santabárbara ubicada en la popa, haciéndola estallar. La edición en lengua portuguesa de “Ultramar Sur” integrará la prestigiosa colección “Civilización Brasilera” de la editorial Carioca Récord y aparecerá el próximo 1º de octubre, confirmó Juan Salinas. Tanto Salinas como De Nápoli expresaron su esperanza de que Brasil reconozca que los tripulantes del “Bahia” fueron torpedeados por submarinos que, ante la desaparición del Tercer Reich, eran técnicamente naves corsarias. DESEMBARCOS (Con PAPEL PRENSA)
CENTENARES DE TESTIGOS VIERON SUBMARINOS EN LA SEGUNDA MITAD DE JULIO DE 1945
Una comisión de la comisaría de Necochea salió al caer la noche del domingo 27 de julio de 1945 -es decir, a 17 días de que el U-530 hubiera emergido sorpresivamente frente a la base naval de Mar del Plata- para confirmar el alerta dado por el destacamento policial de Piedra Buena acerca de que “una nave no identificada estaba haciendo señales (de luz) en código morse hacia la costa y el mensaje era contestado desde la playa”.
“En tres autos particulares los policías recorrieron el sector y tras horas de búsqueda encontraron al hombre que respondía las señales. En la comisaría se lo identificó como ciudadano alemán, de profesión artesano, quien admitió que la nave era un submarino que se disponía a desembarcar”, narró el historiador canadiense Ronald Newton en su libro “El cuarto lado del triángulo” (Sudamericana, 1995).
“A la madrugada del domingo (sic) 28 se inició un rastreo por las playas de los alrededores de la ciudad. Al promediar la mañana, 15 kilómetros al norte, una comisión (...) encontró huellas humanas que iban y venían desde la costa hasta la entrada arbolada de una estancia. Había también huellas de lanchas o botes de goma que habían sido arrastrados, y las marcas de cajas o cajones muy pesados que habían sido llevados hasta un lugar, donde había huellas de ruedas de camión”, continuó Newton.
“Ante el hallazgo, el suboficial (a cargo) decidió llamar al comisario, y cuando la comisión se hubo completado, comenzaron a entrar a la estancia. Llevaban recorridos dos kilómetros por el camino de entrada al casco, arbolado y flanqueado por tamarindos, cuando cuatro hombres que hablaban alemán, con ametralladoras en la mano, les impidieron seguir y los echaron violentamente”, continuó Newton, que en 1998 fue vicepresidente del comité académico de la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades Nazis en Argentina (Ceana) conformada por orden del presidente Carlos Menem.
“Como los policías no llevaban orden de allanamiento decidieron regresar a la comisaría y comunicar la novedad a la Jefatura de La Plata. Tras dos horas de espera, el jefe de la policía provincial llamó personalmente a Necochea y le dio al comisario una orden precisa: ‘Deje sin efecto la búsqueda de posibles alemanes y retírese de inmediato de la estancia’”, escribió Newton, que agregó que el artesano detenido fue enviado a La Plata, a pesar de lo cual “a los pocos días estaba en libertad y en Necochea, donde aún sigue viviendo”.
El 17 de julio, centenares de testigos habían visto el paso hacia el sur en superficie de dos submarinos frente a las playas de San Clemente del Tuyú y de La Margarita (dónde hoy están San Bernardo, que entonces no existía, y Mar de Ajó, que era un pueblito fundado diez años antes), e incluso como uno de ellos encalló durante largos minutos en un banco de arena.
Y cuatro días antes, el 23 de julio al anochecer se había producido otro avistamiento de un sumergible por parte de un grupo de pescadores frente a las playas de Reta y Claromecó. El mismo fue investigado por la Armada a través del capitán Francisco Isaac Rojas, edecán del ministro de Marina. Rojas corroboró el testimonio de los pescadores, pero la Marina guardó el secreto de este avistamiento durante medio siglo.
Respecto al desembarco del 27 de julio en Necochea, fue confirmado por tres antiguos marineros del acorazado de bolsillo “Graf Spee”, hundido por su capitán frente al puerto de Montevideo a fines de 1939 luego de haber combatido contra tres cruceros británicos.
En particular, el cabo y aspirante a oficial Alfred Schultz y el radiotelegrafista Walter Dettelman (el tercer testigo se llamaría Willi Brenecke) confirmaron aquel desembarco y la veracidad –en términos generales– de aquella crónica ante una comisión del Congreso a comienzos de 1956. Ambos dijeron que si bien en 1945 se suponía que ambos estaban internados en campo de prisioneros de guerra, salían y entraban de ellos a voluntad.
Añadieron que si bien no estaban en condiciones de precisar la fecha exacta, entre el 23 y el 29 de julio de 1945 los ocupantes de dos submarinos alemanes habían desembarcado cerca de Bahía Blanca. Lo podían afirmar con absoluta seguridad, dijeron, porque había ayudado a consumarlos.
Por desgracia, parece que los testimonios no fueron registrados taquigráficamente, y que los registros estenográficos se perdieron. Pero según las crónicas de la época Schultz y Dettelman dijeron haber recibido del capitán Walter Klay –quien coordinaba las actividades de los ex tripulantes del Graf Spee y sus fugas desde una oficina del Banco Germánico– la orden de viajar a la ciudad de Bahía Blanca. Una vez allí, dijeron, el contacto que les indicó Klay los llevó a un punto no muy lejano del litoral marítimo.
Si bien no pudieron precisar con exactitud dónde quedaba ese lugar, coincidieron en que se trataba de una estancia de la Compañía Lahusen, de capitales alemanes. Dijeron que poco después arribaron a la costa “dos submarinos que descargaron muchos cajones pesados que fueron conducidos al casco de la estancia en ocho camiones”. Y destacaron que se trataba a todas luces “de una carga valiosa que provenía de Alemania”.
Luego, agregaron, desembarcaron en botes de goma unas ochenta personas. Algunas, puntualizaron, “por la manera en que daban órdenes, debían ser muy importantes”.
Las declaraciones de Schultz, Dettelman y Brenneke fueron analizadas por Allan Pujol, un antiguo agente del Deuxième Bureau, una rama de los servicios secretos franceses. Según Pujol, en la noche del 28 y el 29 de julio de 1945 fueron desembarcados gran número de cajones de madera con la inscripción “Geheime Reichssage” (Secreto de Estado) remitidos por el general Ernest Kaltenbrunner, jefe de la RSHA, la Oficina Central de Seguridad del Reich.
Pujol dijo creer que aquellos cajones contenían “el tesoro de la RSHA”: lingotes, monedas y objetos de oro, dólares y francos suizos, diamantes y otras piedras. Una fortuna que valuó en unos mil millones de dólares. |
|
|
|
|
|
|
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|