El enfrentar al terrorismo y defender los derechos humanos son dos de los pretextos más socorridos por las administraciones norteamericanas para desatar sus cruzadas intervencionistas en los últimos años.
En la década de los noventa el gobierno estadounidense no vaciló en designar al frente de su delegación ante la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, Suiza al terrorista de origen cubano Armando Valladares Pérez, quien no se podía comunicar con sus subordinados, ni dirigir su trabajo por no dominar el idioma inglés.