16 de noviembre de 2013, 09:17La Habana, 16 nov (PL) La actual temporada de huracanes en el océano Atlántico es hasta hoy la de menor número de organismos meteorológicos de este tipo desde 1982, señaló un experto del Instituto de Meteorología de Cuba.
La etapa ciclónica de 2013, que culmina el próximo 30 de noviembre, dista mucho de lo previsto en los pronósticos estacionales, al registrarse solamente 12 tormentas tropicales, la mayoría sistemas débiles poco organizados, dijo al periódico Granma el doctor en Ciencias Ramón Pérez, del Centro del Clima del propio instituto.
Solo dos organismos de este tipo (Humberto e Ingrid) se convirtieron en huracanes. Ambos ciclones, agregó el experto, no sobrepasaron la categoría uno en la escala Saffir-Simpson de cinco, y además tuvieron una vida muy efímera con esa fuerza.
Lo anterior contrasta con los 12, siete, y 10 huracanes registrados en las temporadas del 2010, 2011 y 2012, respectivamente.
Según el doctor Pérez, habrá que investigar con mayor profundidad por qué los patrones de la circulación atmosférica se comportaron de forma tan inesperada y poco propicia para el desarrollo de los huracanes, a pesar de no haber un evento ENOS (El Niño/Oscilación del Sur).
Para el especialista, ello parece estar asociado en lo fundamental a la fuerte cizalladura vertical del viento predominante en gran parte del mar Caribe, que impide que pueda concentrarse la energía en la altura para la formación y fortalecimiento de los ciclones tropicales.
Asimismo, a la notable presencia de polvo del desierto del Sahara durante los meses de julio, agosto y septiembre en la región del Atlántico tropical comprendida entre los 10 y 20 grados de latitud norte y los 20 y 60 grados de longitud, la zona de mayor actividad ciclónica de la cuenca atlántica.
Esas nubes de polvo crean un ambiente sumamente hostil a la aparición de los ciclones, precisó el doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena, de la sección de satélites de la citada institución del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.
Se trata, dijo Mojena, de masas de aire caliente con valores mínimos de humedad relativa, que aportan un aire muy seco capaz de inhibir en gran medida el nacimiento de los ciclones o debilitar a los ya surgidos.
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