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General: TERESITA FERNÁNDEZ 1930/ 2013
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 20/11/2013 02:37 |
Julio M. Llanes
El escándalo de los escándalos. Así calificó el famoso escritor Julio Cortázar a la muerte. En eso pienso cuando escucho la noticia que entristece a Cuba, a los niños de varias generaciones y a la canción latinoamericana... Difícilmente exista un niño cubano de las últimas seis décadas que no haya tarareado una de sus melodías. Bastarían solo dos de ellas para rememorarla como un ciclón emocional de nuestra infancia: “A las cosas que son feas ponles un poco de amor”, eso nos enseñó. “Y verás que la tristeza va cambiando de color”, para que aprendiéramos por siempre a conjurar la congoja, a mirar la vida con los ojos de la esperanza.
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Maité Hernández-Lorenzo
Tere siempre ha sido la maestra que canta. En la sala de su casa: un busto de Martí, la bandera cubana y unas ristras de ajo por cortinas. Le teme a los rayos porque un día, cuando niña, mientras cazaba mariposas la sorprendió un aguacero con relámpagos que encendieron el cielo y desde ese momento no hay temor mayor. Esto me lo contó en su estrecho apartamento durante una tarde cuando estaba a punto de estallar la lluvia. Todos quieren a Teresita, todos van preguntando por ella y ella siempre responde feliz, con la mano dispuesta a brindar.
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Paquita Armas Fonseca
Tere me confesó que “Visité Cuba de punta a cabo; muchos países… pero nunca dejé que los éxitos se me subieran para la cabeza. Es que no me propuse ser famosa. Quería cantar y ya; por eso soy feliz. Mi estilo es como la vida misma. Me gusta contemplar a los gorriones que vienen a mi ventana; me fijo en las flores silvestres, en las nubes… disfruto el amanecer, el mar… la naturaleza es superior a la vida que nosotros mismos nos imponemos y limitamos. Es preciosa y vivimos dentro de ella.”
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Enrique Pérez Díaz
La autenticidad y ese lirismo natural de Teresita desarmaban a cualquiera. El verla ser feliz en aquella especie de galpón medio abandonado, en medio de tantos animales recogidos de la calle y sin preocuparse más que por cantar y disfrutar de su albedrío, representaron para mí una libertad envidiable y hasta un cuestionamiento de la supuesta vida perfecta que llevaba entonces. La suya era una libertad que nace de la renuncia a lo que otros nos inculcan y el abrazarnos al mismo guijarro que la Loynaz, el guijarro que, no por duro, deja de ser nuestro.
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Alexis Díaz Pimienta
Hoy, Cuba entera llora. Nuestra infancia llora. Se nos fue Teresita Fernández, esa grande a lo Vallejo, una mujer grande, grande y otra vez grande, esa poeta de todos, con la que crecimos y reímos y lloramos y cantamos varias generaciones. Una maestra en la más amplia acepción de la palabra.
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Alicia Elizundia
Desde la distancia casualmente —o quizá no tan casual—, vinieron a mi mente unas palabras de Teresita Fernández: “Después de recorrer parte del mundo, de conocer mucha gente, de ver tantos paisajes y ciudades, el lugar donde más feliz soy es cuando me siento en mi sillón, y cuando estoy en mi corazón”. Momentos más tarde sonó el teléfono. La noticia de su muerte me dejó sin aliento en la fría mañana de Quito.
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Luis Luque Álvarez
¡Pero es que sigue ahí! Es la dulce condena que acompaña a los buenos poetas y a los músicos de valía: que su creación les ancla en este mundo. Que no podrían marcharse, aun si lo quisieran. De los tontos, de los que hacen mediocre melodía y letra al gusto del bolsillo, no suele quedar poso. Pero de los que han cantado a la virtud, de quienes disfrutan, en el sereno ocaso de su existencia, del recuerdo de haber obrado bien, quedan columnas.
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Joel del Río
Teresita parecía convencida —y no solo porque me lo dejara entrever aquel día, sino a partir del testimonio precioso que encierran las muchas canciones suyas que conocí luego— de que toda gran alegría dependía de tres casi inconquistables certezas.
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Rubén Darío Salazar
Ha muerto Teresita Fernández y la música cubana está de luto, los niños y los adultos de la Isla también. Seguro que para Vinagrito la luna ya no será un queso metido en un mar de añil, sino una inmensa foto de su amiga villareña; una imagen final donde se ve a la eterna trovadora rodeada de cocuyos, grillos, lagartijas, lombrices de tierra, peces, ballenas, manatíes, jicoteas, zunzunes, lechuzas, jutías, perros y un osito azul. Pocos conocen a este último animalito que dormía en la cajita oscura de su guitarra.
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Concierto A Guitarra Limpia con Teresita Fernández. Grabaciones cortesía del Centro Pablo de la Torriente Grau. Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana. 26 de enero de 2002
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Audiovisual donde la cantora mayor nos abre las puertas de su casa, su alma y sus canciones. (c) Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Cuba
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Víctor Casaus
Teresita ha llenado, llena, un espacio insustituible en el panorama de la canción cubana: lo ha hecho con perseverancia y con amor, con poesía y con humildad. Y al mismo tiempo llenó, ha llenado, los pequeños, enormes espacios de nuestras vidas personales (si las hay): ahí está en las noches del Coctel, en los 60, y en los días del Parque Lenin después, y en los discos de Martí y en la Ronda de Gabriela, y en tanta melodía que nos ha ayudado a vivir, a ser y a estar, como precisaría el Bola que una vez dijo el más hermoso piropo a esta trovadora indetenible: “Usted no necesita más adorno que la canción”.
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Joaquín Borges-Triana
Ahora, cuando me entero de que nuestra querida Teresita ha fallecido, me digo que no, porque alguien que como ella es cantada por los niños para nada está muerta. En todo caso, prefiero decir que Teresita, la abuela de los niños y niñas cubanos de cualquier edad, se ha id
o de viaje y que nosotros, los que tanto le debemos y a fin de estar a tono con su eterno legado, en una palangana vieja sembraremos violetas para ella.
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