Magnus Carlsen es noruego. Tiene 22 años y juega al ajedrez. De hecho acaba de proclamarse campeón del mundo de este deporte tras derrotar en Chennai al jugador local Viswanathan Anand por 6’5 a 3’5. Bastaron 10 partidas para que Carlsen se hiciera con el título y consiguiera de paso relanzar la maltrecha moral de la raza humana frente a las casi infalibles computadoras. La victoria de Carlsen ante uno de los mejores jugadores de todos los tiempos supone un cambio radical en la forma de entender este deporte. La influencia de los ordenadores, palpable desde hace un par de décadas, vivió su episodio más notable con la victoria de “Deep Blue”, una computadora fabricada por IBM, en 1997.
Desde entonces y hasta nuestros días, la informática ha condicionado el ajedrez de manera sistemática, hasta el punto de que, como reconoce el periodista de El País y gran especialista de este deporte, Leontxo García, “Larsen está revolucionando el mundo del ajedrez. La influencia de las computadoras ha hecho que el peso de la ciencia, es decir, de la preparación con la ayuda de computadoras potentísimas que calculan millones de jugadas por segundo, esté influyendo demasiado en el ajedrez de élite”.
La demostración palpable de esta circunstancia se aprecia cuando cualquier partida de élite hoy en día se rige por los mismos patrones. “Los jugadores no empiezan a jugar, a pensar con su cabeza, hasta el movimiento 21 ó 22, porque los 20 primeros movimientos se hacen de memoria”, reconoce Leontxo.
Carlsen ha roto con todo esto, de golpe y plumazo. Y lo ha hecho recuperando la intuición como arma arrojadiza sobre sus rivales, nada acostumbrados ante tanta improvisación. El noruego ha hecho historia en el ajedrez y podría acercarse, si su evolución se corresponde con lo esperado, a un record que parecía imbatible en este deporte: acercarse al record de Gary Kasparov, que consiguió ser el mejor jugador del mundo durante 20 años consecutivos. Se da la circunstancia de que Carlsen se ha hecho con el título a los 22 años, la misma edad a la cual Kasparov se erigió en número uno del mundo.
La gesta y la personalidad de Carlsen, que ya ha desfilado como modelo en varias ocasiones, ha provocado una auténtica conmoción en Noruega, donde sus partidas se siguen con una devoción casi mística. El ajedrez ha destrozado todos los records de audiencia en televisión, batiendo a deportes tan arraigados como el Esquí, los Saltos o el Hockey sobre hielo. Casi un 70% por ciento de la población reconoce haber seguido atentamente el desarrollo del Campeonato del Mundo de Ajedrez. Las partidas se han emitido en directo, dando grandes datos de audiencia y el fenómeno ha calado hondo en los colegios, donde como cuenta Leontxo García “se han tenido que cortar las líneas y redes wifi de internet porque los niños en lugar de ir a clase y estudiar estaban más pendientes de seguir las partidas en directo. Digamos que en Noruega han encontrado su Rafa Nadal del ajedrez”.
Los comienzos de Carlsen en el ajedrez fueron como mínimo curiosos. Aprendió a jugar al ajedrez a los 4 años, pero no se mostró muy entusiasmado con este deporte. “No le interesaba…”, cuenta Leontxo; “pero su padre fue sumamente inteligente. Lo dejó en paz y no se le ocurrió insistir, hasta que cuatro años después, a los 8 años, Carlsen se puso celoso porque vio cómo su padre jugaba al ajedrez con una de sus tres hermanas”.
A partir de ahí, su progresión fue imparable. A los 12 años ya era gran maestro. Diez años después, Magnus Carlsen ha entrado en la historia del deporte con su aplastante victoria ante Anand. Noruega ha encontrado una leyenda de la que presumir.