De
estas y muchas más mujeres comunistas he conocido en mi historia,
mujeres famosas o mujeres anónimas, mujeres valientes que hoy vuelven a
estar en la palestra por Camila Vallejo y su primavera estudiantil,
Bárbara Figueroa y su renacer del sindicalismo, y Karol Cariola y el
retorno al parlamento de la voz de la mujer comunista.
Conocí
esta palabra de chica. La escuchaba a veces a mi mamá cuando hablaba
con sus amigas de cómo las “momias”- mujeres de derecha- hablaban de las
mujeres comunistas. Con el pasar del tiempo supe que se refería a una
manera despectiva y prejuiciosa de llamar a las mujeres comunistas, por
el juego de palabras “comunacha…pal” y de ahí una seguidilla de: leseo,
webeo, pico, cama, sexo y un largo etcétera de sexualizadas palabras.
Los últimos días, a raíz del ingreso de dos mujeres comunistas al
Parlamento chileno, se ha comenzado a escribir y hablar de las mujeres
comunistas y por eso quise escribir esto.
La primera mujer comunista que conocí fue mi madre. Yo pequeña mujer
siempre supe que mi familia era del “No”, como por esos años se definía
desde el mundo infantil la división de los padres y madres. Fue más
adelante, cuando ya se podía hablar de política, que supe que comunista
era mi familia.
Mi mamá era comunista desde los 16 años, era linda, alegre, de risa y
convicciones fuertes. No dudó un segundo el 11 de septiembre, cuando
fue a comprar el pan en la mañana y escuchó en la radio que había habido
un Golpe de Estado, en irse con pan y todo a la casa de los compañeros.
Ahí estuvo hasta que dos días después la mandó a buscar su mamá
engañada. Y luego, cuando mi papá murió siendo del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez y le dijeron “Lily, ándate al exilio”, ella valiente
dijo: “No, yo me quedo por mi pueblo”. Así eran esas mujeres comunistas.
Laly, Elda y Vero, amigas de mi madre, y mis tías Cristi, Lídice y
Erika, son las mujeres comunistas con las que crecí. Ellas eran todas
madres, trabajadoras, esposas y militantes, luchaban a diario, vivieron
la clandestinidad, prisión y persecución. Pero nunca perdieron la
alegría, el chiste y el baile con nosotros, sus hijos que nos criamos en
lote.
Con el pasar de los años conocí a otra mujer comunista. La Gladys
Marín era la Secretaria General del Partido Comunista y luego se
transformó en la primera mujer en ser Presidenta de un partido de la hoz
y el martillo en el mundo.
Primero conocí a la Gladys por la prensa y me emocioné por la fuerza
con la que defendió el local de los comunistas o cuando dijo sin temor
ante la represión de Fuerzas Especiales y toda mojada por el guanaco:
“son unos conchasdesumadre”.
Luego la conocí cuando fui periodista del PC. Ahí escuché sus
conversaciones sobre yerbas naturales y cuidado de jardín, su pasión por
nadar y su perfeccionismo en el trabajo.
Una mujer que también conocí por la prensa, pero que nunca conocí en
persona, fue Sola Sierra. Recuerdo que con mi prima Inti llegamos
corriendo atrasadas a su funeral, para despedirla desde lejos, mirando a
la Camila Donato Pizarro -su nieta- chiquitita llorando a su abuela,
sin saber que años después seriamos amigas.
Cuando entré a militar, a los 14 años en el Comunal Ñuñoa, conocí a
otra mujer comunista: Julieta Campusano, diputada el 61 y senadora el
65, siendo reelegida para el periodo del 73 al 81. En la pared del
comunal se lucía un cuadro de esta mujer fuerte, dando un discurso al
horizonte. Siempre me llamó la atención la fuerza de esa pequeña y
humilde foto. Creo que aún está en el local de ese comunal.
A mediados de los 90 supe de la Janet Jara, Presidenta de la Feusach y
su surrealista conflicto con las Fuerzas Especiales, que la acusaban de
maltrato a Carabineros mientras era arrastrada al ser desalojada de su
universidad y haber mordido el dedo de un oficial. Janet lo negó todo.
Mordió o no mordió el dedo, quedará en la eterna duda.
Al caminar por la historia de la Jota escuché la de Ramona Parra, una
joven militante comunista asesinada durante la Masacre de Plaza Bulnes
el año 1946 y en cuyo homenaje la brigada muralista de la Jota firmó
cada mural.
De estas y muchas más mujeres comunistas he conocido en mi historia,
mujeres famosas o mujeres anónimas, mujeres valientes que hoy vuelven a
estar en la palestra por Camila Vallejo y su primavera estudiantil,
Bárbara Figueroa y su renacer del sindicalismo, y Karol Cariola y el
retorno al parlamento de la voz de la mujer comunista.
Las mujeres comunistas son sujeto de análisis y artículos
principalmente por una razón: el machismo. Lamentablemente, no debemos a
otra cosa el honor de tanta flor y evaluación de la militancia femenina
en el partido de Marx y Lenin y está basado en la incredulidad que
aquella frágil mente femenina sea capaz de desarrollar, elaborar y
destacarse.
También tiene origen en el anticomunismo y los estereotipos a través
de los cuales se consolida, ese de que las mujeres comunistas son feas,
peludas y más encima comunachas pal. Para algunos resulta inverosímil
que estas mujeres hermosas y que “hablan de corrido” sean comunistas y
decidan seguir en ese camino contra viento y marea, “¡acabo de mundo,
niña!”
Sin estas dos posiciones ideológicas conservadoras -el machismo y el
anticomunismo- resulta inverosímil tanto análisis y articulación teórica
sobre la mujer comunista, casi como un especimen de análisis de
laboratorio por su característica en vías de extinción.
La relevancia que adquieren militantes comunistas en el ámbito
público nacional, sin duda es una amenaza para todos quienes no quieren
que se vea con buenos ojos que se sigan caminando hacia la emancipación
del ser humano por sobre la dictadura del mercado, en la que aún vivimos
en nuestro país.
Hoy, cuando comienza a vislumbrarse el ingreso a un nuevo ciclo
político que siente sus bases en reformas económicas, laborales y de
políticas sociales como educación y salud, la figura de la mujer
comunista toma relevancia por su convicción y consecuencia. A diario
cientos de mujeres comunistas hacen gala de esta concepción. Dirigentas
sindicales, madres, esposas, profesionales, solteras, bailarinas,
concejalas, alcaldesas, estudiantes, pobladoras, parlamentarias, líderes
de opinión y militantes de base. Todas estas mujeres comunistas siguen
caminando con la estela de anticristo para algunos, de mito urbano para
otros, de símbolo sexual para unos tantos. Para nosotras, ser mujer
comunista es simplemente ser mujer mujer.