Ya en 1984 un grupo de bailarines protagonizó un conato de protesta. Alicia Alonso ha gobernado el ballet como Castro hizo con el resto del país.
Dejé de tener contacto oficial con el Ballet Nacional de Cuba (BNC) hace casi treinta años. Algunas hermandades, mucho cariño y los infaltables odios me dejó aquella experiencia. Pero al leer Los bailarines del BNC revelan una vieja tradición, he regresado al orwelliano 1984 en que un grupo de bailarines —los jóvenes de entonces— protagonizaron un conato de protesta.
Básicamente lo mismo de la carta de ahora: malas condiciones de alojamiento, transporte y dietas durante las giras internacionales. Además los de entonces, que ya no somos los mismos, agregaban el favoritismo con que se organizaban los elencos de gira. Era época de amistad con Nicaragua, pero todos preferían practicar el internacionalismo en Europa. Y los roles. Los papeles principales también estaban bajo fuego, pues muchas veces se adjudicaban por simpatía y no por calidad.
Dentro de aquellos inconformes había excelentes profesionales dirigentes además dentro de la UJC, gente con arrastre y prestigio que "puso malo" el BNC. Fue un momento caldeado dentro de los salones de clase, en los vestuarios, entre bambalinas. Todos fueron neutralizados con amenazas o prebendas, lo cual explica el anonimato del reclamo actual.
Es cierto que nuestros bailarines viven mejor que la mayoría de los cubanos, pero si los comparamos con sus pares de una compañía de nivel mundial, liga en la que se mantiene el BNC, se alimentan mal, se saben explotados, entran en trapicheos; todo para estirar el estipendio y mejorar las condiciones de vida. A pesar de que durante muchos años los bailarines y maitres pudieron contratarse en cualquier esquina del mundo sin tener que entregar una sustanciosa parte de lo ganado al Ministerio de Cultura --dádiva que deben a su Prima Ballerina Assoluta—, en el BNC se ha abierto un trillo hacia el exilio.
Nada parece haber cambiado ni creo que cambie (hasta la "tradición" del contenedor), pero deseo de corazón que esos jóvenes de la carta de este 2013 puedan luchar por sus derechos artísticos y laborales sin necesidad del anonimato.
Conocer por dentro el BNC permite un símil entre Alicia Alonso y Fidel Castro. Ambos han dirigido a capricho como en una corte, rodeados de incondicionales prestos a adular, y hasta a ser bufones; algunos por convicción, otros por conveniencia, los subordinados se han mantenido en una ambivalencia amor-odio con esa figura materno-patriarcal. ¡Pero ay de quien ose discutir una decisión, cuestionar el liderazgo! Daba bochorno ver cómo luego de una función desastrosa, muchos de los burlones entre bastidores, desfilaban por el camerino de la diva, o al día siguiente por su oficina, para asegurarle que había estado regia, divina ("perra" no, muy vulgar). Todavía por aquellas fechas su partenaire era Jorge Esquivel, con Orlando Salgado aquello fue para peor.
Mi relación personal con Alicia fue buena hasta una recepción que ofreció Fidel Castro al BNC luego de una exitosa gira internacional. Bruzón, uno de los escoltas personales de Castro, se me acercó para decirme que Fidel quería conocer y conversar con bailarines jóvenes, así que reuní a varios, entre los que inevitablemente se encontraban los incómodos, y los conduje a un local más pequeño. Castro conversaba con Alicia, su esposo, Sonia Calero y Alberto Alonso cuando irrumpí precedida por Bruzón con aquella tropa de atrevidos. Por indicación del escolta, los fui presentando uno por uno a Fidel, que se dedicó a hacerles preguntas. En ese momento, la uña rosaperlada del pulgar de Alicia se hundió en mi hombro. Aquel gesto presagiaba problemas. "Él ya los conoce", me dijo con una voz parecida al dedo en mi hombro.
Al día siguiente, mi jefe era citado a la oficina de Carlos Aldana, ¿se acuerdan? Era por entonces el presunto sucesor y "atendía" la esfera ideológica. Cosas del Partido, para los que no entiendan. Alicia le había llamado para exigir mi destitución. Aldana se daba cuenta de que aquello era una perreta, mi jefe conocía todo lo que había que saber y me apoyaba, pero ante el escollo con "la vieja", yo no podía seguir atendiendo el Ballet. Casi todos los sediciosos de entonces viven fuera de Cuba y no me dejarán mentir.
Para algún despistado que siga sin entender, de la misma manera que Aldana atendía la esfera ideológica, yo "atendía" el movimiento danzario del país. Cosas del G2.