MÉNARD CONCURRE POR EL PARTIDO DE LE PEN
De fundador de Reporteros sin Fronteras a candidato de la ultraderecha
“El mayor peligro para la libertad de expresión son los periodistas”.
La frase es de Robert Ménard, el hombre que fundó Reporteros Sin
Fronteras (RSF) en 1985 y fue hasta 2008 secretario general de la
asociación que juzga la censura en el mundo. Hoy es candidato del
ultraderechista Frente Nacional, la formación que dirige Marine Le Pen,
a la alcaldía de Béziers, una ciudad de 70.000 habitantes cercana a
Marsella, en el sudeste de Francia, una de las regiones donde el FN
tiene más fuerza.
Dos años después de que Ménard publicase el libro Vive Le Pen, el periodista, antiguo trotskista y que ahora se define como “reaccionario” y “apolítico”,
ha dejado clara su afinidad por los postulados que defiende la
formación de extrema derecha y nacional populista creada en 1972 por Jean-Marie Le Pen,
que el pasado octubre dio la sorpresa al liderar por primera vez un
sondeo de intención de voto para las elecciones al Parlamento Europeo
del próximo año, por encima de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y
el Partido Socialista (PS).
El
auge del FN bebe en parte de gente desencantada a la que convence el
lenguaje antipolítico, nacionalista y antieuropeo del Frente Nacional.
Y, en esa estrategia, es donde entra Ménard, con frases como la gente
está harta de la casta políticaMénard confirmó la noticia de su candidatura a la alcaldía de Béziers el pasado jueves a la radio France Bleu Hérault, y se declaró “encantado” por el apoyo recibido del Frente Nacional a su lista en una entrevista en la emisora pública France Info.
Entra en política sumando su proyecto independiente, según dice, al
xenófobo FN para lograr la alcaldía de su ciudad en las municipales de
2014. Su salto a la arena política ha dejado en un tercer plano al
candidato socialista; de hecho, se da por segura una segunda ronda, es
decir, Ménard competirá contra la UMP, el partido conservador francés,
por uno de sus feudos.
"Blancs, white, blancos"
Para
algunos analistas, su acercamiento con el Frente Nacional no tiene nada
de sorprendente. Ménard, nacido en Argelia, de 54 años, hijo de un
militante de la OAS (Organización del Ejército Secreto, un grupo
terrorista francés de extrema derecha), maneja desde hace tiempo un
discurso muy cercano al del FN. “En el departamento de Sena-Saint Denis,
el 19% de los menores de 18 años eran de origen extranjero en 1968, un
57% en 2005, y hoy probablemente esta cifra es mucho mayor”, escribía en
su blog el pasado verano, preocupado por el aumento de las cifras de
inmigrantes. “¿Qué hace el ministro del Interior frente a esta migración de asentamiento?”, se preguntaba bajo el título Blancs, white, blancos.
También
provocaron un escándalo sus declaraciones acerca de que no quería que
sus hijos fueran gays, palabras que más tarde matizó. “En una sociedad
como la nuestra, es mucho más fácil efectivamente ser heterosexual que
gay. Mi preocupación por mis hijos hace que no les desee nada que
dificulte sus vidas”, explicó. Asimismo, se ha declarado a favor de la
pena de muerte: “Estar a favor de la pena de muerte no le convierte a uno en un monstruo al que se le excluiría de la humanidad conformista y conveniente” defendió en la radio France Inter.
"La gente está harta de la casta política"
El
FN gana terreno. La formación se afianza como alternativa a los dos
partidos (socialistas y UMP) que han dominado en los últimos años el
panorama político galo. Ha descubierto que, cuidando sus bases populistas, puede acaparar más votantes de la derecha e, incluso, de la izquierda.
Su auge bebe en parte de gente desencantada a la que convence el
lenguaje antipolítico, nacionalista y antieuropeo del Frente Nacional.
Y, en esa estrategia, es donde entra Ménard, con frases como "la gente
está harta de la casta política".
Dicha estrategia ha conseguido lo
que el fundador del partido, que llegó a la segunda vuelta de las
presidenciales en 2002, nunca logró: situarse por encima de los
socialistas y de la derecha en algunos sondeos y triplicar el número de militantes hasta los casi 70.000 que tiene actualmente.
Muchos
analistas se aventuran a dibujar las razones del avance del FN. Algunos
consideran que es un partido al que votan, cada vez en mayor medida, antiguos seguidores de la izquierda.
Otros señalan que entre las clases medias galas, incluido los obreros
más afectados por la imparable destrucción de la industria, se extiende
el desánimo. Al rechazo a una inmigración que no parece adaptarse a los
usos sociales de Francia se suma el temor a una delincuencia creciente y
un François Hollande en sus horas más bajas.