Foto: Raquel Pérez
El recién terminado periodo de sesiones del Parlamento cubano
concedió a la economía un espacio privilegiado. Se dieron a conocer los
resultados económicos en 2013 y la propuesta para el año entrante;
además de la Ley del Presupuesto del Estado a partir de 2014 y un
dictamen de la Comisión de Asuntos Económicos.
OnCuba entrevistó al Doctor en Ciencias Económicas Juan Triana Cordoví.
Mónica Rivero (MR): ¿Qué es crecimiento y qué es desarrollo?
Juan Triana (JT):Lo que más se generaliza y más se conoce es esa idea
básica de desarrollo sostenible o sustentable, que no es más que el
conjunto de lo social, lo medioambiental y lo económico.
Es un concepto que implica no solo que las economías crezcan, sino
que la gente mejore en su condición de vida. El PNUD tiene un concepto
para medir esto, que lo ha llamado Bienestar Percibido.
Es muy difícil que un país pueda desarrollarse sin crecer
sistemáticamente; porque para desarrollarse hace falta además cambios en
la tecnología, mejoramiento en los niveles de vida de la gente, en la
calidad de vida de las personas, y para eso hace falta tener con qué
hacerlo. No puedes mejorar a partir de la nada.
El tema al final es ético: cómo lograr que ese crecimiento se
transmita hacia toda la población, cómo lograr que mejore las
condiciones de vida de todo el país.
MR: ¿Cómo se comporta esa percepción del bienestar en Cuba?
JT: Cuba es paradójica porque cuando se examina un grupo de
indicadores asociados al bienestar y al desarrollo humano en relación a
otros países, puede sorprender. Por ejemplo, en el índice de desarrollo
humano está conceptuado entre los países del grupo Alto (por encima de
ese grupo están Suecia, Suiza, Alemania…). El cubano promedio se
sorprende porque una parte de ese bienestar la tenemos incorporada, es
casi genético.
Si uno se plantea la búsqueda de un indicador cualquiera de desarrollo humano, notará que en Cuba hay cosas que la Revolución resolvió hace cuarenta años.
Los cubanos consideramos que estamos viviendo muy mal. No percibimos
esa mejoría, no la entendemos. Sin embargo, se comparan los indicadores y
es totalmente diferente. A veces no nos damos cuenta de que, si bien es
cierto que pasamos mucho trabajo en muchas cosas, en otras no pasamos
ninguno. Decimos por un lado “Qué mala está la vivienda en Cuba”, pero
el 80 por ciento de la población es propietaria.
La educación gratuita, la salud gratuita, son verdades que a veces a
la gente no le gusta ni siquiera oír y solo se dan cuenta de ellas
cuando empiezan a padecer de una educación o una salud no gratuita;
porque son cosas que se notan no por su existencia, sino por su
ausencia.
MR: ¿Este proceso sería la llamada actualización?
JT: Ese proceso tiene que ver con estas grandes transformaciones que
se están haciendo para actualizar y para crear cosas nuevas. Está
abriendo realmente espacios a esas potencialidades de la gente, poco a
poco, paso a paso. Hoy como nunca el ciudadano cubano tiene mejores
oportunidades de aplicar ese potencial por decisión propia. Eso no era
así hace unos años.
MR: Usted se ha referido a la “debilidad estructural de las bases”
del crecimiento en Cuba. ¿Cómo estarían suficientemente aprovechadas?
¿Qué podría hacerse y no se hace?
JT: Partimos de una situación casi siempre de decisiones en el sub
óptimo, por el bloqueo. Eso nos hace muchas veces decidirnos por
opciones que puede que no sean el óptimo. Dejando eso establecido,
realmente tenemos una debilidad estructural para el crecimiento
económico que está asociada, primero que todo, a que tenemos un sistema
productivo muy débil con grandes deficiencias en temas tecnológicos. Hay
una distancia grande entre nuestra industria y nuestra agricultura con
relación a la punta tecnológica mundial. Déficit en eficiencia,
productividad y organización del trabajo y en incentivos de todo tipo.
Venimos de una cultura muy igualitarista. Se han hecho intentos por
romper con ella, o por ir cambiándola, pero va a costar tiempo porque,
entre otras cosas, la igualdad es cómoda.
Hay que tomar medidas estructurales, coyunturales, sociales, hay que
crear instituciones. No hay una varita mágica. Toma tiempo porque son
cosas que hay que construir, no solo actualizar, e implican la manera de
pensar y de conducirse de las personas. Esa frase de cambiar la mente,
que ya se ha hecho tan manida, habla de algo que es lo más difícil de
todo. Hay gente que no va a cambiar nunca, que ya no puede cambiar, a la
que ya le pasó el tiempo para cambiar. También porque no quiere
cambiar; se ha adecuado a una manera de vivir y no entiende que para
seguir viviendo hay que cambiar.
MR: ¿En qué puede apostar Cuba su desarrollo?
JT: Cuba debe apostarle a lo que ha sido el producto más importante:
al cubano, a una población instruida, altamente calificada. A la
capacidad que tenemos de formar gente, cosas que otros países no tienen.
Es el recurso más abundante que hay en Cuba, es el más importante de
todos, es el más flexible. Hay que apostarle a esa gente calificada que
tenemos y a partir de ahí desarrollar sectores. ¿Cuáles? Todos aquellos
en los que podamos engancharnos en las tendencias mundiales, desde el
turismo hasta los servicios médicos.
MR: ¿Qué hay de los tiempos?
JT: Sin lugar a dudas. En realidad el desarrollo es una meta que
debemos alcanzar en el menor tiempo posible. Por eso yo creo que los
tiempos son importantes y que poder alcanzar el desarrollo en un tiempo
adecuado, que no signifique tres o cuatro generaciones.
Todavía hoy estamos creciendo a tasas muy bajas para las aspiraciones
de desarrollo que tiene Cuba, para las mejoras que tenemos que lograr, y
para el gasto marginal que debemos hacer.
Por ejemplo, tenemos el índice de mortalidad infantil más bajo de
nuestra historia. El gasto que el país tiene que hacer para bajar una
décima es gigantesco si lo comparas con el gasto que tuvo que hacer para
bajar de 60 a 50, para bajar un punto porcentual; porque ya bajar una
décima significa garantizar condiciones muy especiales en los hospitales
y fuera de los hospitales y eso cuesta mucho. Igual pasa con la mejora
de salud en general, con la mejora de un grupo de servicios.
La pregunta es: ¿Económicamente eso es sostenible? Muy difícil si
todo lo enfocas de forma económica, pero es parte del bienestar de la
gente, entonces gastar en el bienestar de esa gente, esas familias, es
una inversión muy alta y lo hace un país muy pobre que además está
bloqueado.
MR: Es posible que tenga que ver con que se ha repetido mucho y mal…
JT: Quizás, quizás sacan que el Estado nos está regalando cosas,
cuando en realidad el Estado somos todos, porque todos contribuimos a
regalarnos cosas: una parte de nuestro salario no lo ganamos sino que
pasa a los fondos sociales de consumo y se distribuye en esas cosas.
Si abres las cuentas y les dices a los cubanos: “De tu salario nada
más que te toca el 40 por ciento, porque hay un 60 por ciento que lo
dedicamos a la educación gratuita y se lo pones delante y le dices estos
son los impuestos que tú pagas para que la educación en Cuba sea
gratis, para que tus nietos, tus hijos vayan a la escuela de manera
gratuita”, creo que la inmensa mayoría estaría de acuerdo.
Es la mejor aplicación de la frase de Napoleón: L´État c´est moi, el Estado soy yo, el Estado somos todos.
MR: ¿Qué riesgos entraña esto para la política social?
JT: El riesgo está en no reconocer y no actuar consecuentemente con
que en Cuba hay una estratificación de los ingresos. Esto va a seguir
ocurriendo. Cuando abres espacio a diferentes actores, habrá exitosos y
otros no. Es injusto que el trabajador exitoso no sea retribuido en
función de su éxito, como es injusto dejar a la mano de Dios al que no
está en la empresa exitosa. El Estado debe cuidar esas fallas en la
justicia social, que debe ser más activa, más dirigida. Esto es
ineludible.
Tenemos que lograr que nuestros jubilados vivan mejor de lo que están
viviendo, pero para eso tenemos que lograr una política en que aquellos
que no necesitan ese apoyo no lo tengan. Pasa por la libreta, por el
servicio de electricidad, pasa por el transporte…
MR: ¿Alguna vez se hizo política económica que contradijera principios económicos?
JT: Nuestras aspiraciones siempre han estado por encima de la
realidad de nuestros números. Eso no es malo. Lo malo es confundir las
aspiraciones con la realidad.
Durante mucho tiempo el país vivió en condiciones especiales, inserto
en un campo socialista y con una relación muy especial con la Unión
Soviética. Eso permitió tener aspiraciones por encima de las capacidades
propias que el país tenía para mantenerlas. El saldo positivo es que
logramos tener la población que tenemos hoy, le hemos mejorado la vida
de la manera en que se ha hecho.
La otra parte de este asunto es que las aspiraciones económicas son
muy altas. Nuestra realidad económica no alcanza a satisfacer esas
necesidades; pero tampoco es malo porque al final nos obliga a ser
mejores en economía. Es algo que nos hala.
MR: ¿Cómo concibe la economía la posibilidad de un modelo socialista próspero y sostenible?
JT: No creo que ser prósperos sea una meta inalcanzable, en todo caso
es dura, difícil, alta. Pero es alcanzable. También requiere hacer
muchas cosas y cambiar muchas otras. Pienso que se está haciendo una
parte. Estamos llegando a una etapa mucho más difícil y sensible donde
los espacios de maniobra son más chiquitos y donde los peligros de
cometer un error estratégico tendrían un costo muy alto.
MR: ¿En algún momento se pensó que la prosperidad contradecía al socialismo?
JT: Sí, hubo momentos en que cosas así se esparcieron como parte de una filosofía que hemos ido transformando.
La prosperidad como país, como familia, como personas, es un valor
que debemos difundir y lograr que la gente vea como parte de sus metas
tanto en lo individual como en las metas colectivas.
MR: ¿Cuáles serían algunas de esas transformaciones profundas?
JT: Diría que hay varias, se anunció una: la unificación monetaria y
cambiaria. Es una medida profundísima, que tendrá ventajas y costos. La
transformación del sistema empresarial cubano sería otra: lograr que
nuestras empresas sean realmente empresas. Es una cultura que no
tenemos. Pero hay que hacerlo si queremos ser buenos, si queremos
competir con el mundo y tener nuestro propio espacio en el mundo.
MR: Con perdón de la palabra, si pudiera extirpar algo de la economía cubana, ¿qué sería?
JT: No en economía, sino en general de la sociedad cubana: Extirparía
la tendencia a la unanimidad, la tendencia a la simulación y la
tendencia al conformismo. Esas tres son un gran lastre para Cuba.
MR: ¿Qué obstáculos tiene Cuba de cara al desarrollo?
JT: Primero: nuestra propia deformación estructural; segundo: el
bloqueo norteamericano; tercero: nuestra aversión al riesgo en general.
Además de esas tres tendencias que te dije.
Ya en términos económicos: distorsiones macroeconómicas como la
dualidad cambiaria y monetaria; debilidad en los incentivos positivos;
bajo ahorro nacional; baja tasa de acumulación y de inversión…
Lógicamente, esa distancia tecnológica que nos separa de las tendencias
que marcan la punta en el mundo.
Cuba tiene muchísimas oportunidades y lógicamente tiene tremendos
retos. Pero en general estamos viviendo una etapa de cambios
importantes. Mi visión es positiva sobre todo porque hay muchas
oportunidades abiertas para mejorar, para que el país avance. Eso va
desde las potencialidades que tiene nuestro país, con una población
altamente calificada –no totalmente aprovechada– hasta el hecho de que
Cuba sigue siendo un país virgen en muchas cosas, que pueden ser
desarrolladas tanto por las empresas y los cubanos como por el capital
extranjero.