Al morar en la presencia de Dios, soy guiado claramente.
Un prisionero liberado en la Roma antigua recibía una piedra blanca como prueba de su derecho a un nuevo comienzo. La piedra simbolizaba un lienzo en blanco. Cada nuevo momento es una oportunidad para empezar de nuevo. Al dirigirme a mi interior por guía, inicio el cambio en mi vida aquí y ahora para ser la persona que deseo ser.
En mi tiempo sagrado de oración, hago a un lado cualquier duda o incertidumbre. En la presencia de Dios, recibo guía clara e inconfundible. Siento gratitud por el comienzo de cada nuevo año y por las oportunidades que me brinda este lienzo en blanco para diseñar mi vida.
Le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual nadie conoce sino el que lo recibe.—Apocalipsis 2:17
Si me aferro al resentimiento y la desilusión, revivo el pasado continuamente. Mas si permito que la conciencia de Dios crezca en mí, soy motivado a perdonar. A medida que el amor divino se expande dentro de mí, salgo de las sombras del ayer y entro a la luz de hoy.
A veces, yo soy la persona a quien se me hace más difícil perdonar. No puedo cambiar el pasado, pero puedo dejarlo ir y centrar mi atención en cómo pensar y actuar ahora. Encuentro maneras de amarme, busco apoyo saludable y satisfago mis necesidades. Permito que el amor de Dios sature mi conciencia. El amor divino es más poderoso que el resentimiento. Gracias al perdón, siento la paz que me brinda el dejar ir.
Perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó.—Colosenses 3:13
Dios es provisión infinita. Al ser uno con Dios, soy uno con la abundancia que busco. Si el temor, la duda o los pensamientos de escasez obstruyen mi perspectiva de prosperidad, recuerdo que nunca puedo estar separado de la bondad de Dios. Experimento prosperidad al saber que soy uno con todo lo que existe.
Al observar mi mente, pregunto: ¿Estoy manteniendo pensamientos de separación? La escasez y la limitación no tienen lugar en mi conciencia. Niego su poder sobre mí. Dejo ir toda ira o frustración y estoy receptivo al amor abundante. Gracias a mi conciencia de unidad, el bien de Dios fluye libremente por medio de mí. Dios es la satisfacción de toda necesidad, y soy ricamente bendecido.
Creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.—Juan 10:38