El lenguaje de las armas ya ha dejado miles de muertos, heridos, mutilados y la destrucción de un país que gozó de un patrimonio reconocido mundialmente.
Quienes asisten al cónclave, deberían dejar fuera del recinto la intransigencia a priori y las imposiciones. Una de las claves para lograr avances sería que tanto el gobierno sirio como los grupos opositores, mostraran interés en zanjar diferencias políticas, étnicas o religiosas, con un sentido patrio.
Pero, hasta hoy, eso parece ser lo más difícil de lograr, por cuanto, los opositores, que estuvieron reunidos hasta última hora en la ciudad turca de Estambul, acordaron su participación con la coletilla de que "el único objetivo es expulsar del poder al presidente sirio Bashar al-Assad", según declaró el jefe de la Coalición de la Oposición, Ahmad Jarba.
De acuerdo con reportes de BBC Mundo de este domingo, un bloque clave del grupo, el Consejo Nacional Sirio, amenazó con retirarse de la Coalición si esta participa en las conversaciones.
También el Comité de Coordinación Nacional ha rechazado negociar con el gobierno y declaró que no reconoce la autoridad de la Coalición Nacional.
Mientras, el movimiento de oposición Ejército Libre de Siria, dijo que sus aliados no irán a Ginebra porque no se ha dejado claro si las negociaciones conducirán a la renuncia del presidente al-Assad.
Por su parte, el Frente Islámico, formado por varios grupos extremistas, advirtió que considera que la participación en las conversaciones es "una traición".
Agréguese que Occidente ha aupado y todavía hoy brinda apoyo a los grupos armados que combaten contra la población siria, lo que complica hallar una solución, porque, en primera y última instancia, a lo que juega Estados Unidos y sus seguidores es a un estado sirio sin la presencia del actual mandatario.
Así lo corroboran las amenazas en recientes discursos del presidente norteamericano Barack Obama y del secretario de Estado, John Kerry. Este último condenó al gobierno de Siria por lo que llamó "su desprecio a los derechos humanos más básicos".
El presidente sirio y su gabinete han dejado claro que asisten a Ginebra II en busca de una solución negociada pero nunca para abandonar el poder y mucho menos para ceder el gobierno a los terroristas.
Con anterioridad, Siria fue valiente en su de-terminación de desmantelar todo su arsenal químico, aun cuando nadie ha podido demostrar que utilizó este armamento contra la población civil. Las principales teorías, por el contrario, apuntan a los grupos opositores armados.
Del lado positivo de Ginebra II ha estado la posición firme del gobierno ruso que, tanto dentro del Consejo de Seguridad como en otros foros, ha advertido contra los verdaderos culpables de que la situación siria se haya complicado y más aún sobre la posibilidad de que elementos adversos hagan abortar la Conferencia.
Un actor de mucha importancia en la región —la República Islámica de Irán— aunque fue invitado de último momento, pocas horas después recibió la insólita noticia de parte del secretario general de la ONU, de que le retiraban la credencial de participación. Quedó claro, una vez más, la influencia que sobre Naciones Unidas ejerce Occidente.
Tal decisión agrega lodo al camino empedrado que ha conducido a Ginebra II, cuando en la gélida Suiza ya se alista la agenda para el debate, donde deben ser el diálogo sin condiciones y la no injerencia foránea quienes puedan trazar una hoja de ruta para que Siria no se siga desangrando y su pueblo sufriendo los horrores de la guerra.