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Roberto Fernández Retamar no es solamente el presidente de la Casa de las Américas y un importante intelectual en nuestro continente, sino uno de los mayores conocedores del pensamiento martiano.

Con él conversamos extensamente sobre Martí, su pensamiento unitario, su alerta ante la voracidad temprana del imperialismo estadounidense y la vigencia de sus ideas, concretadas en la CELAC. Del largo intercambio ofrecemos, especialmente para este sitio, sus momentos más significativos.

La cumbre de la organización, no por casualidad, se comenzará el 28 de enero, aniversario del nacimiento de José Martí.

¿Cómo se va conformando la noción que finalmente Martí concreta en la expresión Nuestra América?

Las primeras menciones que hizo Martí de América Latina remiten a su extraordinario cuaderno El presidio político en Cuba. Allí habla de distintos países, de distintas zonas de la América latina, pero no las ve todavía como una unidad.

La noción en Martí de esos países como una unidad empieza a forjarse durante su estadía en México, entre 1875 y 1877 y después se consolida en Guatemala unos años después. Allí en esos textos aparece por primera vez la expresión Nuestra América, bocetada en el caso de México y plenamente configurada ya en el caso de Guatemala

Es muy impresionante ver cómo el concepto va alimentándose de sus experiencias. Sin embargo, cuando se consolida su visión de Nuestra América de manera ya definitiva es durante su estadía en los Estados Unidos. 

Fue fundamental para él la experiencia que significó el conocimiento profundo de la historia y de la vida contemporáneas de los Estados Unidos. En 1884, en una de sus crónicas, Martí habla de los Estados Unidos y les llama no por azar la América europea. Ya ahora va a distinguir a nuestra América de los Estados Unidos.

Tempranamente, Martí alerta sobre el peligro expansionista que representaban ya los Estados Unidos.

Sus preocupaciones alcanzan una dimensión extraordinaria a raíz de la Conferencia Panamericana que tiene lugar en Washington entre 1889 y 1990. 

Esa conferencia le hace concebir preocupaciones muy grandes, porque sabe que tiene por finalidad establecer las bases para que los Estados Unidos puedan tragarse a nuestra América. Sobre esta conferencia escribió crónicas definitivas, y en una de ellas dice: ha llegado para la América española la hora de su definitiva independencia.

En los años 1884 y 1885 tuvo lugar en Berlín una conferencia de los países imperialistas de Europa, donde participaron también delegados de Turquía y de Estados Unidos, con la finalidad de repartirse África como se reparte una res, despedazada. 

Sin duda Martí tenía presente aquella reunión cuando ocurre la primera Conferencia Panamericana. Esta vez no es un conglomerado de países para repartirse un continente. Ahora es un solo país, un país que se decía águila y que Martí veía como un buitre. Que venía a ocupar el espacio que habían ocupado los países europeos con respecto a África, pero esta vez con respecto a la América Latina. Esto alarmó profundamente a Martí. Las crónicas que escribió entonces constituyen prácticamente un libro, analizando, advirtiendo los peligros que representaba para nuestra América el proyecto del panamericanismo. De esta conferencia va a salir después la política así llamada, y algunos años más tarde, en 1948, la OEA, que tantas personas han llamado el ministerio de colonias yanquis. 

¿Cuándo finalmente elabora finalmente sus ideas sobre la América nuestra?

En 1890 escribe en las montañas Kastkill, cerca de Nueva York, casi todos los poemas de los Versos Sencillos, que se publicarían en el año 1891 en Nueva York, y también a finales de 1890 escribe su texto programático más definitivo, Nuestra América, que se publica por primera vez el 1º de enero de 1891 en una revista muy importante de esta ciudad, llamada precisamente la Revista Ilustrada de Nueva York. 

Y allí está ya absolutamente planteada con toda claridad, con toda firmeza y con toda la fuerza, la necesidad de la unión de nuestros pueblos. Eso que finalmente ha venido a hacerse realidad ante nuestros ojos con la CELAC, esta idea que por supuesto Martí no inicia: la habían tenido otros americanos, singularmente Simón Bolívar. 

No es extraño que la figura histórica más admirada por José Martí haya sido Simón Bolívar, que se planteó con toda firmeza y claridad la necesidad de la unión de nuestros pueblos. El convocó la conferencia de Panamá, que los debía haber unido. Desgraciadamente esa idea no pudo avanzar en ese instante. Ha habido que esperar prácticamente hasta nuestros días para ver surgir la CELAC, que es la herencia de Bolívar y la herencia de Martí, la idea de que nuestros pueblos deben unirse. Es más, de que nuestros pueblos son un solo pueblo. En un momento dice Martí: pueblo y no pueblos decimos de intento, porque estimamos que  hay uno solo del Río Bravo a la Patagonia. 

Hay un llamado de Martí a que nuestros países se doten de formas de gobierno autóctonas.

Martí no solo retoma el criterio bolivariano de la necesaria unidad de los pueblos que él tempranamente había llamado Nuestra América, sino que insiste en que las estructuras oligárquicas no podrían realizar este proyecto.

En el caso de Martí tienen que verse paralelamente el criterio de la unidad de los países de Nuestra América, con el hecho de que son los pobres de la tierra, los trabajadores, los que harán posible nuestra unidad. Aunque la CELAC tiene países de muy distintos sistemas, es una unidad dentro de la diversidad. No ignora la diversidad, pero está indudablemente impulsada por países donde hay procesos revolucionarios, empezando por el de Cuba, que ha sido el modelo que ha hecho posible la transformación de los países de Nuestra América en estos años, o el caso de Venezuela y su Revolución Bolivariana, o de Bolivia, o de Ecuador y la Revolución Ciudadana. 

Es decir, que son países con distintas formas de procesos revolucionarios, los que hacen posible que se vaya creando esa unidad, repito, que no ignora la diversidad de sistemas. Pero la locomotora de esa organización la constituyen los países en los cuales los gobiernos se preocupan vivamente por los pobres de la tierra, para que sean cada vez menos pobres