En la Cumbre de La Habana el presidente anfitrión Raúl Castro estaba pletórico. No solo hubo quórum, sino overbooking,
con la presencia de los Secretarios Generales dela OEA y Naciones
Unidas, respectivamente, Insulza y Ban-Ki-Moon. Y los que no han sido
invitados estaban pegados a las pantallas a ver qué sucedía.
Si a alguno le quedaban dudas en España y en Europa, sobre por dónde
va el tema cubano,la II Cumbre CELAC las ha despejado por completo.
Ahora Bruselas lanza globos sonda para negociar un nuevo tratado
bilateral con la isla. Pero hace mucho tiempo que la familia
latinoamericana, ya desde el primer Lula, había dictado sentencia
absolutoria del régimen cubano.
En su intervención en el plenario, Dilma Rousseff insistió en “sumar
diferencias” entre todas las naciones latinoamericanas. Por su parte, el
mexicano Peña Nieto subrayó la importancia de la integración regional,
sea por la vía del Pacífico, del Sur o del Centro. Como en un sueño, al
régimen castrista parece encajarle todo. Primero, la prioridad de los
gobiernos del continente, sean de izquierda o derecha, es y será durante
una década al menos, crecer de manera sostenible, con distribución de
la riqueza entre clases y territorios; y ahí Cuba al menos posee un
discurso y una aureola que le mantiene como un referente. Además, en
este momento de apertura económica, Raúl necesita un entorno pacificado,
donde los hermanos mayores mexicano y brasileño velan por apaciguar los
ánimos fronterizos. Y a todos sirve el disponer de un espacio desde
donde, en mayor o menor grado, y dependiendo del momento, poder marcar
distancias con EEUU.
Y luego están los tercos hechos. Durante seis décadas, EEUU y Europa
lo han intentado todo, por las malas (invasiones y sanciones), o por las
buenas, sin que se haya conseguido mover la isla apenas unos milímetros
en lo político. Tampoco ha llegado el momento de una “primavera”
cubana, ni se la espera. La glasnost ha empezado ya, pero no hay visos de perestroika.
Así que, españoles y europeos, tomen nota: tienen que dialogar y
cooperar con Cuba. No hacer nada no es una opción. Europa se tiene que
mover rápido, aunque negociar comercio e inversiones no quiere decir
cualquier acuerdo: tienen que establecerse mínimos para las libertades y
los derechos. O sea, algo parecido a lo que en su día intentó el
Ministro Moratinos durante la primera legislatura de Rodríguez Zapatero:
un amago de abandonar la Posición Común.Una vez más, la consigna parece
ser rebajar algo la exigencia de derechos humanos, como única vía
posible para llegar cuanto a antes a ellos. ¿Una paradoja difícil de
tragar para Europa? Sí, mucho. Pero llena de lógica para los
latinoamericanos.
A favor de esta vía sopla el viento ahora. Hay quien no se fía, vista
la experiencia del pasado, del régimen cubano. Pero éste, que necesita
el oxígeno de las remesas, el turismo y la inversión extranjera, sabe
que ahora no puede cometer ningún fiasco - y previsiblemente no lo hará -
como la redada de los setenta y cinco opositores en 2013 que provocó
más represión y una década fría con Europa.
La UE debe interpretar bien lo que ocurre en EE UU. Más allá de
cierta retórica,la Administración Obama está abriendo la mano en turismo
o migraciones. Curiosamente, en España muchos ignoran – especialmente
la derecha - que fuerzas muy significativas del exilio cubano-americano
de Miami, sobre todo las generaciones más jóvenes nacidas en
Norteamérica, hace mucho tiempo que no quieren oír hablar del embargo o
de la ley Helms Burton. Igualmente congresistas y senadores,
republicanos o demócratas, son extremadamente pragmáticos en esto.
Difícilmente se producirá el fin oficial del embargo norteamericano con
Fidel vivo; tal vez segundo Obama no lo verá tampoco. Pero una vez
desaparecido el padre de la patria, las cosas podrían ir bastante
rápido.
Quizá esta partida de la CELAC en La Habana no la haya ganado el
castrismo. Hay un reverso de su éxito diplomático, y es que
posiblemente, de manera progresiva, los vecinos le van a exigir más al
régimen en libertades y derechos, y resultados. Ese es el precio que
tienes que pagar cuando te sacan del aislamiento y permites que te
legitimen otros. Y con la Venezuela de Maduro a las muy bajas, el
“Vietnam caribeño” con el que se ha especulado tanto, no parece viable.
Quizá no hay vuelta atrás. Esa es la buena noticia.
Vicente Palacio es director adjunto del Observatorio de Política Exterior (Opex) de la Fundación Alternativas.