El 16 de marzo, Raúl Sendic Antonaccio cumplirá sesenta años. Confinado en la prisión de “Libertad” (un sarcasmo de la dictadura), muestra hace doce años que el único antídoto contra la incomunicación y la tortura, es la dignidad. De él nos hablan sus hijos: Raúl Fernando y Ramiro Sendic Rodríguez.
—¿Quién es Raúl Sendic?
Raúl Fernando (RF): Sobre eso hay dos anécdotas: En el 79, durante la visita, estábamos a dos metros uno del otro. Lo que te cuento era en el cuartel del Paso de los Toros. Había una reja por el medio y yo tenía las manos en la reja. Eso no estaba permitido. Había que tenerlas debajo de las piernas. Es un gesto inconsciente de acercamiento que uno hace. Uno de los militares me dijo: Baje las manos de la reja. Papá se enojó: Ponéte cómodo nomás. Él no tiene por qué molestarte. El militar, viendo que él se había molestado, dice: Sendic, saque la mano de la reja. Y Papá: No señor, no la saco nada. Bueno, entonces le corto la visita. Está bien. Córtela —respondió papá—. Y dirigiéndose a mí: Perdonáme, Raulito, pero tenemos que dejar que nos pisoteen lo menos posible. Eso fue en el 79. Ahora, cuando se termina la visita, está permitido despedirse por la ventanita. Nos despedimos y cuando me levanté, el se quedó parado mirándome. Sería para saber si había crecido. Desde que llegó, yo estaba sentado. Yo también quería verlo. Nos quedamos parados. Entonces el militar le dice: Recluso, usted vaya nomás. Él no se movió. Como estaba la pared por el medio, el militar no podía hacer nada. Entonces me sacó a mí. Cuando lo dejé de ver, seguía parado ahí, sin hacerle caso. Son dos anécdotas, pero una misma actitud. Ese el Raúl Sendic.
—¿Cómo ocurrió ese último encuentro con tu padre?
RF: Fue emocionante; sobre todo el cambio. El cambio estaba en mí, que le atribuía una nueva dimensión, no en él, que seguía con la misma entereza de siempre. Tal vez lo nuevo sea que haya resistido todo este tiempo, porque para eso se necesita una entereza moral que hay que ir renovando.
—¿Ninguna otra diferencia?
RF: Claro, físicamente se le notan un poco los años. Y la herida en el rostro, que avanza, porque la deformación del hueso ha ido deformando la cara. Y eso sigue avanzando sin atención médica.
—¿Cómo fue el encuentro?
RF: Primero me hicieron una revisión completa. No se puede entrar con dinero, ningún tipo de papel, anillos, ningún instrumento de metal (salvo el reloj). Me pasaron al locutorio a mí primero. Allí había una mesa con un vidrio en el medio, una ventanita para saludar y teléfonos a ambos lados. Después que estuve sentado, entró el. Bueno, lo primero fue la sonrisa. Nosotros decimos que a papá cuando sonríe se le desarma la cara.
—¿Cómo transcurrió la conversación?
RF: A través del cristal no nos podíamos saludar. Empezamos a hablar de la familia. Antes de entrar se me advirtió que tenía que tocar sólo temas familiares y de estudio. No se podía hablar de política, ni siquiera de política internacional.
—¿Además de los temas familiares, pudieron hablar sutilmente de los temas políticos?
RF: Hablamos de Cuba, de Nicaragua, usamos ciertas claves. Por medio de ellas lo actualizamos de la situación de la lucha. A uno de nuestros comentarios sobre la Revolución Cubana, él nos decía: Nunca nos han fallado y nunca nos fallarán. Porque él siempre toma como patrón para hacer determinados análisis lo que piensan los cubanos. Eso, entre otros temas familiares, porque la Revolución Cubana es también parte de la familia. Y fue muy importante para él, que durante doce años ha mantenido la lucha con escasez de información.
—¿Tú te preparaste para la entrevista?
RF: Sí. La situación era bastante difícil. El ministro del Interior había leído un comunicado prohibiendo incluso a la prensa hablar sobre nuestra visita. Había un clima bastante tenso. Habían reconocido días antes haber matado a un compañero. Por eso se preparó muy bien la visita. Sobre todo él. Cuando le pregunté si quería que le empezara a hablar, que le contara, me dijo que no, que él había preparado esa visita y me iba a preguntar. Entonces fue preguntando las cosas que le interesaban. Tomando elementos.
—¿En ningún momento los interrumpieron?
RF: No, nunca contaron la conversación. Había uno parado escuchando. Y como la conversación es por teléfono, se graba. Después entró otro muy armado, para provocar. Se paraba muy cerca a escuchar y miraba con mucha insistencia. Bueno, nosotros lo ignoramos.
—¿Cómo son sus condiciones actualmente?
RF: Difíciles: Torturado periódicamente, aislado, mal alimentado y con problemas de salud: la hernia, el balazo, algunos problemas bronquiales, está corto de vista. Eso es algo que le ha aparecido ahora, pero como no le han recetado lentes... Una vez le llevamos unos que le sirvieron por un tiempo, pero como eran comprados al azar... A pesar de todo, hace ejercicios en la celda. Antes no podía, por la hernia; pero se construyó un aparato curvo de madera, como un plátano, que la sostiene cuando se lo aprieta con la faja. Esto impide que salga y de esa forma no le molesta. Es muy grande y le impediría los movimientos. Antes sólo podía estar acostado boca abajo o en cuclillas. Ahora puede hacer ejercicios y canta en la celda, para entrenar los músculos de la cara. Eso demuestra que es todo lo contrario de lo que quiere hacer creer la dictadura: que los presos políticos son personas destruidas. Y es todo lo contrario.
(En el momento de la entrevista, Sendic estaba en “La Isla”, el lugar de máximo castigo, donde llevan a los presos sancionados: una celda de un metro y medio por dos, sin luz. Sólo luz artificial que se enciende desde afuera, de modo que a veces lo tienen con luz durante varios días, y otras, durante varios días en la oscuridad. El agua también se abre desde afuera. Es decir, toman agua cuando los militares quieren).
—Pero él estuvo en un pozo, ¿no?
RF: Sí. Mucho tiempo. Bueno, aquí la cama es de cemento. Al preso normal le dan un colchón por la noche y se lo quitan por la mañana para que no pueda dormir de día. Él tiene que dormir en el cemento. Abajo tiene un agujero grande de ventilación. En invierno es una heladera. Lo tenían sin ropa. A él y a los otros. La misma situación es para los nueve.
—¿Todas las celdas son de presos políticos?
RF: En “La Isla” sí. En el penal hay presos comunes. Los usan mucho para provocar a los presos políticos, pero en “La Isla” no hay. Eso demuestra que se mantiene la condición de rehenes. Pero nosotros decimos que aunque esté en el mejor hotel de Montevideo, la condición de rehenes es la misma. Es, ante todo, una situación política.
—¿Hay casos necesitados de atención médica aparte de Sendic?
RF: Todos. Pero los hay más graves.
—¿Más que Sendic?
RF: Sí. Está Adolfo Wassen Alaniz. Hizo una huelga de hambre hace poco. Tiene un cáncer que ya ha hecho metástasis en algunos lugares y no ha sido tratado como es debido. La huelga duró casi un mes. Empeoró mucho, pero demostró que antes de morirse simplemente de cáncer, prefiere morir luchando.
—¿Cuáles son tus primeros recuerdos de él?
Ramiro Sendic (R): Bueno, el primer recuerdo concreto de él es en Punta Carretas, la cárcel más grande de Montevideo. Allí era mucho menos limitada la visita. Es un recuerdo muy definido. Después fue la fuga. El movimiento le puso a la operación “El abuso”, porque se fugó con 108 presos más. Fue un abuso.
—Y a ti, ¿por qué te decían que estaba preso tu padre?
RF: De lo que me decían no me acuerdo, pero nosotros sabíamos que estaba preso por tupamaro.
—Esa palabra sí la conocían. ¿Pero no lo vinculaban con la jefatura del movimiento?
RF: No.
R: No. Incluso a nosotros se nos provocaba bastante en la escuela: las maestras, los compañeros. Si protestábamos por cualquier cosa, nos decían: Cállate, vos sos el hijo de un tupamaro. La primera vez que lo vimos, en el 73, después del balazo, estaba supercambiado. Tenía la cara deformada. Nosotros éramos bastante chicos y se nos preparó, se nos dijo que no iba a ser igual que antes.
—¿Los impresionó?
RF: Impresiona.
R: Lo que pasa es que nos habían exagerado, y lo vimos hasta más lindo de lo que pensábamos. Esa fue la única vez que lo vimos en “Libertad”. Después lo sacaron en septiembre y empezamos a verlo en los distintos cuarteles.
—Entonces, ¿ustedes no tienen recuerdos de él en familia?
RF: No. Pero, a pesar de eso, nuestra relación era, y es, una relación normal de padre‑hijo.
—¿Cómo ocurrió para ustedes el cambio de visión desde padre hasta líder político?
RF: Hay un proceso de descubrimiento. Claro, nosotros partimos de una educación en la casa. Mamá nos explicaba que era bueno y que por eso era tupamaro. Desde chiquitos sabíamos que él tenía razón. Lo que no sabíamos...
—Hasta dónde llegaba esa razón.
RF: No sabíamos bien por qué. Pero, además, en la convivencia de la visita uno aprende a odiar a los fascistas. Uno aprende que ellos son la injusticia en el poder. Entonces se odia y uno no puede evitarlo. Empezamos a valorar a papá a partir del conocimiento de la Revolución Cubana y de lo que él quería hacer, que es esto. Además, conocer su biografía completa. Así empezamos a valorarlo. Es un proceso que no termina, porque se evalúa mejor en la medida que él representa una concepción cada vez más válida para Uruguay.
—¿Es difícil ser el hijo de un héroe?
—RF: Es difícil, pero tiene sus ventajas.
—¿Por qué es difícil y por qué tiene sus ventajas?
RF: Bueno, la ventaja es que uno tiene un ejemplo cerca, y es difícil, porque hay que estar a la altura de ese ejemplo. La meta es ser continuador: materializar las ideas de papá, que son las que ya aparecían en la Segunda Declaración de La Habana: Lo que hay que hacer es hacer.
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