¿Qué tal se encuentra hoy?
- Mejor. Día a día, mejor. Voy cogiendo fuerzas, me viene un fisio todos los días y de una a dos me pega una paliza, porque después de sesenta días en el hospital los músculos te quedan absolutamente agarrotados, como los de un niño de tres meses. Sin ninguna fuerza. Bueno, me he caído cuatro veces en casa. Pero las cosas van.
- ¿Se va recuperando?
- Lo único que tengo recuperada es la cabeza. Todo lo demás, los músculos... el cuádriceps debe de ser el más complicado, es el que te permite subir, bajar (se incorpora) y me ha traído por la calle de la amargura.
Por momentos, habla más el médico que el alcalde. Después de sesenta días «durísimos» ingresado en Basurto, Iñaki Azkuna descansa en su casa y se prepara para reincorporarse, «en unas dos semanas», a las tareas municipales. Siente que ha pasado una «reválida» especialmente difícil. «Te quedas baldado, deshecho, te da todo igual. Y eso que he coincidido allí con gente... me estoy acordando de un señor de El Peñascal que estaba allí por un problema de esófago y vino varias veces a a la cama a visitarme. "¡Alcalde, qué tal!". Y allí hablábamos, aunque le dije "hoy, de trabajo no".
La silla de ruedas con la que el viernes asistió a la clausura del Foro Mundial de Alcaldes está aparcada en la cocina. Él se sienta en un sillón, rodeado de fotos familiares. A un lado tiene el horizonte de la terraza, con vistas al Guggenheim, y al otro, sus cuadros. En el sofá le acompaña el concejal José Luis Sabas, que ha estado a su lado cada día «mañana y tarde. En Basurto tuvieron que prohibir las visitas porque ya era un problema serio». En la me sa asoman varios periódicos -lee «tres o cuatro al día», aunque ha dejado de ver la televisión- y papeles con el sello del Ayuntamiento. «No creas que me dejan solo, viene todos los días la guardia pretoriana».
- En la clausura del Foro Mundial de Alcaldes fue el centro de atención de todos, desde el Príncipe hasta los ciudadanos de a pie. ¿Usted cómo se sentía?
- Hubo un momento en el que creía que no iba a llegar. También me había comprometido a presentar al consejero de Sanidad y no llegué porque no pude. Los médicos me dijeron "quieto, chaval". Estaba todavía deshecho. Te voy a decir la verdad. Si me veo en pelotas, estoy como esas fotos de los que salen de Auschwitz. Me he quedado en canillas, con unos bracitos... Los músculos que me han quedado aquí son absolutamente resquicios.
- Ha perdido mucho peso.
- He perdido catorce kilos porque no comía. En 60 días habré comido seis y me han dado alimentación parenteral. Ahora he empezado a tener apetito y la comida de casa es diferente. Además, yo llevaba cinco años sin poder tomar más que líquidos, no podía comer sólidos. He probado todos los bebibles que hay en Bilbao y en el mundo.
- Como el gazpacho que tomó en enero con la duquesa de Alba.
- Sí, pero ahora, con esta operación que me han hecho, puedo comer. Ayer comí arroz a la cubana, no lo había probado desde hace no sé cuánto tiempo. Hoy he comido carne y espaguetis con tomate. ¡Riquísimo! Estoy recuperando otra vez la memoria de mis sabores y del pequeño placer que es la comida.
- ¿Esta es la batalla más dura que ha librado?
- Yo creo que en la vida tienes varios exámenes de reválida. En el tema de la salud, también. Quitan do gente excepcional como ese que está ahí (Sabas) e Ibon Areso, que tienen una salud de hierro. Pero gente como yo, que ha tenido un cáncer, cada equis años tiene que pasar la reválida, y yo esta vez he pasado una que ha sido gorda. No la de cuarto y bachillerato, la de sexto. Me la he jugado, los médicos han tenido mucho tacto, yo he confiado en ellos y de momento he tirado para adelante. Pero lo mismo que en 2005 tuve que pasar una gorda y antes tuve la desgracia, seguramente por demasiado tratamiento, de una fístula tremenda.
- Ahora lucha contra las secuelas de los tratamientos.
- El cáncer está aguantando bien. Con todo el pastillaje lo están manteniendo a raya. El problema son las secuelas, del riñón y de los intestinos. Entré por una operación de riñón -me metieron una varilla y una sonda- y tres días más tarde se me puso la tripa como una boa.
- ¿Eso no le ocurrió también tras su operación en Estados Unidos?
- Claro, se me paralizó el intestino. Es el el calvario que he tenido durante los últimos años, pero ahora mi intestino estaba tan deteriorado que hubo una reunión de sabios. Estuvo el mejor equipo que conozco yo de digestivo, que son Pérez San José y Aguinagalde, una pareja extraordinaria. En esa reunión estuvo mi amigo el doctor Sabas, hermano de este señor, jubilado pero con una experiencia tremenda.
- ¿Le dio seguridad?
- No sólo eso. El doctor Sabas hasta entonces había dicho "la tripa de Iñaki no se toca". Y esta vez fue de los primeros que dijo "esto hay que tocar, porque si no se nos va de las manos". ¡Cómo sería el asunto! Entonces decidieron operarme, me santigüé, recé a la Virgen de Begoña y me fui al quirófano. Realmente fue una operación gravísima, no voy a decir a vida o muerte, pero sí con mucho riesgo. Son tan buenos estos dos tíos que me la hicieron por laparoscopia. Ahora estoy con dieta limpia, pero voy a poder comer de todo. Te puedo decir que he chupado hasta cordero, y eso son palabras mayores. La reunión de sabios decidió eso, se la jugaron y me hicieron una operación extraordinaria. La parte renal me la ha hecho el doctor Unda con su equipo y vamos a tocar madera, aquí estoy.
- Desde que le diagnosticaron la enfermedad, hace diez años, siempre ha hablado con claridad y ha ido anunciando sus ausencias. Esta vez, en cambio, desapareció de la escena pública sin previo aviso, y la gente se ha preocupado más.
- No ha habido tiempo. Cuando tuve el cáncer de próstata, hice una rueda de prensa y lo anuncié. Pero ahora, una noche me ingresaron en Basurto porque estaba hecho un asco, y se fue complicando. Tampoco he querido yo darle mas énfasis. Lo que no quiero es andar con mentiras, con mis electores y con los que no me han votado. Tienen que saber cómo está el presidente del Gobierno, el lehendakari y el alcalde. Pues el alcalde de Bilbao tiene problemas de salud, los he contado todos. Creo que he dado todas las pistas. Evidentemente, ha habido muchos comentarios...
- Y muchos rumores.
- "Este no pasa de mayo, este no pasa...". He pasado y pasaré, porque realmente tengo la voluntad firme de acabar mi mandato. Yo tengo un compromiso con los bilbaínos de acabar el mandato en 2015, ni un día más ni un día menos. Al ser un cargo público, tengo que dar cuentas a la gente. Yo les digo la verdad: estoy como estoy, espero recuperarme y creo que me recuperaré. La cabeza la tengo muy bien recuperada, me falta la musculatura, coger fuerza, subir y bajar escaleras, cosas de ese tipo.
- Sabe que la ciudad le espera. ¿Hay fecha para su regreso al Ayuntamiento?
- Yo creo que en quince días más voy a estar bastante bien. No voy a hacer lo que he hecho otras veces, al tercer día estar en el Ayuntamiento dando voces. Esta vez lo voy a coger con más tranquilidad porque tampoco físicamente podía. Creo que en unas dos semanas estaré en condiciones de empezar a ir al Ayuntamiento, y no voy antes porque sé lo que me va a pasar, me quedo y me echan la bronca los médicos.
- En los momentos duros, ¿le conforta su distinción como mejor alcalde del mundo?
- Sí, pero sobre todo me arropa la bilbainada. En general veo a la gente con ganas de vivir en medio de la situación infernal que tenemos ahora. Esos son los que me dan ánimo, y no el título que me han dado de mejor alcalde del mundo, aunque me hace ilusión y lo agradezco.