Nuevos documentos muestran el creciente peso de los grupos
de presión en las negociaciones, que gobiernos y empresas mantienen
discretamente. "Tienen mucha prisa para negociar este tratado; saben que
cuánto más se sepa sobre el TTIP, más rechazo va a provocar", denuncia
el Observatorio Corporativo Europeo
ALEJANDRO LÓPEZ DE MIGUEL
Madrid
20/05/2014 00:00
Actualizado: 20/05/2014 00:00
Imagen del hemiciclo del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, Francia. EFE.
Mientras los partidos mayoritarios se vuelcan en dar su
mejor imagen de cara a las elecciones europeas, otras formaciones y ONGs
intentan levantar las alfombras del poder para poner el foco en
asuntos que pasan oportunamente desapercibidos para la opinión pública,
pero que marcarán el devenir político, económico y social europeo
durante los próximos años. Es el caso del Tratado de Libre Comercio que negocian la UE y EEUU, en un proceso en el que las multinacionales se niegan a quedar relegadas a un segundo plano.
Varias
voces alertan sobre los peligros de la Asociación Transatlántica para
el Comercio y la Inversión -TTIP, por sus siglas en inglés- que
conservadores y socialistas intentan vender destacando los supuestos beneficios económicos que generará, y eludiendo cualquier mención a los riesgos que conllevará el mismo. Según un documento sobre el TTIP filtrado el pasado lunes, las propuestas actuales dentro del marco del tratado "concederían a gobiernos y empresas extranjeras una mayor oportunidad de influir en la opinión pública, tanto en la UE como en Estados Unidos"
Kucharz:
"Si el 80% de los supuestos beneficios dependen de la eliminación de
reglamentos, nos veríamos afectados por recortes sin precedentes"Esta
es la denuncia de grupos como el Observatorio de las Corporaciones
Europeas, Ecologistas en Acción y otras fuerzas políticas, que alertan
del riesgo medioambiental, sanitario o para la seguridad de los consumidores que supondría rebajar los estándares que regulan la comercialización de bienes y servicios dentro de la UE, condición sine qua non para facilitar las relaciones comerciales.
El mismo grupo afirma que son más de 30.000 las personas que ejercen como lobbistas en Bruselas, y el británico The Guardian aseguraba en un reciente artículo que influyen en un 75% de las normativas europeas.
Para Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, el TTIP es "claramente una amenaza importante que podría afectar a muchos aspectos de nuestra vida diaria".
"Si el 80% de los supuestos beneficios económicos del tratado dependen
de la eliminación o armonización de los reglamentos y normas, nos
veríamos afectados por recortes sin precedentes en los derechos
sociales, laborales y ambientales, denuncia.
Kucharz explica a Público que el documento filtrado -cuya procedencia dice no poder revelar- refleja los planes de la Comisión Europea de "cambiar fundamentalmente la forma en que se adoptarán en el futuro los reglamentos y directivas europeas para proteger a consumidores, trabajadores y el medio ambiente".
De
hecho, el ecologista defiende que los grupos de presión empresariales a
ambos lados del Atlántico intentan "aprovechar al máximo la
desregulación de las normas alimentarias y de seguridad de los
productos". "Si lo logran, la futura toma de decisiones se hará aún más antidemocrática, escapando al escrutinio democrático y colaborando abiertamente con el lobby empresarial", vaticina.
"Un ejemplo: de momento la UE ha prohibido el uso de 1.300 sustancias en productos cosméticos, EEUU sólo 11", recuerda Haar
"Efectivamente, ha habido diferentes informaciones acerca de las presiones que las grandes empresas transnacionales, buena parte de ellas estadounidenses, estarían haciendo para que el resultado de las negociaciones les fuera lo más propicio posible",
asegura a este medio Ricardo Sixto, diputado de Izquierda Unida. "Al
final, esas empresas y sus grupos de presión consiguen que se
desarrollen marcos legales que acaban beneficiando a esas compañías
privadas, en detrimento y en perjuicio de los derechos de los
ciudadanos", denuncia el parlamentario.
Esto, por no hablar del protocolo ideado para "proteger" las inversiones. EEUU y la UE discuten la incorporación de un mecanismo que, en palabras de Kucharz, permitirá a las grandes compañías reclamar indemnizaciones ante tribunales de arbitraje a los estados,
si consideran que sus beneficios económicos o sus expectativas de
ganancias futuras se ven afectados por leyes o políticas en un país en
el que han invertido. Es decir: "Si no ganan lo que quieren, pueden
demandar en tribunales privados al Estado en el que han invertido",
lamenta el ecologista, muy crítico con los "superderechos" que reciben
estas organizaciones, "por encima de la soberanía de los Gobiernos y
parlamentos", como ha ocurrido con países como México o Costa Rica tras
la firma de este tipo de tratados con EEUU.
Sixto también ve el
mecanismo de solución de controversias como uno de los puntos más
preocupantes en las negociaciones, ya que "permite a los inversores
extranjeros eludir a los tribunales nacionales y presentar sus quejas
directamente a los tribunales internacionales de arbitraje, a menudo
compuestos por abogados de las mismas empresas. Se trata de un
privilegio para las empresas más poderosas inconcebible e injustificable
entre dos sujetos políticos con tribunales de justicia desarrollados y
plenamente operativos", defiende. A su juicio, una mejor solución sería
dejar que los tribunales y el derecho de cada Estado resuelvan las
disputas con las empresas que operen en esos países. "Lo que no
se puede hacer, en ningún caso, es debilitar el poder legislativo de los
Estados miembro para favorecer los intereses y beneficios de esas
multinacionales".
Los riesgos del reconocimiento mutuo
Sixto:
"El mecanismo de solución de controversias entre estados y empresas es
"un privilegio para las empresas más poderosas, inconcebible e
injustificable"
Ecologistas en Acción es sólo una de las 180
organizaciones encargadas de velar por el medioambiente, los derechos
laborales o sanitarios que están exigiendo explicaciones a los
negociadores comerciales de la UE y de EEUU, aunque por el momento no
han tenido mucho éxito. Junto a ellas, el Observatorio Corporativo
Europeo - ONG que estudia la actividad empresarial en el Viejo
Continente- lleva años publicando informes críticos con las
instituciones europeas, y la Alianza por la Transparencia de los Lobbies
y su Regulación Ética (ALTER-EU) ha logrado el apoyo
de 1.100 candidatos al Parlamento Europeo -100 de ellos españoles- para
denunciar la excesiva presión de bancos y multinacionales en la política comunitaria, pero la Cámara ha hecho caso omiso a sus reivindicaciones.
"Es
muy preocupante ver que los negociadores están concibiendo maneras de
proceder que introducirían los intereses de grupos de presión
empresariales en el seno de los procedimientos regulatorios en el
futuro", denuncia Kenneth Haar, investigador del Observatorio
Corporativo Europeo (CEO).
"Como las negociaciones no van a hacer a las partes subir sus estándares, el resultado inevitable es que la UE baje los suyos.
Productos químicos que hoy no se utilizan serán permitidos, como
ocurrirá con productos alimentarios", lamenta Haar. "Un ejemplo: de
momento la UE ha prohibido el uso de 1.300 sustancias en productos
cosméticos, EEUU sólo 11", razona.
En una entrevista con Público el pasado mes de noviembre, el máximo responsable de Bruselas en las negociaciones del TTIP, Ignacio García Bercero,
aseguró que no rebajar los estándares era uno de los "principios base
de la negociación", pero según Kucharz es un argumento falso.
Son más de 30.000 las personas que ejercen como 'lobbistas' en Bruselas, según el Observatorio Corporativo Europeo
"Estados
Unidos no tiene ratificadas seis de las ocho normas fundamentales de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), incluida la Convención
sobre la libertad sindical y el derecho de negociación colectiva",
recuerda Sixto. "La agenda de negociación del TTIP muestra que no hay
ninguna ambición de avanzar en mayor protección de los derechos
laborales", sostiene, denunciando que el reconocimiento mutuo supondría en la práctica la anulación efectiva del derecho a regular, y "se fomentaría un dumping desregulador sin precedentes".
Las
negociaciones sobre el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea
y EEUU comenzaron en julio de 2013, cuando acababa de destaparse el escándalo de las escuchas de la NSA a ciudadanos y líderes europeos. Socialistas y Conservadores se opusieron a paralizar la firma de un acuerdo que supondrá la eliminación de barreras normativas y económicas para las relaciones comerciales entre Estados Unidos y el Viejo Continente, y que teóricamente representará un beneficio anual de hasta 110.000 millones de euros para las exhaustas arcas europeas (cerca de 545 euros por familia para nuestro país), y de 95.000 millones de euros para EEUU.
Sin embargo, tras cuatro rondas de reuniones oficiales (la
última en marzo) los negociantes no aportan argumentos que sustenten
estas estimaciones, que en cualquier caso no comenzarán a notarse antes
de 2016, fecha en la que se espera la implantación del tratado, que
deberá ser aprobado por el Parlamento Europeo y que no será sometido a referéndum.
La opacidad del proceso
"El
reconocimiento mutuo supondría la anulación efectiva del derecho a
regular, fomentaría un 'dumping' desregulador", denuncia Sixto"La
negociación de los documentos, las contribuciones de las partes
interesadas, agendas y actas de las reuniones con la industria, ninguno
de ellos son públicos", asegura Kucharz, uniendo su voz a la de los
políticos, activistas y ciudadanos que ya han denunciado la falta de transparencia en las negociaciones.
Preguntado por el escaso interés que el poder político tiene en
explicar el TTIP y la aparente ausencia de inquietudes al respecto por
parte de los ciudadanos, Haar responde que cuando son informados sobre la esencia de las negociaciones "se quedan en estado de shock o se enfadan", insistiendo que les interesa, pero que "lleva tiempo transmitir el mensaje".
"Tienen mucha prisa para negociar este tratado, porque saben que cuánto más se sepa sobre el TTIP, más rechazo va a provocar, y mayores costes políticos podría causar en algunos partidos y gobiernos", sostiene Kucharz.
"El TTIP se está convirtiendo en un elemento de debate de cara a las europeas, y la mayoría prefiere no tocarlo en público porque supondría un elemento de presión, ataría sus manos de cara a las negociaciones, asegura Haar".
En esta línea, el investigador destaca la labor de la Izquierda Unitaria Europea y el grupo de Los Verdes en el Parlamento,
pero recuerda que según los sondeos la Cámara seguirá en manos de los
conservadores tras las elecciones. En palabras de su compañero Kucharz,
"son capaces de canalizar el rechazo, pero no tendrían la mayoría
política necesaria para impedir su ratificación, tanto en el PE como en
el ámbito nacional", lamenta.