La
Habana (PL) No se puede escribir la historia de la lucha revolucionaria
en Guantánamo sin dejar de mencionar al General de Brigada (r) Demetrio
Montseny Villa (1).
Persona introvertida, carácter fuerte, en ocasiones áspero; cuando
conversamos me llevé la impresión de que no es un hombre dado a las
amistades, pero cuando se hace amigo de alguien es para siempre. Villa a
sus 81 años se mantiene con el mismo entusiasmo revolucionario de su
juventud. Su vida es un ejemplo no solo para las futuras generaciones
sino también para la actual.
LB: ¿Qué me puede contar de su juventud?
DMV:
Te diré que nací en la Ciudad de Guantánamo. Mi padre, de origen
Catalán, era carpintero, y mi madre, lavandera de un sanatorio que
tenían los catalanes en dicha ciudad.
Estudié en la escuela
pública hasta el 9no. grado. No pude terminar el décimo para ingresar en
el Instituto de Segunda Enseñanza debido al fallecimiento de mi padre.
LB: ¿Cuál fue su primer trabajo?
DMV:
Durante algunos años fui mensajero de farmacia, con un salario de cinco
pesos mensuales y trabajé en una agencia de alquilar bicicletas. A los
dieciocho años me dediqué a vender seguros y a laborar como viajante a
comisiones de un laboratorio que fabricaba productos farmacéuticos.
En 1941, gestioné ingresar en los ferrocarriles de
Guantánamo-Occidente, pero no lo logré. Había que ser hijo de algún
empleado para poder obtener plaza. Finalmente, en 1944, pude entrar en
los ferrocarriles como Retranquero Temporero Circunstancial y no en los
talleres de locomotoras como eran mis deseos. Más adelante, previo
examen, pasé al departamento de Estaciones como auxiliar y después como
agente de Estación Relevante.
Para ganar un poco más de dinero
aproveché la oportunidad que me dio "Camagüey", un negro amigo que me
cedió su turno al 50% de salario en la estiba de azúcar en el Puerto de
Boquerón.
LB: ¿Cuándo se iniciaron sus inquietudes sociales?
DMV:
Al ingresar en los ferrocarriles comencé a tener participación en las
luchas obreras al lado de compañeros de los partidos Ortodoxo y
Socialista Popular. Llegué a ser delegado obrero ante la patronal.
En la década de los cincuentas, Guantánamo fue centro de muchas huelgas
obreras y estudiantiles en las que participé activamente. Padecí
prisiones temporales junto a otros compañeros.
LB: ¿Qué hizo el 10 de marzo de 1952?
DMV:
Al producirse el golpe militar de Fulgencio Batista salí para Santiago
de Cuba. Me metí en la vorágine del pueblo santiaguero que pedía armas
en las proximidades del cuartel Moncada.
Meses después, como
trabajaba en los ferrocarriles, hice contacto con Pepito Tey, quien
militaba en el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y más tarde,
también militarmente, en Acción Revolucionaria Oriental (ARO).
LB: ¿Conoció a Frank País?
DMV: Sí, en 1955 en una visita que realizó a Guantánamo. Ya sabía de su existencia mediante Pepito Tey.
Durante su estancia creó la primera célula del Movimiento 26 Julio en
la ciudad. Esa célula tenía como principio ser pentagonal, es decir, de
arriba hacia abajo; a mí me correspondía ser Jefe de Acción y Sabotaje.
Mi base fue el movimiento obrero y estudiantil.
A principios de
noviembre de 1956, Frank me citó a Santiago y me comunicó un próximo
viaje a Guantánamo para llevarse algunas armas que teníamos ocultas:
tres fusiles 3006, dos calibre 44 y varias escopetas automáticas.
Esas armas son recogidas por Frank en un auto manejado por Luis Felipe
Rosell, las que fueron camuflageadas detrás del asiento trasero y
cubiertas con flores compradas en Guantánamo, para una florería que
tenía Rosell en Santiago de Cuba. El día 28 fui mandado a buscar por
Frank a Santiago.
LB: ¿Con qué objetivo?
DMV: Participar
en una reunión en la que estaban presentes los Jefes de Acción y
Sabotaje de los distintos municipios de la provincia oriental. Se reunió
por separado con cada compañero.
LB: ¿Qué le dijo?
DMV:
Me comunicó que Fidel ya había salido de México y de seguro
desembarcaría por Oriente y que él moriría junto a Fidel. También me
dijo que estaba en libertad de decidir si seguía o me iba. Le respondí
que seguía. Posteriormente supe que esa información y la misma pregunta
se las habían hecho a los otros compañeros.
LB: ¿Se quedó en Santiago?
DMV:
Regresé a Guantánamo. Planeamos varias acciones pero al ir a buscar los
cartuchos de escopeta, el compañero que tenía la responsabilidad de
protegerlos los había escondido en cajas de cartón dentro de una letrina
campesina de una casa en las afueras de la ciudad y la humedad los
hinchó, lo que trajo como consecuencia que no entraban en la recámara de
las escopetas. Tuvimos que cambiar los planes.
Quemamos dos guaguas, se inutilizaron algunos otros transportes, saboteamos el tendido eléctrico y colocamos varios petardos.
LB: ¿Qué instrucciones le dieron al producirse el desembarco del Granma?
DMV:
Me mandaron a buscar a Santiago. Cuando llegué me entrevisté con Arturo
Duque de Estrada y me reveló que Frank había confirmado que Fidel
estaba vivo y que ya había hecho contacto con la Sierra.
Cuando
hablé con Frank, estaba lleno de optimismo. Me planteó que había que
redoblar los esfuerzos para adquirir armas por distintas vías para
enviárselas urgentemente a Fidel.
Pasados unos meses, Frank
volvió a Guantánamo y me pidió que lo llevara a casa de Papín Moll que
vivía en Caimanera y era uno de los principales hombres del 26 de julio
en la Base Naval.
Ese compañero le entregó algunas armas que
tenía guardadas. En Guantánamo le di otras. En esa oportunidad, Frank,
con ropa azul y gorra de chofer, en un camioncito del compañero Juan
José Otero, dueño de una finca en las alturas de Boniato llamada "El
Cañón", recogió las armas y las trasladó a dicha estancia. En ese sitio,
en unión de otros compañeros, hicimos prácticas de tiro antes del
alzamiento del 30 de noviembre de 1956.
LB: ¿Qué otras tareas le encargó?
DMV:
Frank me ordenó hacer un reconocimiento por la zona sur de Baracoa, de
Cajobabo a Playitas, y subir a La Tinta, lugar cuyo acceso era muy
pintoresco, pero difícil, pues el camino era el cauce del río, y
contactar con el dueño de la farmacia. Me explicó que eso era para un
posible desembarco por esa zona.
Posteriormente se decidió abrir un II Frente por la zona de Miranda, pero ese intento fracasó.
LB: ¿Cuándo habló con Frank por última vez?
DMV:
Fui la última persona que vi con vida a Frank. El 30 de julio alrededor
de las dos de la tarde, me encontraba reunido con él. Había ido para
informarle que teníamos posibilidades de adquirir veinte mil tiros 3006 y
un importante cargamento de armas y pedirle que nos apoyara
económicamente, pues el dinero no nos alcanzaba para sobornar a unos
marines de la Base Naval.
Recuerdo que me dijo con alegría: "yo
sabía que los guantanameros no me iban a fallar". Siempre llegan en el
momento oportuno. No hagas solo esfuerzos para obtener parque, es
necesario conseguir urgentemente armamentos para la Sierra.
LB: ¿Tocaron algún otro tema?
DMV:
Hablamos de varias cosas, pero esencialmente de una extensa carta que
acababa de recibir de la Sierra firmada por Alejandro (Fidel). La ojeó y
buscó una página donde hacía la siguiente referencia:
"De las
balas 44 y cartuchos estamos regular. Un promedio de 70 por fusiles 44 y
de 50 por escopeta. El Winchester 250 tenía 65 balas, más 50 que nos
entregó el Che, reintegrado ya con los heridos a nuestras filas. Los
Rémington 270 tienen un promedio de 100 cada uno. Balas 45 de
ametralladoras tenemos pocas y necesitamos unas 500. Los Garands tienen
un promedio de 160 cada uno, los Johnson 130 y los cerrojos entre 80 y
100."
Después que terminó de leerme esos párrafos cogió el
documento y lo guardó entre las páginas del libro Hacia una moral sin
dogmas de José Ingenieros.
Le comenté de por qué había escogido
esa casa para esconderse, pues conocía que estaba superchequeada. Me dio
razones y pasamos a otros temas.
LB: ¿Quién vivía en la casa?
DMV:
Era el hogar del compañero Raúl Pujol, la que se encontraba ubicada en
los bajos de un viejo edificio de dos plantas, que hacía esquina con la
calle Rastro. El fondo daba acceso a un callejón, frente al patio de la
iglesia San Francisco. Mediante una ventana de barrotes imitados se
había preparado una salida de emergencia. Frank llevaba varios días
escondido en dicho apartamento de San Germán 204. LB: ¿Cómo reaccionaron
al saber que los guardias estaban por esas cuadras?
DMV: Cuando
conocí que las fuerzas represivas estaban peinando manzana por manzana,
subiendo San Germán desde la esquina de la calle Gallo en adelante,
insisto con él en que se fuera conmigo en mi automóvil.
Él
solicitó que me marchara. También me dijo que en otras ocasiones le
había pasado lo mismo y que él saldría caminando en dirección contraria.
Como medida de precaución escondió, dentro de una estrecha rendija,
entre dos tablas de la pared de uno de los cuartos, la carta que le
había enviado Fidel. Varios días después, la esposa de Pujol entregó el
histórico documento a las compañeras Asela de los Santos y Lucía Parada.
En medio de esa tensa situación llegó Pujol, que había sido avisado por
los vecinos de la presencia de la policía. Frank, con gran calma, llamó
a Vilma Espín por teléfono. Aproveché para plantearle a Pujol que me
ayudara a convencerlo para que se fuera en el auto.
El joven dirigente revolucionario le dijo a Pujol que volviera para su trabajo en la ferretería.
Pujol se negó, a la vez que le manifestó: "El Movimiento me ha
responsabilizado con tenerte aquí y si ocurre algo muero contigo". De
los tres, el único que estaba armado era Frank.
Volvemos a
insistir en que se vaya con nosotros. Se sentó en un desnivel del piso
entre la saleta y el cuarto, y expresó: "Aquí me quedo yo".
Me
fui. A los pocos minutos también salieron ellos. A las 4:15 de la tarde
del 30 de julio de 1957, a plena luz del día, Frank y Pujol son
asesinados. Hacía un mes exactamente que su hermano Josué había caído en
las mismas condiciones.
Siempre ha quedado en mí la vivencia de
que Frank insistió tanto en que me fuera solo, para que con su
presencia, no fracasara la misión que yo tenía de apoyar a Fidel en la
Sierra.
LB: ¿Qué ocurrió al caer Frank asesinado?
DMV:
Se vivieron momentos de gran conmoción. Participo en una reunión con
Taras Domitro y otros compañeros, donde discutimos la decisión que se
debía tomar, por la insistencia de los grupos de acción, de salir a la
calle para vengar el asesinato de Frank.
En eso sonó el
teléfono. Lo cogió Taras. Era Vilma. Ella le informó que las fuerzas de
la tiranía estaban esperando que los grupos de acción salieran a la
calle para aplastarlos.
LB: ¿Qué les orientó Vilma?
DMV:
No lanzarse a la calle sino enterrar a Frank con organización y tomar
su asesinato como bandera y trabajar porque se llevara a efecto un
movimiento de repudio nacional.
Ella le preguntó a Taras quiénes
estaban allí. Mencionó varios nombres, entre ellos, el mío. Vilma le
pidió que me pusiera al teléfono y me dijo: "pensé que ya estabas en
Guantánamo". Le respondí que saldría tan pronto me fuera posible. Me
reiteró las instrucciones: "apoyar la protesta con todo lo que tengamos
en nuestras manos". Antes de despedirnos me comentó: "cuídate, que
naciste hoy".
LB: Vilma desempeñó un papel muy importante en la clandestinidad.
DMV: Tremendo. Ella ha sido siempre muy modesta en cuanto a reconocer la autoridad que poseía.
Cuando Frank estuvo preso, las respuestas y decisiones las tomaba ella
con gran inteligencia y firmeza. Además, siempre ha sido muy querida por
todos los compañeros.
LB: ¿Llegaron a tener gente dentro de la Base Naval?
DMV:
Logramos organizar dentro de la Base Naval Norteamericana en
Guantánamo, células de Acción y Recaudación, con gran efectividad y
creamos una red de Inteligencia Militar.
Por distintos medios
logramos sacar armas. En una ocasión obtuvimos doce morteros de 61mm,
una ametralladora 30 (enfriamiento por aire), siete fusiles Garand 3006,
cuatro Springfield 3006 y seis escopetas calibre 12, usadas por los
custodios de los almacenes, las que tenían un cañón de dieciocho
pulgadas y un sistema de enfriamiento por aire.
También
conocimos de valiosas informaciones, incluyendo documentos y fotos de
aviones de la tiranía cargando proyectiles y bombas que lanzaban
indiscriminadamente en las montañas.
LB: ¿Fue dura la lucha en Guantánamo?
DMV:
Dura e intensa. A partir de febrero de 1957 pasé a la clandestinidad.
Nuestras células eran muy activas. En varias ocasiones logramos
paralizar la ciudad.
Saboteamos el transporte por carretera y
ferrocarril, pusimos petardos y bombas, lanzamos cócteles Molotov,
dejamos la ciudad sin electricidad, ajusticiamos chivatos y traidores,
incluyendo al gallego José Morán.
También tuvimos que lamentar
la explosión de un arsenal de armas y explosivos que teníamos en la
calle Aguilera que le llamábamos el laboratorio de fabricar bombas.
LB: ¿Cómo ocurrió?
DMV:
En dicha vivienda teníamos bombas, niples y granadas en construcción y
una romanita de farmacia donde se pesaban los componentes químicos para
lograr los explosivos.
También en un túnel que habíamos
construido se encontraban almacenadas numerosas cajas con dinamita,
romperroca, escopetas, en total diez arrobas, más de doscientas libras
de explosivos junto a herramientas y medios diversos para la fabricación
de las bombas y granadas.
Pocos minutos antes de que se
produjera la desgracia, me reuní con los compañeros que se encontraban
enfrascados en esta ardua y peligrosa labor. Les expliqué las tareas que
teníamos por delante y me fui a la casa contigua, donde también
residían compañeros del Movimiento.
A las 2:30 de la tarde se
escuchó una ensordecedora explosión. Un relámpago iluminó el firmamento y
el laboratorio se convirtió en un infierno. El estallido estremeció a
la ciudad y arrojó una nube de cenizas y escombros sobre varias cuadras a
la redonda.
Ahí perdieron la vida Enrique Rodríguez, Fabio
Rosell y Gustavo Fraga, hombre ya mayor, que había dedicado toda su vida
a la causa revolucionaria. Abelardo Cuza y Jesús Martín, fueron
asesinados por elementos masferreristas mientras los trasladaban hacia
el hospital. Era el 4 de agosto de 1957.
LB: ¿Le pasó algo a usted?
DMV:
Fui herido en la cabeza por fragmentos de la casa que me cayeron
encima. Tenía el rostro lleno de sangre. Sentí mareos y náuseas. El
cuarto donde me encontraba me daba vueltas. Perdí el sentido.
Cuando lo recuperé me llevaron para el Centro Benéfico Catalán. Allí se
personó a buscarme el teniente coronel Arcadio Casillas. Los doctores
Enrique Suárez Poutuo y Francisco Roáis Fresneda impidieron que el
militar pudiera actuar. Estoy vivo gracias a esos médicos.
Me
mantuvieron fuertemente custodiado el tiempo que permanecí en el
Sanatorio. Días después fui trasladado al hospital en una ambulancia
bajo el control de los militares. Mi madre logró montarse.
Cuando me recuperé me llevaron para el Vivac de Guantánamo. Me abrieron
proceso judicial y me trasladaron amarrado hacia Santiago de Cuba en una
camioneta bajo la vigilancia de un cabo y dos soldados.
Ante
esa situación, la compañera Vilma dispuso que el abogado Juan Escalona,
que estaba ligado al Movimiento, se ocupara de mi defensa.
A
principios del mes de octubre lograron mi libertad condicional, con el
compromiso de presentarme todos los lunes a las ocho de la mañana en la
Audiencia. Todavía me están esperando. Por esos días hice contacto con
René Ramos Latour (Daniel).
LB: ¿De qué hablaron?
DMV:
Tuvimos una conversación muy amplia donde me expuso un panorama general
de la situación y me planteó que por mi experiencia en cuestiones de
explosivos, montara una fábrica de bombas en Santiago.
Logré
ponerla en producción, pero se creó la dificultad de como distribuirlas.
Era más seguro llevarle la bomba a los que ejecutaban el sabotaje, a
que fueran a recogerlas. Yo mismo me encargaba de repartirlas.
Utilicé como depósito de explosivos una ferretería situada en Trocha y
Cristina, propiedad del compañero René León. También empleamos como
almacén un túnel que construimos en una casa que tenía el propio León
por la zona de Boniato.
En enero de 1958 Daniel me planteó que
debido a que llevaba tres meses moviéndome en Santiago se consideraba
que ya estaba quemado y que, por otra parte, había muchos compañeros
refugiados en distintas casas en la ciudad, por lo que era necesario
organizar un grupo para que se fuera para las montañas. Yo iría al
frente.
Le respondí que esa noticia me daba mucha alegría porque al fin me podría ir para la Sierra y pelear bajo las órdenes de Fidel.
Me aclaró que la cosa no era donde yo pensaba, sino que la idea era
crear un foco guerrillero en la Sierra Cristal. Me dijo que reuniera
unos veinticinco hombres organizados en escuadras. También me advirtió
que no les revelara el destino final. Me informó que nuestra primera
misión sería tomar el cuartel de la instalación minera en Nícaro (Nickel
Processing Co.), entidad industrial norteamericana, con la finalidad de
apoderarnos del armamento que tenían. Allí había trabajado Daniel como
contador.
Visité tres veces la región para estudiar, sobre el
terreno, el objetivo que íbamos a atacar. Ya en esa zona se encontraban
alzados los hermanos Pancho y Melquíades González.
Antes de ir a
la acción, Daniel me entregó un documento firmado por él, ascendiéndome
a capitán de las Milicias del 26 de Julio, así como un monograma rojo y
negro con una pequeña estrella blanca bordada en el centro, símbolo
acreditativo del mencionado grado.
LB: ¿Llegaron a realizarla?
DMV:
La noche del veintitrés de febrero a las doce aprovechamos el cambio de
turno y penetramos en tres automóviles. Ocupamos siete fusiles Garand
completamente nuevos, tres Springfield y un M-1. En la acción murió el
sargento del ejército que era jefe del puesto de la Guardia Rural.
Tal como teníamos previsto, nos internamos en la Sierra Cristal, pero
por donde entramos resultó ser una región inhóspita y despoblada que me
obligó a tomar la dirección suroeste, bajando hacia Soledad de Mayarí.
Al pasar por ese pueblo me enteré que el cuartel de los guardias de
Mayarí Arriba había sido atacado y tomado por un grupo que tenía al
frente a Raúl Menéndez Tomassevich.
Continué hacia Monte Rus,
zona cafetalera muy rica, en la que hice contacto con dos pequeños
grupos de compañeros que ya estaban alzados por aquella región
autorizados por el M-26-7 de Guantánamo.
En el transcurso del
mes de marzo recibí una información del Movimiento en Guantánamo, en la
que se me comunicaba que de la Sierra Maestra había salido una columna
en dirección a la Sierra Cristal. No supe hasta pasados unos días que al
frente del grupo se encontraba Raúl Castro.
En la madrugada del
día veinte estaba acampado en uno de los cafetales de la región de
Bayate, cuando se apareció a buscarme Senén Casas, a quien ya conocía.
LB: ¿Para qué lo fue a buscar?
DMV: Para ir a un encuentro con Raúl, que se encontraba en Bombí en la casa del viejo Regueiro.
Era un chalecito de madera de dos plantas. Raúl me recibió en el piso de arriba.
Estuvimos conversando alrededor de dos horas. Le entregué la
documentación que poseía. Me preguntó qué significaba el monograma que
llevaba puesto arriba del brazalete del 26-7. Le expliqué que me lo
habían dado en Santiago.
Me puse bajo sus órdenes al igual que
los veinticinco hombres que integraban mi pelotón. Me comunicó que
quería formar otras compañías con las fuerzas que traía y decidió unir
mi pelotón al de Efigenio Ameijeiras. Me ratificó los grados de Capitán.
Para mí el encuentro fue de una alegría sin límites, ya que tenía
referencias de él y conocía de su trayectoria revolucionaria. Por la
forma en que me trató, daba la impresión de que nos conocíamos hacía
mucho. Al poco tiempo se puso en práctica el "Plan Omega".
LB: ¿En qué consistía?
DMV:
Al tener conocimiento Raúl de los preparativos de huelga general para
el mes de abril, decidió preparar un plan de apoyo en coordinación con
la dirección del Movimiento en Guantánamo.
El plan consistía en
cercar esa ciudad y realizar ataques de hostigamiento con patrullas por
los tres puntos de acceso: norte, este y oeste en el momento en que el
estado de huelga lo requiriese. El mismo fue denominado "Plan Omega".
De todo el plan militar solo se logró un éxito rotundo en el ataque a
Caimanera, donde fueron tomados los Puestos de la Marina y el del
Ejército.
También se les rechazó, con muchas bajas, el refuerzo que enviaron desde la guarnición de Guantánamo.
Si militarmente la operación no constituyó un éxito total, desde el
punto de vista de apoyo a la huelga, que era el objetivo en esos
momentos, fue un éxito completo, pues Guantánamo y sus alrededores fue
la ciudad que más tiempo mantuvo la huelga general, que ya había sido
aplastada en el resto del país.
LB: ¿Qué tarea le encomendaron después de la huelga?
DMV:
Raúl me nombró Capitán Ayudante, manteniendo bajo mi mando un pelotón
que tenía como finalidad la protección de la Comandancia y la de moverme
con aquella fuerza a reforzar algunas direcciones que el enemigo
intentara penetrar en el territorio, participando en su rechazo en
varias ocasiones.
Durante la ofensiva del ejército participé en
los combates de la Loma de la Victoria, La Lima, Marco Sánchez y otros
de menor envergadura.
LB: ¿En qué momento lo nombraron Jefe de Columna?
DMV: El dos de octubre Raúl me comunicó que había sido nombrado Jefe de la Columna 20 Gustavo Fraga.
La zona de operaciones comprendía el territorio entre Guantánamo-Yerba
de Guinea, a todo lo largo de la carretera Santiago de Cuba-Guantánamo y
Guantánamo-Caimanera, y la Costa Sur desde el oeste de la Base Naval
hasta Sigua. El día ocho partí para mi nueva misión.
Dentro de
los objetivos militares de la Columna estaba el asedio a Guantánamo y
las avanzadas enemigas de su periferia, obstaculizar el paso de los
guardias, especialmente de la ciudad cabecera a Caimanera.
Al
llegar al nuevo territorio me encontré que los campamentos y
dependencias de la Columna estaban retirados al sur de la carretera
Guantánamo-Santiago, en las estribaciones de las lomas de San Román, que
están pegadas al mar, lugares donde las fuerzas de la tiranía no irían
nunca.
Inmediatamente me di a la tarea de mover los campamentos a
unos diez kilómetros de la carretera, a pesar de existir una inmensa
llanura con grandes potreros.
Debido a que la mayor parte del
terreno era llano, creamos un Pelotón de Choque con la finalidad de
reforzar aquellos puntos por donde los guardias tratarían de penetrar.
Nuestra columna participó en los combates de Río Frío, La Inagua, Las Pailas, La Aguada, El Aguacate, Mata Abajo y otros.
A mediados de diciembre, en todo aquel vasto territorio de la provincia
de Oriente, solo quedaban por liberar Caimanera y Guantánamo, el
primero como punto abastecedor de la ciudad cabecera, en el que el
Ejército mantenía en circulación una fuerte columna con blindados para
proteger los medios que recibían por mar.
LB: ¿En qué momento atacaron Caimanera?
DMV:
La noche del dieciocho de diciembre me trasladé con unos cincuenta
hombres al cruce del río Guantánamo, próximo a la carretera y a unos
doce Km. de Caimanera.
Al mediodía recibí la información de la
imprudencia de dos compañeros rebeldes que habían estado en Caimanera
visitando familiares y el ambiente existente era que esa noche se
atacaría el pueblo.
Al conocer ese comentario decido atacar
inmediatamente. Al llegar me percato de que nos estaban esperando.
Ocupamos posiciones en diferentes edificios alrededor del cuartel,
logrando que el mismo se rindiera a las tres y treinta y cinco de la
tarde. El combate duró una hora y cuarenta minutos.
Ocupamos una
buena cantidad de armamento, balas y un radio transmisor con su
correspondiente receptor. Murieron dos guardias e hicimos diecisiete
prisioneros.
Al día siguiente se apareció en la bahía el buque
PE-20 Caribe, el que nos cañoneó un buen rato. Le respondimos con un
cañoncito de 20 mm, la embarcación se mantuvo fondeada a poca distancia
de Cayo Brook.
En horas de la noche conocí por un compañero que
trabajaba en la Base Naval, que la Fragata F-303 Máximo Gómez había
salido de Santiago de Cuba hacia Caimanera. Era una de las tres naves
importantes con que contaba la tiranía.
Trataron de acercarse al
muelle de Caimanera y le abrimos fuego con todo lo que teníamos. En su
cañoneo de respuesta, perforaron varios comercios y casas de familias.
Invitamos al Jefe de la Fragata a que tuviera un gesto patriótico y se
pasara al lado de la Revolución, pero no lo logramos. El veintiséis
levantaron ancla y se fueron. Ese mismo día un pequeño guardacostas
atracó al muelle de Caimanera y se entregó a nuestras fuerzas. Mientras
tanto, Guantánamo se encontraba incomunicado del resto del país.
LB: ¿Cómo se enteró de la victoria?
DMV:
Las columnas 6 Juan Manuel Ameijeiras, la 18 Antonio López Fernández y
la 20 Gustavo Fraga teníamos rodeado a Guantánamo. Hacía tres días que
me habían ascendido a Comandante.
El primero de enero, temprano
en la mañana, unos compañeros que trabajaban en la emisora local me
comunicaron que la radio internacional había informado que Fulgencio
Batista había abandonado el país. Comprendí que ahora todo cambiaba.
De todas maneras teníamos que entrar a Guantánamo. A mí me correspondía
hacerlo por la carretera de Caimanera y el sur de la ciudad.
Empezaron a llegar contactos y gente del pueblo. Los soldados de la
tiranía estaban guarnecidos en sus posiciones. Finalmente, entramos a
Guantánamo y nos recibió un mar de pueblo.
Al pasar por la Jefatura de la Policía, el Jefe de la misma se cuadró y entregó la Unidad incondicionalmente.
Mandé a soltar los presos revolucionarios que estaban detenidos en el
Vivac y a encerrar a los esbirros que se habían entregado con el
pretexto de pasarse a nuestras fuerzas.
El día dos, las fuerzas de la tiranía se rindieron a las columnas 6, 20 y 18.
LB: ¿Le dieron alguna responsabilidad?
DMV:
Me dejaron como Jefe Militar de la Plaza de Guantánamo, en la que
existía un fuerte movimiento revolucionario, pero también había un
sector poderoso de comerciantes que agrupaban fuerzas reaccionarias, los
cuales hicieron una fuerte campaña contra mi disposición de no permitir
nuevamente en Guantánamo y Caimanera la presencia de la marinería
yanki, que acostumbraba a invadir esas ciudades y con lo que dichos
comerciantes se enriquecían. A finales de mes me trasladaron para La
Habana.
LB: ¿Con qué cargo?
DMV: Ayudante Ejecutivo de
Che en La Cabaña. Permanecí en el puesto hasta abril, en que fui
designado Jefe del Distrito Militar en la provincia de Las Villas.
En el mes de octubre, en una visita que realizó el Comandante en Jefe,
me nombró Jefe de las Fuerzas Tácticas de Oriente. En febrero de 1960
volví a trabajar con el Che.
LB: ¿En qué? DMV: Delegado del
Ministerio de Industrias en Oriente. Me correspondió ejecutar en la
provincia las intervenciones de las industrias más importantes: Moa,
Miny Bay, Nícaro, fábrica de cemento y otras.
Encontrándome en
Moa se produjo el primer desembarco de mercenarios entrenados por la CIA
por la zona de Tacobay-Yamaniguey, entre Moa y Baracoa. Participé en su
persecución en unión de fuerzas rebeldes y milicianos hasta que los
capturamos.
En esos momentos Raúl estaba radicado en Oriente y
me pidió a Che. Volví a prestar servicios en el Ejército Oriental y a
ocuparme de la organización de las milicias campesinas en los
territorios montañosos de la provincia.
En 1962, en la Unión
Soviética, pasé un curso para oficiales superiores y a mi regreso me
nombraron Jefe del Cuerpo Ejército de Camagüey hasta julio de 1964.
LB: ¿Para dónde lo enviaron?
DMV:
En una visita que hicieron a la provincia Fidel y Raúl, me comunicaron
la decisión de convertir en Brigada de la Frontera el Batallón que había
en la Zona de Seguridad de nuestro territorio, frente a la Base Naval
Norteamericana, y que me habían puesto al frente de esa responsabilidad.
Ahí me mantuve aproximadamente tres años y medio. Eran momentos
difíciles. Los marines hostigaban constantemente a nuestras postas. Nos
mataron a los compañeros Luis Ramírez López y Ramón López Peña. Fueron
años de mucha tensión.
También he sido agregado militar en
Checoslovaquia y en la Unión Soviética. Durante siete años fui Jefe de
la Dirección de Relaciones Exteriores del MINFAR; luego sustituto del
Jefe del Ejército Oriental y posteriormente presidí la Asociación de
Combatientes de la Revolución Cubana en la provincia de Santiago de
Cuba. Actualmente ocupo el cargo de Director de la dirección provincial
de Atención a Combatientes y Familiares en Santiago de Cuba
LB: ¿Se siente feliz?
DMV:
Te puedo decir sinceramente que sí. He tenido la suerte de vivir y
participar en un proceso histórico. Estar cerca de hombres como Fidel y
Raúl. Recibir honores que nunca pensé, como el ascenso a General de
Brigada.
Cuando colocaron sobre mis hombros esos grados pasaron
en ráfagas muchas cosas por mi mente. Recordaba cuando en medio de la
guerra, un grupo de oficiales de aquella época llegamos a temer por la
vida del actual Ministro de las Fuerzas Armadas, le enviamos una carta
que firmamos, pidiéndole que se cuidara.
Es que Fidel y Raúl no
han cambiado para nada. Siguen siendo los mismos. Hoy como ayer, los dos
se mantienen en la "línea de fuego"
Santiago de Cuba, 1996.
(1) Falleció en la Ciudad de La Habana, Cuba, el 27 de junio de 2011, a la edad de 85 años.
* Destacado periodista cubano, autor de numerosos libros sobre temas políticos nacionales e internacionales.
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