La herradura
Herradura de siete agujeritos
fuiste historia de fútbol y potrero,
esa era la cábala secreta
que guardábamos callados y en silencio.
Nunca más perdimos un partido
desde el día en que la trajo Nicodemo,
arrasamos a todos los equipos
sin tener quizás mucho talento.
La colgábamos en el ángulo del arco
con la suerte jugando al lado nuestro,
nadie hermano paraba aquella marcha
ganando casi todos los encuentros.
En la última fecha el campeonato
se acercaba con delirio de festejo,
un empate nos daba la alegría;
ser campeones ya era casi un hecho.
Ese día de sol a puro fútbol
con tablones cargados y repletos,
de local enfrentábamos al cola
que venía a salvarse del descenso.
Esos pobres muchachos no sabían
que la suerte cubría nuestros pechos,
que una vieja herradura protegía
aquel paso ganador y futbolero.
El partido comenzó sin sobresaltos
con el gol picando en cada centro,
y clavamos un golazo de cabeza
a los cinco apenas del comienzo.
Al descanso nos fuimos sin apuro
con la vuelta girando como un sueño,
que allí estaba al alcance de la mano,
separada tan sólo por un tiempo.
Cuarenta y cinco minutos nos quedaban
de ansiedad, de fervor y de deseo.
Ahí a un paso la puerta nos llamaba
para abrirla con todo el sentimiento.
Pero algo sucedió por esa tarde
el segundo no fue como el primero,
nos habían robado la herradura
que servía al equipo de amuleto.
La debacle entonces comenzó,
el empate llegó de treinta metros,
los contrarios se vinieron en jauría
más que fútbol, con garra y con esfuerzo.
El reloj marcaba los cuarenta
el empate igual nos daba el premio,
pero el nueve contrario en palomita
nos dejaba vacío el sentimiento.
La agonía se instaló con la tristeza
desde el cielo pasamos al infierno,
dos a uno la cosa se ponía
sellando nuestra suerte en aquel pleito.
El partido terminó con un sollozo
con el alma partida por el medio,
la alegría se fue con el contrario
que zafaba a las garras del descenso.
Sin respuestas quedamos esa tarde
con el llanto oprimiéndonos el pecho,
la herradura de siete agujeritos
se perdió gambeteando con los sueños.
*José Cantero Verni