Es el capitán sin cinta, el técnico sin traje, el alma del equipo. Cuando al resto se le acaban las piernas, siempre está Javier Mascherano. Mara meter, para trabar, para dejar la vida en cada pelota. Quién sino él se merece un premio tan grande como la chance de jugarse la Copa mano a mano contra Alemania. “Estamos ante el partido de nuestra vidas, la final del mundo, este grupo de jugadores llevó a la Argentina a donde se merece estar. Ojalá podamos coronarlo pero, más allá del resultado, no tengo palabras para decir lo orgulloso que estoy”.
El partido no tuvo goles, es verdad, pero su salvada mano a mano con Robben bien valió como un grito sagrado. “Jugamos un partido brillante, sin miedo a nada, sabiendo lo que nos jugábamos y no les dimos opciones. Si hay algo que merecía este grupo era esto. Para esto jugamos al fútbol, para terminar así de orgullosos. Hemos dignificado la profesión”, siguió el león Mascherano.
Centrado como pocos en un momento de tanta alegría, Mascherano quiso recordar a “todos los que estuvieron en el proceso, este equipo nació en Barranquilla. Esto es de ellos también. Disfrutemos cada segundo de lo que nos toque vivir, esto pasa una sola vez”.
Se viene Alemania, que goleó a Brasil, pero con Masche no le tenemos miedo a nada. “Ya recuperaremos, tenemos tiempo. El objetivo era estar en la final. Ellos vienen con muchísima confianza, no podemos darle el espacio que le dio Brasil”. ¿Y cómo se juega la final? “Con paciencia, con el alma y el corazón”.