- Gracias
a sus escuchas telefónicas y sus satélites de vigilancia,
Estados Unidos tiene la prueba de que sus enemigos son culpables, prueba
que usted no podrá verificar (El 11 de febrero de 2003, Colin Powell
–en su calidad de secretario de Estado– miente al Consejo de Seguridad
de la ONU. Después de invadir y ocupar un país basándose en la mentira,
Estados Unidos nunca se ha excusado.).
Una «tragedia mundial», así calificó Barack Obama la
destrucción del avión malasio en Ucrania durante su conversación
telefónica con Vladimir Putin. En esa conversación, Obama acusó además a
Rusia de armar a los rebeldes ucranianos proporcionándoles incluso
misiles antiaéreos.
En otras palabras, Obama acusó a Moscú de ser, directa
o indirectamente, responsable de la trágica muerte de 298 personas de
diversas nacionalidades. Esa versión se basa en una serie de «pruebas» que los servicios secretos de Estados Unidos divulgaron, a través de Kiev, en los medios de prensa «mainstream»
sólo horas después de la caída del avión. Entre esas pruebas, hay una
comunicación telefónica en la que un comandante rebelde informa a un
coronel de la inteligencia militar rusa que las fuerzas separatistas han
derribado un avión, un video –en la zona controlada por los rebeldes–
en el que se ve una batería rusa SA-11 a la que le falta un misil, el que supuestamente derribó el avión.
Después de eso, el secretario de Estado Kerry declaró a la CNN que tenía las pruebas de que Moscú no sólo entregó misiles SA-11 a los separatistas sino que además los entrenó para los utilizaran.
A partir de ahí, la creación de una comisión investigadora internacional parece superflua porque las «pruebas»
de Washington ya demostraron que el avión civil fue derribado –
ni siquiera por error sino voluntariamente ya que los vuelos civiles se
identifican con la transmisión de un código especial– con una batería de
misiles rusos, por ucranianos rusos, dirigidos de hecho por un comando
ruso y que lo primero que hicieron fue telefonear a la inteligencia
rusa, aun sabiendo perfectamente que todas las comunicaciones
telefónicas están interceptadas.
Resultado: Moscú puesto en el banquillo de los acusados por la «comunidad internacional»
(léase, Estados Unidos y sus aliados); los ucranianos rusos
estigmatizados como terroristas; la atención de los medios concentrada
en la tragedia del avión, haciendo pasar a un segundo plano la tragedia
de la masacre de palestinos que Israel sigue perpetrando en Gaza.
Esa técnica funciona tan bien que ya ha sido utilizada repetidamente por Washington para fabricar otros casus belli [1]
Basta con recordar el incidente del golfo de Tonkín, o sea el ataque
de varias lanchas torpederas de Vietnam del Norte contra el destructor USS Maddox,
ataque que posteriormente resultó falso. Pero en 1964 ese incidente le
permitió al presidente Johnson obtener la luz verde del Congreso para
extender la guerra al norte de Vietnam.
También están las pruebas sobre las armas iraquíes de destrucción
masiva, presentadas por el secretario de Estado Colin Powell al Consejo
de Seguridad de la ONU… y posteriormente reconocidas como falsas por el
propio Powell. Pero en 2003 aquellas «pruebas» le permitieron al presidente Bush obtener la luz verde del Congreso para atacar y ocupar Irak [2].
Ya sabemos cómo funciona el mecanismo. Así que… poco importa que en
2024 –o quizás más tarde– aparezca algún documento desclasificado donde
se dice que el avión malasio abatido en 2014 fue derribado
premeditadamente por una de las baterías de SA-11 de fabricación
rusa desplegadas días antes por las fuerzas armadas de Kiev en el límite
del territorio controlado por los rebeldes, zona extrañamente
no prohibida a los vuelos civiles. Y que toda la operación fue
organizada por los servicios secretos de Estados Unidos.
Lo que importa es el resultado de hoy: la acusación de que Rusia es
responsable de la destrucción voluntaria del avión malasio –un acto que,
para Moscú, sería poco menos que equivalente a un suicidio– permite que
el presidente Obama obtenga la luz verde del Congreso para reforzar la
guerra fría contra Rusia.
El Congreso de Estados Unidos adoptó, el 17 de julio, un «Acta de prevención de la agresión rusa» que garantiza a Ucrania, Georgia y Moldavia el estatus de «aliados importantes de Estados Unidos a pesar de no ser miembros de la OTAN»,
en la que se autoriza al presidente a proporcionar a esos países –y a
otros países del este–, directamente o a través de la OTAN, el máximo de
ayuda militar y económica con pbjetivos anti-rusos [3].