Nuestro futuro y las ganancias de los negociantes
José M. Castillo, teólogo
16.08.2014
Da miedo pensarlo. Pero es así. Cada día queda más patente el descaro y la desvergüenza de los que negocian con todo lo que se puede negociar en este mundo. Ahora le ha tocado el turno a nuestra propia salud. Con motivo de la muerte del misionero Miguel Pajares, víctima del virus del ébola, ha quedado meridianamente claro que lo que interesa, a la imponente maquinaria mundial que gestiona la salud de la humanidad, no es precisamente la salud de los humanos, sino las ganancias que nuestra salud les proporcionamos a las empresas que se dedican a negociar con el seguro negocio de nuestra sanidad.
Lo han dicho, sin pelos en la lengua, los funcionarios de la OMS y algún que otro atrevido funcionario de las multinacionales farmacéuticas. Ellos no hacen “medicamentos para pobres”. Porque, como es lógico, los pobres no aportan ganancias, sino problemas. De ahí que la malaria o ahora el ébola, ahí están. Campando a sus anchas por el mundo pobre, matando a millones de criaturas cada año, mientras que en los países ricos ya no sabemos las cremas y potingues que hay que untarse para estar guapos. El negocio descarado de la salud más pujante que nunca. Y hay quienes quieren estrujarlo para que rinda más. ¿Por qué, si no, tantos intentos de privatizar hospitales, medicamentos y todo cuanto se puede poner en manos de empresas privadas, aunque eso suponga que los pobres tendrán que aguantarse y morirse (si es preciso) para que el negocio aumente?
Al decir estas cosas, no puedo dejar de pensar en el actual obispo de Roma, el papa Francisco. Un hombre bueno, que, si algo ha dejado patente, es que una de sus mayores preocupaciones es el sufrimiento de los enfermos, de los niños y de los ancianos, los más débiles de este mundo.
Pero antes que de ningún papa o ningún santo, me acuerdo de lo que nos relata el Evangelio sobre la conducta de Jesús. Los cristianos decimos que creemos en esto. Pero, ¿creemos de verdad? Porque, si algo hay claro en el Evangelio, es que la primera preocupación de Jesús fue la salud de los enfermos. Relatos de curaciones, los hay en casi todas las páginas de los evangelios. Lo malo es que los entendidos en las cosas de la religión se han empeñado en explicar las curaciones, que hacía Jesús, como “milagros” o “intervenciones divinas”, para demostrar así que Jesús era Dios. Sinceramente, quienes explican el Evangelio con tal argumento, no se han enterado del tema.
Yo no estoy diciendo que Jesús no fuera Dios. Lo que digo es que los relatos evangélicos de hechos prodigiosos son “formas literarias” que se utilizaban en la antigüedad para enaltecer la figura y el mensaje de profetas y otros personajes que tenían una resonancia social importante. Baste recordar los relatos de Filóstrato sobre Apolonio de Tiana. Es notable que, en los evangelios, Jesús curaba a los enfermos en circunstancias o en días en los que la religión prohibía hacer aquellas curaciones.
De ahí, los enfrentamientos constantes de Jesús con los dirigentes religiosos por este motivo. ¿Qué pretende el Evangelio al repetir una y otra vez este argumento? Que para Jesús, es más importante la salud humana que la observancia religiosa. ¿Y no va a ser más importante para nosotros la salud de los pobres que las ganancias de los ricos? Y que nadie me venga con que esto es demagogia política. Esto es sencillamente humanidad. Y humanidad es lo que quiere Dios, que (según la fe cristiana) se hizo humano.