Aunque separados en el tiempo y la distancia, el asalto a la Flotilla de la Libertad con ayuda a Gaza y el convoy ruso que llevó alimentos, agua y medicinas a miles de habitantes de Donetsk y Lugansk, son eventos que marcan la distancia moral y ética entre Civilización y Barbarie: el humanitarismo del gobierno ruso y el salvajismo del Estado Sionista de Israel, EEUU, la UE y los golpistas ucranianos.
Porque, mientras hace 4 años la soldadesca sionista masacraba a quienes llevaban auxilio a un pueblo sitiado por un criminal bloqueo, hace 5 días la vida triunfaba sobre la muerte en la carrera de obstáculos colocados por los fascistas al convoy que Rusia envió para salvar las vidas de miles de seres humanos atrapados en medio del fuego de la guerra civil que se libra en Ucrania.
Y es que el mundo no olvida ni jamás olvidará la brutal agresión realizada en aguas internacionales del Mediterráneo el 10 mayo de 2012 por la marina de guerra israelita a 6 barcos de una flotilla de naves de distintas banderas que transportaban ayuda humanitaria al sitiado pueblo palestino, asalto ilegitimo e ilegal que causó la muerte de 9 de sus tripulantes y lesiones a varias decenas más.
Pero este sábado, sucedió lo contrario, ya que la civilización venció a la barbarie, cuando una gigantesca caravana de 280 camiones rusos traspasaron la frontera de dividida Ucrania para salvar del hambre, la sed y las heridas causadas por la guerra declarada a 2 provincias cuyos pueblos decidieron separarse del criminal régimen neonazi de Kiev que derrocó al legitimo gobierno de Yanokovich.
El atentado contra la democracia de Ucrania, fue uno de los “golpes suaves” que el imperio y sus lacayos han desatado contra Estados progresistas y revolucionarios y sus líderes, opuestos a su criminal proyecto cuyo objetivo es conquistar el mundo, y Ucrania ha sido víctima de su furia, no una sino 2 veces, ya que hace 10 años asestó el primero, que fracasó, como seguramente fracasará este.
Pero Ucrania es solo un punto de tránsito hacia el objetivo del Imperio, ya que lo que persigue a través de sus lacayos, es la conquista de Rusia uno de los grandes obstáculos que se oponen en su camino para hacer en realidad el demencial sueño, similar al que tuvo Hitler hace 3 cuartos de siglo cuando invadió al país, y se hundió en la nieve del fracaso en Stalingrado.
Como el que tuvo Napoleón hace 200 años, igualmente atrapado y sepultado bajo el enorme manto nevado con que el invierno cubre las estepas rusas, y como seguramente han de quedar los ejércitos de EEUU y sus aliados de la OTAN, si es que también se atreven a invadir Rusia, olvidando las lecciones que con toda claridad enseña la historia.
Y con el cinismo y la hipocresía de siempre, los gobiernos de Washington, Londres, París, Berlín y otros miembros de la UE, junto con el régimen golpista, esgrimieron la mentira de que los camiones rusos llevaban ocultos en su interior, armas para los separatistas diezmados por las bombas de los tanques, helicópteros y aviones de Kiev que les colocó la falsa etiqueta de “Terroristas.”
Con ese pretexto y la velada amenaza de que atacarían al convoy ruso, pretendían los fascistas retardar su ingreso, ya que si lo lograban, -pensaron- ganarían tiempo para derrotar la resistencia de los federalistas ucranianos, y la misión humanitaria se revertiría al caer la ayuda en sus manos y a quienes estaba destinada probablemente morirían de hambre, sed y de sus heridas.
Pero contaron las presas antes de cazarlas, porque Putin, descubrió la pérfida maniobra y ordenó el ingreso del convoy a Ucrania, mientras los rebeldes continuaron resistiendo la brutal ofensiva del ejército de Kiev, que ha causado la muerte de más de 2.000 hombres, niños, ancianos y mujeres y destruido pueblos y ciudades.
Y es que el innato deseo de libertad es lo que da fuerza a los pueblos para romper las cadenas de la opresión con que los atan sus verdugos, y el de Lugansk y Donetsk recibieron la ayuda humanitaria rusa mientras hoy prosiguen en su desigual lucha contra el gobierno de Kiev y sus amos que hoy se lamen las heridas del fracaso.
Y es que de nada valieron las bombas lanzadas contra Donetsk y Lugansk, ni las amenazas a Rusia, ya que lo único que hicieron, fue desnudar la miseria humana que corroe a EEUU y a sus lacayos, donde rige el Capitalismo y su adicción a la guerra, ya que necesitan de ella como el aire, para vivir, pues se nutren de la venta de armas y la reconstrucción de pueblos que destruyen y saquean.
Ya los 280 camiones que llevaron la ayuda a Lugansk y Donetsk regresaron indemnes a Moscú tras cumplir con la misión que les fue asignada, lección magistral de humanitarismo, de Civilización, que ha dado Rusia a la inhumana decisión de la Barbarie de un Imperio y sus vasallos que pretendieron rendir por hambre a un pueblo dispuesto a morir si es necesario, por su independencia y libertad.