El riesgo es el camino más intenso. Gustavo Cerati, 1990
Ambición, audacia, sensibilidad y talento: semejante combinación sólo podía dar como resultado a un artista único, necesario, irrepetible. Aquí no corre eso de que “la muerte embellece”. La cultura argentina, no sólo la música, perdió a un nombre esencial. Algo sabido desde siempre, o desde que se acabó de una buena vez ese prejuicio que señalaba a Soda Stereo como una banda liviana, plástica, insustancial. Desde mucho antes de esta noticia, casi nadie se atrevía a relativizar el peso específico de la obra de Gustavo Cerati.
Es otro golpe en una cadena que enlaza a Miguel, Luca, Federico, Pappo, Luis Alberto: demasiadas pérdidas para el rock argentino, demasiadas canciones que producen un nudo en el alma. En todos estos años, Cerati protagonizó momentos felices de la música en estas tierras, que contagiaron a miles y miles de personas que ayer, ante cada tema que sonó en la radio o en su casa o en sus auriculares, sintieron que un cacho de sus propias vidas desfilaba ante sí. Los sifonazos del ‘83 en Zero o el Einstein, cuando se forjaba una nueva identidad del under; los Obras de Nada personal y Signos, o el Obras al aire libre en plena asonada de Seineldín, la música de Soda como antídoto al temor que flotaba en el ambiente; la noche del diluvio en el show de Tears for Fears de Vélez, preludio del estadio propio de fin de año en una Gira Animal que hizo historia; aquel show en un Trenque Lauquen transido de frío, que terminó con un Cerati alegremente calentado a whisky; los cuartos de millón de la 9 de Julio y La Plata y el escenario blanco y trapezoidal del Rex Mix; la fortísima apuesta de Dynamo en aquellos Obras con toda la vanguardia musical abriendo cada velada; la magia de Bocanada en el Gran Rex, aquel Obras de Ahí vamos con Ricardo Mollo sumándose a una versión inolvidable de “Crimen”; el rostro feliz de Gustavo al presentar el notable Fuerza natural a la prensa en Kika...
Se sabía que estos cuatro años de angustia no eran un buen signo, pero se soñaba con alguna esperanza rayana en el milagro. Ayer se cerró la historia, pero Gustavo Cerati, creador audaz, hombre alado, nunca temeroso de romper sus propios moldes y abrirse a algo nuevo, sigue y seguirá siendo una presencia ineludible. Pido perdón por la primera persona, usualmente vedada a la práctica periodística: como tantos, voy a extrañar a Cerati. Extrañaré sus canciones, sus conciertos, la espera por un disco; extrañaré las muy buenas entrevistas que se producían con él, que gustaba de pensar y analizar francamente su obra y sus instintos. Lo extrañaré como fan, eso que un periodista también es en la intimidad y despojado de lo objetivo. Para mí, y para millones en esta tierra, despedir a Gustavo es también despedir un poco de nuestras propias vidas. Y encontrar cierto consuelo en la convicción de que, aun así, hay cosas que se quedan para siempre.
CULTURA › A LOS 55 AÑOS, MURIO GUSTAVO CERATI, ARTISTA INELUDIBLE DEL ROCK EN LA ARGENTINA
Un hombre alado
El doloroso proceso iniciado con el ACV de mayo de 2010 terminó ayer: el ex líder de Soda Stereo falleció por un paro cardiorrespiratorio. La multiplicación de reacciones aquí y en Latinoamérica son reflejo de la huella que deja un músico que hizo historia.
Por Luis Paz
Gustavo Cerati falleció ayer por la mañana en la clínica Alcla, a casi 18.500 kilómetros de Japón. Alguna vez, el músico que impuso una nueva forma de modernidad en la Argentina anticipó que su muerte ocurriría en esa isla asiática. Era, según contó en una entrevista con la edición local de la revista Rolling Stone, su “único sueño de grandeza”. En él, Cerati daba un gran concierto para el público nipón a sabiendas de que sería el último. Por eso, intentaba “un solo de guitarra increíble”, y lo lograba. Como cada vez. Luego simplemente caía dentro de un cajón, acomodaba la tapa y juntaba sus párpados. Desde ayer, su cuerpo permanecerá en Buenos Aires, a treinta horas vuelo de Japón, pero sus más de treinta ediciones oficiales, entre CD y DVD, podrían hilar un solo eterno que cubra todo el viaje. Situaciones como ésta, que desnudan el caudal de su obra, aparecen hoy entremezcladas con el dolor de su familia, sus amigos y sus fanáticos y con el de todo el ambiente artístico latinoamericano, cuando se hace el intento de abrir las ventanas de la angustia y de la añoranza. El llanto es público y privado, aunque en ese campo no haya más por hacer que solidarizarse con sus afectos. Desde la obra pública de Gustavo Adrián Cerati Clark, que falleció a unos jóvenes y flamantes 55 años (cumplidos hace tres semanas), se puede apenas intentar abrazar aquello que el ex Soda Stereo dejó aquí y para todos: una música osada, inteligente y conmovedora que abrió las fronteras de la música nacional para siempre. Al cierre de esta edición, una multitud empezaba a desfilar por la Legislatura de Buenos Aires, donde sus restos eran velados hasta el funeral de hoy; el Gobierno nacional dictó un decreto que instituye un duelo nacional de dos días. Entretanto, en la entrega de los Premios Gardel en el Teatro Gran Rex, anoche los artistas trataban de superar el estupor rindiendo toda clase de tributos.
Su último concierto fue el cierre de la gira latinoamericana con la que presentó Fuerza natural, el disco que estrenó en diciembre de 2009 en la despedida del Club Ciudad de Buenos Aires como predio para recitales, con un concierto para 20 mil personas. El 15 de mayo de 2010 tocó casi dos horas en el estadio de fútbol de la Universidad Simón Bolívar, de Caracas. Según la prensa local, antes de hacer “Déjà Vu” (el corte difusión de Fuerza natural), preguntó: “¿Cómo les va? Este es el último concierto, por ahora, de la gira. ¡Y quién sabe hasta cuándo!”. Luego de ese show se descompuso y, tres días después, como consecuencia de dos ACV, fue intervenido en el Centro Médico Docente La Trinidad de la capital venezolana. Quedó internado, fue trasladado al instituto Fleni, luego a la Clínica Alcla, más tarde al Sanatorio Los Arcos y de vuelta a Alcla, desde donde salió el peor parte, firmado por el director médico de esa institución, Gustavo Barbalace: “Comunicamos que hoy, en horas de la mañana, falleció el paciente Gustavo Cerati como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio”. Unos días antes, la madre del músico había contado que Cerati aferraba su mano y empezaba a mostrar nuevas reacciones.
El último tema que Gustavo Cerati cantó sobre un escenario fue “Lago en el cielo”, de Ahí vamos, su disco de 2006: “El tiempo es arena en mis manos. Un lago en el cielo es mi regalo, para hacerte sentir algo que nunca sentiste”. Nada más queda. O toda su obra, en ese remolino insólito por el cual Cerati puso su cuota de modernidad a la posteridad.
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Gustavo Adrián Cerati Clark nació en Buenos Aires, el martes 11 de agosto de 1959, día de paro nacional declarado por las 62 organizaciones y la CGT en apoyo a la Fotia, la federación tucumana de la huelga azucarera. Antes que cualquier Stratocaster, la Jackson Soloist, la acústica de doce cuerdas de Alvarez Yairi, la Paul Red Smith o la 335 de Gibson, su primera viola fue bien rústica: una escoba que azotó al ritmo de The Beatles y que sumó a otras en una banda de palos con amigos de la primaria. En la escuela tuvo un buen desempeño, cientos de amonestaciones, varios cuadernos dibujados con personajes de ficción, un segundo lugar en una competencia de velocidad y la dirección del coro del Instituto San Roque, que perdió cuando eructó durante una misa. Estaba terminando sus estudios secundarios cuando los militares volvieron a irrumpir en 1976.
A nivel mundial, entre la recesión de la posguerra europea, la guerra de los mundos sedada y los golpistas de la región, el mercado de productos y servicios ponía paños tibios al repliegue industrial. En 1979 nacía la década de la publicidad de segmento, orientada a los nuevos profesionales de las nuevas profesiones fantasmas, y el joven Gustavo comenzaba a cursar Publicidad en la Universidad de El Salvador y a trabajar como visitador para un laboratorio. En la música, el estallido del punk ya había devengado al postpunk y estaba pronto a acabar en new wave. Ese fue el detonante: cuando XTC, The Police y The Cure se cruzaron con David Bowie, Brian May, Jimmy Page, Frank Sinatra y Luis Alberto Spinetta en su formación, Cerati encontró la fórmula de su magia.
A los 25, cuando presentó a la prensa el debut de Soda Stereo, el grupo que compartió con Zeta Bosio y Charly Alberti, sólo había vivido diez años en democracia. Soda Stereo fue estrenado a la prensa en un local de Pumper Nic. Polisémica, su voz retumbó en la hamburguesería cuando “Dietético” anunció: “El régimen se acabó, se acabó”. Era irónico. Era 1984. Y era el cierre del primer cuarto de siglo de vida de los apenas dos de los que dispuso de forma plena.
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Gustavo Cerati fue despabilado por el under porteño de los ’80 y, luego, fue él quién despabiló a la escena. Fue Soda Stereo el mayor crossover y, a partir de los ’90, la gran bestia pop latinoamericana. En 15 años, el trío diseñó un modelo, un modo y una moda infalibles de comportamiento mediático, hasta acabar su obra con una gira consagratoria sobre el cordón del milenio. En el medio, álbumes cruciales para definir al pop argentino como Nada personal, pero también discos inquietos como Dynamo o Canción animal, quizás el disco emblema de la música urbana moderna de la Argentina. Latinoamérica se rindió frente a sus melodías entre el ’86 y el ’87, y en esas giras se enhebraron las primeras conglomeraciones regionales masivas en torno de un espectáculo de rock. La expansión de esa estructura (la del rock como espectáculo) durante la década del ’90, desde Miami, el DF y Buenos Aires a toda capital posible, también es en gran parte mérito de un grupo que buscó sin pausa las posibilidades de ofrecer el mejor espectáculo musical posible.
Soda fue el primer grupo argentino en publicar un CD, en utilizar al videoclip (“Dietético” fue el primero, pero también fueron pioneros en su uso como estructura narrativa, con “En la ciudad de la furia”), en tener a una persona dedicada a la imagen de la banda (Alfredo Lois, desde 1983) y en recurrir al formato DVD. Sin contar que, además, brindaron las más intensas giras latinoamericanas de la historia, y que en 1991 reunieron un cuarto de millón de personas en un concierto gratuito en la avenida 9 de Julio, y poco después otro cuarto de millón en un aniversario de la ciudad de La Plata. Si a Gustavo Cerati le faltaba cantarle a alguien luego del final de Soda Stereo, su carrera solista alcanzó al resto y en marzo de 2007, finalmente, convocó a otras 200 mil personas en Pampa y Figueroa Alcorta. En ese concierto, se emocionó al presentar a su ídolo Spinetta en “Té para tres”, durante un show gratuito de esos en los que se brindó igual que si fuera con entrada paga fue a menos . El dato es que el Flaco fue uno de los mayores admiradores públicos de la obra de Cerati.
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En tres décadas en la música, Gustavo Cerati fue reconocido por sus contemporáneos como un músico trascendental, por las generaciones siguientes como admirado y motivador y por las anteriores como un artista continuador de una tradición noble. Aquí queda, tocando “Vampiro” junto a Charly García, encarando un cover de The Police con Andy Summers, grabando con Roger Waters en una iniciativa de Fundación Alas. O retratado, junto a la también fallecida Mercedes Sosa, en el DVD de Cantora, allí donde La Negra le aconseja gárgaras de bicarbonato para poner a punto la voz. Como si fuera su madre, Lilian Clark, pidiéndole que deje de fumar 40 cigarrillos por día, una de esas pocas cosas que la fuerza enorme de voluntad de Gustavo Cerati no pudo lograr.
“No sé por qué se producen los cambios. Creo que tienen que ver con los prejuicios: tengo prejuicios de volver a hacer una cosa que ya hice, quiero hacer otra. Y está eso de la investigación que uno tiene, que lo pongo entre comillas, como lo de la experimentación, porque sigue siendo una especie de juego. Uno se divierte abarcando nuevas cosas y, a medida que uno crece como compositor, tiene que crecer en cuanto a producir emociones y producirse emociones”, un análisis registrado para siempre en Una parte de la euforia, esa reseña en DVD sobre la historia pública de Soda Stereo y su impacto en la cultura musical argentina y americana.
Cerati fue un científico del sonido y un alquimista de la música moderna. En Cerati convivieron el cambio y la permanencia: cambió para permanecer, nunca buscó ser igual a sí mismo. Si el debut de Soda Stereo era etéreo, Nada personal fue más existencial. Si Signos era una nueva búsqueda de estudio, Ruido blanco era el primer documento de una historia viva. Cuando Canción animal explotaba, Dynamo exploraba. Y desde el pico del monte, con su Sueño stereo se despedían con un eco amplificado. En soledad sintetizó canciones en Bocanada y luego hizo bailar con Siempre es hoy, entonces se calzó la guitarra y la mochila de pedales en Ahí vamos, antes de despedirse, sin quererlo, con Fuerza natural, una galería casi folk, liviana y de calidad extrema. “Para mí los discos siempre funcionaron como etapas”, solía decir. “El riesgo es el camino más intenso”, determinó en “Sueles dejarme solo”. Lo supo bien e, indudablemente, el factor riesgo, la valentía artística, es uno de los detalles más claros en su música.
En el quinto y último de los discos que llevan sólo su nombre, Cerati irradió optimismo: “Tengo todo por delante / nunca me sentí tan bien”, cantó. Este es, también, uno de sus álbumes más domésticos desde lo conceptual (entre noticieros para relaciones, amor sin rodeos y más de un déja vù) y lo estructural (compuesto en su chacra de Uruguay en tiempos de goce culinario): y donde al fin su máxima es entregada: “Nada me importa más que hacer el recorrido”, asegura en el tema “Magia”. Ese recorrido –algo bien distinto de una carrera de velocidad, en lo que fue muy bueno de niño– abarcó 50 años y más de treinta conjuntos de canciones. Por ese camino dejó más de 1500 conciertos y treinta discos de estudio, de remixes, en vivo, compilaciones, bandas de sonido y DVD. Sobre todo queda lo esencial: las canciones..
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Cerati se fue como vivió: en la búsqueda. Se retiró a la fuerza de los escenarios (¿lo habría hecho de otro modo?), con un notable disco, habiendo cerrado el círculo con el regreso estacional de Soda Stereo (había que sanar aquellas lágrimas de la gira despedida), y con su talento, su creatividad y su gracia en perfecto estado. En el desglose, su voz fue infalible pero no por magia, sino por preparación. Seductor, quejoso, dulce, potente, iconoclasta o confesional, no desafinaba ni dejaba de hacer sentir. Desde los estándares del guitarrista de rock & pop de su época no le quedó nada por hacer. Pero no era estándar y se superaba técnica, sónica, estética, poética y sintéticamente de un disco a otro, en combo o por las suyas, hayan sido en experiencias eléctricas, acústicas, sinfónicas o electrónicas. Siempre a pleno en el rito musical.
Estrella pop, guitar hero, gran cantante, sex symbol, lo que se quiera. Pero el Cerati compositor es de una importancia notable. “Final Caja Negra”, por caso, es una de las obras de pop progresivo más intensas de la música en español. Pero Cerati también fue capaz de establecer un mundo feliz (por tan desdichado) en aquel debut de Soda, de anticipar algunos recursos del grunge en “De música ligera” o hasta de anteceder momentos estéticos y musicales del britpop en ciertos pasajes de Canción animal, su disco del ’90. Ya como solista, rumbeó con propiedad entre la vanguardia y el clasicismo, entre el rock de guitarras, el pop de canciones y la electrónica del ritmo. Y siempre, siempre, en una obra integral de sonido, emoción e imágenes (paganas o retro). Si lo de Cerati fue rock en lo sustancial, fue igualmente pop en lo espectacular.
En su sitio oficial, Cerati.com, quedan en audio sus comentarios sobre su último canto. Basta entrar en la ficha del disco Ahí vamos y bajar hasta el track 7, hacer click y oír: “‘Lago en el cielo’ es la perla del disco. Lamentablemente tomo partido por ese tema, digo lamentablemente porque a todos uno los quiere. Pero es la canción de amor del disco. Me sirvió para reforzar la idea de ir despacio. Vamos para el mismo lugar, sí, ahí vamos. Pero vamos despacio”. El ya llegó, contra su voluntad.
Entre los lamentos, es notable ver el respeto y el cariño de la comunidad musical, de cada artista o técnico con el que trabajó, tanto como la admiración y el regocijo de miles hacia su música. Pero en el plano egoísta aparece la imposibilidad de continuación para su obra. El problema no es que ya no exista la posibilidad de nuevas canciones suyas. Lo más triste es tomar cuenta de la partida de una sensibilidad única, de un esteta moderno que fue cenital en la supervivencia y evolución de la música argentina moderna en la mayor parte de los últimos 25 años. De allí, que la pena vaya más allá de las relaciones personales, que se convierta en en mensaje compartido entre su público fiel y ocasional, en expresiones instantáneas de recuerdo y homenaje. De allí, que las despedidas saturen ahora las redes sociales y medios. Y de allí, que los servidores de la memoria sonora colectiva de Latinoamérica donde se alojan “De música ligera” se dejen ganar por emociones que solo se producen en la despedida de los artistas que dejan huella.
La radio pega un tema de Gustavo Cerati con otro de Gustavo Cerati y no puedo menos que sentir alivio, porque el estado de confusión que produce la ausencia –definitiva, irredimible– no me dejaría elegir un modo privado de despedirlo. Y necesito decirle adiós, como tantos millones de personas a las que su música les mejoró la existencia. Por esa vez que entré de casualidad al gimnasio de los bomberos en Bariloche, en 1985, encontré sobre el escenario a tres tipos con raros peinados nuevos y me volaron la cabeza. O por escucharlo hablar con su hijo Benito después de ver Submarino amarillo. Por su rostro de asombro y disfrute en el show de Las Bandas Eternas de Spinetta. O por breves charlas, alguna nota, algún lugar compartido. Necesito decirle adiós en calma, aunque haya lagrimeado cuando finalmente la noticia dejó de ser escrita en potencial. Una locura, si lo pienso en frío: no era mi amigo, aunque lo cruzara bastante seguido, pero su música es parte de la banda sonora de mi vida, como de tantas, tantas vidas. Entonces suena la radio, igual que esa vez en que a Lalo Mir se le ocurrió poner por primera vez un demo de Soda en 9 PM.
Gustavo Cerati estaba presente aun en su ausencia, después del ACV y todo el episodio en Venezuela. Fuerza natural, su último disco, parecía multiplicarse en su novedad: a cada rato nos quedábamos prendados de una canción como si no la hubiésemos escuchado antes, en una vana esperanza de estirar la espera. No queríamos decir en voz alta lo que sabíamos irremediable, sobre todo porque su madre creía en los milagros y ante eso no tenía sentido plantarse con la ciencia como excusa. Esa semipresencia era potente, sobre todo porque sus canciones no envejecían. Algunas tienen la marca de época de los ’80, es cierto, pero hoy pueden ser disfrutadas como Blade Runner: una suerte de retro futurismo que fue modernidad. Y están también las otras, esas que siguen sonando mañana aunque hoy no sea hoy.
Inquieto siempre, se impregnaba de los sonidos que se abrían paso en el rock para devolverlos como parte de un atractivo multitudinario. En el trayecto, dejaba información, datos certeros, mapas de ruta para descubrir otras ideas, otras miradas del mundo, otras concepciones de la música. La amalgama sónica de sus obras siempre fue trabajada, pulida, llevada un paso más allá. Pero sin perder su elegancia de esteta jamás. Y con esa voz. Y esa manera única de tocar la guitarra. Incluso en sus momentos menos interesantes, se plantaba con una calidad que trascendía las nimiedades. Repasar analíticamente sus grandes canciones se hace difícil cuando la mente todavía está tratando de procesar la noticia. Porque, además, no alcanzarían las páginas.
Cerati fue, sin dudas, la más grande estrella de rock salida de este lado del mundo. Su nombre resuena como ningún otro en toda América latina. Del Río Grande para abajo, Soda Stereo cambió tantas cosas que su dimensión abruma. Todo es enorme cuando se piensa en esa banda y en su líder. Y eso es la música popular, también: un mainstream capaz de llevar belleza hasta la cocina donde se lavan platos mejor con “De música ligera” que con los que parecen hacer las canciones de acuerdo a estudios de mercado.
Quizá por eso, hoy la ciudad de la furia es la ciudad de duelo. Por eso, cada uno precisa de la despedida a su manera. La radio pega una canción de Gustavo Cerati con otra canción de Gustavo Cerati. Y está bien. Es como poner un disco eterno.
Miles de admiradores de Gustavo Cerati hicieron fila para despedir al músico durante el velatorio en la Legislatura de la ciudad, y luego en el trayecto hasta el Cementerio de Chacarita. Acompañando a su madre, Lilian Clark, y a sus hijos Benito y Lisa, estuvo Charly García, quien definió al líder de Soda Stéreo como "un arquitecto" que supo "definir un mensaje con el que la gente se identificaba". También estuvieron Zeta Bossio y Pedro Aznar, quien destacó que Cerati "dejó un legado que vivirá por siempre y trascenderá generaciones". El papa Francisco envió sus condolencias y oraciones.
"Desbordaba talento y expresividad", dijo Pedro Aznar al salir del velatorio por el que decenas de artistas pasaron a despedir el cuerpo del líder de Soda Stéreo, quien ayer tuvo un paro cardiorrespiratorio luego de estar cuatro años en coma profundo por un doble ACV que sufrió luego de un recital en Caracas, Venezuela.
Su madre, la mujer, de 83 años, que fue un pilar de esperanzas durante todo este tiempo, se reunió en el salón con sus dos nietos y sus otras dos hijas. El velatorio, que se desarrolla a cajón cerrado, cuenta con un ingreso exclusivo para familiares y amigos, en tanto que los fanáticos que continúan llegando hasta el Salón de Honor del Palacio Legislativo.
"Fue el mejor músico con el que estuve en un escenario", alcanzó a decir Zeta Bossio, uno de los compañeros de Cerati en Soda. También pasó el líder de Divididos, Ricardo Mollo. El músico Charly García reveló que "al principio no" le "gustaba la estética de Cerati", pero después reconoció "su gran inteligencia", y opinó que esta muerte debe servir como mensaje para que "se cuide a las personas, a los artistas y a los que luchan por el idealismo y que se les dé un trato mejor en vida".
Acompañado por el bajista y tecladista Fabián "Zorrito" Von Quintiero, Charly sostuvo que el fallecido cantante fue "un amigo" y remarcó que le "quedan los recuerdos de joder bastante durante muchos años" con él. "Me asombraba el poder que tenía él con las masas. Después entendí que con esa arquitectura, él definía un mensaje con el que la gente se identificaba", sostuvo Charly, quien también tuvo palabras de afecto para la madre del músico fallecido: "Es una genia y una mujer súper inteligente".
En el Vaticano, se informó que "el Santo Padre Francisco, informado del fallecimiento de Gustavo Cerati, expresa su condolencia y asegura su oración por el alma del joven músico, estrechándose con afecto a su madre, a sus hijos y a todos sus seres queridos, amigos y fans en el día de su sepultura"
El año pasado, la madre de Cerati había recibido un saludo del Papa argentino a través de una carta al artista plástico Gustavo Masó: "Le ruego le diga a Lilian que su testimonio me hace bien, su valentía en ese seguir esperando y que estoy junto a ella. Es difícil decir algo más frente a una situación tan sagrada, como es la relación de una madre con su hijo, pero que acepte mi silencio hecho oración", expresó entonces.
En estos últimos años, varios músicos que se han movido en el círculo íntimo de Gustavo Cerati, y sobre todo que han trabajado con él en diferentes proyectos, dieron distintas visiones sobre su historia en común y sus métodos de trabajo y creación. Aquí se ofrecen algunos extractos:
- Richard Coleman (Cultura & Espectáculos de Página/12, 2014): “Cuando probé como cuarto Soda, me hice amigo de Gustavo y comenzamos a hablar de música, de libros y de mujeres, al tiempo que tomábamos algunas bebidas. Esa afinidad emergió de diferentes maneras. Fricción se armó a partir de una llamada que me hizo él, varios meses luego de que saliera el primer disco de su grupo, y me preguntó si tenía esas canciones que mostré cuando ensayé con ellos porque estaba con ganas de tocarlas. Y eso se tradujo no sólo en Nada personal, sino en una amistad surgió por una cuestión de necesidad mutua y de compartir”.
- Benito Cerati (Suplemento No de Página/12, 2013): “Las ganas de hacer un show, y de invitar a mi papá a tocar, no las puedo explicar. Existe una nueva generación de hijos de músicos que dejaron huella en el rock argentino que ya comienzan a mostrar sus proyectos y que pueden contar con el apoyo de sus padres. Lo que tengo para decirles es: ‘Disfrútenlos lo que más puedan. No se mortifiquen por portarse como artistas, sino por ser hijos’. El hecho de no tenerlo totalmente presente me resulta una dificultad extra. Para mí hubiera sido todo más rápido y fácil si estuviera. Me presenta un desafío necesario, aunque no injusto”.
- Zeta Bosio (Cultura & Espectáculos de Página/12, 2013): “Veníamos muy atrasados con el próximo disco de Soda, Sueño stereo. Y me sorprendió cuando me dijo que iba a hacer un material solista, pero quería que lo ayudara. Es una producción muy linda, muy fina. Hasta lo acompañé a la radio para tocarlo. A manera de anécdota, recuerdo que había una campaña para dejar de fumar, y varios de los integrantes del equipo de Soda nos sumamos, salvo Gustavo. Justo el día en que comenzaba la grabación, era la fecha ésa. Y me quería matar, pero no probé un cigarrillo en veinte años”.
- Leo García (Diario El Nacional de Venezuela, 2010):“Los que lo amamos tratamos de entender la situación que atraviesa para que no decaiga, y para no abandonarlo en cuanto al pensamiento positivo. Por eso, por el momento que vive, prefiero evocar al Gustavo humorístico. Es la persona que más me hizo reír en mi vida. Es un genio y un ser muy humilde. Para mí es un Maestro Yoda. Otra cosa que destaco es su pasión por la comida y por sentarse a la mesa acompañado de sus seres queridos. Y una de las enseñanzas que me legó es la inteligencia absoluta de nunca caer en ira”.
- Tweety González (Diario El Nacional de Venezuela, 2010): “Gustavo es una persona bastante fuerte y muy proactiva. No puede estar más de una hora mirando la televisión, y si lo hace es porque debe encontrarse muy cansado. Cuando sale de gira, siempre planea una escapada para comprar discos y ropa o para practicar el turismo de aventura. Esto le encanta. Los tours los encara como si se tratara de un viaje de egresados de la secundaria. Le cuesta repetir gente y le gusta que el entorno sea íntimo. No obstante, a la hora de trabajar no conozco a artista más exigente que él”.
- Fernando Ruiz Díaz (Diario El Nacional de Venezuela, 2010): “Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, Gustavo es una persona adicta a la vida. Lo que pasa es que a los músicos nos gusta vivir tanto que vivimos mucho. Esto es lo más parecido a una montaña rusa: estamos todo el tiempo tomando aviones, actuando y grabando discos. A veces no puedes más y debes salir al escenario. Es una adrenalina constante que si no nos subimos a ella, no podemos hacer lo que hacemos. No hay que meterle presión a este proceso. Que haga su viaje, pues siempre lo vamos a esperar”.
- Cecilia Amenábar (Cultura & Espectáculos de Página/12, 2013): “Fue una época muy luminosa de nuestras vidas, de cuando vas a traer un hijo al mundo, y más si viene acompañado de música. Amor amarillo es uno de los discos menos vendidos y comprendidos de Gustavo porque lo hizo fuera de la banda, y porque seguramente a mucha gente no le gustó que se fuera a Chile. Se llenó de energía, de bondad, de naturaleza, y le salieron un montón de canciones como más hippie o, más que eso, muy auténticas. Está sintiendo lo que canta, y lo que dice. Y nuestros hijos todavía las escuchan”.