Fecha de publicación 12 septiembre 2014
El
19 de agosto un avión Poseidon P-8 estadounidense de recolección de
inteligencia volaba en una misión de vigilancia electrónica a 217
kilómetros al este de la isla china Hainan cuando fue interceptado por
un caza chino.
El 19 de agosto un avión Poseidon P-8 estadounidense
de recolección de inteligencia volaba en una misión de vigilancia
electrónica a 217 kilómetros al este de la isla china Hainan cuando fue
interceptado por un caza chino. El P-8 estaba bastante dentro de la Zona
Económica Exclusiva de China, que se extiende como todas las ZEE hasta
370 kilómetros y no había motivo para que estuviera allí aparte de
espiar a China. Los chinos enviaron un caza J-11B para controlar al
avión espía y el piloto hizo de las suyas. Voló hasta una distancia
mínima del P-8 y realizó algunas hábiles maniobras, incluyendo una
vuelta de barril, con una destreza acrobática que la Casa Blanca
calificó de “provocación profundamente preocupante”. Por lo tanto,
hablemos de provocaciones.
El caza chino se encontraba a 370 kilómetros de la
costa sur de China. El avión espía de EE.UU. estaba a 12.000 kilómetros
de la costa oeste de EE.UU. (Incluso Hawái está a 10.000 kilómetros de
Hainan.) Pero si los chinos llegaran a enviar un avión espía para que
volara a esa distancia de California y fuera detectado registrando
transmisiones de, digamos, la base de ensayo de armas en Point Mugu a 80
kilómetros por la costa desde Los Ángeles, ¿imaginamos que esto podría
ser descrito por Washington como una “provocación profundamente
preocupante”? Por cierto lo sería y tendrían razón.
Y fue ciertamente una provocación cuando un avión
ISR (acrónimo en inglés para inteligencia, vigilancia y reconocimiento)
realizó una operación de espionaje teniendo como objetivo el equipo de
señales de inteligencia de China en la base militar Lingshui en la costa
sur de Hainan. Comprensiblemente, a China no le gusta ser espiada y
ordenó que saliera un piloto de caza a divertirse y dar un susto de
muerte a la tripulación del P-8, lo que parece haber hecho con bastante
éxito.
Hubo una pizca de suave crítica en algunos medios
extranjeros por el hecho de que el P-8 estuviera en una misión de
espionaje tan cerca de China pero fue frívolamente desechada por el
Pentágono que declaró altivamente que “se pueden realizar actividades
militares dentro de la Zona Económica Exclusiva de otra nación como
ejercicio de las libertades de navegación y sobrevuelo”. Por lo tanto
¿podemos suponer que si algún día el cielo de mar adentro de EE.UU. está
moteado de aviones de inteligencia electrónica chinos y rusos en
misiones dentro de 217 kilómetros de su costa no habrá quejas de
Washington?
En ningún sitio de la Parte V de la Convención de la
ONU sobre la Ley del Mar que define las responsabilidades de los países
respecto a las Zonas Económicas Exclusivas existe alguna mención de la
palabra “militares”. Y “sobrevuelo” aparece pero solo una vez, en el
sentido de que debería haber “libertad de sobrevuelo”, con la
advertencia de que “alta mar [y por inferencia el aire sobre ésta] debe
reservarse para propósitos pacíficos”. Pero la deliciosa ironía –el
chiste absoluto– es que el Senado de EE.UU. se niega a ratificar la
Convención. Pero tal vez no informaron al Pentágono cuyo portavoz, el
contraalmirante Kirby, declaró que las travesuras del piloto chino al
interceptar el P-8 fueron “poco profesionales” lo que yo apostaría a que
provocaría un ataque de risa de los homólogos del piloto en la Armada
de EE.UU., porque cada uno de ellos, sin excepción, adoraría la
oportunidad de hacer una vuelta de barril a 15 metros sobre un pesado
avión Poseidon-8, cuyos pilotos son considerados con un genial aire de
condescendencia por todo piloto de caza digno de su nombre.
En un curioso incidente paralelo en el Mar Báltico,
exactamente un mes antes del fandango en Hainan, otro avión de guerra
electrónica de EE.UU. (están por doquier) espiaba a Rusia, que envió un
caza para obligarlo a abandonar su costa. Se informó de un funcionario
estadounidense quien dijo “la tripulación del avión espía se preocupó
tanto del rastreo por radar que quería salir del área lo más rápido
posible” y el piloto solicitó el sobrevuelo de territorio sueco. Éste
fue rechazado por el controlador sueco de tráfico aéreo, pero el piloto
estadounidense no prestó atención a la orden de abstenerse de entrar en
espacio aéreo extranjero y voló sobre la isla sueca de Gotland, que
tiene una base aérea en Visby en la costa oeste y una estación de radar
en Furillen al otro lado.
Esta flagrante violación de la soberanía de Suecia
no atrajo demasiada crítica porque Suecia se ha alejado de la valerosa
neutralidad que otrora mantenía. Ahora es miembro de la "Asociación para
la Paz" de la OTAN, una entusiasta alianza antirrusa que involucra
“virtualmente cada campo de actividad de la OTAN, incluyendo el trabajo
relacionado con la defensa, reforma de la defensa, política y
planificación de la defensa, relaciones civiles y militares, educación y
entrenamiento, cooperación y ejercicios entre militares”, El
semipsicótico secretario general saliente de la OTAN (el "Comandante
Supremo Aliado”, quien decide, es siempre un general estadounidense),
Anders Fogh Rasmussen, declaró en enero que Suecia es “uno de los socios
más activos y efectivos de la OTAN, y ahora tenemos una verdadera
oportunidad de hacer que nuestra cooperación sea aún más fuerte”,
mientras en Ucrania la alianza de la OTAN “planea más ejercicios
conjuntos, más cooperación y ayuda a largo plazo para modernizar las
fuerzas armadas ucranias y el sector de seguridad ucranio”.
Por lo tanto todos sabemos dónde estamos y Rusia se
da cuenta de que no existe la menor esperanza de acercamiento con EE.UU.
y la OTAN por su actitud de rígida confrontación. La Segunda Guerra
Fría se acerca y la OTAN, dirigida por EE.UU., ansía calentarla.
La conferencia de la OTAN en Gran Bretaña en
septiembre fue una juerga absurda de poses de provocación en la cual,
entre otras bravatas contra Rusia, se decidió crear “una fuerza de
reacción rápida de varios miles de soldados para proteger a miembros
europeos orientales contra una posible agresión rusa. La fuerza, que
estará compuesta de soldados suministrados por Estados miembros sobre
una base rotativa, podría ser desplegada dentro de 48 horas”. Y me reí a
carcajadas, como sin duda lo hizo Putin.
No va a haber ninguna “agresión rusa” contra alguna nación de la OTAN. No ha habido ninguna “agresión rusa” contra nadie.
Moscú aprobó racionalmente un plebiscito pacífico en Crimea que
condujo a un acceso enteramente legal, democrático y popular a Rusia sin
la pérdida de una sola vida. Moscú apoya ahora a la población
rusohablante, de cultura rusa y rusófila de algunas partes de Ucrania
oriental, que por miles ha tenido que huir de la persecución del
gobierno de Kiev. Pero EE.UU. y la OTAN no están de acuerdo con esto y
han buscado un enfrentamiento que no pueden ganar, sea a través de sus
necias sanciones ni –lo que es mucho más preocupante– en el campo de
batalla.
El Primer Ministro del Reino Unido, Cameron, declara
respecto a Putin y Ucrania que “no podemos permitir que se apodere de
todo el país”. Pero se niega a ver que Putin no quiere Ucrania. ¿Quién
en este mundo la querría? (La UE ciertamente no la quiere). Es un
desastre económico corrupto y caótico. Si Rusia invadiera y ocupara ese
lugar, lo que podría hacer fácilmente, tendría en sus manos un vasto,
costoso e insoluble problema de seguridad interior, y no lo desea. Todo
lo que Rusia quiere es justicia para los habitantes de cultura rusa en
las regiones orientales: nada menos -y nada más- Y la obtendrá.
La actual postura de provocación y bravuconería por
parte de EE.UU. y la OTAN es peligrosa y potencialmente catastrófica. El
insustancial y artificial enfrentamiento con Rusia es mucho más serio
que los irritantes incidentes en los cuales sus aeroplanos espías
realizan provocaciones cerca de instalaciones reservadas de otras
naciones. Involucra a unos pocos políticos incompetentes (que son
increíblemente impopulares en sus propios países) que formulan amenazas
contra una nación orgullosa a la que casi le basta su arrogancia.
Resoplando y haciendo posturas contra Rusia podrá tener el objetivo de
impresionar a sus audiencias nacionales, pero existe un límite para la
paciencia rusa. La OTAN es ciertamente un mal chiste –humillada por su
derrota en Afganistán por parte de unos pocos miles de guerrilleros
variopintos– pero esa gente está jugando con fuego. Y el peligro para
todos nosotros es que sus arrogantes fanfarronadas podrían incendiar el
mundo.
(*) Brian Cloughley es un exsoldado que escribe sobre temas militares y políticos.