Sabemos que el mal comer e incluso el hambre es un padecimiento que aqueja a muchos pueblos, pero justificar la necesidad alimentaria de un país, que supo cómo alimentarse, con la presencia del embargo comercial unilateral estadounidense es una afrenta y un insulto al pueblo de la isla.
Cuba y la poca comida
MIAMI
Tras casi 56 largos años de dictadura y una economía centralizada fracasada en todos los aspectos, el Gobierno cubano no es ni tan siquiera capaz de estimular el cultivo de la tierra o la producción cárnica para darle de comer al pueblo. Según las últimas estadísticas publicadas por la Comisión Agroalimentaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, o Parlamento cubano, el país invierte más de 2.000 millones de dólares al año para adquirir productos alimenticios.
Sin embargo, esa alta cifra ni la producción nacional en una tierra que es fértil son suficientes para proveer un plato decente de comida a la mayoría de la población.
Sabemos que el mal comer e incluso el hambre es un padecimiento que aqueja a muchos pueblos, pero justificar la necesidad alimentaria de un país, que supo cómo alimentarse, con la presencia del embargo comercial unilateral estadounidense es una afrenta y un insulto al pueblo de la isla.
Atrás quedó el recuerdo de una población que acostumbraba a comer mejor, bien, e incluso se enorgullecía de su riqueza gastronómica. Son muy pocos los que logran consumir frutas tropicales, vegetales o carnes en un país donde antes eran abundantes. También son pocos los que alguna vez logran comer un pescado aunque vivan rodeados de mar y son muchos los que sobreviven gracias a los carbohidratos del pan que guardaron el día anterior.
Tal vez por eso se mantiene en pie el viejo inmueble Mercado Único en la capital cubana, vació y abandonado, como monumento a la abundancia del pasado que sólo los ancianos conocieron y la miseria del presente que la gran mayoría vive a diario.