Sciolismo para todos y todas
La ausencia de CFK del centro de la escena, diluyó la sombra “progresista” con la que se pretende ocultar el giro sciolista y los acelerados intentos de darle cuerpo (y armas) al FpV como “partido del orden”. Empresarios y genocidio; reformas jurídicas y judiciales; conflictividad social y la “crónica del ajuste anunciado”, muestran la resignación detrás del relato.
Los empresarios y el genocidio
Este domingo Horacio Verbitsky realiza una cronología del debate realizado en un seminario académico en la universidad de Oxford. Allí la Argentina “era señalada como el país que más ha avanzado en señalar y enjuiciar” la relación entre el poder económico capitalista y la represión estatal en el genocidio de 1976-1983. Una denuncia correcta que, en el caso de Verbitsky, está más ampliamente documentada en el libro Cuentas pendientes.
Se lee en Página12: “Sobre 117 países de África, América Latina, Asia y Europa analizados por la base de datos que dirigen, sólo en 17 también se investigó al poder económico. De los 65 casos de todo el mundo sobre la responsabilidad empresarial, 20 corresponden a la Argentina (…) La investigación comprendió los distintos mecanismos utilizados: comisiones por la verdad, juicios penales y civiles, tanto domésticos como transnacionales. Según sus conclusiones”.
Esta denuncia se centra en algo que, durante décadas, señaló la izquierda pero que la casi totalidad del progresismo local se negó a tomar como propio. El mismo Verbitsky debe señalar que “La literatura sobre regímenes autoritarios ha sido simplista al concentrarse en la autoridad del Estado, sin darle la debida trascendencia a la autoridad estructural que, si bien puede no ser estatal, la circunda o inclusive la controla”.
El régimen de la democracia capitalista argentina sostuvo este “simplismo” y no enjuició a los responsables últimos del genocidio: los grandes capitalistas locales y extranjeros. Sólo la movilización constante de los organismos de derechos humanos y la izquierda mantuvo esta cuestión en el centro de la escena política. El kirchnerismo a partir de la crisis del 2001, se apropió de este discurso. Pero, como ocurre en los juicios a los militares, la justicia se administra en dosis homeopáticas permitiendo que genocidas y cómplices civiles vayan muriendo de viejos y gozando de impunidad.
Como planteamos el domingo pasado, en el poder judicial perviven cuanto menos 400 jueces que juraron por los estatutos de la Junta Militar. En 2006 se denunció desde el PTS que 9 mil policías bonaerenses seguían en funciones desde la dictadura. Recientemente, el Diputado Nacional del PTS en el FIT, Nicolás del Caño, planteó en el recinto que: “para tener una medida de comparación con lo que ocurrió a nivel nacional, un informe de 1978 indicó que la administración de los 1.696 municipios existentes estaba en manos de 301 intendentes de la UCR (35%), 169 del peronismo (19,3%), 23 correspondían a agrupaciones neoperonistas (2,7%), 109 al Partido Demócrata Progresista (12,4%), 94 al MID (10,7%), 78 a las fuerzas federalistas (8,9%), 16 a los demócratas cristianos (1,8%) y cuatro a los intransigentes (0,4%). El Partido Demócrata de Mendoza hoy aliado del PRO le dio un gobernador a la dictadura, Bonifacio Cejuela”.
Verbitsky no puede terminar de denunciar la impunidad global de ayer y de hoy, porque estropearía el “paraíso democrático” que hoy nos quiere presentar.
Arriando banderas
En la semana que pasó, se realizaron modificaciones al proyecto de reforma del Código Procesal Penal. La eliminación de la figura de “conmoción social” implica un retroceso parcial del gobierno, así como las modificaciones a las normativas sobre extranjeros.
Pero, como advierte la abogada Paula Litvachky (CELS) “queda abierta la puerta para que las provincias introduzcan reformas procesales con reglas para extranjeros” y “deja en manos de la policía y los jueces la discusión sobre el control migratorio”. La ausencia de mención a este tema por parte de Verbitsky pareciera demostrar que hay poco (o casi nada) para festejar.
Es que el debate tiene un límite en el kirchnerismo. La verticalidad gana la apuesta, aunque se vista de derecho al disenso. En su columna de este domingo, Mario Wainfield dice “La disciplina de bloque no es (…) un invento argentino. Abunda en la experiencia comparada, en la mayoría de las consagradas democracias europeas. El FpV la tuvo siempre (…) En ese contexto, el kirchnerismo se permite disensos internos, que no son reconocidos como virtud sino como prueba del fin de ciclo. Tal vez no sea del todo así... quién sabe”.
Pero la ejemplificación que realiza el columnista ilustra que, a pesar de los debates, siempre es el “ala izquierda” del kirchnerismo la derrotada: se permite el derecho a debatir sobre el aborto pero, como CFK está en contra, no se pasará a la sanción de la norma en un pacto escandaloso con el PRO. Está permitido poner en cuestión el proyecto de la Universidad de la Defensa –aunque Conti mande a Puiggrós de regreso con Carrió- pero se vota sin mayores problemas a favor de Milani. Lejos de un debate limpio y cristalino, al interior del oficialismo, hay un verticalismo que no admite contrapesos.
Scioli por aquí, Scioli por allá
“Hay sciolistas que todavía (…) imaginan algún giro autonomista del candidato a partir que se acerquen las primarias. Una maniobra para intentar juntar al kirchnerismo con votos de identidad independiente. Una alquimia casi imposible” dice Eduardo Van der Kooy.
Pero la ilusión solo existe en la sede de la redacción de Clarín. La realidad es que la agenda política está marcada por un “sciolismo en campaña permanente”, con los modos, las palabras y las usanzas del ex motonauta. Scioli para todos y todas, en todos los rincones de la patria.
La ausencia en el centro político de CFK y la relativa pausa en las tensiones económicas, dan lugar a la “rosca” electoral como principal escena de la política argentina. En un escenario marcado por las tendencias centrífugas del FA-UNEN (EXPLOTAN) y los límites de Massa y Macri para salir de sus respectivos feudos, Scioli aparece en el centro de la escena, casi como un “presidente de hecho”, a partir de un acuerdo ya cerrado con el kirchnerismo que, aunque refunfuña, solo piensa en cómo ocupar cuotas de poder legislativo o judicial en un futuro gobierno del “compañero Scioli”.
Hace pocos días se conoció, por las redes sociales, una entrevista que le hicieron a Scioli en la revista Playboy en 1990. Allí el futuro candidato a presidente del FPV dice, sin empachos, que su hermano fue secuestrado por “terroristas”, “como secuestraron a tanta gente de alto poder adquisitivo”. Ante la pregunta por los desaparecidos en la dictadura, el joven Scioli dirá que “es muy difícil tomar una posición a favor o en contra”.
Posiblemente, en la década que pasó, Scioli “aprendió” el valor y la importancia de la lucha contra el genocidio y por los derechos humanos. Posiblemente no. Cuestiones como el avance y continuidad de los juicios a los empresarios que fueron parte del genocidio, quedarán en manos de Scioli si logra imponerse en las elecciones. ¿Otra bandera que veremos arriarse pronto?
Entre la contención y el orden
Pese a los relatos gubernamentales y relativa calma lograda tras la batería de medidas parciales para frenar la especulación que podía forzar una nueva devaluación brusca, la situación de las amplias mayorías trabajadoras y populares tiende a elevar su temperatura.
“Hay mal clima social, los planes sociales no alcanzan y la inflación hace estragos en los salarios, y por eso en diciembre estamos todos en apresto”, habría confesado a La Nación un miembro de las fuerzas de seguridad que comanda Berni.
Casi como en otro país, Mario Wainfield dice en su columna que “El conflicto social, que siempre es alto en la Argentina, no se espiralizó en el año. Con un movimiento obrero segmentado, con dos centrales opositoras, las huelgas generales fueron menos que las que podían fabularse (…) Casos especiales como el de la empresa Lear no tuvieron muchos símiles. La brutal represión a los laburantes agravó la situación. El conflicto, pese a ese aporte deplorable del oficialismo, quedó circunscripto”.
Lo que se omite es que el conflicto quedó “circunscripto” por dos factores de orden completamente opuesto. Por un lado, por la acción común entre el gobierno y sus aliados de hierro de la burocracia sindical del SMATA. Éstos dejan pasar despidos y suspensiones en todas las plantas de la rama, además de ejercer una feroz persecución contra cualquier delegado o activista que no responda obedientemente a la conducción. Por el otro, que solo allí donde había una comisión interna influida por la izquierda (PTS) se desarrolló una resistencia a los planes de ajuste de la empresa.
Los “indomables” de LEAR mostraron “en cadena nacional” que se puede enfrentar los ajustes, despidos y represión, mediante una lucha obrera que se ha convertido en la más larga de la década kirchnerista y que, además de haber logrado varias reincorporaciones y mantener la lucha por las que faltan, ha sido un factor fundamental para ponerle un freno a muchas patronales que, envalentonadas por el propio gobierno, querían descargar sus ataques sobre las espaldas obreras.
El miedo a nuevos LEAR (y por qué no, a nuevos MadyGraf bajo control obrero) fue y es, la única resistencia social seria contra “la derecha” y “los buitres”. ¿Dónde más podría estar una izquierda que se precie de tal sino es allí, junto a esas enormes luchas?
Para mantener el relato, el gobierno impulsa su victimización ante los “desestabilizadores de siempre”. Busca estigmatizar por anticipado los posibles estallidos, o incluso, los meros reclamos de sectores sindicales que presionan por un bono de fin de año que el gobierno parece derivar a “acuerdos entre partes” para no darle entidad oficial.
Pero esta necesidad de coyuntura, encuentra un objetivo estratégico de apurar el tránsito del “partido de la contención” que expresó el kirchnerismo como respuesta estatal a la movilización popular en ascenso, hacia el “partido del orden” tal como parecería demostrar la reciente reunión entre Scioli, Sergio Berni, Alejandro Granados, Guillermo Montenegro y la nunca ausente presencia de La Cámpora a través, en este caso, de Eduardo Wado De Pedro.
Esta estrategia es común en todo el arco político patronal y tiene la venia cristinista tal como puede ver en el creciente poder de Milani y sus servicios de inteligencia, que ahora incorporó “Argentina equipos de tecnología dual por 1.183.000 euros en 2010; y 169.357 euros en 2011. Las funciones de esos equipos serían para la intercepción de celulares y correos electrónicos.
En la fuerza social de la clase trabajadora, la juventud explotada y oprimida que se niega a resignar sus derechos, y las combativas mujeres que no rendirán sus su derecho a decidir ante ningún mandato vaticano, se encuentra la savia vital para nutrir a la izquierda anticapitalista que lucha por que la crisis la paguen los capitalistas, para lo que habrá que enfrentar al partido de la contención y del orden. Hace falta una izquierda de los trabajadores. Y la estamos construyendo.