33 Años sin Georges Brassens
28 octubre, 2014
Fuente: La Republica
“Mi naturaleza es reacia a todo tipo de exhibiciones; sufro de una
modestia casi enfermiza. No puedo enseñar mis órganos procreadores a
nadie, excepto a mis mujeres y mis doctores” (“Les Trompettes de la
Renommée”)
Georges Brassens (1921-1981) es tan popular en Francia como los
Beatles en Inglaterra. La gente va silbando o cantando sus canciones por
la calle, temas que pasan de una a otra generación. Palabras agridulces
que le valieron el Gran Premio de Poesía de la Academia francesa;
versos irreverentes, originales, armoniosos, bellísimos, duros como la
piedra, pero que llegaron a ser tan populares como las canciones
infantiles; poemas a los que pondría música con el paso del tiempo.
Se le conocía familiarmente como el Buen Señor (Le Bon Maître) o
Georges el Simplón (Tonton Georges). Jamás estuvo interesado por dar un
concierto fuera de su país hasta que, en 1973, por invitación de su
amigo, el británico Colin Evans, fue hasta el País de Gales para dar un
único y memorable recital en el Teatro Sherman de Cardiff.
La BBC filmó el acto. TVE no hubiera hecho nada al respecto, de haber
tenido la oportunidad, ni siquiera con ocasión de la muerte del genial
autor, al que dificultosamente pude dedicar un programa en la 2ª Cadena,
a los pocos meses de su desaparición. Y me llovieron las críticas por
ello. ¿Quién era ese Brassens, para ocupar cincuenta minutos en la
pequeña pantalla de la televisión pública?.
La Televisión Española y de las JONS siempre tuvo de pública lo que
Rajoy de demócrata. Hoy, RTVE es ya un organismo engullido por
empresarios de variado plumaje, mientras va desapareciendo cualquier
vestigio de servicio al ciudadano, excepto si pensamos en las
necesidades fisiológicas. Sin embargo, el poeta galo aún es un referente
en la canción popular francesa de todos los tiempos.
Georges Brassens es el mejor de los poetas-intérpretes europeos, el
más preclaro de los cantantes que han creado poemas propios para ser
ofrecidos con una música idónea.
Un caso insólito, perteneciente a esa órbita en la que giraban
Jacques Brel o Leo Ferré, Jean Ferrat y Charles Trenet, pero que, al
contrario del primero de los nombrados, jamás fue promocionado en
España, territorio comanche en el que todavía sigue vigente aquello que
le preguntaba un sargento del ejército franquista al joven soldado y
futuro escritor Juan Benet, cuando este hacía el servicio militar:
– Cuando ves a un francés ¿no te entra mucha rabia?… Pues eso es ser patriota – decía la mala bestia vestida de uniforme.
Es una verdadera pena el desafrancesamiento paulatino, pero
constante, que la intelectualidad españolista fue sembrando desde que
Felipe González (que venía de ser coronado como Secretario General del
PSOE en una ciudad francesa, como es Suresnes) decidiera caminar por la
senda de los Estados Unidos de Norteamérica, traicionando la
hospitalidad y la cultura gala, porque así se lo aconsejaron ilustres
demócratas como el criminal de guerra Javier Solana, experto en armas
químicas, daños colaterales (o sea genocidios) y mentiras piramidales.
Las canciones de Brassens eran (son) verdaderos ejercicios poéticos
de ingenio, ternura y dominio de la lengua vernácula, resultado de
muchos años de trabajo arduo, al que había que añadir, ulteriormente, el
problema de la música, la métrica y el ritmo.
Pero a Georges le protegía su inmensa cultura, su conocimiento
adquirido en la lectura y disfrute de Villon, Valery, Rimbaud,
Baudelaire o el ya citado Aragon. Todo ello y la utilización habitual de
modismos y frases de extracción popular, que contrastaban con el
academicismo de algunos textos, hicieron de él un verdadero creador,
inimitable, independiente y siempre cáustico.
De Brassens emana una valiente integridad, tan extraña hoy a los
intelectuales de pensamiento blando (Marías, Alba, Montero, Albiac,
Bueno, Cebrián, Pradera) como el compromiso con la verdadera democracia.
De su obra brotan conceptos que se hacen casi tangibles, como el
amor, la amistad, la vejez, la muerte, la traición, la esperanza, el
honor, el valor, que se esparcen en medio de un paisaje donde florece el
sentido del humor, el sarcasmo o la ironía vitriólica, sin un ápice de
tolerancia para la sensiblería o la dramatización desmedida, que habitan
en personajes de ficción, pero tan bien dibujados que parecen reales.
Poesía verdadera. Poesía sin tacha.
Hace 33 años que murió, discreta y dolorosamente, el poeta cantor.
Tenía sesenta. He lamentado que ese nuevo aniversario no pueda tener
como escenario la mediterránea playa de Sête, donde se halla enterrado.
Pero en mi casa suenan sus canciones,mientras recuerdo las palabras que
le dedicara alguien imprescindible como Gabriel García Márquez:
– “Hace algunos años, en el transcurso de una discusión literaria,
alguien me preguntó quien era, en mi opinión, el mejor poeta
contemporáneo de Francia. Sin dudarlo un segundo, respondí: Georges
Brassens.”
Me imagino a Gabo, cantando junto al autor de “Morir por las
ideas…(pero de muerte lenta)”, mientras Georges disfruta de las obras
del Nobel colombiano. Una bella escena
Carlos Tena