Feliz año para mi patria en tinieblas
Feliz año, este año, para ti, para todos los hombres, y las tierras, Araucanía amada. Entre tú y mi existencia hay esta noche nueva que nos separa, y bosques y ríos y caminos. Pero hacia ti, pequeña patria mía, como un caballo oscuro mi corazón galopa: entro por sus desiertos de pura geografía, paso los valles verdes donde la uva acumula sus verdes alcoholes, el mar de sus racimos. Entro en tus pueblos de jardín cerrado, blancos como camelias en el agrio olor de tus bodegas, y penetro como un madero al agua de los ríos que tiemblan trepidando y cantando con labios desbordados.
Recuerdo, en los caminos, tal vez en este tiempo, o más bien en otoño, sobre las casas dejan las mazorcas doradas del maíz a secarse, y cuántas veces fui como un niño arrobado viendo el oro en los techos de los pobres.
Te abrazo, debo ahora retornar a mi sitio escondido. Te abrazo sin conocerte: dime quién eres, reconoces mi voz en el coro de lo que está naciendo? Entre todas las cosas que te rodean, oyes mi voz, no sientes cómo te rodea mi acento emanado como agua natural de la tierra?
Soy yo que abrazo toda la superficie dulce, la cintura florida de mi patria y te llamo para que hablemos cuando se apague la alegría y entregarte esta hora como una flor cerrada. Feliz año nuevo para mi patria en tinieblas. Vamos juntos, está el mundo coronado de trigo, el alto cielo corre deslizando y rompiendo sus altas piedras puras contra la noche; apenas se ha llenado la nueva copa con un minuto que ha de juntarse al río del tiempo que nos lleva. Este tiempo, esta copa, esta tierra son tuyos: conquístalos y escucha cómo nace la aurora.
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