Le extiendo a todas y todos un saludo y el agradecimiento por su presencia esta tarde en la presentación de Los Estados Unidos y la Lógica del Imperialismo.
Constituye para mí un placer, el privilegio de que se me haya concedido la responsabilidad de presentar esta obra en ocasión de la vigésima segunda edición de laFeria del Libro de La Habana.
Quisiera comenzar por felicitar al grupo de amigos y compañeros especialistas y colaboradores del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre los Estados Unidos, que con la coordinación de Jorge Hernández, han creado esta “visión crítica” cubana como parte de la colección Una Mirada a los Estados Unidos. Pienso que es el primer libro enteramente cubano (Made in Cuba) que aborda y presenta a los lectores de nuestro país y del mundo, de manera integral, una interpretación y exposición de la esencia del imperialismo norteamericano, en este momento en que se hace cada vez más evidente que ese sistema esta adentrándose en su fase de decadencia, aunque muchos aún no comparten esta apreciación.
Estimula contar con esta obra, cuando con frecuencia se oyen críticas de que la publicación de libros en Cuba favorece, en el terreno de las ciencias sociales y políticas, a los autores extranjeros. Complace constatar que en este asunto, la producción de los cubanos ha salido en primer lugar.
Nueve reconocidos y talentosos investigadores cubanos, de los campos de la economía, la historia, las ciencias políticas, la filosofía, la lengua inglesa y la sociología, han aportado su experiencia y conocimiento tras largos años de estudios sobre EE.UU. para llevar al lector la valoración de hechos, circunstancias, estadísticas que ponen de relieve el surgimiento, desarrollo y decadencia del fenómeno de mayor influencia en el desarrollo de los acontecimientos en el mundo contemporáneo: el imperialismo de losEE.UU.
Es además muy oportuno, porque estamos ante lo que podemos llamar el inicio de un cambio histórico universal, cuyos árboles todavía esconden el bosque y, por tanto, la posibilidad de que nos adentramos (creo yo que a pasos agigantados) por ese camino, es tema de intenso debate en todas las latitudes, incluida la de nuestro país que se calcula en los 21 grados y 30 minutos norte y 80 grados sur, justo al sur del Trópico de Cáncer, círculo imaginario que marca donde en verano el Hemisferio norte más se inclina hacia el Sur, hecho cargado de simbolismo. Por eso, este libro es, además, una obra de vanguardia, una expresión de valentía política y académica, que daría realce a un hipotético premio internacional de esos que estamos acostumbrados a presenciar como se otorgan ligeramente a creaciones de muchísimo menor categoría.
Los estrechos vínculos geográficos, históricos, culturales y políticos existentes entre Cuba y los EE.UU., desde que ambos territorios se encontraban bajo dominación colonial y no había cuajado en ninguno de los dos países la identidad nacional y la aspiración a la independencia, otorga a los cubanos el derecho y fundamenta la necesidad de elaborar una interpretación propia sobre el desarrollo político, económico y social de la sociedad norteamericana. Basta recordar las ambiciones de dominio sobre Cuba expresada por los “Padres Fundadores” de los EE.UU. y la perseverante determinación, con casi el fervor de un fanático religioso, con que vigilaron y aprovecharon las circunstancias que le permitieron, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, apoderarse del territorio cubano y convertir nuestro país en un “protectorado” de los EE.UU., justo en los momentos históricos en que José Martí se preparaba en silencio para la tarea “de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que los EE.UU. se extiendan y caigan con esa fuerza sobre las tierras de América”.
Habría que decir que a este libro le falta un décimo ensayo sobre cómo Martí hurgó en las raíces históricas, políticas, económicas y sociales que dieron vida al imperialismo.
Cuando ojeé por primera vez el ejemplar de este libro, vino rápido a mi mente la idea de una obra musical, un concierto interpretado en tres movimientos por una orquesta de cámara. Según fui avanzando en la lectura, me sentí en reiteradas ocasiones impactado por los criterios, opiniones y conceptos vertidos en cada uno de los ensayos.
El libro, además, cuenta con una excelente impresión y, como dice Jorge en la Introducción, una cubierta exterior muy sugerente y apropiada que va directo al centro de la cuestión sin perder un ápice de elegancia y belleza.
Dejo para Jorge Hernández la tarea de explicar en más detalle el contenido de esta obra, pero deseo resaltar algunos aspectos que fundamentan el carácter excepcional de la misma.
En el primer párrafo de la Presentación, se da conocer que es resultado “del esfuerzo colectivo dirigido a conocer, comprender y, sobre todo, a explicar, las características, procesos, tendencias de desarrollo, que definen el fenómeno imperialista norteamericano contemporáneo… con énfasis en el contexto de transiciones que se ponen de relieve en el umbral de su segunda década y en el propio inicio de esta, dentro de un entramado de expectativas, cambios y permanencias”. Y más adelante se señala que se hace “para entender la lógica del imperio… factor todavía determinante en la lógica del poder mundial”.
En la Introducción se expresan algunas definiciones sobre este aspecto: “La lógica del imperialismo apunta al mantenimiento y reproducción del sistema… Los gobiernos y los individuos que los dirigen… responden a la lógica del imperialismo. No pretenden (ni pueden) cambiar el sistema”.
También se habla del marco metodológico empleado: “retomar y aplicar a sus particularidades históricas las contribuciones de la teoría marxista, las reflexiones leninistas y gramscianas, las aproximaciones del pensamiento crítico contemporáneo… desde la latinoamericana y de otras latitudes”.
Los tres ensayos de la primera parte, correspondientes, en orden de aparición, a Rubén Zardoya, Jorge Hernández y Carlos Alzugaray, hacen un recorrido sobre la teoría e historia del imperialismo.
Rubén Zardoya expone “las características sobresalientes que definen el proceso histórico” que ha confrontado el imperialismo hasta la actual fase de globalización de impronta neoliberal y cuya mayor expresión se encuentra en los EE.UU. Nos lleva desde la Gran Depresión, pasando por la etapa posterior a la II Guerra Mundial, hasta las “convulsiones globales” a partir de la década de los años 70 “agotado el período de crecimiento expansivo abierto por la destrucción de las fuerzas productivas” en la IIGuerra Mundial. Al referirse a este período, Zardoya expresa: la reducción del espacio para la reproducción ampliada del capital a escala ‘global’ y la presión hacia la baja de las tasas de ganancias, exacerbaba la competencia interimperialista y obstaculizaba la marcha hacia el trust único y el ‘Estado capitalista global’.”
En el último epígrafe de su ensayo Zardoya señala que “En los años 90… el imperialismo encuentra condiciones favorables en la arena internacional para hacer avanzar su proyecto de transnacionalización y desnacionalización subordinada… el capital monopolista se veía trenado a derribar de una vez por todas las barreras de los estadios nacionales… le resultaba imprescindible asumir de forma directa las decisiones que facilitaran su concentración transnacional y precisaba bajo control imperialista las funciones represivas de los estados nacionales dependientes y… anular toda capacidad de oposición a su dominio”.
En el siguiente ensayo escrito por Jorge Hernández y dedicado al sistema político y los procesos ideológicos en los EE.UU., refiere que “al terminar la primera década del presente siglo, se advierte un cambio en el mapa geopolítico mundial que ya ha trascendido el alcance coyuntural” y más adelante comenta; “La mayoría de los estudiosos reconocen que el debilitamiento norteamericano, al menos en términos económicos internacionales, no es siquiera discutible… (pero) sin embargo no es objeto de consenso similar la manifestación de ese deterioro en términos político-ideológicos y socioculturales”. Al respecto, Jorge hace suyas las premisas e hipótesis de un análisis anterior de su autoría de que “la sociedad norteamericana se encuentra inmersa en un proceso de transición… considerando que el proyecto de nación que ha venido apuntalando el sistema en los EE.UU. se viene abajo, por momentos de manera imprescindible”. Luego de un amplio recorrido sobre precisiones teórico-metodológicas e históricas y las manifestaciones políticas e ideológicas en los EE.UU., se convierte en émulo de Hércules Poirot e identifica al culpable o el leitmotiv del imperio: la naturaleza del sistema, los imperativos del sistema… determinan el rumbo de la nación”.
Sigue Carlos Alzugaray con su ensayo sobre “Barack Obama y las Crisis del Imperio”, señalando al inicio: “los EE.UU. enfrentan una situación en la que coinciden tres grandes crisis: económico, diplomático-militar y político-ideológica doméstica”. Al respecto, cita el comentario de Paul Kennedy en su conocida obra de 1987 sobre el auge y caída de las grandes potencias: “EE.UU. enfrenta actualmente el riesgo… de lo que podría llamarse ‘sobredimensionamiento imperial’… deben enfrentar el incómodo y perdurable hecho de que la suma global de los intereses y obligaciones globales de losEE.UU. es hoy día mucho mayor que el poder del país para defenderlos todos simultáneamente.”
Este concepto de “sobredimensionamiento imperial” es tomado por Alzugaray como hilo conductor para exponer las causas, circunstancias y coyunturas relacionadas con las tres crisis mencionadas al inicio de su ensayo y concluir con una valoración de la política presidencial de Obama como “gatopardista” o “lampedusiana”: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, recomendación hecha por un personaje de la novela El gatopardo sobre los cambios en la Italia de la segunda mitad del siglo XIX.
La segunda parte trata sobre crisis y economía en los EE.UU. y cuenta con tres ensayos de Luis René Fernández Tabío, Francisco Cobarrubia y Ernesto Molina, respectivamente.
Luis René dedica su ensayo a la gran recesión del siglo XXI, “la más profunda recesión desde los años 30” (del pasado siglo), según el Informe del presidente de los EE.UU. al Congreso en febrero de 2011. Afirma el autor que los cambios han sido limitados por razones sistémicas, por las circunstancias actuales del imperialismo y por las coyunturas de política interna e internacional. Agrega que la crisis se va profundizando de un problema de mercado financiero a la economía real interna y externa y abarca, en un grado u otro, a todos los países. “Ocurre, dice Luis René, como resultado de la acumulación de contradicciones del sistema de la economía mundial, cambios en los paradigmas de reproducción del sistema capitalista a escala planetaria y del consenso sobre política económica establecido ya desde hace más de 30 años”… debido “a que los EE.UU. a pesar de su declinación hegemónica, sigue siendo el centro de ese sistema económico global y como tal es portador de las contradicciones irreconciliables explicadas por Carlos Marx”.
Luego de señalar que “la gran recesión 2007-2009 debe interpretarse como parte de… la transformación gradual del lugar y papel de los EE.UU. en la economía mundial”, el ensayo nos lleva por las restricciones sistémicas y los retos coyunturales, además de una explicación del comportamiento de la economía estadounidense en el período 2000-2007, para concluir que “la política norteamericana se ha dirigido a minimizar los costos internos, distribuir la carga del ajuste por todo el mundo y prepararse para un nuevo reacomodo en su posición dominante dentro de la actual etapa declinante y transnacional del imperialismo en el siglo XXI”.
Francisco Cobarrubia nos ofrece un estudio sobre Obama y la política anticrisis. Después de opinar que “los informes sobre la muerte del dólar son sumamente exagerados”, Cobarrubia expone (sobre la base del papel del dólar fijados por los acuerdos de Bretton Woods de julio de 1944), las transformaciones ocurridas en las últimas décadas y la forma en que los países asiáticos, fundamentalmente China, están apuntalando al dólar como moneda de cambio mundial, y expresa que “la hegemonía monetario-financiera de los EE.UU. ha entrado en su fase terminal” por la limitada capacidad del gobierno de ese país “que le impiden aplicar una política creíble y viable para salir de la actual crisis económica sin minar la confianza en el dólar. Afirma que para comprender la dura realidad se exige “comprobar la magnitud de tal crisis, su profundidad y características, así como examinar la situación del dólar e indagar en la naturaleza y los desafíos de dicha política”.
En el ensayo se analizan los efectos de la crisis de 1929, lo que se califica como “drama inconcluso” del sector financiero, el “agujero negro” por donde desaparece el poder económico de la familia media norteamericana; la bancarrota de la economía norteamericana; la encrucijada del dólar; el laberinto de la política económica deObama; y el dilema del déficit fiscal y la deuda pública de los EE.UU., concluyendo con la siguiente reflexión: “Es hora de llevar a cabo un nuevo diseño fundamental y de introducir un moneda de reserva mundial para ayudar a estabilizar los tipos de cambio internacionales y los precios de los productos básicos, prevenir futuras crisis financieras y promover el veredero desarrollo”.
Cierra la segunda parte del libro el ensayo de Ernesto Molina sobre “Obama y el impacto en la crisis financiera actual.” En realidad, este ensayo se centra en los efectos perversos, como señala Molina, “de lo que se llamado la economía ‘financiarizada’ que es intrínsecamente inestable y propensa a las crisis” (también sido calificada como “de casino”) y cuya raíz “hay que buscarla en la desaceleración de la economía real”. Molina continúa señalando el impacto de la crisis hipotecaría como consecuencia de esa economía “de casino” y el pernicioso efecto de las políticas de rescate financiero aplicada por los gobiernos e instituciones de los EE.UU., todo lo cual “ha subrayado la importancia de introducir profundos cambios en el sistema financiero globalizado”.
Un papel relevante en estas transformaciones corresponde, según Molina, al BRICS, “dada la dinámica de su amplio mercado y las perspectivas de su crecimiento económico” y que en 2014, según predicciones de un quinquenio atrás representarán el 60% del crecimiento del planeta.
Para finalizar, Molina retoma una advertencia formulada al comienzo del ensayo: “El dinamismo de la situación económica requiere de constante atención analítica y actualización informativa”, para concluir: “Se trata de interpretar la realidad económica norteamericana, sin perder de vista su contexto político interno ni el contexto internacional de su conjunto”.
La tercera y última parte del libro aborda el tema: Cultura política e imperialismo”. Mery Gentile comienza tratando la “cultura política e identidad en los Estados Unidos”, “dada la importancia de estos factores para la comprensión de los procesos que tienen lugar tanto en el plano interno como en el de la proyección exterior de losEE.UU.… en la formación del imaginario norteamericano en diversos contextos”. Un sólido argumento que vincula el tema a la lógica del imperio, porque significa la fórmula para dar validez y cobertura en la opinión pública al ejercicio del poder imperial. Mery da vida a ese criterio con referencias a la manera en que EE.UU. ha empleado ese mecanismo para justificar públicamente su política hacia Cuba en las distintas etapas.
El ensayo dedica una amplia parte a “¿quiénes son, como piensan los estadounidenses?”; es decir, a los valores que los grupos dominantes en los EE.UU. han elevado a la categoría de elementos definidores de la identidad nacional de EE.UU. Entre ellos menciona “un protestantismo evangélico fuertemente influenciado por ideas victorianas” con “una fuerte autonomía de los individuos frente a la sociedad”. La creencia en las “opciones”, en el renacimiento espiritual, en la virtud del self-made man” y de la sociedad dividida entre “ganadores” y “perdedores”, donde el “éxito” se mide por la riqueza monetaria acumulada, todo lo cual conduce a un “individualismo expresivo y utilitario” que conforma el “modo de vida estadounidense”, de todo lo cual se derivan una serie de conceptos y prácticas sociales que conforman la base fundamental de la población del país: la clase media, status social que constituye elemento central de la cooptación de la población de EE.UU.
Olga Roza González se adentra en su ensayo en el funcionamiento de los medios de comunicación en los EE.UU., que califica como “tarea un tanto complicada, pues este país ha sido extremadamente exitoso en vender su imagen como paradigma de la libertad”, precisando que “tratar de determinar cuál ha sido su papel en el desarrollo de la democracia al estilo estadounidense es el objetivo central de este trabajo”. A partir de ese planteamiento, Olga Rosa analiza “la imagen de los EE.UU. en perspectiva histórica”; las “concepciones, enfoques, paradigmas”; los modelos de análisis de comunicación y poder; “el periodismo investigativo”; y los medios y reproducción ideológica” para cerrar con las siguientes conclusiones: “Aún y cuando se presentan como libres e independientes del sistema político, están imbricados a este. Lo que sucede es que en términos de imagen se ve a unos medios que en determinados períodos históricos han logrado reformas en cuanto a la forma pero no en cuanto a la esencia”.
Cierra el libro un breve ensayo de Alfredo Prieto sobre el caso de la tendencia ultraconservadora bautizada como Tea Party, la cual se hace acreedora a esta caracterización por parte del autor: “una manifestación especifica de esas movidas cíclicas, de acción/reacción, así como una respuesta social ante los problemas heredados y de nuevo tipo que enfrenta hoy la sociedad norteamericana”. Este es un movimiento de nuevo tipo y, como bien señala el autor, refleja la reacción de un sector de la población de tendencia conservadora, representado por diversos grupos sin una estructura organizativa común, descontentos con la actuación de las cúpulas dirigentes que lo representan. Los resultados de las elecciones de 2012, en la cual los grupos Tea Party resultaron netamente perdedores por un amplio margen, ponen en tela de juicio el papel que podrán jugar dentro del establishment norteamericano, que es donde han elegido actuar.
Para no hacer interminable esta presentación quisiera concluir reiterando la felicitación a los autores por el excelente trabajo realizado. Pienso que este libro demuestra la amplia capacidad de nuestros investigadores y analistas para desarrollar una interpretación netamente cubana, sin pretensiones chauvinistas (pero tenemos que empezar por casa). Sugiero, por tanto, tomar estos resultados como punto de partida para elaborar un programa sistemático y de alcance estratégico sobre el panorama futuro del imperialismo norteamericano.
Muchas gracias a todas y a todos
FILH, La Habana, 22 de febrero de 2013