Tengo confianza en mi potencial innato para ser todo lo que he de ser.
Para expresar mi potencial dado por Dios, abordo la vida como un niño o un atleta. Un niño logra nuevas habilidades mediante la repetición. Un atleta fortalece sus músculos a través del entrenamiento consistente. Similarmente, al mantener mi práctica espiritual, fortalezco mi conciencia y descubro mis habilidades innatas.
Tengo la energía y la perseverancia para hacer lo que he de hacer. Cuando exploro mis habilidades, cultivo mi confianza. Al orar, me alineo con mi naturaleza divina. Escucho y confío. Visualizo que tengo todo el valor que necesito para asumir nuevas responsabilidades. Confío en mis talentos y habilidades. Con una intención clara y fe en el Cristo morador, logro mi pleno potencial.
No pierdan, pues, su confianza, porque ella les traerá una gran recompensa.—Hebreos 10:35
Respondo a las experiencias de la vida con conciencia y comprensión.
Durante un evento deportivo, un comentarista describe objetivamente lo que sucede en el campo de juego, mientras que otro analiza. Mi mente trabaja similarmente. Experimento la vida a través de mis sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, y mi mente da significado a lo que percibo.
Tal vez responda a los acontecimientos nuevos basándome en experiencias pasadas. Practico estar consciente de ambos aspectos de mí mismo. Al oler una flor, estoy atento a mi análisis interno: ¿qué evoca en mí? Al hablar con alguien, observo mis reacciones internas. Con la práctica, percibo la diferencia entre lo que sucede en el mundo y mis interpretaciones. Consciente de mis reacciones, hago una pausa antes de actuar.
¿Quién ha puesto sabiduría en lo más íntimo del ser, o ha dado a la mente inteligencia?—Job 38:36
Abro mi mente y mi corazón a ideas nuevas y dinámicas.
Al abrir mi corazón y mi mente, expando mi visión espiritual y tengo un panorama más amplio. Una perspectiva nueva me permite percibir ideas inesperadas. El pensamiento limitado ya no me ata y puedo ver oportunidades que previamente pasé por alto.
Cuando veo más allá de mis necesidades y deseos, y me esfuerzo por servir a los demás, mi naturaleza intuitiva despierta. Me alineo con el ritmo natural de la vida. Sé cuándo esperar y cuándo avanzar. Confío en mi guía interna y prosigo con soltura y entusiasmo. Expando mi visión a nuevas oportunidades y avivo mi confianza.
¡Soy feliz y siento gratitud por mi nueva actitud hacia la vida!
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos.—Gálatas 6:10