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General: Se cumplen 56 años de la Revolución Cubana
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De: Nobotuma (Mensaje original) |
Enviado: 01/01/2015 16:02 |
Hoy se cumplen 56 años de la Revolución Cubana. Desde Venezuela Bolivariana nuestro reconocimiento y respeto al glorioso pueblo de Cuba, que ha sabido enfrentar más de 50 años de bloqueo.
La Revolución Cubana ha sido ejemplo de lucha, constancia, valentía y, sobre todo, conciencia revolucionaria.
Mis respetos a todos los hombres y mujeres que combatieron junto al camarada y Comandante de Comandantes Fidel Castro Ruz
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VERDE POR FUERA Y ROJA POR DENTRO
RECUERDOS DEL INICIO DE LA DICTADURA (I)
Cronología de los hecho
*Tania Quintero / La Habana/ Especial para
Ginebra. Diciembre de 1958. Desde una azotea de una casona de la Habana Vieja, casi toda la visita a una familia amiga de mis padres me la pasé con una mezcla de temor y misterio, mirando el gran movimiento de tropas militares en La Cabaña que, sin necesidad de anteojos, se divisaba desde el privilegiado lugar, muy cerca de la entrada del túnel de la Bahía de La Habana.
En noviembre había cumplido 16 años y mis preocupaciones, debo confesar, guardaban relación con aquel ir y venir de militares: el Ejército Rebelde, me lo había dicho mi padre, estaba a punto de tomar la ciudad de Santa Clara, en el centro mismo de la isla.
Pero mi padre, que todo me lo decía, no me había dicho que un paquete grande y pesado que yo había recibido de un desconocido y guardado en un recoveco de nuestra casa en Romay 67, eran luces de bengala, para ser utilizadas en el descarrilamiento de un tren en Las Villas.
Cincuenta y siete años atrás, en diciembre del 58, tampoco podía imaginarme que la dictadura de Fulgencio Batista pronto desaparecería. Ni que apenas un mes después de aquel día en que pasé varias horas observando los movimientos de vehículos militares, yo estaría allí, en La Cabaña. Y almorzaría frijoles colorados con plátano maduro y calabaza en el comedor de los barbudos. Y vería por vez primera al Che y le saludaría.
*El limbo de 1959 Los meses de enero a julio de 1959 los recuerdo como si yo y todos los que me rodeaban hubiéramos estado viviendo en un limbo. A pesar de las noticias y corazonadas, los acontecimientos se sucedieron como el sube y baja de un cachumbambé [un balancín].
De pronto, el rojinegro se convirtió en la combinación de moda, desplazando los colores de la enseña nacional. Los católicos, por si acaso, decidieron mantener oculta la imagen del Sagrado Corazón. Los espiritistas, seguidores de Clavelito, sí dejaron el vaso de agua a la vista. Pero fue mayoría la que se sumó a la catarsis fidelista y en las puertas de las casas comenzaron a aparecer cartelitos de Gracias Fidel.
En mi casa nunca hubo ninguna imagen religiosa y a no ser mi tía Candita, nadie creía en el espiritismo. No éramos fanáticos y no pusimos ningún cartelito. Vivíamos en un tercer piso y nadie lo hubiera visto, pero ésa no fue la razón. Mi padre no veía con buenos ojos a Fidel Castro. Cuando el día después del asalto al cuartel Moncada vi aquellos titulares en la prensa, le pregunté. "Eso fue un “putsch” y Fidel Castro es un “putschista”, me respondió.
*Febrero de 1959 Con el tibiritábara de la revolución, en la Escuela Profesional de Comercio de La Habana, donde estudiaba, no habían empezado las clases y había tremenda fajazón entre los del Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y la Juventud Socialista. Cada grupo quería controlar la asociacion de estudiantes. Me había sumado a la huelga estudiantil decretada en 1958 en todo el país y llevaba un año sin asistir a clases.
Entonces me entró apuro por trabajar y tener mi propio sustento. Una noche, después de comer, le dije a mi padre que quería trabajar. "¿Trabajar? ¿En qué? Si tú nada sabes hacer", me dijo. "Yo me pasé todo el año 58 dando clases de corte y costura con la tía Cuca", argumenté. "Sí, y qué, ¿vas a trabajar en un taller de confecciones?", contestó. "A lo mejor, o puedo coser para la calle. Ya sé hacerme mi ropa", seguí argumentando. "Mira, acuéstate a dormir y mañana seguimos hablando".
Al día siguiente le llevé una propuesta: pasar un curso de mecanografía y taquigrafía en inglés y español, en la Havana Business Academy, al doblar de la casa. El problema era que costaba ocho pesos al mes. Logré convencerlo -al final era su única hija- y me pagó dos meses, marzo y abril. Se presentó un obstáculo: para mecanografiar con velocidad y poder conseguir pronto un trabajo tenía que practicar todos los días. Y a eso sí mi padre se negó: a comprarme una Remington que en 40 pesos vendía un vecino.
La solución fue irme todos los días a las oficinas del Comité Nacional del Partido Socialista Popular (PSP), en Carlos III y Marqués González, Centro Habana, donde él trabajaba cuidando el local. Y tantas veces fui que terminé sustituyendo a Aleida, la mecanógrafa, en avanzado estado de gestación.
El administrador era Secundino Guerra, más conocido por Guerrero, quien después fue miembro del Comité Central del Partido Comunista. Manuel Luzardo, Manolo, que llegó a ser ministro de Comercio Interior, era el tesorero del PSP. Él fue quien determinó mi salario: 46 pesos. Cuando me lo dijo, formé bateo. Manolo, que era grande y gordo como mi padre e igualmente tacaño, me respondió: “Todavía no has cumplido los 17, ¿para qué necesitas más dinero? ¿Tú no sabes que el dinero corrompe?”.
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RECUERDOS DEL INICIO DE LA DICTADURA(II)
Los primeros años de la revolución "verde por fuera y roja por dentro"
Blas Roca, mi jefe, en 1959 decidió reeditar su libro Los fundamentos del socialismo en Cuba.
Cogió la última edición, fue arrancando hoja por hoja y en ellas directamente iba haciéndole los arreglos
Por Tania Quintero / Especial para
Por 46 pesos al mes trabajaba de lunes a domingo, mañana, tarde, noche y madrugada si era preciso.
Blas Roca, mi jefe, en 1959 decidió reeditar su libro Los fundamentos del socialismo en Cuba. Cogió la última edición, fue arrancando hoja por hoja y en ellas directamente iba haciéndole los arreglos. La complicación venía cuando añadía nuevos párrafos y ponía numeritos en unas hojitas de blocks que costaban 2 centavos en las quincallas y eran los que a él le gustaban para escribir.
Trabajar como una 'caballa' a esa edad tenía sus ventajas: de vez en cuando hacía lo que me daba la gana. Por ello saqué la máquina de escribir de la biblioteca y la llevé para la oficina de Blas, que solo tenía un buró, tres taburetes y un librero.
Allí podía trabajar con tranquilidad, pues Blas, para poder concentrarse, estaba pasándose un tiempo en una casa en la playa de Guanabo, él solo, con dos escoltas. A las cinco de la mañana se despertaba, hacía café y se sentaba a escribir. Antes que el sol apretara caminaba un rato por la arena y volvía a su libro. Con un chofer me enviaba las hojas a mecanografiar y cuando yo las tenía listas, avisaba y pasaban por la oficina del Comité Nacional del PSP a recogerlas.
Pero a veces Blas me mandaba a buscar. Me encantaba ir a Guanabo en un Impala, sentada alante, disfrutando el paisaje de la costa norte habanera. La contentura pronto se me quitaba, cuando veía que había hecho arreglos en las cuartillas ya mecanografiadas. Después vendría lo peor: quedarme a almorzar con él.
Blas enseguida se daba cuenta de la cara de mierda que ponía y con su hablar pausado, típico de los manzanilleros, me decía: "De verdad que eres una vaina. Carmen y Quintero (mis padres) te han criado muy mal, con bistecitos y platanitos fritos. Y no te han enseñado a comer calabaza con cáscara".
Y a continuación soltaba una disertación sobre las propiedades de la calabaza. Mientras, tenía que hacer de tripas corazón y tomarme saquella sopa anaranjada y olorosa de flores de calabaza, cogidas de un huerto detrás de la casa. Desde una ventana los escoltas miraban con disimulo y se reían. A ellos dos veces al día, le traían cantinas con comida "normal" y no ese invento de sopa de flores de calabaza.
Todo el trabajo con Blas a propósito de la reedición en 1959 de Los fundamentos del socialismo en Cuba se hizo en un mes. Al ser la única mecanógrafa y bibliotecaria en ese momento, no podía darme el lujo de desatender al resto de los que allí tenían oficina permanente. Los que trabajaban en sus casas o en otros lugares, también venían y si me lo pedían, tenía que mecanografiarles. Cuando había reunión debía salir de la biblioteca porque allí se celebraba, en torno a una gran mesa y con una docena de taburetes.
La Mora era la encargada de una pequeña cocina donde se colaba café. Los días de reuniones, ella, Mario (el encargado de la limpieza) y yo, al mediodía íbamos a La Fama China, restaurante situado a dos cuadras, en Belascoaín y Maloja, a buscar veinte y pico de cajitas, unas con arroz frito y otras con chop suey de puerco o pollo, encargadas con antelación. El almuerzo lo acompañaban con agua fría y al final, café. Algunos fumaban, pero en aquella época, aún no le habían declarado la guerra al tabaco.
La biblioteca la atendía sin complicaciones. En una ocasión, del Ministerio de Relaciones Exteriores me mandaron a pedir unos libros de filosofía y marxismo y enseguida se los envié con un chofer. Cuando venció el préstamo, junto con los libros adjuntaron una carta dirigida a la "Dra. Tania Quintero, directora de la Biblioteca del Partido Socialista Popular". Me dio tremenda risa.
Los 46 pesos dejaron de ser un trauma desde el primer mes: en El Encanto me compré un frasco de Miss Dior por 5 pesos (sí, pesos, la moneda nacional). Crucé al Ten Cent de Galiano y después de merendar llevé para la casa una libra de chocolate con almendras (0,99 centavos). Seguí hasta Ultra y allí terminé de gastar mi primer salario, en un par de sandalias, una cartera, una saya, una blusa, un pañuelo de cabeza, dos blumers y dos ajustadores. Y todavía me quedó para regresar en taxi a la casa.
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Con carajo y sin carajo existe una realidad, es una dictadura por 56 años, que ha dividido al pueblo cubano, a hundido al país en una gran miseria y es responsable por cientos de miles muertos que ya son incontables.. Pobre patria sufrida, mientras los asesinos gobernantes viven entre riquezas, poderio, el pueblo vive la doble vida de la mentira y el robo para sobrevivir ..
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Quien no entiende la grandeza de la Revolución cubana y la estatura de gigante de Fidel Castro, o es bruto o es pro-yanqui.
Si es bruto, aún tiene una solución a su problema : informarse debidamente.
Si es pro-yanqui... no tiene remedio alguno.
Cuba es una gran piedra en el zapato que padecen los norteamericanos desde hace 56 años.
Fidel se la metió, y por más intentos que hicieron los imperialistas, no se la han podido sacar.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo) |
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Hay Papiyo los que tienen una gran piedra en el zapato son los cubanos, desde que Fidel Castro y familia se hicieron imprescindibles en el poder.
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Con carajo y sin carajo existe una realidad, es una dictadura por 56 años, que ha dividido al pueblo cubano, a hundido al país en una gran miseria y es responsable por cientos de miles muertos que ya son incontables..
La historia les juzgara
Saludos en libertad
Feliz 2015
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Cuba es una gran piedra en el zapato que padecen los norteamericanos desde hace 56 años.
Fidel se la metió, y por más intentos que hicieron los imperialistas, no se la han podido sacar.
¡VIVA FIDEL, VIVA RAÚL Y VIVA, POR SIEMPRE LA REVOLUCIÓN CUBANA, CARAJO!
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De: Quico º |
Enviado: 04/01/2015 22:49 |
Desde hace varios días vengo viendo a aquellos que decían con la boca pequeña que deseaban el levantamiento del embargo para que quedase patente la incapacidad de los Castro en dirigir la REVOLUCIÓN cubana, como se deshacen en ataques al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países ¿En qué quedamos? ¿O es que lo que deseaban era que éstas se restableciesen después de vencida la REVOLUCIÓN?. Les ha salido un grano en el ano, que no es ni mucho menos una piedra en el zapato.
AJO Y AGUA
¡VIVA FIDEL, VIVA RAÚL Y VIVA, POR SIEMPRE LA REVOLUCIÓN CUBANA, CARAJO!
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¡VIVA FIDEL, VIVA RAÚL Y VIVA, POR SIEMPRE LA REVOLUCIÓN CUBANA, CARAJO!
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A partir del tiempo real
Fidel Castro entrando a La Habana el 8 de enero de 1959
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Con carajo y sin carajo existe una realidad, el desgobierno de los Castro es una dictadura por 56 años, que ha dividido al pueblo cubano, a hundido al país en una gran miseria y es responsable por cientos de miles muertos que ya son incontables.. Pobre patria sufrida, mientras los asesinos gobernantes viven entre riquezas, poderio, el pueblo vive la doble vida de la mentira y el robo para sobrevivir .. Jorge...
Por Vicente Echerri | Nueva York | 14ymedioPara los cubanos, la llegada del Año Nuevo ha estado, por más de medio siglo, inextricablemente asociada a otra efeméride: el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro en 1959, la cual no tardó en convertirse en un régimen totalitario de partido único que se extiende hasta hoy.
Si el recordatorio es unánime entre los nuestros, no así su sentido: algunos, consumidores de trasnochados énfasis nacionalistas —que cada vez son menos— celebrarán lo que definen como la llegada de la soberanía e independencia verdaderas junto con la realización de anheladas conquistas sociales; otros —tanto en Cuba como en el exilio—, que alguna vez festejaron ese triunfo y hace mucho se consideran traicionados y estafados por el régimen de la revolución, recordarán con nostalgia lo que, a su parecer, pudo ser el rumbo hacia la verdadera democracia: la esperada revolución que habría de barrer las “lacras coloniales”, que habían sobrevivido en la república, para consolidar los ideales martianos de libertad, justicia y equidad sobre los cuales se fundó la nación. Los más escépticos somos de la opinión que ese 1 de enero de 1959 fue un día infausto, en el cual, en un acto de colectiva irresponsabilidad, el pueblo de Cuba, y particularmente sus clases más representativas, le entregaron la república a un demagogo, con conocidos antecedentes gansteriles, que ya había puesto en marcha un proyecto para el derribo de las instituciones democráticas y su vitalicia estada en el poder.
"Ese 1 de enero de 1959 fue un día infausto, en el cual el pueblo de Cuba, y particularmente sus clases más representativas, le entregaron la república a un demagogo" Somos cada vez menos los cubanos que conocimos el país que precedió al triunfo revolucionario. Aunque no dispongo de datos estadísticos al respecto, no es temerario afirmar que la mayoría de mis compatriotas nació después y que incluso algunos que ya estaban en el mundo entonces tienen una idea distorsionada del pasado gracias a tantos años de insistente adoctrinamiento. No son pocos, por ejemplo, los anticastristas de corazón y méritos que, sin embargo, aún creen que la revolución fue un recurso al que se apeló justa y necesariamente para reformar lo que algunos insisten en llamar la “pseudorrepública” y, en consecuencia, aunque cuestionan la gestión del castrismo y su perpetuidad al frente del Estado, dan por buenos sus motivos de origen.
Mi niñez transcurrió en la década del 50 y tengo memoria del país pujante y vital que teníamos, y de las libertades que gozábamos, a pesar del golpe de Estado de 1952, de ciertos niveles de corrupción política y administrativa —insignificantes si los comparamos con los existentes en la actualidad— y de los desmanes y ejecuciones extrajudiciales cometidos por la fuerza pública durante la etapa de la guerra civil (que, aunque condenables, son apenas una vigésima parte de los que le atribuyó la revolución triunfante). Con esto no pretendo aligerar a Fulgencio Batista de las responsabilidades que él y su gobierno tienen ante la historia, tan sólo ponerlas en su justa perspectiva. El gobierno de Batista no puede calificarse propiamente de tiranía (como suele repetirse en la prensa y los textos de historia que circulan en Cuba), ni siquiera de dictadura en el sentido en que lo fueron otros regímenes de esa estirpe en Latinoamérica. De haber sido una tiranía, la supervivencia de Castro habría sido impensable: las tiranías se comportan de otra manera. Además, Batista no tenía ningún plan de perpetuarse en el poder. Cuando renunció a la presidencia, en la madrugada del 1 de enero, adelantaba su salida de palacio por unas pocas semanas: las que mediaban entre esa fecha y el 24 de febrero en que le hubiera entregado el gobierno a Andrés Rivero Agüero y, casi seguramente, se habría marchado del país, como había hecho, en circunstancias menos dramáticas, en 1944. Comparar el gobierno de Batista con el castrismo es lo mismo que comparar un resfriado con un cáncer: el primero, que coincidió, además, con una época de altísima prosperidad en nuestra vida nacional, era un mal transitorio; en tanto el segundo ha conseguido arruinar el país y envilecer al pueblo hasta niveles que habrían sido inimaginables aquel primer día de 1959.
"Comparar el gobierno de Batista con el castrismo es lo mismo que comparar un resfriado con un cáncer" No tengo ninguna duda de que nuestra experiencia democrática —que se extiende desde el 20 de mayo de 1902 hasta el 1 de enero de 1959, cuando los poderes públicos se desmoronaron para que Cuba ingresara en el despotismo— fue, pese a todos los defectos que puedan apuntársele, un orden infinitamente superior y más civilizado que lo que vino después: un país que progresaba, no obstante ciertos niveles de corrupción y algunos períodos de autoritarismo gubernamental que nunca lograron ni se propusieron, estos últimos, suprimir las libertades fundamentales (como lo prueba la prensa de la época). Todos los logros importantes de nuestra vida nacional, incluida la salud y la educación pública gratuitas, son fruto de ese tiempo (aunque algunos se extendieran cuantitativamente luego).
Si un defecto grave tuvo la república que antecedió al castrismo fue el de la frivolidad de sus intelectuales y políticos que contribuyeron, con sus críticas desmedidas, a socavar las instituciones democráticas, en tanto invocaban, a la ligera, la Revolución (como un expediente de violencia que advendría para resolver todos los problemas y curar todos los males, sin comprender que soluciones y curaciones se iban logrando por el lento y firme camino de la evolución). En los 25 años que preceden a la llegada de Castro al poder (de 1933 a 1958), el pueblo cubano vivió ingenuamente en expectativa de revolución, al punto que todos los movimientos políticos de importancia y todos sus agentes (tanto desde el gobierno como desde la oposición) se proclamaban revolucionarios; sin advertir que esa actitud agredía los soportes mismos sobre los que descansaba una democracia que en verdad necesitaba perfeccionarse, pero que no precisaba ser demolida.
En este momento en que empieza a surgir en Cuba una nueva conciencia política que busca recobrar las libertades conculcadas y los derechos perdidos durante tanto tiempo, se impone un análisis radical (que llegue a las raíces) para negarle legitimidad y pertinencia a la acción revolucionaria —que por malicia de unos cuantos e ignorancia de los más— nos lanzó al abismo aduciendo que nos salvaba. Para reformular la patria nueva no se puede partir, en mi opinión, del 1 de enero de 1959 que nos hizo entrar en la intemporalidad totalitaria, sino del tiempo real —con luces y sombras, grandezas y miserias— que le precedió.
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¡VIVA FIDEL, VIVA RAÚL Y VIVA, POR SIEMPRE LA REVOLUCIÓN CUBANA, CARAJO!
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cuidado con esos gritos que se te puede ir un pliegue y eso es problema serio a la hora de hacer kaka.
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besando el anillo del capodicapi.
y esos es lo que hacen todos.
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desde hace varios días vengo viendo a aquellos que decían con la boca pequeña que deseaban el levantamiento del embargo para que quedase patente la incapacidad de los Castro en dirigir la REVOLUCIÓN cubana, como se deshacen en ataques al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países (Quico)
¿Quién se deshace en ataques? Yo estoy de acuerdo con el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas y creo que justamente por lo que vos decís va a ser el principio del fin del comunismo cubano. |
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