El flamante Gobierno de Syriza defiende que para poder empezar a
recuperar el país es necesario un nuevo acuerdo con los acreedores.
Bruselas se cierra en banda y se niega a cambiar sus reglas del juego.
Tiras y aflojas que terminarán en una reunión de encorbatados que
decidirá en los próximos días el futuro de unos once millones de
personas.
Alemania, como líder indiscutible de la política comunitaria, acude a
los diferentes encuentros de los ministros de Finanzas de la eurozona
con una posición firme. No a una quita de la deuda. No a renunciar a la
austeridad. Mientras, las calles griegas ofrecen una imagen “casi de
posguerra”, como comenta Emilio Silva, periodista y uno de los
fundadores de la Asociación de la Memoria Histórica, tras su visita a
Grecia con motivo de las elecciones que encumbraron a Alexis Tsipras.
“El deterioro es brutal”, añade Silva, que se encontró con un país
destrozado tras sucumbir a “la trampa de la Unión Europea”.
La cita en Berlín entre el encargado de las finanzas alemanas,
Wolfgang Schäuble, y su homólogo griego, el descorbatado Yanis
Varufakis, evidenció el desacuerdo entre dos países que miran hacia
lados opuestos. El entendimiento entre ambos Gobiernos está a 316.900
millones de euros de distancia, el precio de los planes de la Troika. El
Ejecutivo heleno, el recién llegado, está ahogado por una deuda que
alcanza ya el 185% del PIB griego. El alemán, mientras, no perdona ni un
céntimo de un programa de “ayudas” montado a su antojo. Pero,
realmente, ¿quién debe a quién?
Dos fechas. Abril de 1941: la Alemania nazi invade Grecia. Abril de
2010: el Gobierno heleno pide ayuda financiera para evitar una
suspensión de pagos. Dos sucesos separados por unos 70 años y sin
aparente vinculación pero con un nexo que ha sobrevivido al paso del
tiempo y a las barbaries: los préstamos firmados entre germanos y
griegos.
Alemania le debe dinero a Grecia y, según algunos cálculos, podría
suponer casi el doble de lo que los griegos adeudan a sus socios
europeos. Nadie desde Berlín ha decidido compensar al país heleno por
las consecuencias de los crímenes del nazismo ni por los préstamos
forzosos con los que Hitler sometió al Gobierno títere que colocó en
Atenas. Las cifras son abrumadoras. “En 1944, Alemania impuso la
concesión de un crédito por una cantidad equivalente a 3.000 millones de
euros”, explica a Público Edmundo Fayanas Escuer, profesor y licenciado
en Historia. “Si se aplica ─añade el experto─ el interés medio de los
bonos estadounidenses como punto de referencia, la cantidad que Alemania
debería pagar a Grecia sería de 163.800 millones”.
Ese dinero nunca ha sido devuelto. Y no se queda ahí, ya que sólo
hace referencia a la cantidad que se exigía al Banco de Grecia para
sufragar los gastos de la invasión. La ocupación de Grecia fue una de
las más brutales de Europa y “supuso para el país la ruina económica”,
rememora Carlos Sanz Díaz, profesor de Historia Contemporánea en la
Universidad Complutense de Madrid.
Los nazis explotaron y saquearon todos los recursos del país.
Destrozaron sus infraestructuras. Dejaron un reguero de muerte con
decenas de miles de ejecutados y masacres como la de Dístomo, asunto
pendiente de resolución en el Tribunal de La Haya. Unas 300.000 personas
murieron de hambre. Miles se vieron abocados al exilio y, además, “las
privaciones de la guerra y la depauperación favorecieron las epidemias
de malaria y tuberculosis”, apunta el historiador.
El cálculo de tal devastación, concede Fayanas Escuer, varía según
quien haga las cuentas, aunque ciertas estimaciones hablan de unos
300.000 millones. Una cifra que el economista francés Jacques Depla,
antiguo asesor de Nicolas Sarkozy, eleva hasta los 575.000 millones de
euros. “Está claro que con esas cantidades Grecia no sólo tendría
resuelto el problema de la deuda sino que le sobraría dinero”, apunta el
profesor.
Ni siquiera los griegos reclaman tanto. Un informe de expertos
encargado por el Ministerio de Economía en 2013 situaba la reparación en
162.000 millones de euros sin tener en cuenta los intereses generados
desde la ocupación. El documento, basado en el estudio de 791 volúmenes
de archivo, estipula que 108.000 millones serían para paliar la
destrucción de infraestructuras, mientras que el resto correspondería al
préstamo suscrito por el Gobierno colaboracionista.
Justicia histórica
En los últimos días, Alexis Tsipras ha vuelto a abrir la caja de la
memoria y a recordar a Alemania los días más negros de su historia.
Durante la presentación de su plan de Gobierno en el Parlamento heleno,
el primer ministro griego avisó de que pedirá a Berlín reparaciones de
guerra y la devolución del dinero usurpado por los nazis. No se trata,
insistía, de una cuestión monetaria, sino de justicia histórica. “Es un
deber moral no solo hacia nuestro pueblo, sino también hacia todos los
pueblos de Europa que lucharon contra el fascismo”, dijo ante los
diputados.
No es una reclamación nueva. Anteriores gobiernos ya lo hicieron,
quizá de forma más tímida. La diferencia está en que esta vez a Tsipras
le acompañan “los herederos de la resistencia contra el nazismo y la
dictadura griega, totalmente presente en Syriza”, apunta Emilio Silva.
Uno de ellos es el eurodiputado Manolis Glezos, de 92 años, todo un
símbolo que ha dedicado buena parte de su vida a reclamar las deudas
alemanas por el expolio de Hitler y que pasó a la historia por
atreverse, y conseguir, arrancar la bandera nazi de la Acrópolis.
“Los marginados de la historia han llegado al Gobierno y han dejado
fuera del poder a los hijos del colaboracionismo. Es como si en España
la resistencia antifranquista hubiera llegado a gobernar”, resume Silva.
En su primer acto como jefe del Ejecutivo, Tsipras visitó el memorial
de Kesariani, uno de los lugares simbólicos de la izquierda griega
donde 200 comunistas fueron ejecutados en 1944. Un guiño a la militancia
de Syriza tras el pacto de Gobierno con la derecha nacionalista,
recuerda Silva, presente en el acto. Y un claro mensaje a la “ocupación
financiera alemana”, incide el periodista y sociólogo.
En Berlín no gustó nada. Tampoco hizo mucha gracia que Varufakis
hiciera, en plena capital germana, un paralelismo entre Amanecer Dorado,
tercera fuerza política helena, y el ascenso del nazismo en Alemania
para apelar a la solidaridad del pueblo alemán. “Ninguna otra nación
puede comprender la situación en Grecia”, declaró. No era una
comparación descabellada, como defiende el profesor Carlos Sanz de la
UCM: “Europa debería haber aprendido la lección de que, cuando se lleva a
un pueblo a la desesperación y la humillación, el camino a los
extremismos está allanado”.
Alemania, la mayor deudora del siglo XX
Alemania ha negado siempre toda posibilidad de pagar reparaciones de
guerra a Grecia. “La probabilidad es cero”, insistió esta misma semana
el vicecanciller Sigmar Gabriel, que recordó que para Berlín es un
conflicto cerrado. Sin embargo, las viejas heridas siguen abiertas y
Alemania, reprocha Fayanas Escuer, evidencia su falta de memoria
histórica.
“Los alemanes han recibido de Europa un trato que ellos no están
dispensando, sobre todo a los países del sur del continente”, critica el
profesor, que hace referencia a las condonaciones de deuda y sanciones
que recibió Alemania tras la II Guerra Mundial. Ayudas también, apunta
el historiador Sanz Díaz, como las del Plan Marshal. Un trato de favor
que, según definió el doctor en economía alemán, Albrecht Ritschl, de la
London School of Economics, en una entrevista a Der Spiegel en 2011,
convierte a Alemania “en la mayor deudora del siglo XX o incluso de toda
la historia financiera contemporánea tras protagonizar las bancarrotas
nacionales más abultadas”.
Grecia, comenta el profesor Sanz Díaz, podría invocar el antecedente
histórico de la indulgencia que se tuvo con Alemania para reclamar un
trato similar. “Teniendo en cuenta además que debido al pequeño tamaño
de la economía griega, los sacrificios para los acreedores derivados de
una reestructuración de su deuda (quita incluida) serían mucho menores
que los que se asumieron en ocasiones anteriores con los germanos”,
argumenta.
El milagro económico alemán
Tras la capitulación nazi, Berlín comenzó su reconstrucción y apenas
atendió a las imposiciones de los aliados. Estados Unidos y Reino Unido
obligaron a Grecia, inmersa en una guerra civil, a no reclamar ni
reparaciones ni las devoluciones de los préstamos hechos a Alemania pese
a que había sido uno de los vencedores de la contienda. De hecho, fue
de los pocos países que no recibió nada en un primer momento de las
compensaciones por las ocupaciones nazis. Al amparo de los Acuerdos de
París, Italia y Bulgaria sí abonaron parte de su castigo por la
invasión.
Con el Tratado de Londres de 1953, rememora Fayanas Escuer, los
aliados reducen la deuda alemana un 63%. Entre los países que ofrecieron
una condonación estaban Grecia y también España. Alemania Occidental se
escudó en que no existía un acuerdo de paz definitivo para no devolver
los préstamos forzosos de Hitler.
Con todas las indemnizaciones congeladas se llegó a 1990. Justo antes
de la reunificación alemana se firmó el Tratado Dos más Cuatro. Berlín,
con el visto bueno de las cuatro potencias que controlaban las zonas de
ocupación aliada en Alemania ─EEUU, Reino Unido, Francia y Unión
Soviética─, consideró que el acuerdo ponía punto y final a la cuestión
de las reparaciones de guerra.
Aquella firma es el fundamento de las autoridades alemanes para dar
por cerrada la vía legal de las reclamaciones por los crímenes del
nazismo. “A raíz de las condonaciones de deuda y el apoyo
estadounidense, Alemania empieza a crecer y a poner las bases de su
actual desarrollo”, recuerda Fayanas Escuer. El profesor censura a los
sucesivos gobiernos germanos por olvidar la “generosidad” recibida que
contribuyó en gran medida al milagro económico alemán. “Es el país que
más se ha beneficiado de la UE y, por tanto, el que más debería cuidar
de ella”, ahonda el experto.
Grecia se quedó fuera del oficioso acuerdo de paz entre vencedores y
vencidos de la Segunda Guerra Mundial. El nazismo arrasó el país y la
única compensación que recibieron fueron 115 millones de marcos alemanes
en 1960, equivalentes a unos 60 millones de euros. Era sólo un pago
inicial a la espera de que el resto de sus reclamaciones fueran
discutidas tras la reunificación. Pero ahí se quedó y ahí, parece, se
quedará a no ser que Tsipras sea capaz de sacar a Merkel de su amnesia
económica.
Sergio León/Público