Al autoproclamado Estado Islámico (EI), le quedan pocos enemigos por ganar. Con sus métodos atroces se ha dedicado a sembrar el terror asesinando seres humanos de las formas más brutales posibles.
El último gran flagelo efectuado por este grupo terrorista fue la decapitación de 21 cristianos coptos egipcios, difundida en imágenes fílmicas, ante lo cual el gobierno del país norafricano ha prometido responder enérgicamente. En apenas unos días ha bombardeado campos de entrenamiento, bases y arsenales del EI en Libia.
El presidente egipcio, Abdul Fattah al Sisi consideró que este fue un “crimen odioso contra la humanidad y no solo contra los egipcios”, por lo que su país pidió una acción internacional conjunta contra todos los terroristas.
Así también lo afirmó el portavoz de la cancillería egipcia, Badr Abdel Atty, quien llamó a combatir a todas las organizaciones que ponen en peligro la seguridad de la región.
En contacto con la agencia Prensa Latina, Atty dijo que resulta descabellado centrar la atención solo en el EI, pues todos los grupos terroristas de la región tienen intereses similares.
Combatir al EI se ha convertido entonces en el día a día de las naciones que comprenden el Oriente Medio. Los yihadistas que tienen ocupadas zonas en Irak y Siria, cuentan con seguidores en Túnez, Libia, Egipto, Yemen, países del norte de África y lugares cercanos al sur del Sahara.
La masacre contra los 21 egipcios de la minoría cristiana copta secuestrados entre los meses de diciembre y enero en la ciudad de Sirte, en el oeste de Libia, fue el último movimiento sanguinario perpetrado por el EI, que anteriormente había quemado vivo al piloto jordano Moaz al Kasasbeh, quien combatía del lado de la criticada coalición internacional liderada por Estados Unidos.
Kasasbeh fue asociado con el lanzamiento de bombas incendiarias, por lo que para el EI, quemarlo calificó como una represalia apropiada.
Ante esto, Jordania, que ya era parte de la coalición, reaccionó y prometió vengar la muerte de Kasasbeh, por lo que incrementó considerablemente su ofensiva contra los yihadistas.
Anteriormente el EI había decapitado a los rehenes japoneses Haruna Yukawa y Kenji Goto, por quienes había pedido una recompensa de 200 millones de dólares, la misma cantidad de dinero que el gobierno de Japón había dado para la lucha contra el terrorismo.
En agosto y septiembre del 2014 respectivamente, también fueron asesinados los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff.
A la lista de muertes del EI hay que sumar la decapitación de tres trabajadores sociales, los británicos David Haines y Alan Henning y el estadounidense Peter Kassig.
Todas estas muertes generan conmoción y estupor entre quienes se preguntan dónde está el límite de EI, que ha visto contenido, pero no eliminado, su avance por Irak y Siria con el objetivo de establecer un califato.
Los terroristas se han encargado de mostrar sus actos a través de la grabación de sus ejecuciones, posteriormente difundidas por la Internet, lo que podría llamarse una estrategia del miedo.
Sus tácticas brutales, entre las que clasifican asesinatos colectivos, decapitaciones, hombres enterrados vivos, mujeres vendidas como esclavas, crucifixiones, masacres, limpieza étnica y religiosa, han sido vistas por millones de personas en todo el mundo.
Esta maniobra les sirve como arma contra sus adversarios. El analista iraquí y profesor de sociología de la London Metropolitan University Sami Ramadami reflexionó que el uso de la brutalidad es parte de una estrategia bien delineada del EI.
En declaraciones a la BBC de Londres, Ramadami dijo que “básicamente usan el terror para lograr la expansión, sembrando miedo y usando las redes sociales para mostrar actos terribles antes de llegar a una nueva zona que quieren controlar”.
Lo cierto es que sus medios brutales destinados a atemorizar, no han impedido que se deje de condenarlos.
La coalición internacional encabezada por EE.UU. que lleva varios meses bombardeando sus probables bases en Irak, Siria, sin la anuencia del gobierno de Damasco, y recientemente en Libia, es considerada por muchos expertos como una intromisión en los asuntos internos de los países de la región.
Estas incursiones aéreas hasta el momento no han logrado detener completamente al EI.
Autoridades estadounidenses han dicho que los ataques aéreos de la coalición, han degradado la habilidad de EI de comandar y controlar fuerzas, reclutar, entrenar y retener combatientes. Aún así el secretario de prensa del Pentágono, contralmirante John Kirby, sostuvo que la guerra contra el EI puede durar de tres a cinco años, muchísimo tiempo para un grupo de terroristas que no solo profana la fe islámica, sino también irrespetan lo más importante: la vida humana.