Los ridículos y bien papeados escuálidos se preguntan por qué la gente no se rebela en las colas cual el 27-F. No se rebelan sencillamente porque están gozando una bola: tienen dinero, todo está barato, disfrutan con anticipación de lo que conseguirán y algunos revenden otros acumulan con locura y compran y tienen como nunca lo habían hecho en sus vidas!
Al principio me alarmaba, me estremecía de indignación viendo a tanta gente sin oficio, meterse en cuanta cola se encontrara a su paso y me daban ganas de gritarles: “Hijos de puta sin oficio, produzcan algo, no sean tan vagos y sinvergüenzas, carajo!”. Gente que sale únicamente de su casa a comprar lo que sea, y los coge la noche metidos en centros comerciales y supermercados, sin parales a su madre, al trabajo, a sus maridos o esposas, a sus hijos. Así que ya veo que la cosa se ha tornado un entretenimiento y una diversión aberrante. La gente platica, unos que se instalan en esas colas y que gozan hablando mal del gobierno porque todo les hiede: nacieron para ser llorones y malcriados, y mantenidos… otros que se dedican a burlarse del prójimo que pasa a su lado: la mayoría jurungando los celulares enviando mensajes y advirtiendo a sus colegas que en algún lugar también andan en lo mismo; de lo que la gente lleva en las bolsas, de los productos que se consiguen y el precio de gallina flaca con que se expende la harina pan, el aceite, el champú, el papel tualé, el jabón, pañales, toallas sanitarias...
Este merequetén de andar comprando es cosa de todo los días, y las casas de todo el mundo están abarrotadas de artículos de todo tipo y los escuálidos diciendo que el pueblo se está muriendo de hambre. Como nunca en la historia de Venezuela nuestras casas están a tope, y esto se recordará como una de las épocas mas esplendorosas del país, y habrá abuelos que le contarán a sus nietos: “Ay, qué felices eran aquellos tiempos, en que todo teníamos billete para comprar de todo y nos metíamos en cuanta cola encontrábamos y nuestras alacenas estaban a reventar, pero no dejábamos de comprar y comprar…”
Y se ven las más insólitas colas: colas para comprar películas, colas para comprar productos de la línea blanca, televisores y tablas. Colas para comer helados carísimos: descomunales colas en los bancos y en las tiendas donde venden artículos de marca. Y no es esta vaina la que puede provocar un 27 de febrero en el que se salió a saquear carnicerías y comercios porque el pueblo estaba de veras hambriento. Seguramente esta práctica ahora no se acabe nunca, hasta que los vagos se aburran y comiencen a pudrírsele todo que han ido acumulando en sus casas.