De Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, el narcotraficante más buscado de México, se sabían muchas cosas. Que le gustaba el tarot, que adoraba las cámaras o que no tenía empacho en ordenar la muerte de quien interfería en sus planes. Lo que no se conocía era su amor casi infantil por los cumpleaños y los pastelitos. Una pasión que el pasado 6 de febrero, fecha de su 49 aniversario, le condujo a su perdición. La entrega aquel día clave, en una casa vigilada, de los bollos y refrescos encendió todas las alarmas de los agentes que seguían los pasos al círculo más próximo de La Tuta. A partir de ese inocente regalo, se estrechó el cerco que se había iniciado en septiembre pasado con la identificación del emisario personal del narcotraficante. Con estas pistas, a la policía le bastó tirar del hilo para acabar irrumpiendo en la madrugada del viernes en el número 49 de la calle de Prudencio Juárez, en Morelia, la capital de Michoacán. Allí fue detenido Servando Gómez, líder de los Caballeros Templarios, cuando pretendía emprender la huida camuflado bajo una gorra y una bufanda. Ni hizo falta dar un tiro.
Esta fue la versión de su captura ofrecida este viernes por la noche por el comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido. Rodeado de la plana mayor del Ejército y del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el comisionado leyó el historial de La Tuta. Su discurso fue uniforme. Solo bajó el tono cuando recordó la captura y asesinato en julio de 2009 de 12 policías federales por orden del capo en las proximidades de Arteaga, su bastión. Una matanza de la que Rubido tuvo que rendir cuentas públicamente en aquel verano. Cinco años después, el comisionado daba detalle de la captura de su presunto autor intelectual. Lo hizo en el hangar de la Procuraduría General de la República, bajo el abrigo de una noche tibia y repleta de soldados armados hasta los dientes. En ese lugar, las autoridades mostraron ante los medios al líder de Los Caballeros Templarios.
Fue un recorrido breve, de apenas 50 metros. Desde la furgoneta blindada hasta el helicóptero azul de la Policía Federal. Pero a veces, el destino se retrata en un espacio mínimo, en un gesto. Eso ocurrió cuando Servando Gómez, cabizbajo y escoltado por dos policías encapuchados, intentó erguir la cabeza al pasar ante el pelotón de periodistas que hacían guardia para fotografiarle. El incipiente movimiento de La Tuta, apenas perceptible, fue sofocado con firmeza por la mano enguantada que le agarraba la nuca. Como una fiera domeñada, el narcotraficante más buscado de México, el hombre que durante años decidió sobre la vida y la muerte en Michoacán, tuvo que resignarse a doblar la cerviz y hundir sus ojos en el suelo. Ya no volvió a intentarlo. Pocos pasos después fue subido al helicóptero. Los rotores se pusieron en marcha. Una ráfaga de aire le despidió. Voló hacia un penal de alta seguridad. Su nuevo destino.