Desde que comencé a enfocarme en la educación en valores, mi formación como antropólogo social me obligó a cuestionar el concepto de la universalidad de ciertos valores, tales como el respeto, el orden, la honestidad, la generosidad, entre otros. Esta duda es pertinente, primero en el contexto del viejo debate antropológico entre las corrientes del relativismo cultural versus el estructuralismo y postestructuralismo y, segundo, en el contexto de la discusión en torno a la necesidad de tomar posición ante la universalidad de ciertos derechos humanos en un mundo más globalizado (Fluehr-Lobban, 1995).
Un lugar interesante para probar la validez de la universalidad de estos valores ha sido Cuba, en donde el régimen comunista se ha dedicado disciplinadamente, durante 56 años, a suplantar los valores cristianos, democráticos y de la familia, según la visión de Fidel Castro de la moral cubana, fundamentada en la concepción dialéctico-marxista. Bien conocidos son los resultados políticos y económicos. Pero, socialmente, el persistente experimento castrista también ha tenido como resultado el florecimiento del diario “resolver”, un eufemismo cubano que cubre un sinfín de conductas como mentir, engañar, simular y robar para poder subsistir bajo condiciones arduas. Resolviendo se sobrevive, pero también se contribuye a una inmensa crisis de valores y se ahonda en el autodenominado “desastre antropológico” en la sociedad cubana.
Resolviendo se sobrevive, pero también se contribuye a una inmensa crisis de valores
Nuestra pregunta concreta en 2008 cuando por primera vez fuimos a Cuba fue: ¿Existen ciertos valores que son reconocidos, aceptados y transmitidos por sociedades de todo tipo, sea cual sea su gobierno, ideología, cultura o religión? En retrospectiva, nuestro viaje inicial precedió cambios importantes que parecieran demostrar que el régimen, a pesar del triunfalismo celebrado en 2009 con el 50 aniversario de la revolución, intentaba responder a una crisis profunda. Poco después, promulgaron reformas económicas producto del VIº Congreso del Partido Comunista en abril de 2011, y al mismo tiempo la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba se vio ante la necesidad de atender una creciente crisis de valores. Fueron acontecimientos que intentaban atender la problemática del estado social, la inestabilidad económica y creciente pobreza, así como la falta de un futuro esperanzador para la juventud, puesto en evidencia por la creciente pasividad de los jóvenes en la escuela, el trabajo y el deseo de emigrar de gran parte de la población.
Esta crisis se destapa abiertamente cuando Raúl Castro dijo en su discurso al clausurar la sesión semestral del Parlamento Cubano el 7 de julio de 2013. “Hemos percibido con dolor el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás.” Poco después, el primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, en una reunión con grupos religiosos, resaltó la necesidad de la defensa de los valores y de rescatar la importancia de la familia.
Implementamos un proyecto de educación en valores universales para niños y adolescentes en varias provincias de Cuba
Gracias a generosas donaciones de personas y fundaciones privadas de Europa y las Américas, implementamos un proyecto de educación en valores universales para niños y adolescentes en varias provincias de Cuba. Es importante resaltar que todo el equipo de Alianza para la Familia/AFF que viajó a Cuba durante los tres años del proyecto, fueron con visas “religiosas” otorgadas por la Oficina de Asuntos Religiosos de Cuba. Esta primera fase atendió a 900 niños y 230 facilitadores, entrenados por un equipo multidisciplinario de formadores de AFF. Entre 2010 y 2013, el programa se expandió rápidamente a más de 6.000 niños y adolescentes. Se entrenaron a 300 facilitadores en tres provincias y por la aduana cubana pasaron unos 4.000 ejemplares de los manuales de Aprendiendo a Querer.
La rapidez con la cual se expandió este programa de educación en valores universales en ciudades y en el campo cubano —con el apoyo tácito de las autoridades y padres de familia— además de los resultados positivos que arrojaron las evaluaciones, demuestra que existen ciertos valores que en efecto son reconocidos, aceptados y —si permitido— transmitidos por padres y formadores, sea cual sea su ideología, cultura o religión. Demuestra que dichos valores fundamentan la sociedad civil y que ante la falta de estos valores, el ser humano siempre busca corregir.
El ejemplo cubano demuestra que también puede conllevar a males más ocultos y menos chocantes pero igualmente perversos
La ausencia de valores conduce al crimen y la violencia, pero el ejemplo cubano demuestra que también puede conllevar a males más ocultos y menos chocantes pero igualmente perversos tales como la apatía, la corrupción, la irresponsabilidad y la desesperanza. Ante la amenaza de la destrucción de la utopía castrista, Raúl Castro permitió que la Iglesia católica y otros trabajaran para rescatar los valores, pero al constatar el incipiente éxito, el Gobierno cubano buscó excusas creativas para prohibir estos proyectos. Tristemente, solo logran correr la arruga, ya que necesariamente sobre la base de estos valores universales, podrían reconstruir la sociedad cubana que tendrá que resurgir de los escombros de 56 años de castrismo.
Cristina Vollmer de Burelli es directora ejecutiva de Alianza para la Familia.