Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, en Buenos Aires
Carlos Aznárez
El actual vicepresidente de Bolivia es un hombre que hizo de su vida un compendio de formación teórica y práctica revolucionaria. Una vez recibido de matemático en México, donde residió varios años de su juventud, decidió volver a su patria natal para incorporarse activamente a la lucha guerrillera en los años 90. Así, participó en la insurgencia indigenista del Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK), de orientación maoísta, hasta que fue arrestado y condenado a varios años de cárcel, los que aprovechó para recibirse de sociólogo.
Cuando recuperó la libertad siguió trabajando en defensa de la luchas indígenas de su país y el continente, hasta que ingresó al Movimiento Al Socialismo (MAS), que le sirvió de catapulta para llegar al actual cargo y acentuar la comunión política e ideológica con el presidente Evo Morales.
García Linera es sumamente didáctico a la hora de explicitar sus ideas y, quizás por su formación en las matemáticas, apunta a los problemas con una minuciosidad admirable.
Esto precisamente es lo que se pudo ver y oír días pasados en una entrevista masiva en el ciclo sobre América Latina, organizado por el Centro Cultural de la Cooperación, en Buenos Aires. Acompañado en la mesa por el politólogo Atilio Borón y el diputado Juan Carlos Junio, García Linera desarrolló una exposición ágil, franca y profunda, demostrando que es un hombre formado en teoría y práctica en el marxismo, y reivindicador de la unidad de la Patria Grande.
En todos los momentos de su comparecencia, García Linera apostó por respuestas no desprovistas de imaginación para la resolución de las contradicciones que se pueden dar en el seno del pueblo en el enfrentamiento con el imperialismo.
Bolivia y su revolución
“El proceso boliviano es el resultado del derrumbe de los antiguos sistemas políticos partidarios del antiguo régimen de dominación”, señaló García Linera, tratando de apurar un cuadro de situación sobre su país. Puntualizó enseguida que “en cada uno de nuestros países, durante décadas, se había establecido una rosca de partidos que se turnaban en los puestos públicos y le cantaban loas a la ideología del mercado y de las privatizaciones. Mientras eso sucedía, a los pueblos no le quedaba otra que ser votantes, cada cuatro o cinco años y consumidores cotidianos en las pequeñas tiendas o en los grandes centros comerciales”.
Enfatizó también que el derrumbe de este sistema no cayó regalado del cielo sino que “se produce en casi todo el continente, por la emergencia de la conflictividad. Por las marchas, los cortes de ruta, los piquetes y bloqueos, las protestas y asambleas populares. Esto significó que no sólo se desplomaba lo antiguo, la política usurpada por una elite de profesionales de la misma, sino que incursionaba la gente de la calle”.
El actual vicepresidente rindió entonces homenaje a “esos hombres y mujeres que estaban silenciosos, callados, y que irrumpieron en la escena social y política, que anhelaban no sólo protestar sino tomar parte en las decisiones de cada país”.
En ese sentido puso el dedo en la llaga de lo que está ocurriendo en Brasil, advirtiendo que “una movilización siempre es una forma de democratización. Está pasando en Brasil y también pasó en Bolivia, cuando se dio en su momento (a partir del año 2001) una paulatina irrupción de sindicatos de base, de comunidades urbanas, de movimientos sociales, de estudiantes, que decían: tenemos derecho a participar y a reclamar, y queremos hacerlo de manera colectiva, debatiendo los asuntos que antes eran asumidos por un pequeño grupo de profesionales del poder”.
García Linera opina entonces que: “esa gigantesca irrupción democrática permitió visibilizar nuevas organizaciones y grupos interesados en problemas comunes: el gas, el petróleo, la asamblea constituyente, la justicia, la distribución de la riqueza, la igualdad de derechos”.
De esta manera, explicó, irrumpen en el escenario boliviano los movimientos sociales, que son portadores de democracia y participación, pero también de una innegable voluntad de poder.
“¿Qué es tener voluntad de poder?”, se preguntó: “Es el impulso colectivo a debatir y asumir lo común, lo universal, lo que es de todos. Esa es la plataforma histórica que da lugar a la victoria del presidente Evo Morales”.
García Linera caracterizó a Evo como un hijo de todas esas luchas por el agua, por el gas, por la constituyente, que hizo surgir una confederación de organizaciones sociales que luego dieron lugar al nacimiento del instrumento político y electoral, que es el MAS.
Definió al gobierno boliviano como una estructura que no es de un partido, sino de una flexible y elástica confederación negociada de movimientos y organizaciones sociales. “Tiene la virtud de convertirse en factor de poder, por su capacidad de saber gestionar, de haber asumido la defensa de lo que es común a todos”, agregó.
Este ciclo, que empezó a partir del 2001, muestra que las organizaciones sociales, que hasta ese momento se habían mantenido encerradas en sus problemas locales, comienzan a construir una agenda de temáticas comunes, que sirva para las 36 naciones que integran la nación boliviana.
Insistiendo en un tema que hoy preocupa y llama la atención del continente, el de las grandes movilizaciones de Brasil, García Linera acercó datos de lo que se vivió en distintos momentos en Bolivia, y del que se extrajeron enseñanzas.
La explosión brasileña
“Nosotros vemos a las movilizaciones por salarios o por diversas demandas específicas, como parte de expresiones que alimentan al proceso revolucionario, y que no deben asustarnos. Cuando la gente sale a la calle nos está advirtiendo que algo está fallando, los canales de mediación institucional no son suficientes, y es por eso que la gente asume su propia representación. Puede haber movilizaciones con componentes conservadores, y otras de índole progresista, pero independientemente de eso, se está sacando a luz un debate que no puede estar fluyendo por el camino normal, y comienza a debatirse en la calle, en el piquete, en la movilización”.
Con respecto a Brasil, la pregunta que se hace García Linera tiene su lógica: “¿Estas luchas son para poner en entredicho el orden económico imperante o persiguen la idea de distribuir el excedente?”
El vicepresidente de Evo confiesa no tener una respuesta a esto, pero no tiene dudas de que las marchas y movilizaciones son formas de acción colectiva, “que están visibilizando problemas y los están denunciando”, insiste. “Son formas de democratización de masas. Es gente que tiene derecho a reclamar más participación en la toma de decisiones en los grandes temas y hay que verlo como una oleada que democratizará el espectro político de Brasil”.
Dijo también que a diferencia de otras épocas donde las protestas tenían símbolos claros de organización, ahora se expresan a través de la multitud. “En este marco hay obreros, estudiantes, campesinos. Está sin definir qué ideología tomará el mando y eso va a surgir de la propia aglomeración”.
Esta forma de multitud, según Linera, es una movilización más flexible y laxa, pero más adecuada a la nueva composición de las clases sociales urbanas.
Lo que hay y lo que luego queda
En el caso de Bolivia, los procesos de democratización tuvieron un soporte material, como ser: la junta de vecinos y comunidades locales, que luego se convirtieron en plataforma de lucha por el poder, explicó Linera, consignando que todo proceso movilizatorio que no tenga esto resuelto, se irá diluyendo sin conseguir demasiado.
Sin embargo, expresó que estas grandes manifestaciones seguramente van a obligar a los sectores gobernantes a hacer cambios. “Eso desde ya, pero no necesariamente van a permitir dar nacimiento a una alternativa de poder”, dijo García Linera.
“Hay que estar atentos a lo que suceda. Nunca dejan de ser un llamado de atención. La democracia es participar en la toma de decisiones, y esto es lo que puede estar siendo cuestionado en el caso de Brasil”, concluyó.
La carretera del Tipnis
García Linera no dejó de tratar tampoco algunos temas álgidos de la gestión de su gobierno. En el caso del conflicto suscitado por la intención de construir una carretera en la zona del Tipnis, explicó que el objetivo era unir dos grandes zonas del país: el Occidente y el Oriente o Amazonia boliviana. Señaló que actualmente, para ir de un punto del altiplano a otro de la Amazonia se suele tardar cuatro o cinco días, si no llueve, porque si no se puede extender a una semana.
“Por eso, y no por otra cosa, es que intentamos romper el aislamiento de esos pueblos indígenas, que viven en un inmenso territorio, pero donde la densidad demográfica es muy inferior a la zona del altiplano”, dijo.
García Linera aceptó autocríticamente que hubo un movimiento social en torno a la defensa del parque por donde iba a pasar la carretera. “Reconocemos que no comunicamos bien sobre el proyecto, y no dialogamos lo suficiente con todos los habitantes (unas cinco mil personas) que viven en el Tipnis. No supimos difundir la idea de que era un proyecto estratégico para toda Bolivia, y que además eran mentiras de que la carretera era bioceánica e iba a llegar hasta Brasil”.
Para Linera, lo ocurrido allí “es una contradicción al campo del pueblo, en el sentido maoísta de la expresión. Es una contradicción de un sector del movimiento indígena, que piensa que la carretera le puede afectar, con otro sector indígena mayoritario de Occidente, que sólo quiere comunicarse con esta parte del territorio boliviano”.
Señaló que obviamente también jugaron un rol determinante en trabar el diálogo, algunas ONG que actúan como punta de lanza de empresas extranjeras.
En tono coloquial dio ejemplos del modus operandis de estas organizaciones: imaginó que una empresa transnacional fabrica camiones, y su gobierno la premia con disminución de impuestos si ese empresario le trae un certificado de preservación de cien mil hectáreas de bosque. En ese caso no pagaría el 5% de los impuestos (que por esa cantidad de hectáreas serían unos 80 millones de dólares). Entonces la empresa recurre a una ONG ambientalista que hace la tarea de pedir zona protegida para tal o cual bosque en cualquier parte del Tercer Mundo, y luego le pasa este certificado otorgado a la empresa por tal o cual gobierno.
Finalmente, la ONG se queda con una suculenta “comisión”, la empresa con la parte principal de la “donación”, y de “pura generosidad”, reparte pequeñas prebendas entre los habitantes de la zona.
“No digo que todas las ONG actúen así, pero hay muchas que practican este método injerencista”, planteó el dirigente boliviano.
Cuidado con la Alianza del Pacífico
García Linera señaló que “el último intento que hizo el imperialismo de expandir su dominio continental fue realizado a través de querer imponer el ALCA, pero fracasaron. El ALCA fue derrotado. Esa victoria dejó a EEUU sin norte. Y dio aire para que avance la revolución bolivariana, que se conforme el ALBA, que surjan Unasur y la Celac, que se fortalezca Mercosur. Que el continente haga aflorar sus propias alternativas”.
En tales circunstancias surgió, según el vicepresidente boliviano, “una década excepcional para América Latina”. Recordó que “desde la época de las guerrillas en las décadas del 60-70 nunca habíamos tenido en el continente una experiencia de internacionalización de luchas y proyectos, como ahora. Claro que no es el socialismo y el comunismo, pero son iniciativas de autonomía económica, política, social”.
Explicitó que “aún nos falta mucho para avanzar, pero ahora estamos pensando el continente desde nosotros mismos, y no desde la perspectiva de los que siempre lo administraron desde el Norte”.
Parafraseando a Lenin (“ahora estoy en mi etapa leninista”, ironizó), García Linera dijo que “el curso general de la revolución ha confirmado de una manera admirable una de las tesis de Marx: cuando la revolución avanza, obliga al enemigo a recurrir métodos de defensa cada vez más extremos”.
Según García Linera, el ALBA, la Unasur, la Celac son parte del proceso revolucionario de esta etapa, son alternativas distintas que surgen de la diversidad, pero esta autonomía que generan frente a los EEUU desencadena una contraofensiva por parte del Imperio. “En el actual momento, la punta de lanza de esta reacción se llama Alianza para el Pacífico”, apuntó.
De acuerdo a su opinión, “se han alineado allí los gobiernos más conservadores del continente, comandados por EEUU, quien los reúne y articula, fijando una estrategia de contrainsurgencia continental, no para acabar con guerrillas sino para avanzar sobre Estados y gobiernos”.
En ese plano surgen “todo tipo de locuras, como es el hecho de querer convertirse en una fuerza más de la OTAN”.
“¿Qué tiene que ver la bella Colombia con una OTAN que está invadiendo países?”, se preguntó Linera. “Es querer mirarse en el espejo del amo. Es una vergüenza continental”.
Sin dudarlo, señaló que “estamos ante la respuesta rabiosa de la reacción, y nos obliga a defendernos. Hay que estar atentos porque esta alianza es estrictamente militar, y apunta a todos nuestros países”.
Analizando las causas del surgimiento de estas nuevas iniciativas imperiales, consignó el momento de crisis producido tras la muerte de un hombre tan carismático como el comandante Chávez.
Por otra parte convocó a seguir con atención las luchas sociales que se habrán de potenciar en cada uno de los países que forman esa Alianza del Pacífico. “Si estas luchas a su interior avanzaran, es posible que fracase el muro que intentan construir los gobiernos de la Alianza para aislarnos”, añadió.
Se trata del poder
Linera encaró también algunos aspectos estratégicos de la lucha continental. En ese sentido, tras manifestar su respeto por el filósofo irlandés John Holloway (autor de la tesis de que se puede cambiar el mundo sin tomar el poder) y el subcomandante Marcos (que se manifiesta en términos parecidos), aclaró: “Mi experiencia comunista, en el gobierno, y mucho antes, en la guerrilla y en la cárcel, me lleva al convencimiento que por un buen tiempo no podemos abandonar la lucha por el poder”.
“¿Qué es esa lucha?”, volvió a preguntarse: “La que define qué grupo social es el que conduce el sentido de lo que es común a todo un país”.
Recordó que en “muchos de nuestros países” el Estado continúa en manos de sectores de terratenientes, empresarios y grupos concentrados. “Nosotros decimos que hay que disputarles ese lugar. Desde los tiempos de la Comuna de París, la administración de lo universal tiene que estructurarse en el Estado. Quizás algún día eso será la agremiación de productores, pero hoy eso no ocurre, y por ello tenemos que pelear contra otros que tienen monopolizado el control de lo universal, que están dispuestos a insultarte, a golpearte, a matarte, a hacerte desaparecer. Debemos recuperar el poder del Estado”.
“Para quienes nos identificamos como marxistas -dijo Linera- no estamos planteando la simple administración del viejo poder. Si caemos en eso estamos perdidos, porque nos habrá de triturar la máquina”.
“¿Cómo hacer entonces que este nuevo sentido de lo universal esté supeditado en la participación cada vez más amplia de la sociedad? Esa es la gran pregunta del Qué hacer de Lenin, o de Mao en sus libros de las contradicciones. Debemos imaginarnos cómo construimos un nuevo Estado que permita la mayor democratización de la sociedad. Si tienes un Estado que es como el viejo, estás perdido, te habrán cooptado. Si formas otro, donde impere la libre determinación, te aplastarán y hasta te asesinarán, y estarás cien años para recuperar lo perdido”.
En consecuencia, expresó: “Hay que buscar algo que, como definiera (Antonio) Gramsci, sea el Estado integral. Un Estado que se va disolviendo en la sociedad. O mejor dicho: la sociedad va ocupando el Estado. ¿Cómo se logra eso? Sólo con lucha. Surgirá de esta misma lucha”, concluyó.