Cada 21 de marzo se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial, proclamado así por las Naciones Unidas desde 1966.
La fecha constituye una oportunidad para renovar el compromiso de todos los países e individuos de construir un mundo de justicia e igualdad en el que no existan la xenofobia ni la intolerancia, de acuerdo a un comunicado emitido este jueves por la secretaría general del organismo internacional.
El texto recuerda que cada día personas de todas las edades soportan el odio, la injusticia y la humillación a causa del color de su piel, su ascendencia, su origen nacional o étnico u otras características supuestamente raciales. Y ese tipo de discriminación “ha sido la base de la opresión, la pobreza, la esclavitud, el genocidio y la guerra” en diferentes momentos históricos y regiones del mundo.
Los horrores del exterminio en masa de seres humanos debido a su origen étnico, que se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, hicieron tomar conciencia a los fundadores de las Naciones Unidas de la importancia de proteger los derechos humanos de los grupos vulnerables y de eliminar cualquier tipo de discriminación.
Sin embargo, años más tarde fuimos testigos de las atrocidades cometidas en Sudáfrica durante el régimen del apartheid, o en Rwanda durante el genocidio de la población tutsi en 1994, por solo citar algunos hechos históricos.
Episodios recientes como los asesinatos injustificados de los jóvenes afroamericanos Michael Brown y Trayvon Martin, o los resurgimientos de los movimientos neofascistas en Europa, evidencian que aún no estamos exentos de riesgos.
La despreciable práctica de la discriminación acentúa de manera arbitraria determinadas diferencias entre personas y grupos, pues está comprobado que no existe justificación biológica o fisiológica para dar un tratamiento desigual hacia las personas como pretendía hacernos creer el nazismo.
La discriminación, ya sea racial o étnica, por género, religión, clase social, opinión política u orientación sexual, genera un tratamiento desfavorable hacia las personas y ello contraviene los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El racismo engendra conflictos graves, crea rencor entre los pueblos, causa gran sufrimiento y puede conducir al genocidio. La existencia de tensiones debido al color de la piel y la falsa creencia en la superioridad de unos sobre otros impide que nos desarrollemos en paz, que nuestras sociedades sean abiertas y libres, y daña tanto a sus víctimas como a quienes segregan.
En tanto, mediante su comunicado, la ONU llama en este 2015 a aprender las lecciones de la historia y reconocer el grave daño causado por estas prácticas. “Ello implica preservar cuidadosamente la memoria de los errores históricos de manera que podamos utilizar nuestros conocimientos para erradicar los prejuicios y enseñar la tolerancia, la no discriminación y el respeto de la diversidad en todas partes y para todos”.
Hace exactamente 50 años entró en vigor la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial. Desde entonces la humanidad ha podido presenciar el final de casi todas las formas de colonialismo, el desmantelamiento del régimen del apartheid y el surgimiento de un movimiento global en favor de la tolerancia; pero “la paz duradera solo puede basarse en la premisa de que todas las personas son iguales en derechos y dignidad”, insiste la ONU.