Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
¡ Feliz Cumpleaños CLARISA !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: Cuba - EEUU ..Hay que ir a la historia para buscar las esencias…
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 23/03/2015 14:22

Hay que ir a la historia para buscar las esencias…

“El tema del conflicto Cuba-Estados Unidos ha dejado de ser un tema bilateral y se ha convertido también en un tema regional, del hemisferio y se podía decir que de interés para el mundo”...

20/03/2015

EXCLUSIVO

0 comentarios

Vota 9 votos

“El tema del conflicto Cuba-Estados Unidos ha dejado de ser un tema bilateral y se ha convertido también en un tema regional, del hemisferio y se podía decir que de interés para el mundo”. Así comenzó la conversación que sostuve hace unas horas con el joven historiador e investigador cubano Elier Cameño, quien por estos días comparte con el público lector venezolano sus dos recientes textos sobre las relaciones históricas entre la isla caribeña y el gigante del Norte.

“Aproximaciones a las relaciones Cuba- Estados Unidos” y “Relaciones…” fueron presentados en la Universidad Nacional de las Artes (UNEARTE) de Caracas, como parte de la Feria Internacional del Libro FILVEN 2015 y apenas unas horas antes de la celebración de la reciente Cumbre Extraordinaria del ALBA-TCP; unos minutos después se habían agotado todos los ejemplares.

Sobre la vigencia, los aportes e importancia de libros como estos en el contexto actual de América Latina, la situación que vive Venezuela tras la amenaza decretada por el presidente Barack Obama y la nueva ronda de conversaciones bilaterales entre Cuba y Estados, conversamos entonces con Elier.

¿Qué nos aportan estos textos?

-Es un tema que llama la atención, despierta el interés de muchas personas en el mundo y más de los latinoamericanos y caribeños. Uno de ellos aborda las aristas menos conocidas, quizás menos divulgadas de los procesos de acercamiento que han ocurrido a lo largo de más de 50 años en esta relación conflictual que no empezó en 1959 sino mucho antes, pero a partir del triunfo de la Revolución alcanzó su momento cumbre de expresión.

Se abordan algunos acercamientos de la etapa de Gerard Ford y de Jimmy Carter que fueron importantes y nos dejan lecciones para los momentos que estamos viviendo. Tras los anuncios del 17 de diciembre y el nuevo proceso que se ha iniciado de conversaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el avance hacia un proceso que debe tener en nuevo modus vivendi entre adversarios ideológicos, en una convivencia pacífica entre contrarios, estos libros aportan parte de la historia anterior y nos permiten interpretar lo mejor que está sucediendo durante la administración Obama.

¿Lo inédito?

-Tiene muchos elementos inéditos pero hay aspectos que ya tuvieron lugar con anterioridad y estudiar, investigar, evaluar cuál fue la coyuntura que propició esos acercamientos, qué estaba detrás, cuáles eran las intenciones de Estados Unidos con esas aproximaciones a Cuba en aquellas circunstancias históricas, qué lecciones nos dejan, por qué fracasaron aquellas experiencias, yo pienso que aporta muchísimo para el presente y para el futuro de la relación Cuba-Estados Unidos. Yo estoy seguro que le interesa a muchísimos ciudadanos de Latinoamérica y el Caribe porque el tema está en la agenda regional constantemente. Por eso en Cumbres de las Américas anteriores, aunque Cuba no asistió, el tema fue recurrente una y otra vez.

¿Y en relación a lo que pasa hoy con Venezuela?

-Se pueden hacer muchísimas analogías, claro, salvando las distancias, son contextos y realidades diferentes. Detrás de la política de Estados Unidos hacia Cuba hay una política continental, una política hemisférica. Muchas de las cosas que estamos viendo hoy en la política de Estados Unidos hacia Venezuela, ya Cuba pasó por ellas: la guerra económica que está hoy sufriendo Venezuela es un ejemplo de eso, aunque esta es diferente a la nuestra porque es desde afuera y desde adentro también. En el caso de Cuba ha sido el bloqueo económico, comercial y financiero, pero no hemos tenido una oposición interna como la que tiene Venezuela que también apoya y en buena medida, lidera esta guerra económica.

Hoy están empleando – y se ha dicho mucho por estos días- el garrote con Venezuela de una manera que nosotros hemos conocido de forma más virulenta porque tuvimos la experiencia de una invasión mercenaria en 1961, de bandas armadas a lo largo de todo el país, atentados contra los líderes principales, sabotajes. Cuba vivió en los años 60 sobre todo, este tipo de política y hoy la están empleando con Venezuela pero mañana fácilmente pueden emplearla nuevamente contra Cuba u otro país que defienda ideas antihegemónicas, ideas anticapitalistas, que esté llevando adelante una Revolución como la que estamos viendo en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia.

El día de mañana a lo mejor con Venezuela también utilizan la zanahoria, es decir, ellos van variando de acuerdo a las circunstancias pero todo al final es una política general hacia América Latina y el Caribe que van adecuando a cada contexto y a cada momento histórico. En un momento utilizan el garrote, en otro utilizan la zanahoria pero la política ha sido la misma desde el siglo XIX, o desde que ellos surgen como nación.

Recordemos cómo se oponen desde un inicio a la independencia de Hispanoamérica, a los proyectos integracionistas de Bolívar, a los intentos de Bolívar y Sucre y el gobierno de Guadalupe Hidalgo en México a llevar la independencia a Cuba y Puerto Rico, cómo se oponen a esa idea de Bolívar que era mucho más general pero lo que logró fue la llamada Gran Colombia. Esa fue la materialización práctica e integracionista de Bolívar, aunque sus aspiraciones y sus deseos eran mucho más gigantescos todavía.

Ya desde esa época los representantes diplomáticos de Estados en estos países – y uno lo ve en informes, en correspondencias que enviaban hacia el Departamento de Estado- tenían la misma aspiración hegemónica y para ellos debían frustrar esos proyectos de unidad de nuestros libertadores, las ansias soberanas de estos países, los deseos independentistas. De ahí la importancia de recurrir a la historia una y otra vez y el empeño de las derechas de desconocerla.

Lecciones para seguir la batalla…

-El objetivo final de la política de Estados Unidos siempre ha sido el mismo, lo que han variado son los instrumentos, los métodos. En un momento fue el Monroismo, en otro el panamericanismo, en otro la diplomacia del dólar, la del nuevo diálogo, la buena vecindad, la Alianza para el Progreso; es decir, ellos van alternando pero los objetivos son los mismos. Por eso hay que ir a la historia, para buscar las esencias de esa política que varía de alguna manera en sus contenidos superficiales pero mantiene las mismas esencias.

La lección fundamental es que la única manera de enfrentar eso, de salir airosos es uniéndonos cada día más. Bolívar lo tuvo muy claro y desgraciadamente en ese momento sus proyectos no se materializaron.Otros próceres latinoamericanos después le dieron continuidad a esas ideas, pero gracias al papel de Fidel Castro y al de Hugo Chávez, esos sueños ancestrales se han materializado pero tampoco son reversibles y hay que tener claridad en eso.

Tenemos que seguir luchando porque todavía hay que avanzar muchísimo más, que nuestros pueblos se integren con mayor fuerza para poder enfrentar eso. Ya el hecho de existir UNASUR, el ALBA, Petrocaribe y todos estos instrumentos integracionistas que han avanzado tanto, hoy están demostrando qué importancia tiene en la concreción de esos sueños de Bolívar que hoy se están llevando adelante para enfrentar esas políticas agresivas de los Estados Unidos.

 Ya Estados Unidos no se siente con las manos libres para llevar adelante una determinada acción contra uno de nuestros países porque sabe que cualquier ataque contra Venezuela es visto como un ataque contra muchos otros países de la región: un ataque contra Cuba, contra Ecuador, contra Bolivia, contra Nicaragua y eso seguro se pondrá de manifiesto en la Cumbre de las Américas, donde si bien las anteriores de alguna manera se le “cubanizaron”, debido a la manifestación del presidente Obama diciendo que Venezuela es una amenaza para su seguridad nacional, en la próxima estoy seguro que la mayoría de los países de la región van a expresar su solidaridad y su rechazo a estas políticas injerencistas.

De hecho, ya lo han hecho y eso demuestra que Estados Unidos tiene que medir muy bien sus pasos y que cada día tendrá que buscar pasos más artificiosos, más creativos, más sutiles para poder lograr sus objetivos porque el garrote y las políticas más agresivas no le han funcionado y son políticas que no son hacia un país en específico, sino políticas hacia la región.

Un mensaje final…

-Toda la solidaridad, el apoyo, el abrazo extendido del pueblo cubano, pero especialmente de los jóvenes intelectuales, escritores cubanos al pueblo venezolano, a su gobierno y la disposición firme de que podrán contar con nosotros en esta lucha que es también la de todos. Cuenten con los jóvenes cubanos.

Sobre el autor

Bertha Mojena

Joven periodista. Pinareña hasta la médula. Amante de la paz y de la risa.



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 30/03/2015 23:06
ESTADOS UNIDOS FRENTE A CUBA

Una pelea de siglos

Mucho antes del triunfo revolucionario de 1959, desde los inicios del siglo XIX, hubo agudas contradicciones entre estas dos naciones

Por PEDRO ANTONIO GARCÍA (cultura@bohemia.co.cu)
Fotos: Archivo de BOHEMIA

3 de marzo de 2015

 

Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria
Céspedes denunció en su célebre carta al senador
Charles Sumner que Estados Unidos “seguía
prestando apoyo indirecto moral y material al
opresor contra el oprimido.
(Foto: Autor sin identificar)

Febrero de 1960 se inicio en medio de la agudización de la violencia contrarrevolucionaria, entrenada y subvencionada por el Gobierno de los Estados Unidos. El día 1º, aviones procedentes de Norteamérica incendiaron más de 200 mil arrobas de caña en Matanzas. Diecisiete días después otro aeroplano del mismo punto de origen, que se disponía a atacar el central España, en el municipio matancero de Perico, estalló en el aire cuando, por razones desconocidas, una bomba de alto poder explosivo detonó dentro de la nave. Los dos tripulantes murieron. El piloto, según documentos hallados en los restos del aparato, se nombraba Robert Ellis Frost.

El 21 de febrero un bimotor proveniente de los Estados Unidos sobrevoló el poblado de Cojímar. Ante el fuego de las defensas cubanas, huyó rumbo norte, no sin antes descargar sus bombas en la franja costera. Pero lo peor estaba por verse: el 4 de marzo siguiente, en la rada capitalina, se produjeron dos explosiones en el vapor francés La Cobre, el cual transportaba armas adquiridas para la defensa del país. Hubo alrededor de cien muertos y otros tantos heridos, principalmente estibadores del puerto y marinos del buque. Al siguiente día, en el sepelio de las víctimas, Fidel reiteró la profunda convicción del pueblo y del Gobierno cubanos de que se trataba de un sabotaje perpetrado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos. (Ver ampliación del tema en la Sección de Historia de esta edición).

Poco menos de dos semanas después, el 17 de marzo, el presidente D. E. Eisenhower encomendaba a Allen Dulles, entonces director de la CIA, la preparación de una fuerza armada para invadir la Isla y derrocar la Revolución.

Años más tarde, al comentar estos hechos para la televisión miamense, un periodista de origen cubano afirmó que eran el resultado lógico del diferendo entre las dos naciones, originado “en el sentimiento antinorteamericano con que Castro y sus barbudos inundaron a Cuba”. Se equivocaba. El llamado diferendo es mucho más antiguo, muy anterior a la promulgación de la Ley de Reforma Agraria y a la solicitud de retirada, por parte del Gobierno Revolucionario, de la misión militar norteña en el país. Data de cuando Cuba aún no era una nación y Estados Unidos recién disfrutaba de su independencia. Es una pelea de siglos.

En un principio, la fruta madura

Aunque Benjamín Franklin ya proclamaba en la segunda mitad del siglo XVIII la necesidad para las entonces aún 13 colonias inglesas en Norteamérica de apoderarse de las llamadas “Islas del azúcar” (Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico), corresponde a Thomas Jefferson el dudoso honor de ser “el precursor de la anexión de nuestro país a los Estados Unidos, […] el paladín constante de la incorporación de Cuba a la Unión”, como subrayaron los historiadores de la Isla en el congreso de su disciplina en 1947.

Por orientaciones de Jefferson agentes estadounidenses radicados en la mayor de las Antillas estuvieron atentos, en fecha tan temprana como 1805, a descubrir cualquier interés de los criollos en formar parte de la nación norteña. Muchos le oyeron hablar por aquellos días, cuando era presidente de su país, de la posibilidad de una guerra con España, ya que Cuba podía ser capturada sin mucha dificultad. 

La invasión napoleónica a la península ibérica (1808) desató el apetito expansionista de Jefferson. Envió a La Habana un emisario para convencer al capitán general Someruelos de la conveniencia de traspasar la Isla a la jurisdicción norteamericana. Tal misión fracasó. Su sucesor en la presidencia, James Madison, más realista, trazó la estrategia de mantener a Cuba como colonia de una España débil y no permitir que ningún país fuerte la ocupara. Como estimara el historiador Emilio Roig de Leuchsenring, “desde entonces, la política yanqui con respecto a Cuba fue apoyar la soberanía española mientras no pueda ser norteamericana”.

La invasión francesa de 1823 a España, con el objetivo de erradicar de la península todo vestigio de liberalismo y constitucionalismo, llenó de inquietud a Washington. El presidente Adams envió a un emisario a La Habana a sondear la situación política de la Isla; al nuevo embajador en España, Hugo Nelson, dictó instrucciones de “emplear todos los medios a su alcance” para impedir cualquier intento de traspasar Cuba a Inglaterra o Francia. Consideraba el mandatario que la mayor de las Antillas y Puerto Rico “por su posición local son apéndices naturales del continente norteamericano y una de ellas, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser por una multitud de razones de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión”.

Obviamente, se estaba refiriendo a Cuba, para cuya anexión, opinaba, “no estamos todavía preparados […] Pero hay leyes de gravitación física y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no pueda, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana”. De tal forma Adams delineaba lo que los historiadores cubanos del siglo XX llamarían “la política de la fruta madura”.

Pronto al gobernante yanqui le asaltaría una nueva preocupación: los deseos de las recién independizadas naciones latinoamericanas de expulsar a España de Cuba y Puerto Rico. Simón Bolívar tenía entre sus planes encomendar a José Antonio Páez y Antonio José de Sucre la invasión libertadora de estas dos islas. El presidente mexicano Guadalupe Victoria también estaba dispuesto a involucrarse en la operación. Adams declaró al conocer de estos propósitos que Washington no permanecería indiferente ante la partida de expediciones hacia la Isla desde el país azteca y Sudamérica.

En una ofensiva diplomática sin precedentes hasta entonces, el presidente gringo boicoteó todo intento de organizar una operación bélica libertadora en el Caribe. Aunque sus delegados, al llegar tarde, no estuvieron presentes en el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), la oposición estadounidense a cualquier expedición hacia Cuba era tan evidente que obstaculizó todo intento de concretarla. En ese empeño, hay que reconocerlo, recibieron un sustancial apoyo de Inglaterra. Al recordar esos días, Páez escribió en sus memorias: “El Gobierno de los Estados Unidos, y lo digo con dolor, impidió así la independencia de Cuba”. 

Ya para esta fecha, un grupo minoritario de hacendados criollos había comunicado a varios congresistas norteamericanos su deseo de “ligarse a los Estados Unidos como estado, no como colonia”. En la política de la fruta madura aparecía ahora un nuevo componente: los anexionistas cubanos.

Las expediciones ahora llegan del norte

Los expedicionarios de Narciso López, según grabado de Landaluze
Los expedicionarios de Narciso López, según
grabado de Landaluze. La mayor parte de ellos
eran mercenarios húngaros y yanquis contratados
en Kentucky y Louisiana. (Ilustrador: Landaluze)

La crisis del reformismo con la exclusión de los diputados cubanos de las Cortes españolas (1834-1837), el férreo despotismo de las autoridades coloniales, los devaneos de Madrid con Inglaterra que hicieron temer a los hacendados azucareros por la posibilidad de que se limitara o se aboliera la esclavitud, y las rebeliones de esclavos en la década de 1840, crearon las condiciones para que un sector de la sacarocracia comenzara a ver con buenos ojos la anexión a Estados Unidos. Esta corriente ideológica fue fomentada por el llamado Club de La Habana, encabezado por Miguel Aldama y Cristóbal Madam. En el centro de la Isla había un gran centro afín a ella, nucleado en torno a Narciso López, mientras que en Camagüey desarrollaba una gran agitación anexionista el grupo de ricos propietarios entre los que resaltaba Gaspar Betancourt Cisneros El Lugareño.

En Norteamérica algunos sectores de poder, sobre todo del Sur esclavista, aplaudieron los preparativos del núcleo que lideraba Narciso López para una sublevación armada, e incluso pensaron apoyarla con una fuerza expedicionaria. El levantamiento nunca se produjo. Por una parte, el presidente Polk obstaculizó los planes insurreccionales de los anexionistas cubanos, mientras le proponía a España la compra de la Isla. Por otro lado, ya el Club de La Habana había perdido sus “arrestos levantiscos”, al comprobar que no existía posibilidad alguna de que Madrid accediera a abolir la esclavitud o a limitar la trata. 

Narciso López, exiliado en Norteamérica, continuó con su idea de capitanear una sublevación. Sus dos primeros intentos expedicionarios (1849) no fructificaron, por la acción del Gobierno estadounidense. El 13 de mayo de 1850 partió de New Orleans en el vapor Creole con una soldadesca mayoritariamente extranjera, pues solo pudo enrolar a cinco cubanos. En su segunda y última aventura (agosto de 1851) arribó a costas cubanas en el vapor Pampero, junto con 600 hombres (solo 49 cubanos) y, al igual que con el Creole, la población de la Isla no se le sumó. Apresado por los españoles, López fue ejecutado. Igual suerte corrió Joaquín de Agüero en Camagüey.

Estados Unidos continuó con su política (“Cuba española, mientras no pueda pertenecernos, pero nunca para los cubanos”) y obstaculizaba cualquier sublevación o expedición insurreccional, incluso anexionista. A la vez, no cejaba en sus propuestas de comprarle la Isla a España: al igual que Polk (1848), Pierce (1853) y Buchanan (1857) hicieron ofertas a Madrid, sin éxito.

Contra el mambisado

Thomas Jefferson, precursor de la anexión de Cuba a Estados Unidos
A Thomas Jefferson le cabe el “honor” de ser el
precursor de las ideas de anexión de Cuba a los
Estados Unidos. (Foto: Autor sin identificar)

El alzamiento del 10 de Octubre de 1868 en Oriente, secundado por Camagüey en Las Clavellinas (4 de noviembre) y por el centro del país en febrero de 1869, gozó de la admiración del pueblo estadounidense, no así en ciertos sectores de poder. Tanto el presidente norteño Ulysses Grant como su secretario de Estado, Hamilton Fish, se negaron insistentemente a reconocerle beligerancia a la República de Cuba en Armas constituida en Guáimaro, mientras que lo hacían países latinoamericanos como Chile, México, Brasil, Guatemala, Bolivia y El Salvador, en tanto Colombia, Perú y Venezuela enviaban ayuda a través de expediciones.

La administración Grant fue incluso más allá: en diciembre de 1869 entregó a Madrid 30 cañoneras, para reforzar la flota ibérica que bloqueaba a Cuba y trataba de impedir la llegada de expediciones independentistas a la Isla. Fish incluso buscó una alianza con el Herald de New York y en ese periódico se publicó una serie de artículos para convencer a la opinión pública de que la revolución mambisa estaba prácticamente muerta; por ende, el reconocimiento de la beligerancia era una pérdida de tiempo y energía.

El Herald en sus páginas difamaba a la Junta Cubana de New York, a la cual acusaba de malversación. En uno de sus editoriales, el rotativo proclamaba el inexorable fin de la rebelión en Cuba y que lo único por hacer era la anexión de la Isla a Estados Unidos, donde los habitantes de ella “vivirán libres, prósperos y felices”.

El estadounidense Thomás Grant, quien en el Ejército Libertador alcanzó el grado de mayor general, denunció el fariseísmo del gobierno de los Estados Unidos y de cierta prensa de esa nación: “Los españoles están peleando con armas compradas en Marden Lane, en casa de Shirley, Harley & Graham y a nosotros (los mambises) en todo un año no nos ha permitido comprar nada. […] Quisiera ver cambiada la infame ley de neutralidad (de EE.UU.), esa infame ley de ayuda a los españoles a quedarse en Cuba y que se opone a que los cubanos se defiendan”.

Carlos Manuel de Céspedes, en su carta al senador Charles Sumner (1871), denunciaría que Washington “seguía prestando apoyo indirecto moral y material al opresor contra el oprimido, a la monarquía contra la República, a la metrópoli europea contra la colonia americana, al esclavista recalcitrante contra el libertador de cientos de miles de esclavos”. Aunque en la misiva expresaba su optimismo de que los Estados Unidos cambiarían de actitud, el Héroe del 10 de Octubre recalcaba: “Llegue o no llegue ese día, la Revolución Cubana, ya vigorosa, es inmortal… Nuestro lema es y será siempre: Independencia o Muerte. Cuba no solo tiene que ser libre, sino que no puede ya volver a ser esclava”.

‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑
Fuentes consultadas
Los libros Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, de Philip Forner, y La colonia. Evolución socioeconómica y formación nacional, del Instituto de Historia de Cuba. Memorias del general José Antonio Páez. Autobiografía. La compilación Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, realizada por Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo.



 
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados